La Gran Comisión
en MATEO 28:16-20
Fue en Galilea de los Gentiles. El profeta Isaías, muchos años antes, declaraba:
“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” (Isa. 9:2).
Las promesas del viejo profeta iban cumpliéndose. Todavía había angustias y aflicciones. Todavía la muerte asechaba y la violencia, la opresión, el tumulto de batalla y la sangre eran “orden del día”. Pero algo ya había cambiado. Y ese “algo” realmente era por “alguien”. El nazareno había caminado por ese lado. Sus milagros estaban en la mente de las gentes. Su voz, sus palabras, sus gestos, sus exhortaciones, sus consuelos, la indignación con las injusticias, las confrontaciones con la hipocresía y la religiosidad mal encaminada daba pie a la expectativa de la gente. ¡Cuántas veces hablara él de su reino! ¿Es éste aquél que pudiera llevar los títulos tan solemnes de Isaías como Admirable Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz? ¿Tiene él el imperio y la paz que no tendrá límite? ¿Se sentará sobre el trono de David y sobre su reino? ¿Dispone él de la autoridad en juicio y en justicia desde ahora para siempre?
María Magdalena y la otra María habían ido al sepulcro ese primer domingo. Fueron avisadas por un ángel del Señor de la resurrección de Jesús. Pudieron ver con sus propios ojos de la piedra removida y la tumba vacía. El ángel les dijo: “E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis”. (Mt. 28:7).
Como ellas salieron corriendo a dar las nuevas, y teniendo tremendo temor mezclado con el gozo que se sentían, seguramente fueron sorprendidas otra vez cuando el mismo Señor se les presentó en el camino. “¡Salve!” les dijo. Ellas, postrándose abrazaron sus pies y le adoraron. Él les dijo: “No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.” (28:9,10).
El tiempo llegó para ese encuentro con Jesús resucitado.[1] Los once discípulos estaban presentes. Es muy posible que hubiera más. Es de suponer que las mujeres que trajeran las noticias a los discípulos de la resurrección también hayan ido de Jerusalén para estar en Galilea. Es de aquí que algunos estima la referencia del apóstol Pablo, cuando él dijo: “Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.” (1 Co. 15:6).[2] Para Pablo, la veracidad de la resurrección figuraba como pieza fundamental en aquella doctrina de salvación por medio de la fe en Jesucristo.
El lugar de la montaña nos llama la atención, quizás por ser un lugar apartado que permitiría la concentración de una multitud de gente así. Muchos de los lugares de montaña son hermosos. Lo imponente, la fuerza de la naturaleza, la altura, y el aire de la montaña acompañaron a los que asistieron aquel día. En el plan de Dios, la montaña fue un lugar de importancia en más que una ocasión.[3] En esta ocasión de la apariencia de Jesús con sus discípulos fue probablemente en el monte Tabor donde hubo también la trasfiguración de Jesús.
La comisión de Jesús que Mateo nos recuerda es especial por muchas razones. El Dr. Hagner sugiere que esta comisión sigue el género de himnos de entronización. En estos himnos hay introducción, confrontación, reacción, comisión, protesta, seguridad y conclusión. Todos estos elementos están presentes salvo esto de protesta. Se interpreta la obediencia en los discípulos como la conclusión.[4]
Esta comisión es como un periscopio para poder mirar el tema del reino todavía futura en Dios y como es con los eventos presentes y a la persona de Jesús.[5] En ella tenemos una cristología de autoridad, un enfoque sobre el discipulado, una enseñanza implícita para la comunidad de fe y un énfasis en toda la enseñanza radical de Jesús.
