Liderazgo Para Jóvenes LECCIONES SOBRE LIDERAZGO. Lección 11. 25 de septiembre, 2011 |
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UN MISIONERO TAN PEQUEÑO QUE PUDO SER USADO POR DIOS
Lecciones de la vida de James Hudson Taylor Tomado de un artículo por Jim Adams. Usado con permiso de ObreroFiel.com
Fue E. M. Bounds, el autor de Poder en la Oración, quien dijo en 1907:
¨Nos seguimos esforzando por elaborar nuevos métodos, nuevos planes y nuevas organizaciones para avanzar [la obra] de la iglesia y obtener mayor alcance y eficiencia para el evangelio. [Pero ello]… tiene la tendencia de perder de vista al individuo o de hacer menguar su valor en el plan u organización. El plan de Dios es hacer mucho de un hombre o mujer…. Las personas son el método de Dios. La iglesia está buscando mejores métodos; Dios está buscando mejores personas.¨
Estas palabras siguen siendo vigentes y pertinentes al movimiento misionero contemporáneo. Nos sobran libros, revistas, congresos, redes, y organizaciones dedicados a elaborar estrategias que facilitarán la evangelización de la ventana 10-40 y el cumplimiento de la gran comisión en nuestra generación. Casi todos estos esfuerzos aportan algo valioso y por eso los debemos aplaudir. Sin embargo, E. M. Bounds tenía razón: “las personas son el método de Dios.” Es alarmante ver tanto énfasis en la elaboración de planes estratégicos sin un esfuerzo correspondiente en la formación de personas “estratégicas”.
Tal persona fue James Hudson Taylor, una persona de quien Dios “hizo mucho.” En este pequeño escrito me gustaría compartir algunas características de Hudson Taylor que echan luz sobre por qué Dios pudo usar su vida para evangelizar millones de chinos que no habían escuchado el nombre del Señor Jesucristo ni una sola vez.
1. La valentía de cambiar esquemas que ya no servían para evangelizar a los no alcanzados.
El hombre o la mujer a quien Dios usa de manera estratégica necesitará la valentía para no seguir las formas convencionales y, como consecuencia, tendrá que aceptar las críticas que siempre acompañan el rompimiento de esquemas establecidos. Es conocida de sobra la decisión de Taylor de utilizar la vestimenta china para adaptarse a la cultura china.
Sin embargo, la adaptación cultural de Taylor no se limitó a la vestimenta. Él también insistió en que los misioneros de la Misión al Interior de la China (La MIC) usaran palillos chinos para comer y que aceptaran la rigidez de la estructura social china en la cual debían asumir el papel de “maestros” y someterse a los mandarines y otros chinos que ocupaban puestos más respetados según el pensamiento chino. Por tal decisión sufrió ataques sin número ni misericordia de parte de otros misioneros y cristianos ingleses ya que la cosmovisión imperialista de Inglaterra no pudo concebir que la cultura china no fuera inferior a la inglesa.
A pesar de los ataques acalorados, Taylor no cedió. Estaba convencido de que el evangelio nunca podría alcanzar a las masas chinas si se siguiera presentando como una religión occidental. En una carta, Taylor defendió sus principios con estas palabras: “Nuestra misión fracasará en cuanto a la evangelización extensiva del interior si no aceptamos este principio [de la adaptación cultural] como misión.” Para Taylor era menester no sólo “adaptarse” a la cultura de manera externa sino, en las palabras del apóstol Pablo, hacerse chino para ganar a los chinos.
Otro esquema que Taylor rompió fue el de limitar la participación en las misiones a las clases privilegiadas y educadas de Inglaterra. En los tiempos de Taylor sólo los pastores ordenados se consideraban calificados para servir como misioneros. El primer grupo de misioneros de la MIC que acompañó a los Taylor en su regreso a la China incluyó un herrero, dos carpinteros, un albañil, dos tutoras, dos maestras de Biblia, y un mecánico que arreglaba maquinaria agrícola.
