Liderazgo Para Jóvenes LECCIONES SOBRE LIDERAZGO. Lección 03. 5 de junio, 2011 |
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EL PRINCIPIO MAESTRO DEL MAESTRO Adaptado de Liderazgo Espiritual, por J. Oswald Sanders. Página 20 y ss. Editado por Jorge Renato Sandoval García. 1. La Biblia no habla acerca de “Moisés, mi líder” sino de “Moisés, mi siervo”. Esto es exactamente lo que Cristo enseñó. Jesús fue revolucionario en su enseñanza sobre el liderazgo. Ser “siervo” implica ningún prestigio, ningún respeto, ningún honor. Sin embargo, cuando Jesús usó el término lo hizo sinónimo de grandeza. Esa fue una idea revolucionaria. 2. Cristo enseñó que el reino de Dios es una comunidad donde cada miembro sirve al otro. Pablo escribió en el mismo sentido: “… servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13). Nuestro amante servicio debería extenderse también a los necesitados que nos rodean. Jesús sabía que la idea del líder como “amante siervo de todos” no agradaría a la mayoría de las personas. Es mucho más apreciado asegurar nuestras propias comodidades físicas. Pero “ser siervo” es el requisito para los que quieren “ser guía” en su reino. 3. En ninguna parte está más claro el agudo contraste entre nuestras ideas comunes acerca del liderazgo y la revolución que Jesús anunció que en Marcos10:42-44: “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero será siervo de todos.” 4. Esta idea era tan revolucionaria que aún Jacobo y Juan, los discípulos más cercanos a Jesús, usaron a su madre en un ardid para reclamar los cargos superiores en la venida del reino. Tomaron muy en serio la promesa de Jesús de sentarse en los tronos de gloria y juzgar a las tribus de Israel (Mateo 19:28), pero entendieron mal cómo ocuparlos. A pesar de su amistad Jesús no cedió a su presión por los cargos: “No sabéis lo que pedís” (Mateo 20:22). Jacobo y Juan querían la gloria, pero no la copa de vergüenza; la corona, pero no la cruz, la posición de amo, pero no la de siervo. Usando esa ocasión Jesús enseñó a la iglesia dos principios de liderazgo. 5. La soberanía de Dios en el liderazgo espiritual. “… el sentaros a mi derecha y a mi izquierda no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado” (Marcos 10:40). Una idea más común habría sido: El honor y la categoría son para quienes se han preparado y trabajado arduamente. Pero aquí vemos la diferencia fundamental entre la enseñanza de Jesús y nuestras ideas humanas. Dios asigna lugares de ministerio y liderazgo espiritual conforme a su soberana voluntad. El liderazgo espiritual eficaz no viene como resultado del adiestramiento o título teológico. Jesús dijo a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros…” (Juan 15:16). La soberana elección por parte de Dios es fuente de confianza para los obreros cristianos. Podemos decir: “No estoy aquí sólo por decisión de un individuo, ni por elección de un grupo, sino por la decisiva designación de Dios”. 6. El sufrimiento en el liderazgo espiritual. “¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?” (Marcos 10:38). Aquí no se puede esquivar la dura realidad. Jesús declaró simple y honestamente el costo de servir en su reino. La tarea es magnífica y difícil; los hombres y mujeres que guían en esa tarea deben tener los ojos abiertos y los corazones dispuestos a seguir al Maestro hasta el final. A la pregunta de Jesús los discípulos respondieron sin reflexión: “Podemos”. ¡Qué trágica falta de perspectiva! Pero Jesús sabía lo que vendría después. Ellos ciertamente beberían la copa y conocerían el bautismo. Jacobo sería ejecutado y Juan terminaría sus días en reclusión aislada. 7. Si los discípulos pensaron que podían aprender acerca del liderazgo en un curso intensivo, con incentivos y bonificaciones, Jesús pronto los desilusionó. Qué golpe fue descubrir que la grandeza viene mediante la servidumbre, y que el liderazgo se logra volviéndose esclavo de todos. Sólo una vez en todas las palabras registradas de Jesús, nuestro Señor explicó que daba un “ejemplo” para los discípulos, cuando les lavó los pies (Juan 13:15). Sólo una vez en el resto del Nuevo Testamento un escritor lo ofrece como “ejemplo” (1 Pedro 2:21), y es un ejemplo de sufrimiento. El servir y el sufrir están a la par en la vida y enseñanza de nuestro Señor ¿Y qué siervo es más grande que su señor?