En esta porción también tenemos la primera referencia a los once discípulos en vez de los doce. Es el Dr. Barth quien comenta que en realidad “estos once – según la matemática de la Biblia – equivale a los doce, porque aún en su estado no completo cuenta por la totalidad de Israel.”[6]
Para muchas de las personas que estaban presentes, esta ocasión era única. Fueron tantas palabras de despedida y como de bendición sacerdotal por parte de Jesús. “Cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaron.” (Mt.28:17). Le adoraron porque se sintieron que estaban en la presencia de la majestad de su gloria. Su duda refleja algo muy común en nosotros, una perplejidad en como debemos recibir todo que Cristo nos da. Juan Calvino lo interpretó indicando que adoración y duda vienen de la misma fuente de asombro cuando uno no maneja bien la visión de Jesús como Siervo de Jehová pero ya vestido de la gloria de Dios como Rey. No es fácil manejar estas dos facetas de gloria y servicio.[7]
Mateo también hizo referencia a que “Jesús se acercó y les habló . . .”(28:18a). Parece que estuviera algo lejos cuando los discípulos le veían, pero vino más de cerca. Este hermoso detalle es completamente de acuerdo con el carácter del Señor. Él no está lejos, sino cerca nuestro. Es hermoso saber que Jesús enfatizaba su cercanía con los discípulos en su obra de misión.
Estudiemos las frases de esta comisión.
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (28:18b).
¡Solamente Dios pudiera hacer tal afirmación! Es claro que la misión del reino es de Dios, y nosotros sólo participamos a la invitación de Él en su misión. POTESTAD (EXOUSÍA) habla de una soberanía y una autoridad. El derecho de esa autoridad es de Cristo. Jesucristo, el Hijo del hombre, el Hijo de Dios tiene la autoridad tanto en el cielo como en la tierra. Habrá momentos en la vida misionera que el acoso de persecución, el poderío de los gobernantes terrenales, las fuerzas de los demonios o la opresión de sistemas de este mundo quieren desafiar esta autoridad y soberanía divina. Quizás las presiones nos sacuden fuertemente. En ellas es hermoso recordar que la postestad final es de Jesús. ¡Cuando toda parezca en contra del avance de su reino, conviene volver a estas palabras, acariciándolas en confianza y fe!
Esta autoridad nos hace pensar de la palabra profética de Daniel:
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.” (Daniel 7:13,14).
Conviene para nosotros reafirmar que el reino le pertenece a Cristo. Dios le ha exaltado sobre todo nombre (Fil: 2:9). Es el Señor Jesucristo quien entregará el reino a su Padre (1Co. 15:24). Cristo ha desarmado y triunfado sobre los principados y poderes de este mundo (Col.2:15). Gracias a Dios porque ya él está sentado “sobretodo principado y autoridad y poder y señorío , y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero;” (Ef. 1:21).
¿Qué significa esto?
“Significa que el reclamo divino sobre todo lo creado en el cielo y en la tierra es concretamente el reclamo de Cristo; la autoridad divina es la autoridad de Jesús; el quehacer divino, el gobierno y el juicio es asunto de Jesús. Como aquél que retiene en su mano la EXOUSÍA, Jesús sostiene el mandato del versículo 19. Él mismo es la autoridad para todos aquellos que él manda en misión y como tal él garantiza la implementación del mandato para los discípulos como el hacer frente a los que quieran oponerse. Aquellos que aceptan este mandato caen debajo de esa POTESTAD. Ellos son responsables a y cubiertos por esa autoridad.”[8]
Escuchemos nuevamente del Señor: “TODA potestad me es dada…”
La segunda frase de la comisión:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,” (28:19).
Las palabras “por tanto” (una sola en griego, OUN) ligan el mandato a seguir con la autoridad de Cristo. Es su misión. Se hace únicamente por y con la autoridad de Jesús. El imperativo central es también una sola palabra que se traduce por “haced discípulos”.[9] Las otras palabras de acción – “id, bautizándolos, enseñándoles” son participios. Son complementos circunstanciales al verbo central de hacer discípulos. Por ello, consideramos correcto un diagrama del Dr. Gerber donde vemos las tres acciones de ir, de bautizar y de enseñar complementando lo central de hacer discípulos..
