LA ENCARNACIÓN Y LA MUERTE DE CRUZ
Con una claridad de propósito que asustaba a sus discípulos, Jesús anunció su muerte. En uno de los primeros tiempos de esta advertencia, el discípulo Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirlo con unas palabras:“¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Esto no te puede pasar!” Y tú, ¿te acuerdas de lo que Jesús le contestó a Pedro, palabras de las más duras? “¡Apártate de mí, Satanás, pues me pones en peligro de caer! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres”. (Mt. 16:22,23 V.P.).
No, no fue muy comprensible para los discípulos esto del propósito de Jesús en su muerte. Y especialmente, cuando Jesús indicaba que él mismo ponía su vida por las personas. Hubo disensión por estas palabras y hasta algunos creyeron que estaba endemoniado. Jesús dijo de esta entrega:
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volver a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” (Jn. 10:17,18).
LA ESCENA DE LA CRUZ
Ven conmigo a contemplar la escena. Fue de mañana temprano cuando llegó la compañía de gente al lugar de la calavera. Un lugar tenebroso. Eran como una horda salvaje. Se presentían los aires de la muerte. . Nada hermosa. Ya el aire estaba lleno de tierra con las pisadas de las personas moviéndose hacia el lugar. La tierra se levantaba también de los presos arrastrando sus pesadas cargas – los palos que iban a ser instrumentos de la muerte. El sudor estaba mezclado ya con la sangre, sangre de una espalda que había recibido el látigo feroz y sangre de una frente supurando de las heridas de la corona de espinas. La sangre salpicaba, dejando manchas en las túnicas de los que caminaron de cerca..
Las palabras que se escucharon no alentaron mucho. Eran palabras de mofa, de burla, de desprecio y hasta odio. La brutalidad de los militares, los empujones, la imposición de la fuerza y las órdenes a cumplir entraron entre ese murmuro de gente. También estaban las palabrotas, las blasfemias, y la suciedad de boca, especialmente de uno de los condenados. “¡Saca su ropa para este lado! ¡No le deja nada!” “¡Échalo aquí!” fueron las órdenes del centurión. Dejaron caer el palo grande del travesaño. “Póngale encima y estire sus manos. ¡Rápido!” Cuando se escuchó el sonido de metal de la maza que bajó con furia y fuerza sobre el clavo rudo en la mano extendida, todo lo demás se quedó en silencio. ¿Hubo llanto de la víctima en ese momento de dolor tan terrible? El silencio de la víctima principal les asombraba. Él rehusó beber la droga que podría mitigar ese terrible dolor.
“¡Arriba, ahora!” Y entre varios el palo fue levantado con el uso de las sogas y atado arriba. La tabla con su causa fue clavada encima de su cabeza. No faltó nada mas que clavarle los pies al madero. ¡La maldición y la hora de las tinieblas! Crucificado, clavado, colgado y hecho como un espectáculo de tortura y de muerte fue el Hombre central de toda la historia humana. ¡Qué tremendo!
Algunos se acordaron de sus palabras a poco tiempo antes de esa hora,
“Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Jn. 12:32). ¿Cómo será esa atracción en medio de tan horrible escena de muerte? ¿Qué significado tiene la muerte de un judío acusado de blasfemia? ¿Fue porque se había puesto a sí mismo en un lugar de privilegio para con el Dios grande? La respuesta viene, por lo menos en parte, por las mismas palabras que se escucharon de sus labios cuando estaba sobre esa cruz.
- EL PERDON – “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lc. 23:34).
- LA ESPERANZA – “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lc. 23:43).
- EL CONSUELO Y LA PROVISIÓN– A María: “Mujer, he ahí tu hijo.” Al discípulo: “He ahí tu madre.” (Jn. 19:26,27).
- EL HOLOCAUSTO Y LA OFRENDA POR LOS PECADOS – “Elí, Elí. ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mt. 27:46).
- LA ANGUSTIA – “Tengo sed”. (Jn. 19:28).
- EL CUMPLIMIENTO – “Consumado es”. (Jn. 19:30).
- LA ENTREGA – “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. (Lc. 23:46).
El testimonio del centurión, quien estaba mirando a la cruz en ese momento fue: “Verdaderamente este hombre era justo”. (Lc. 23:47).
El sacrificio de Jesús sobre la cruz por nuestros pecados tiene muchas facetas. Solamente veamos unas:
Según Jesús mismo:
- Padecimiento necesario para entrar en la gloria – (Lc. 9:22; 24:26).
- El nuevo pacto de mi sangre, que por vosotros se derrama para remisión de pecados – (Mt. 26:28; Lc. 22:20).
