PENTECOSTÉS
¿Cómo se presenta a una persona que se esconde y siempre enaltece a Otro? No es tan fácil hacer esa presentación. ¡Qué tremendo intentar una presentación de Dios mismo, el Espíritu Santo de Jesucristo! Ahora lo hago esa intención e introducción por medio de una oración que escribí hace un tiempo.
Tú eres…
Viento de Dios
Poder de lo Alto
Mover del Señor
El Paráclito
El Agua Viva
¡Y qué grande eres Tú!
Espíritu
Espíritu de Cristo
Espíritu del trino Dios
Espíritu de verdad
Espíritu Santo de Dios
¡Cuán hermosa es tu obra!
Te mueves en creación
Te escondes de nuestro mirar
Para magnificar a Jesús
Inspiras, iluminas, abres el corazón y el entendimiento
Impulsas, gobiernas, dominas diriges
Proteges, guardas, vigilas, cobijas a los tuyos
Avivas, renuevas, vivificas, levantas a los muertos
Cambias, transformas, restauras, fortaleces
Intercedes, sellas, invades, moras
Llenas, reposas, capacitas
Das poder, das autoridad, das dones
Y mucho, mucho más.
¡Cuán hermosa es tu obra, Espíritu Santo de Jesús!
LA FIESTA PENTECOSTÉS LLEGÓ
Nos preguntamos sobre el evento de Pentecostés, ¿Te imaginas el momento? Dejemos que esta descripción de aquel gran acontecimiento nos ayude entrar en nuestra consideración.
“Habíamos pasado 10 días de oración con una unanimidad increíble. Se llenaron los días no sólo con los quehaceres normales o los preparativos para la fiesta de la cosecha, sino con lo de conversar de Jesús. Sus milagros, los gestos tan comunes, el diálogo y luego las últimas palabras entre nosotros. Cada uno de nosotros tendría su recuerdo favorito, o una palabra especial de impacto. Y aunque estuvimos esperando, y aguardando la venida prometida que Jesús mencionó, los días volaron. Quizás fuese por la intensidad de nuestra adoración, y la ida y venida de las personas más allegadas a Jesús como Pedro, Juan, Santiago o su madre María. María Magdalena estuvo con esa experiencia tan viva de su encuentro en el huerto con Jesús resucitado. María, Marta y su hermano Lázaro nos habían dado alberque en su casa de Betania, pero ahora estaban con nosotros en Jerusalén. La palabra de Jesús estaba en nuestra mente. Jesús no dijo ese día:
“pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:49b)
La mañana del día de fiesta al fin llegó. Un buen grupo de nosotros pasabamos la noche juntos, orando, cantando e intercambiando las palabras de Jesús. Nos acordamos de él. Sentimos su presencia, aunque él se había ido de nosotros ascendiendo en las nubes. Esa palabra de promesa sobre “el otro Consolador” o “el Paracleto” no la entendíamos completamente. La luz del día amaneció. Poco a poco fue abriéndose más. El día de la fiesta nos llegó.
¡Qué sorpresa en la forma que vino![1] De repente, llegó un estruendo del cielo como un tremendo viento. Nunca había yo sentido un viento tan recio con su sonido fuerte. Tapamos los oídos. El viento llenó toda la casa donde estuvimos sentados. Levanté la vista. Ví, como fuego, lenguas repartidas sobre cada persona. El asombro y hasta el espanto comenzaba a entrar en mi corazón. Pero, no te lo puedo explicar . . . En vez de espanto, hubo una gran paz, hubo un gozo indecible. Era como el amor de Dios había invadido todo mi ser. Dios mismo estaba manifestándose. Su misma persona nos llenaba. Era como si Cristo estuviese presente con toda su plenitud. ¡Qué hermosura, qué belleza, qué santidad y qué pureza! ¡La PRESENCIA misma de Dios Padre y de Jesucristo estaba con nosotros!
Al verlo, al sentir esta llenura con todos los presentes, escuché hablar los que estaban cerca de mí. Pero, hablaban otras lenguas no entendibles. Yo iba a preguntar algo, y cuando abrí mi boca, parecía que vinieron de muy adentro de mí palabras nuevas que mis labios pronunciaron. Ni éstas entendí. Otra lengua, ¡lengua inspirada por el Espíritu de Dios en mí! ¡Qué emoción! Era como de fiesta, de celebración, de una alegría de más allá como si fuese en otra dimensión. Nunca había experimentado algo semejante. Sí, era ministerio. Sí era adoración. Era Dios moviéndose en nuestras vidas.
