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Capítulo Uno
HERENCIA Y PRESUPOSICIÓN
Dr. Pedro Larson
Tenemos lentes. Sí, todos los usamos aún cuando nuestra visión sea de 20/20. Los lentes vienen con nuestra cultura, nuestra circunstancia particular dentro de esa cultura, nuestra personalidad y nuestra fe.
Reconocemos que los lentes nos afectan. Afectan nuestra manera de mirar las cosas. A veces conscientemente, y otras muchas veces inconscientemente somos afectados. Entendemos que la cosmovisión con sus valores y las estructuras sociales de nuestra herencia cultural nos ayudan a ubicarnos dentro de nuestra realidad. Pero, hay que declarar también que esa misma cosmovisión nos limita y a veces no vemos lo que otros pueden ver perfectamente.
Esto es evidente cuando examinamos Las Escrituras. Son divinamente inspiradas. Son completamente confiables y con autoridad plena. Tenemos la bendición de la iluminación del Espíritu Santo para que podamos interpretar y aplicar Las Escrituras a nuestra situación. La revelación amplia y completa de Dios, su inspiración en la comunicación de esa revelación y la iluminación del Espíritu de Dios es patrimonio nuestro.
Sin embargo, reconozco que al tratar los principios bíblicos de plantar iglesias, traigo a esta tarea mis lentes. Sí, son lentes que la cultura y mi experiencia me han provisto, tanto de misionero en Argentina como en México. La experiencia con el Señor, la preciosa fe y aquella tradición evangélica particular como discípulo cristiano bautista me dan ciertas influencias y limitaciones.
Doy gracias a Dios por su tremenda salvación. Reconozco la influencia pietista, personal, y la fuerza de elementos de renovación. Es con esa herencia, buscando la enseñanza del Espíritu de Dios a través de su Palabra que me acerco a este trabajo. Habrá limitaciones, pero todos las tenemos. Será mejor que reconozcamos que este enfoque de principios bíblicos de plantar iglesias es escrito por un misionero que ha tenido el gozo y privilegio de invertir sus mejores años participando con el Señor en esa maravilla de ver establecidas nuevas comunidades de fe. Así que, tengo que reconocer que escribo con “el corazón en la mano”. No es una ponencia calculada fríamen¬te. Tiene su significación de llama, de fuego y de calor.
El Reino y la Iglesia
Otra parte de la herencia o antecedentes en plantar iglesias es su relación en y con el reino de Dios. ¡Qué hermoso ver al Rey! Jesús estaba con sus discípulos. Les había dicho que el reino ya se acercaba. Viéndole muchas veces en oración, uno de los discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar,”. Hoy tenemos su respuesta: “Padre nuestro. . . santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. La santificación del nombre de Dios, la venida del reino, y el cumplimiento de la voluntad divina estaban en primer plano con más urgencia, con más prioridad en la mente de Jesús al enseñar a sus discípulos a orar. En esta oración el evangelio de Mateo incluye las palabras de Jesús cuando él termina la oración. Hablando a su Padre él dice: “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” Alabanza, el atributo de poder y la permanencia del reino es de Dios “por todos los siglos”.
Al plantar iglesias, nos ubicamos dentro de y como una parte del reino de Dios. Esto trae honra a Dios. Permite que el reino de Dios se manifieste en la tierra y es una parte de cumplir la voluntad de Dios.
Reconocemos que el reino de Dios es el enfoque global y final de la misión de Dios en el mundo. Este reino ya se ha acercado en la persona del Rey. Todas las cosas apuntan hacia la consumación del reino. Toda la creación gime en su espera. Ya tenemos las primicias, Cristo el Rey con todo lo que ya se ha efectuado. Su encarnación, ministerio, cruz, resurrección, ascensión y el envío del Espíritu Santo nos provee el fundamento, el “comienzo” de la llegada del reino de Dios. Todavía esperamos a Cristo en su venida. Será en esa venida:
“cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Co. 15:24, 25).
EL REINO DE DIOS Y LA IGLESIA
R1 = Reino de Cristo: La Iglesia
R2 = Reino de Cristo: El mundo
R3 = Reino de Cristo: Sobre todas las Cosas
Fuente: Oscar Cullman, 284-285
Cristo el Rey es central para todo su iglesia, su mundo y en todas las cosas. Él reina. La Iglesia es parte del reinado pero no es el todo del reino. Concordamos con el Dr. Van Engen en sus afirmaciones sobre la relación de la Iglesia dentro de y parte del reino de Dios.