- “El buen pastor su vida da por las ovejas”. – (Jn. 10:11).
- “Si muere, lleva mucho fruto “– (Jn. 12:24).
- La glorificación del nombre de Dios – (Jn. 12:28).
- Para atraer a todos a su persona – (Jn. 12:32).
Según Juan el Bautista
- “El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” – (Jn. 1:29).
Según Caifás – Sumo Sacerdote
- “Nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.” (Jn. 11:50).
Según Juan el Apóstol
- Jesús “es la propiciación por nuestros pecados” – (1 Jn. 2:2, 4:10).
- Jesús “puso su vida por nosotros” –(1 Jn. 3:16).
- Jesús es él “que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,” – Ap. 1:5.
Según el Apóstol Pedro
- Somos rescatados por “la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación “– (1 P. 1:18,19).
- “Cristo padeció por nosotros dejándonos ejemplo,” para que sigamos sus pisadas.. (1 P. 2:21).
- Jesús llevó nuestros pecados sobre el madero para que vivamos en él. Por su herida nosotros somos curados. (1 P. 2:24).
Según el escritor de Hebreos
- Jesús hizo la purificación de nuestros pecados por sí mismo. – (He. 1:3).
- Jesús por la gracia de Dios gustó la muerte por todos. – (He. 2:9).
- Jesús por medio de su muerte destruyó “al que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo,” y libró a todos los que estaban sujetos a servidumbre. – (He. 2:14,15).
- En los días de su carne, Jesús ofreció “ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, – (He. 5:7).
- “Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos” – (He 9:28; 10:12).
- Jesús “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” – (He. 12:2).
- Por la sangre del pacto eterno, Jesús nos hace aptos en toda obra buena – (He. 13:20b,21).
Según el Apóstol Pablo.
- Cristo murió por los impíos y es una muestra del gran amor de Dios. – (Ro. 5:6,8).
- En la sangre de Cristo somos justificados y somos salvos de su ira – (Ro. 5:9).
- Siendo enemigos, somos “reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” – (Ro. 5:10).
- Somos sepultados juntamente con Cristo en la semejanza de su muerte para que vivamos por su resurrección – (Ro. 6:5).
- La muerte ya no se enseñorea a Cristo, “porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas” – (Ro. 6:9,10).
- “Predicamos a Cristo crucificado”– (1 Co. 1:23).
- Por todos murió Cristo – (2 Co. 5:15).
- “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” – (2 Co. 5:21).
- “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” – (Ga. 3:13).
- “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” – (Ga. 6:14).
- Mediante la cruz, Jesús reconcilió con Dios las dos partes (judíos y gentiles) haciendo la paz – (Ef. 2:16).
- Cristo se hizo “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” – (Fil. 2:8).
- Cristo reconcilió todas las cosas, “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” – (Col. 1:20).
- Cristo anuló “el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. – (Col. 2:14,15).
¡Qué hermosa cruz! ¡Qué tremendo amor del Padre en su entrega de su Hijo! “Porque de TAL manera amó Dios al mundo . . .” Y ¡qué belleza de entrega realizó Jesús en obediencia, en sacrificio, en amor para ir a la cruz!
El modelo de la encarnación tiene como su centro la cruz de Cristo. Con justa razón, pues, algunos han comentado que debemos ser marcados por la cruz. No sólo los misioneros, sino todos los discípulos y seguidores de Jesús. Siguiendo sus pisadas,. ¡¡¡MARCADOS POR SU CRUZ!!! ¿Qué podría significar esto en la vida misional?
Las expresiones de Pablo nos ayudan:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gá. 2:20).
La identificación con Cristo, aceptando el sacrificio de él como el sacrificio por nuestros pecados seguramente es parte de esa idea de ser marcado por su cruz. Toda mi maldad, toda mi iniquidad, toda mi transgresión, todo mi yerro y equivocación, toda mi desobediencia y rebeldía están clavadas en esa cruz. Me identifico plenamente con Jesús en su muerte por mis pecados.
En esta identificación con la muerte de cruz de Cristo, existe en nosotros una conciencia que Pablo tenía:
“Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo. . . si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no servamos más al pecado.” (Romanos 6:4-6).
Si el bautismo en agua simboliza esta identificación con Cristo, la entrada a una nueva vida significa nuestra “entrada” a la eficacia de la muerte de Cristo en nuestro favor. Participamos en su muerte. Nuestro pecado fue la razón de la cruz pero también al entrar en Cristo aceptamos la ofrenda que él ha hecho por nosotros. El apóstol afirma aún más. Al estar perseguidos, derribados y en aprietos diferentes, Pablo dice:
“llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.” (2 Co. 4:10-12).