Algunos de afuera después dijeron que estábamos ebrios. Pero no tomamos nada de vino. Tomamos de aquella agua de Dios, el agua del Espíritu. Se rebosó en nosotros esa llenura. ¡Fue tremendo!
Como hubo sonido de voces y el estruendo de viento, la gente de la ciudad lo escuchaba, y muchos comenzaron a juntarse a ver y nos preguntaron: “¿Qué era lo que pasaba?” La gente que se juntó había venido a Jerusalén de muchas partes. Eran judíos en su mayoría. Venían de diferentes países y además del hebreo, hablaron su propio idioma. La sorpresa fue, que en esa cacofonía de voces ellos escucharan hablar en su propia lengua. Sabiendo de la procedencia de los más allegados discípulos de Jesús, preguntaron:
“Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? (Hechos 2:7b y 8).
Las gentes venían de por lo menos quince diferentes localidades. Tanto judíos como prosélitos, con su atención para las fiestas mayores en Jerusalén, tuvieron una tremenda sorpresa. Atónitos, maravillados y perplejos, estas personas escucharon a los discípulos hablar en su lengua “las maravillas de Dios.” (11).
Respondiendo a su pregunta, los once apóstoles se levantaron. Se hizo silencio, y Pedro habló con todo denuedo. Su explicación de lo sucedido comenzó con la profecía de Joel sobre el derramamiento del Espíritu de Dios, ligando este acontecimiento directamente con la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. ¡Qué claridad de mensaje! La centralidad de Jesús resucitado tomó su lugar central en el mensaje y fue ligada con la manifestación de Dios de esta mañana de fiesta. Cuando Pedro dijo:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” (Hechos 2:36),
La gente se compungieron de corazón, y preguntaron a Pedro y a los otros discípulos, “¿qué haremos?” (37). La respuesta fue como una invitación – una invitación a fe en Cristo con el verdadero arrepentimiento. Sí, hubo invitación al bautismo en agua. Pedro afirmó la bendición del perdón de pecados y dijo:
“y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (38b, 39)
Hubo mucha alegría al ver la respuesta en aquellas personas. Cuando el momento llegó para el bautismo en agua, la gente seguía llegando. ¡Cómo tres mil personas! El ministerio de Jesús continuaba, ahora por medio de discípulos, los apóstoles, las mujeres tanto como los hombres, ancianos y jóvenes. Teníamos el deseo de compartir el evangelio de Jesús.”
EL DIAGRAMA DE PENTECOSTÉS
El siguiente diagrama intenta mostrar que la venida del Espíritu de Dios en el día de Pentecostés ha tenido sus resultados a lo largo de la historia. Él sigue su obra en nuestros días. Pentecostes
Con la encarnación de Jesucristo ya habiendo efectuado la obra encomendada para nuestra salvación, Dios enviaba el Espíritu. El Espíritu supervisa la extensión del reino. Como Dios el Espíritu fue activo en toda la creación, como él actuó en la elección de Israel y con el ministerio profético en el pueblo, y como el Espíritu Santo participó directamente en la venida del Mesías, ahora el mismo Espíritu sigue la actividad de redención divina en el mundo. LOS EVENTOS DE SALVACION diagrama 4
¿Qué significa para nosotros como misioneros el acontecimiento de Pentecostés? Reconocemos que el patrimonio no es sólo para misioneros, sino para cada uno que sigue al Señor Jesús. Una manera para conversar de esto sería notar las frases de promesa en torno al Espíritu. Son las promesas de Jesús que durante su ministerio terrenal forman parte de la doctrina bíblica sobre el ministerio del Espíritu Santo.
[1]Viento y Fuego. Dos fenómenos que desde la antigüedad han creado una fascinación en el hombre. Asombro en su poder para transformar o destruir, y reverencia en su buen uso. Estos dos elementos son asociados no sólo con la venida del Espíritu Santo de Dios, sino también con la esencia de la Persona de Dios.
Fragmento Tomado de: Modelo Supremo de Misión, Dr. Peter Larson, M6: EL ESPÍRITU SANTO: El Poder y La Guía en la obra misionera.