“La Iglesia es la comunidad de aquellos que conocen el reinado del Rey.
La Iglesia es el locus central del reinado del Rey en el mundo.
La Iglesia es la señal anticipatoria del reinado del Rey.
La misión de la Iglesia es diseminar el conocimiento del reinado del Rey.”(1981:282-290)
Con estas afirmaciones en cuanto a relación, podemos enfatizar la importancia de la Iglesia como pueblo de Dios, personas llamadas por el Rey a cumplir su voluntad. Viven bajo su señorío. Con Cristo como Cabeza y Primicia, la Iglesia es una poderosa señal y símbolo del reino en el mundo. La Iglesia es como heraldo de su Rey que proclama la verdad divina, que demuestra la vida de Dios por su KOINONIA y que sirve con hechos abnegados de amor en el mundo. Jesucristo es Señor. Y su demanda como Señor y Rey no sólo es para la Iglesia, sino también para todo el universo.
La Iglesia, como vivencia del reino de Dios, es también una comunidad carismática. Dios la capacita con dones según el deseo de él. Este pueblo de personas redimidas recibe del Señor los dones de su gracia para ministrar. Es la Iglesia, pues, un pueblo peregrino que marcha hacia la consumación del reino. Siervos, sacerdotes, hijos. . . sí, del reino de Dios con una estrecha dependencia con el Rey, ligados al Señor y viviendo de su vida.
No podemos olvidarnos de una relación importante. El Diagrama 2 sugiere que existe una relación dinámica entre el Trino Dios, su reino, su iglesia y su mundo. Muchas veces tenemos la tendencia de pasar por alto el cuarto elemento, “el mundo”, donde Dios obra en creación, en sostenimiento y en su señorío. Damos gracias a Dios por una renovación en cuanto a la contextualización del mensaje evangélico. La importancia de estructuras, cultura, valores y cosmovisión se hace notar. El Trino Dios no obra en un vacío completo, sino en un contexto histórico concreto. Su reino y su iglesia tiene ubicación en medio de este mundo.
Así, cuando cantamos “Jehová reina, Jehová reina, bendito sea el nombre de Jehová”, contemplamos una acción divina. Sí, es acción de salvación, de shalom, de justicia y de verdad. La tensión que esto provoca es tensión de confrontación entre el reino de luz y el reino de las tinieblas. Afirmamos que el soberano Dios reina y tiene no sólo la palabra final, sino la última victoria.
Local y Teológico
La relación reino/iglesia plantea una parte importante de antecedentes para nuestro estudio sobre plantar iglesias. También una parte de nuestra herencia es la tensión no fácilmente resuelta entre la idea bíblica de una iglesia local de un determinado contexto cultural y geográfico (ej. la iglesia de Roma, de Corinto, de Éfeso, etc.) y la idea también bíblica teológica de la Iglesia del Señor que transciende lo local.
Esta tensión, históricamente, ha tenido muchos debates. Las luchas doctrinales, aun las que fueron expresadas en los Concilios de Nicea y Constantinopla afirmaron que la Iglesia del Señor es Una, Santa, Católica y Apostólica. (VanEngen 1981:88) En cada una de estas palabras notamos la tensión entre lo local y lo teológico de la iglesia que va más allá de lo local.
Nuestra postura personal es reconocer que el Nuevo Testamento enfatiza la iglesia local en relación dinámica a la iglesia universal (o más allá de lo local). Pertenecemos al cuerpo de Cristo, expresado en forma y esencia en una comunidad local. Pero, al ser de Cristo, pertenecemos al cuerpo del Señor y de su comunidad que transciende lo meramente local. Nuestros hermanos en Cristo están en muchas partes de nuestro mundo.
Sí, el plantar iglesias se ubica en medio de una herencia compleja. Es herencia de nuestra propia cultura, antecedente en relación al reino de Dios y en relación a la tensión entre lo local y lo que es más allá de lo local.