Vemos la íntima relación que la muerte tiene con la vidade resurrección. Llevamos tanto la muerte de Cristo igual como llevamos la vida de Cristo. Esto es necesario para que la vida de él se manifieste en nuestros cuerpos a los demás. Al estar actuando en nosotros la muerte de Jesús (entendemos su perdón, su reconciliación, su redención, su purificación), permite que otras personas puedan ver a Jesús y conocer su sacrificio y la vida nueva en su nombre.
Jesús habló con sus seguidores de la necesidad de “perder la vida” para realmente vivir. Él utilizó un ejemplo de un grano de trigo diciendo: “que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Jn. 12:24). Cristo puso su vida para beneficiar a los muchos. Y él instó a sus seguidores la misma entrega por los demás. La misma idea está en su invitación al discipulado cuando dijo:”Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” (Lc. 9:23). El que quiere salvar su vida la va a perder, mientras él que se entrega a “perder su vida” la salvará. Podemos decir, aquí está un principio importante para la vida cristiana – de hacer tal entrega a Dios, muriéndose a los propios deseos, para hacer su voluntad. Esto significa una entrega a los demás.
Encarnación y la cruz. Es una entrega sublime. Significa la identificación con Cristo y los propósitos eternos para nuestro mundo con sus gentes. Es una demostración a través de nuestra vida, la vida de Dios en nosotros, que se logra únicamente por una participación en la cruz de Cristo. Está en operación el principio de la muerte a nuestro ego o la muerte a nuestros propios proyectos de vida para poner nuestra vida en la mano del Señor para los propósitos de su reino. ¡Qué altura de entrega!
Esto nos hace acordar de la gente misionera del siglo pasado que llevaban sus enseres en los ataúdes. Uno preguntó, extrañando de que viajaran a la África como misioneros de esta forma, si no fuera muy pesimista esperando una muerte dentro de poco tiempo. (En ese tiempo el promedio de vida misionera para la gente blanca era de 2 años o menos. Por ello llevaban sus ataúdes). El misionero respondió a la persona: “No debe de extrañarse, porque antes de salir de nuestra tierra ya habíamos muerto con Cristo. Nuestro propósito es lo de Cristo y si esto significa entregar nuestra vida física, estamos dispuestos.”[1]
LOS NOMBRES DE JESÚS RELACIONADOS CON SU CRUZ
- La Maldición – (Gá. 3:13 ).
- El Anatema – llamado por los que le rechazaron a Cristo – (1Co. 12:3).
- El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29).
- El Libertador – (Lc. 1:71, 74)
- El Primogénito de los muertos – (Col 1:18; Ap. 1:5).
- El Mediador – (1 Ti. 2:5).
- El fiador del mejor pacto – (He. 7:22).
Jesús murió por nosotros. La cruz fue demasiado real. Él entregó su vida sobre ese madero. La sangre corrió, y poco a poco su vida se iba hasta que exclamó en ese grito de victoria. Pero, ¡Qué hermoso significado esa muerte tiene para nosotros! Expiación, Propiciación, Ofrenda, Holocausto, Sacrificio, Substitución, Purificación, Paz, Reparación, Tomar la culpa, Fuente de gracia, Comunión, Puerta para vida. Todas estas palabras, algunas comunes y otras no tan comunes, expresan algo de la cruz de Cristo. En un sentido muy profundo, el Gran Misionero vino a entregarse y a morir, a morir por los pecadores. La obra misionera sigue ese camino de la cruz – camino de sufrimientos, de injusticias humanas, de contratiempos y de entrega de vida por los demás.
LAS PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
- ¿Qué significa para ti “ser marcado por la cruz”?
- ¿Qué significa cuando la muerte de Cristo actúa en nosotros?
- Como misionero y en el grupo cultural donde trabajas, ¿Cuáles aspectos o resultados de la cruz son más importantes?
- ¿Cómo puedes tú como discípulo de Jesús incorporar la enseñanza de la cruz en tu propia vida devocional
[1] Ruth Tucker ha documentado las dificultades para la gente anglosajona en los primeros esfuerzos de la evangelización en Africa, llamado ese lugar el “El Cementerio de los Blancos.”. p.139
Fragmento Tomado de: Modelo Supremo de Misión, Dr. Peter Larson, M 4: Los Acontecimientos de la Encarnación: La cruz, la resurrección y la ascensión con sus posibles pautas para nuestra misión.