Para Taylor la fe, la visión misionera, y la disposición de sufrir por el evangelio eran de mayor importancia que los títulos. En 1870, apenas cinco años después de la fundación de la misión, un misionero bautista que había visitado a la mayoría de los 33 misioneros de la MIC escribió en una revista cristiana, “[los misioneros de la MIC] tienen un espíritu abnegado, con claridad de propósito; tienen un espíritu de fe, de amor, y de humildad. Se mantienen con la mitad de los fondos recibidos por los misioneros más establecidos y hacen dos veces el trabajo de muchos de ellos.”
2. La sumisión a Dios como Padre
En abril de 1865, Hudson Taylor se encontró en medio de una crisis de fe. Él sabía que Dios lo había llamado a formar la MIC para evangelizar las provincias no alcanzadas en el interior de la China. Pero en el corazón de Taylor moraba un temor que lo paralizaba.
Taylor ya había pasado unos 5 años en la China y conocía de primera mano los peligros de la enfermedad y la violencia de las turbas contra los extranjeros. Él mismo había estado al borde de la muerte más que una vez, y sabía que si reclutaba misioneros y los llevaba a la China, algunos de ellos morirían allí. Como el líder de la misión, Taylor sería el responsable. Caerían sobre él el llanto y los reclamos de los que sufrirían la pérdida de un ser querido. Entonces ¿qué hacer? Si obedecía a Dios, Taylor temía que la carga de ser responsable por el cuidado de los nuevos misioneros se hiciera demasiado pesada para él.
El dilema se volvió insoportable, y Taylor decidió apartar un domingo por la mañana para estar a solas con Dios en la playa de Brighton y esperar su respuesta. Después de unas horas, recibió su respuesta. Por primera vez entendió que la carga de responsabilidad no era de él sino de Dios, expresándolo así:
“Pues, si estamos obedeciendo al Señor la responsabilidad descansa en El, no en nosotros. Tú, Señor, Tú llevarás esta carga. Toda la responsabilidad estará sobre Ti, Señor Jesús… las consecuencias estarán sobre Ti Tú dirigirás, cuidarás y guiarás a los obreros y a tu servidor. Yo pediré que los obreros se ofrezcan.”
Taylor tomó su Biblia y escribió en la carátula: “Oré por veinticuatro obreros dispuestos y diestros en la playa de Brighton, 25 de junio, 1865.” |
La raíz de la sumisión de Hudson Taylor estaba en su confianza en Dios como su Padre. Dios demandaba sumisión absoluta, pero lo hizo como su Padre. Relata el autor J.C. Pollock:
El pensamiento que dominaba el corazón de Taylor fue que le servía a Dios en una relación de amor. Dios lo había llamado y Hudson Taylor se había rendido como un instrumento en las manos de Dios. Dios podía hacer todo lo que quisiera con él y era el responsable por dirigirlo. Pero, Dios también era su Padre. Un Padre que lo había llamado; un Padre que lo amaba tanto que nunca permitiría que le faltara algo.
La sumisión de Hudson Taylor nos enseña que la sumisión absoluta depende del pleno desarrollo de la fe filial en el creyente. Los misioneros que saldrán de América Latina para llevar el evangelio a los no alcanzados, tendrán que cultivar la misma clase de confianza en Dios como Padre para enfrentar el costo de abrir brecha en los lugares bajo el dominio de Satanás.
3. La humildad para vencer el mal con el bien.
Algunos de los primeros misioneros de la MIC que llegaron al interior de la China, no esperaron mucho en cuestionar a Taylor y expresar abiertamente su oposición a sus métodos para trabajar con los chinos. El líder de este grupo opositor fue Lewis Nicol quien se negó a practicar los principios de adaptación que Taylor había establecido. Nicol se sentía superior a los chinos, y no creía necesario ni conveniente la humillación de aceptar la vestimenta y las costumbres de una raza oriental.
No callándose en su oposición, Nicol lanzó una campaña de chismes contra Taylor, que incluyó el envío de cartas a Inglaterra con el fin de desacreditar a Taylor delante de sus amigos y los que apoyaban económicamente el ministerio de la MIC. La división entre los que simpatizaban con Nicol y los que eran leales a Taylor fue creciendo hasta que el MIC se encontró en peligro de desintegrarse sólo dos años después de su inicio.