Presuposiciones Elementales
En medio de esta herencia compleja, presentamos unas presuposiciones al entregarnos a plantar iglesias. A nuestra manera de ver las cosas, estas presuposiciones son parte de una herencia teológica y bíblica que necesitamos articular en cuanto al establecimiento de iglesias locales. Es conveniente meditar hasta qué punto las aceptamos en la práctica. Quizás, intelectualmente lo afirmamos. Pero en cuanto a ponerlas por práctica, ¿habrá una distancia entre lo que creemos y lo que practicamos?
TENEMOS UN SOLO MENSAJE:
ES EL MENSAJE DEL REINO DE DIOS,
EL MENSAJE CRISTOCENTRICO Y
ES EL EVANGELIO DE JESUCRISTO.
Algunos dirán: ¿pero no habrá otros mensajes, otras religiones y otros caminos que igualmente nos conducirán a Dios? Nuestra fe se arraiga en Jesucristo y en él solamente. Como Pedro dijo años atrás:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12).
“Sólo Cristo salva.” “Sólo en Jesús el Señor tenemos vida eterna.” Estas afirmaciones nos ponen en seguida en conflicto con otras voces y con otros mensajes. Pero, bíblicamente, Cristo es único. Cristo es suficiente. Pablo subrayaba el mensaje cristocéntrico con las siguientes palabras:
“Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio. . . pero nosotros predicamos a Cristo crucificado. . . Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesu
cristo, y a éste crucificado.” (1 Co. 1:17a, 23a, y 2:1, 2).
Las palabras subrayadas, (_________________________, ___________________________, _____________________) enfatizan las ideas de llevar, anunciar y proclamar las buenas noticias de Dios. Es una proclamación, una declaración, una manifestación de hechos concretos. Y que estos hechos (la cruz, resurrección, pentecostés) tienen gran poder, relevancia e importancia para los hombres. Comentando sobre la palabra “anunciar” Schniewind dice:
“A través de su naturaleza, declarando la realidad histórica particular y única de Jesús, esta palabra debería de ser también instrucción, admonición, y tradición. Es una enseñanza que participa en el carácter escatalógico y dramático del mensaje.”(72)
Así que, el mensaje del reino es impactante. Invade, desafía, confronta al hombre en su necesidad de Dios y contiende con las potestades de las tinieblas. En esta proclamación del heraldo de Cristo, Dios interviene por su Espíritu creando una cosa nueva de encuentro. El reino de Dios llega en ese lugar y en ese tiempo. Esta declaración tiene la autoridad y poder de Jesucristo mismo y va acompañada con las señales, prodigios y milagros que Dios hace en medio de los que reciben el mensaje. ¡Cuán hermoso es este mensaje de Jesús!
EL AMOR DE DIOS APUNTA HACIA UN MUNDO DE GENTES NECESITADAS DE RECONCILIACIÓN
La historia de salvación es una historia de amor. Amor de Dios hacia todos los seres humanos. Ninguno queda excluido. Incluye a los judíos tanto como a los gentiles. Enlistamos unos textos que hablan de ese gran amor divino.
“Con amor eterno te he amado…” (Jer. 31:3).
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (Lm. 3:22).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo…” (Jn. 3:16).
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8).
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef. 2:4, 5).
Este es el mismo amor que Pablo afirma “excede a todo conocimiento” y que tiene anchura, longitud, profundidad y altura. Nosotros nos preguntamos, ¿cuánto nos ama Dios? Y contemplamos la respuesta en Jesucristo – su encarnación y sacrificio perfecto. ¡Tanto! Todo fue por amor y amor duradero. Pero tenemos que preguntarnos también, ¿cuánto ama Dios a las gentes todavía sin Cristo y sin el evangelio? La respuesta otra vez es Jesús, y ¿no murió él por todos? Ah, sí, ¡murió por todos! (2 Co. 5:14, 15). Pablo nos desafía al decir esto y nos arroja un tremendo propósito diciendo:
“para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co. 5:15b).
Y, ¿qué significa vivir para él? El contexto bíblico de esta frase indica que:
vivimos una nueva vida en él. (5:17).
somos reconciliados con él. (5:18).
y tomamos el ministerio de la reconciliación. (5:18).