El hacer discípulos significa más que sólo ser un aprendiz o un estudiante de un maestro. Significa ser adorador, siervo, mayordomo del Maestro y un seguidor de justicia.[10] Discipular a otros tiene la idea de hacerlos como uno es en su relación a Cristo. Esto significa una alianza, una entrega completa, una dedicación y consagración a la persona de Cristo y a su misión. Al decir que el discipulado es íntimamente personal con el Señor (y lo es), debemos también decir que es una acción colectiva en relación con otros discípulos. No dudamos de la bendición del discipulado uno a uno, pero la fuerza de las palabras de Jesús es colectiva, especialmente notando bautizándolos y enseñándoles que guarden todas las cosas que el Señor les hubiera mandado.
Si tomamos a los discípulos de Jesús en Mateo como prototipo, ellos son:[11]
- Los que esperan el reino de Dios (5:20)
- La sal y la luz del mundo (5:13, 14)
- Los “bendecidos” (5:11)
- Aquellos que tienen a Dios como Padre (5:9; 45).
- Los hijos del reino de Dios (13:38), y como hijos están libres (17:26).
- Hermanos y siervos (5:22- 24, 47; 18:15; 21: 35; 23:8)
- “Cada discípulo sigue a su Maestro, pero nunca solo. Cada discípulo es miembro de una comunidad de discípulos.”[12]
Con la idea de esta colectividad el énfasis en la comunidad del reino comienza a vislumbrarse. Con la venida del Espíritu Santo el día Pentecostés sobre los 120 y luego los 3000 en Jerusalén, el discipulado a las naciones continuaba. Los discípulos estaban llamando a otras personas a unirse a los doce del Israel escatológico.[13] Esta comunidad de discípulos, también llamado pueblo de Dios, es de los que se convierten a Cristo de todos los grupos étnicos del mundo. Tanto judío como gentil recibe el llamado a participar en aquella comunidad del reino. Cristo es el Señor y Rey. Los discípulos son impulsados a hacer discípulos en cada grupo étnico.
El desafío misionero sigue con nosotros. Preguntamos de los grupos étnicos (ETHNE) que todavía en nuestro mundo estarán faltando una comunidad viable de discípulos.
Hacer discípulos no enfatiza el conteo del número de personas, pero sí, enfoca a las personas en su alianza con el Señor, su seguimiento en justicia y la calidad de vida en el Espíritu. El discipulado toma en cuenta también la cultura con sus relaciones sociales de familia y sociedad.[14]
La acción de “id” tiene su meta en“las naciones”. Jesús enseñó la parábola de las bodas y como el rey decía a sus siervos “Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.” (Mt. 22:9). Los mismos discípulos tuvieron las experiencias en la misión de los doce (Mt. 10), y también en la misión de los setenta(Lc. 10). En estas dos experiencias Jesús les envió con una tarea específica en ese ir. Iban predicando el reino de Dios, sanando enfermos, limpiando leprosos, resucitando muertos y echando fuera demonios. Iban dando, porque Jesús les dijo: “de gracia recibisteis, dad de gracia”. (Mt. 10:8). El modelo practicado por los discípulos incluía una diaconía de servicio en el nombre del Señor y la evangelización integral de personas.
“bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;” (28:19b)
La acción del bautismo es una experiencia pública cuando la persona que cree en Cristo es sumergida en agua. Para las personas que son bautizadas así, esto simboliza una entrega y una confianza en Dios. Es una demostración pública de la salvación que la persona ya ha recibido en Cristo por su muerte, sepultura y resurrección. Los discípulos participan en esta obra lograda por Cristo a través de arrepentimiento y fe. Dios les ha dado una limpieza de pecados. El bautismo testifica a esa limpieza tanto para aquel que es bautizado como para los que observan. Hay una identificación e incorporación a Dios, a su reino, y a su causa. La palabra “en” (EIS) habla del establecimiento de una unión vital entre la persona y Dios mismo. La dirección del discípulo es hacia Dios. Es Dios quien gobierna la existencia de ese discipulado.[15]
Hay otra enseñanza que también aflora en esa frase. Dice: “bautizándolos en el nombre”. No es el bautismo en los tres nombres, sino en el nombre singular de Dios. La revelación de ese nombre sigue en la frase “del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”; Es el único lugar en Los Evangelios donde se menciona el nombre de esta manera. No explicamos más, solamente decimos que este nombre trino enfatiza la misma unidad de Dios.
“enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;” (28:20ª).
Se entiende que esta enseñanza contribuye directamente al discipulado con Dios. Es colectiva, es hacia una obediencia, y es referente a lo que el Señor les haya mandado. No hay duda en cuanto a una realidad de vida espiritual en la cual actúa en justicia, la justicia de Dios. Cristo contaba con la obediencia, con una atenta mirada del discípulo, y una convicción por parte de los discípulos para cumplir la voluntad divina con todo el corazón. . No vemos en la frase una palabra como “¡ojalá!”, sino la confianza de Cristo que sus seguidores en todas las naciones iban a poner por práctica su voluntad.
La enseñanza de Jesús no fue solamente un ejercicio intelectual, mas bien un llamado a someterse a la voluntad divina en servir a otros. El contenido de la enseñanza es el evangelio, es Cristo mismo. Las enseñanzas de Jesús son ligadas a la acción de amar, – el amor de entrega, amor por los perdidos como él tenía, el amor por los pobres y ricos y en una palabra, el amor por el prójimo.
“La Gran Comisión ni explica, ni agota, ni reemplaza el Gran Mandamiento. Lo que hace es agregarle el requisito del amor al prójimo con una nueva y urgente dimensión cristiana. Si realmente amamos a nuestro prójimo no cabe duda de compartir con él las buenas nuevas del Señor Jesús.”[16]
“y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (28:20b).
La expresión de esta comisión termina con una tremenda promesa que solamente el Señor pudiera cumplir. Esta promesa brilla como la gloria misma de Dios. Pensamos de la gloria, shekinah, durante momentos en el Antiguo Testamento cuando la nube, o el fuego llenaba el tabernáculo y el templo. La presencia de Dios se manifestaba.[17]
También la promesa de Cristo nos acuerda del Antiguo Testamento y la promesa de la presencia de Dios que fue entregada al pueblo. Josué la recibió después de la muerte de Moisés. Jehová le dijo: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.” (Jos. 1:5). Isaías, en una de las profecías del siervo dijo: “Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Is. 41:9b,10).
La promesa de su presencia es realmente una promesa de poder por parte de Jesús. En medio de las luchas, las tribulaciones y el sufrimiento en el avance de su reino, él está presente con sus discípulos. Esta palabra de poder fue dada por el ángel en el mismo título de Jesús, “Dios con nosotros”. (Mt. 1:23). Jesús luego lo afirmaba a los suyos, “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mt. 18:20).
La promesa de su presencia es de todos los días, y hasta el fin del mundo. Es hasta se complete el plan de Dios para nuestro mundo, tanto en días muy difíciles como en los mejores tiempos. Su presencia está. El cumplimiento de esta promesa se hizo efectivo en el envío de su Santo Espíritu para habitar y estar en y con los discípulos para siempre. Jesús prometió y cumplió a los discípulos diciéndoles: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. (Jn. 14:18).
Concluimos notando la tremenda envergaduras de estas palabras del Cristo resucitado. En ello estamos de acuerdo con el Dr. Stott quien ha señalado esta envergadura con el uso de la palabra “todo”.
- La declaración de Cristo reclamando para sí toda potestad.
- El mandato para los discípulos en medio de todas las naciones.
- El encargo a los suyos de enseñar no sólo una parte, sino a enseñar todas las cosas. La enseñaza apela fuertemente a que guarden la enseñanza.