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8. El espíritu de servidumbre. Jesús quería impartir el espíritu de servidumbre, el sentido de compromiso personal y la identificación que él expresó cuando dijo: “Pero yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lucas 22:27). En Isaías 42 leemos acerca de las actitudes y motivos internos que el Mesías venidero mostraría como el Siervo ideal del Señor. Donde Israel fracasó en vivir de acuerdo con este ideal, el Mesías tendría éxito, y los principios de su vida serían una norma para nosotros. 9. Dependencia. “Este es mi siervo, yo lo sostendré…” (Isaías 42:1). Jesús cumplió esta profecía cuando se despojó a sí mismo de la prerrogativa divina: “… se humilló a sí mismo…” (Filipenses 2:8). Rindió los privilegios de su naturaleza divina y se volvió dependiente de su Padre celestial. Se identificó plenamente a sí mismo con nuestra humanidad. Qué paradoja abrumadora. El Espíritu nos usa a medida que nos “despojamos” del ego y dependemos de Dios. 10. Aprobación. “… mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento” (Isaías 42:1). Dios tiene gran contentamiento en su siervo Jesús. Y ese contentamiento era recíproco. En otro pasaje el Mesías testifica: “… el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado…” (Salmo 40:8). 11. Modestia. “No gritará, ni alzará su voz ni la hará oír en las calles” (Isaías 42:2). Ni estridente, ni ostentoso, el Siervo de Dios conduce un ministerio que se distingue por su modestia. Qué contraste con la auto propaganda arrogante de los numerosos sensacionalistas de hoy. El diablo tentó a Jesús en este aspecto, instándolo a que saltara desde el pináculo del templo, lo que ahora produciría titulares de primera plana (Mateo 4:5). Pero Jesús no buscaba los titulares y no cedió al engaño. Jesús ilustra la descripción que Dios da en Isaías: “Verdaderamente tu eres Dios que te ocultas…” (Isaías 45:15). Parece que todos los seres celestiales comparten esta cualidad. Los serafines usan cuatro de sus seis alas para esconder sus rostros y sus pies (Isaías 6:2); ellos también se contentan con un servicio callado y discreto. 12. Empatía. “No quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo que se extingue…” (Isaías 42:3). El siervo del Señor es compasivo con los débiles, comprensivo y misericordioso con los que erran. Cuán a menudo las personas que fracasan llevan las marcas del maltrato de sus compañeros peregrinos. Pero el Siervo ideal no atropella a los débiles y deficientes. Él sana las heridas y aviva el espíritu débil para que produzca llama. Muchos de nosotros vemos a una persona cuya vida es un fracaso, y “pasamos de largo”. Buscamos un ministerio más remunerador y digno de nuestro talento que el de sostener el lado frágil de la humanidad. Pero desde el punto de vista de Dios fortalecer a los oprimidos del mundo es una obra noble. Cuán débilmente ardía el pábilo de Pedro en el patio del sumo sacerdote, pero qué gran incendio causó en el día de Pentecostés. El Siervo ideal de Dios hizo de esa vida miserable una llama brillante. 13. Optimismo. “No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra la justicia.” (Isaías 42:4). El pesimismo y el liderazgo están en esquinas opuestas de las actitudes de la vida. La esperanza y el optimismo son cualidades esenciales para el siervo de Dios que batalla por las almas contra los poderes de las tinieblas. El Siervo ideal de Dios es optimista hasta que cada parte de la obra de Dios se haya terminado. 14. Unción. “He puesto sobre él mi espíritu…” (Isaías 42:1). Ninguna, ni todas, estas cualidades del liderazgo –dependencia, aprobación, modestia, empatía, y optimismo– son suficientes para la tarea. Sin el toque de lo sobrenatural estas cualidades son tan secas como el polvo de la tierra. El Espíritu Santo viene a descansar y a morar en el Siervo ideal. “Vosotros sabéis… cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando…” (Hechos 10:37, 38). El ministerio de Jesús comenzó cuando el Espíritu descendió en su bautismo, y luego ¡en qué forma empezó el Siervo a conmover al mundo! 15. No somos nosotros más grandes que nuestro Señor ¿Podemos realizar un ministerio eficaz sin el Espíritu de Dios trabajando a través de nosotros a cada paso? Necesitamos de Dios la misma unción. Que nosotros sigamos de cerca al Siervo, y recibamos el Espíritu que nos revela al Maestro. |
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