Pablo interpreta este ministerio (diaconía) de reconciliación como algo que Dios mismo inicia con los que están enemistados con él. Dios provee en Cristo el medio por el cual los hombres pueden ser reconciliados. Nosotros somos encargados por Dios como embajadores con la palabra de reconciliación y con el rogar a las gentes en el nombre de Dios que sean reconciliados con él.
El plantar iglesias se basa en el amor de Dios hacia los que no conocen a Cristo y en el ministerio de reconciliación que Dios nos ha encomendado. No lo hacemos por que se nos antoja hacerlo. Se desprende de su gran amor y de este encargo que Dios hizo a nosotros.
LA PLANTACIÓN DE IGLESIAS LOCALES QUE A SU VEZ CUMPLE EL GRAN MANDAMIENTO Y LA GRAN COMISIÓN.
Dios nos llama al ministerio de la reconciliación. Como discípulos somos llamados a hacer otros discípulos en todas las naciones. Esta comisión del Señor implica la plantación de iglesias locales que a su vez cumple el gran mandamiento y la gran comisión. En esto vemos a nuestro Señor ocupando a personas para cumplir sus propósitos eternos
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones. . .” (Mt. 28:18, 19).
Estas comunidades de fe, de personas redimidas en diferentes lugares geográficos, se llamaban iglesias. Con el mover de Dios en los apóstoles y los primeros discípulos, vemos el resultado en Hechos.
“Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo” (Hch. 9:31).
Como hermanos presentando nuestros cuerpos en sacrificio vivo, no conformándonos al mundo sino siendo transformados en una renovación espiritual, Pablo nos exhorta a no tener más alto concepto de nosotros mismos que el que deberíamos tener y de entender perfectamente:
“…que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Ro. 12:4, 5).
Nos necesitamos los unos a los otros como miembros del cuerpo. Al pertenecer a Cristo, pertenecemos a su cuerpo y necesitamos de nuestro hermano. Encontramos ese apoyo y edificación en la iglesia local.
EXISTE LA IMPERIOSA NECESIDAD DE TOMAR BIEN EN SERIO EL CONTEXTO HISTÓRICO DE LAS PERSONAS, GRUPOS Y SOCIEDAD DE UN DETERMINADO LUGAR.
Esta cuarta presuposición en plant
ar iglesias se ha de explorar más adelante en este trabajo. Basta decir ahora que deberíamos hacer una amplia reflexión en cuanto a:
La herencia cultural del grupo de personas por alcanzar.
Sus necesidades “supuestas” y “reales”.
Su previa preparación espiritual.
Otros grupos religiosos/ideológicos que apelan por aceptación. El concepto que estas personas tienen de su propio grupo y cultura.
En esto podemos preguntarnos, ¿qué tal el estilo de vida que llevamos? ¿Nos identificamos plenamente con los que son la meta de nuestros esfuerzos? ¿Seguimos el gran ejemplo de Jesucristo quien se humanó, y quien se despojó para poder hacer una identificación adecuada para con los recipientes de su gracia?
RECIBIREMOS EN CADA AVANCE DEL REINO, COMO EMBAJADORES DEL REY, UNA FUERTE OPOSICIÓN POR PARTE DE SATANÁS Y SUS SEGUIDORES
Satanás ha luchado para frustrar el diseño de Dios. La caída de Adán y Eva, la esclavitud de los israelitas por los egipcios, el desvío en idolatría por los israelitas, y los pecados personales y colectivos de personas como David, Salomón o Acab son signos de la obra diabólica en nuestro mundo.
Jesús tuvo esta clase de oposición, no sólo en la tentación que Mateo nos narra, sino en el desafío abierto por los demonios y espíritus inmundos, la oposición de los religiosos fariseos y hasta su propia cruz.
Sin embargo, Pablo nos habla de una victoria por la cruz diciendo que la cruz llegó a ser un despojo “a los principados y las potestades” y un triunfo sobre ellos. El autor de Hebreos lo confirma:
“. . . él también participó de lo mismo (carne y sangre), para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar. . .” (He. 2:14b, 15a).
Pero no tenemos por qué minimizar la influencia, potestad y tenacidad satánica de oposición en contra de plantar iglesias. Puede ser que esté latente y en otros momentos sea muy abierta. ¡Oposición habrá!