- La promesa de Cristo de estar con sus discípulos en esta tarea de misión todos los días hasta el fin del mundo.[18]
Rev. CJL 8/04
[1] La dificultad de la cronología de los eventos después de la resurrección durante los 40 días antes de su ascensión vemos en los intentos de hacer una línea de tiempo. Quizás Karl Barth tenga razón cuando afirmó que no tenemos una clarificación de historia precisa en cuanto a lugares y fechas, sino una narración histórica del evento de la resurrección de Cristo que es a su vez la culminación de la historia de Israel, la parte final de la vida y ministerio terrenal de Jesús, y el anticipo de la historia del reino de Cristo en la Iglesia y en todo el mundo. “An exegetical Study of Matthew 28:16-20,” en THE THEOLOGY OF THE CHRISTIAN MISSION. (ed.) por Gerald H. Anderson. (New York, NY: McGraw-Hill Book Company, Inc., 1961) p. 57. Aun con estas dificultades, biblistas como Alfred Edersheim o A.T. Robertson, en A HARMONY OF THE GOSPELS FOR STUDENTS OF THE LIFE OF CHRIST, (New York, NY: Harper and Brothers Publishers, 1922) p.249, lo colocan a esta apariencia hacia el tiempo final de los 40 días después de la resurrección. Es después del tiempo que Jesús tuvo con los siete discípulos en la playa de Juan 21.
[2] A.T.Robertson, op. cit. p. 249.
[3] Si el monte Calvario fuese lo más importante, también otros momentos importantes fueron: el sacrificio de Isaac por Abraham, (Gn.22); la entrega por Dios a Moisés de los diez mandamientos en el monte Horeb, (Ex.19,20); el lugar donde Moisés tenía sus manos levantadas en la victoria sobre Amalec, (Ex.17:11); el monte Carmelo y la confrontación entre Elías y los sacerdotes de Baal, (1 R. 18). En la vida de Jesús: la tentación , (Mt. 4:8); el sermón del monte, (Mt. 5-7); y el monte de la transfiguración, (Mt. 17:1). Todos tuvieron su propia importancia.
[4] Donald A. Hagner, WORD BIBLICAL COMMENTARY, TOMO 33B, MATTHEW 14- 28. (Dallas, TX: Word Books, Publisher, 1995) p.878.
[5] David J. Bosch, TRANSFORMING MISSION. (Maryknoll, NY: Orbis Books, 1991) p.57.
[6] Karl Barth, op.cit. p.58.
[7] Citado de Barth, ibid. p.60.
[8] Ibid. p.61.
[9] El verbo (MATHETEUEIN – “hacer discípulos”) solamente se usa cuatro veces en el Nuevo Testamento. Tres de estas ocasiones están en Mateo; 13:52; 27:57;: y 28:19 y la otra en Hechos 14:21. La única vez que es en el imperativo está en esta comisión de Mateo
[10] Hagner, op.cit. p. 887
[11] David J. Bosch, op.cit. p. 74
[12] Ibid. p.74
[13] Barth, op.cit. p.63
[14] Los lemas de evangelización del Manifiesto de Manila ’89 – “Un llamado a toda la iglesia a llevar todo el evangelio a todo el mundo”, o Clade III “Todo el evangelio desde América Latina para todos los pueblos” reflejan ese énfasis de “haced discípulos a todas las naciones.”
[15] Hagner, op.cit. p.888.
[16] John R.W. Stott, “The Great Commission”, CHRISTIANITY TODAY, May 10, 1968, p. 14.
[17] Ex. 33:18-20 (su rostro); 14:19; 40:34 (la nube); 13:21 (el fuego y la nube); 1 R. 8:1 (el templo).
[18] Stott, op.cit. p.14
Fragmento Tomado de: Modelo Supremo de Misión, Dr. Peter Larson, M5 LA GRAN COMISIÓN DE JESUCRISTO.