La MIC se salvó por dos razones. La primera era la humildad de Taylor. Respondió a la oposición de Nicol con amor y paciencia. La misionera Jenny Faulding le escribió a su padre que “si usted pudiera ver [a Hudson Taylor] a diario, estaría admirado de su espíritu abnegado, su humildad y su dedicación perseverante. Muy pocos en su lugar hubieran soportado las cosas con amor como él”. Otro misionero veterano de China testificó que “Taylor era el siervo de todos, aún siendo el líder de la Misión. Nunca le pidió a otros que hicieran lo que él no estaba dispuesto a hacer personalmente.”
El segundo factor que conservó la vida de la MIC fue Graciela, la hija mayor de los Taylor. En agosto de 1867, Graciela se enfermó. Hudson tuvo que viajar a Hangchow para atender unos asuntos de la Misión, pensando regresar el día siguiente para atender a Graciela.
Pero mientras estaba en Hangchow le llegó un aviso urgente de que la misionera Jane McLean, quien formaba parte del grupo que se oponía a Taylor, estaba grave. Taylor respondió a esta necesidad pastoral, pero cuando llegó, descubrió que la misionera Jane no estaba en peligro.
Taylor regresó a su casa para encontrar que Graciela ya no estaba consciente. Demasiado tarde, Taylor diagnosticó la presencia de encefalitis en su hija; la pequeña Graciela pasó a la presencia del Señor a las 8:50 de la noche del 23 de agosto. La muerte de Graciela provocó una reacción de compasión en los demás misioneros, aún en la mayoría de los que se oponían al liderazgo de Taylor. Las divisiones desaparecieron. La MIC se sanó, con sólo Nicol, su esposa, y las hermanas McLean permaneciendo obstinados. La muerte de esta niña preciosa había salvado la vida de la MIC.
4. La búsqueda continua de la comunión estrecha con Cristo.
Muchos que no conocen mucho de la vida de Hudson Taylor han escuchado de su “secreto espiritual”. Creo que Taylor sería el primero en decir que no era tanto un “secreto espiritual” como un entendimiento más maduro de la suficiencia de Cristo para toda necesidad y la abundancia de paz y gozo que resultaba de descansar en él.
Taylor describió su secreto no como un esfuerzo por tener fe en Cristo o por aumentar la fe en él, sino como poner la mirada siempre en Cristo el Fiel. Según Taylor, su error había estado en intentar “sacar” la fortaleza y la paz de Jesús en lugar de descansar en él para recibir su fortaleza y paz. “Soy UNO con Cristo” escribió Taylor. “¡Oh meditemos en lo maravilloso que es ser uno con el Salvador Resucitado! . . . ¿Puede ser Cristo rico y yo pobre? ¿Puede ser tu mano derecha rica y la izquierda pobre o tu cabeza alimentada y tu cuerpo desnutrido? Lo mío es obedecer, el dirigir es de él”.
Todos observaron un cambio en Taylor. Las múltiples cargas de dirigir la MIC no disminuyeron pero Taylor las enfrentaba con paz y serenidad. Los otros misioneros más jóvenes lo recordaron como un líder enérgico quien los trataba con amor y como un padre que supo jugar con sus hijos.
El “secreto” de Hudson Taylor no fue sólo un optimismo efímero. El siguiente año, su hijo Sammy murió en febrero y luego en julio su amada María y el recién nacido Noel también pasaron a la presencia del Señor. A pesar del dolor indecible de estas pérdidas, la fe de Taylor no flaqueó; había aprendido cómo descansar en el amor de su Salvador.
En 1894, a la edad de 62, Taylor, reflexionando en casi 30 años de servicio misionero y en el hecho de tener más de 600 misioneros de la MIC en el campo en la China, dijo: “Dios me escogió porque yo era débil. Dios no hace su obra por medio de comités grandes. Él prepara a alguien para que sea suficientemente manso y pequeño, y luego Dios lo usa.”
El avance, la expansión, y el éxito del movimiento misionero latinoamericano no dependerán de mejores métodos, sino de mejores hombres y mujeres. ¿Quién entre nosotros será suficientemente débil para que Dios lo use? ¿Quién será tan pequeño en esta generación para que Dios lo use como usó a James Hudson Taylor?
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