RECONOCEMOS EL SEÑORÍO DE JESUCRISTO Y NUESTRA NECESIDAD CONTINUA DE DEPENDER DE SU SANTO ESPÍRITU.
Para plantar iglesias esta dependencia incluye:
- La cualidad de vida plena de Cristo necesaria en los obreros para cumplir la voluntad de Dios en plantar iglesias.
- La renovación diaria de fuerzas y entendimiento espiritual en la tarea.
- La dirección y guía del Espíritu en cuanto a los contactos, la comunicación y los métodos a utilizar en alcanzar a otros.
- Una fortaleza de fe y de perseverancia porque sabemos que Satanás lucha para disuadir, desalentar y desganar.
Afirmamos que el poder de Cristo, obrando a través del Espíritu Santo y por su Palabra es más grande, más fuerte que todo poderío de nuestra oposición.
TENEMOS QUE RECONOCER EL APOYO DE OTROS CREYENTES QUIENES NOS SOSTIENEN, ORAN POR NOSOTROS Y COLABORAN DE OTRAS MANERAS.
Como obreros, generalmente no trabajamos solos. Reconocemos, a veces, la presencia de otros grupos evangélicos que también trabajan en la zona. En esto puede haber problemas que tendremos que superar, problemas de relación. No deseamos expresar una actitud de independencia arrogante, sino una actitud “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia”. Confesamos que es más facil trabajar independientemente. Tenemos muchos problemas al trabajar en equipos. Pero reconocemos la necesidad básica de contar con un equipo.
CONSCIENTE O INCONSCIENTEMENTE, COMO OBREROS, LLEVAMOS UNA IDEA DE LO QUE DEBERIA DE SER UNA NUEVA IGLESIA.
Generalmente, esto es más inconsciente que consciente. Tenemos la tendencia de intentar en el nuevo grupo una duplicación de la iglesia de donde procedemos en cuanto al formato de las reuniones, el énfasis doctrinal de enseñanza y las muchas maneras de conducirnos. Convendría más bien tomar muy en cuenta las características esenciales de una iglesia y permitir una buena contextualización de las maneras y de su conducción. Sugerimos que estas características esenciales sean:
- Una predicación fiel a todo el consejo de Dios.
- Un fiel cumplimiento de las ordenanzas.
- Un orden y disciplina.
- Una demostración vital de unidad y amor.
- Hechos concretos de servicio cristiano.
- Una vida de santidad y devoción a Cristo.
- Una visión apostólica y misionera que cumple la gran comisión.
(Larson 1989:68-70
Consideramos más importante tener en mente estas características y tratar de evitar la imposición de formas de conducta, tales como horario de reunión, himnos traducidos, organización de comisiones, maneras de sentarse como en una clase, etc., que puedan o no ser adecuados culturalmente en el grupo de creyentes nuevos.
Para un crecimiento autóctono tendremos en mente, también, las funciones de la iglesia local. Estas funciones tendrían que expresarse adecuadamente en la cultura. Bíblicamente las vemos como:
adoración y ministerio a Dios. (Jn. 4:24).
evangelización de las naciones. (Mt. 28:19).
edificación de los creyentes. (Ef. 4:16).
servicio en el mundo. (Tit. 3:8, 14).
compañerismo de la familia de Dios. (Hch. 2:42).
(Scanlon:5)
Al ver la formación de una congregación nueva en una nueva colonia, barrio o pueblo, el obrero anhela que ese grupo de personas ame a Dios con todo su corazón, alma y mente, y que ame a su prójimo como a si mismo. Para el obrero, el “ser” y el “hacer” del grupo es importante. Sin embargo, es el grupo nuevo y no el obrero quien debería de determinar exactamente “como” hacerlo. Sí habrá demostración de hechos concretos de amor hacia los pobres y a los oprimidos. Sí habrá un deseo de llenar las necesidades materiales de los vecinos o de rectificar las injusticias sociales de la comunidad. Pero las formas de ponerlo en práctica deberían de ser del grupo nuevo y no una imposición de afuera del obrero que viene de otra herencia social o cultural.
Las presuposiciones son importantes. Las llevamos muy profundamente al ir a una obra nueva. Nos ayuda conceptualizarlas, tenerlas en cuenta y reconocer ciertas dificultades que podrían surgi
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