Volver a la Guía de estudio; Formación de Iglesias DownloadPDF
Capítulo Once
CONCLUSIONES DESAFIANTES
Dr. Pedro Larson
Los patrones bíblicos presentan materiales de importancia para todo aquel que trabaja en plantar iglesias y la apertura de obras nuevas. En esta época que los cristianos evangélicos han querido tener manuales sobre “como” hacer la obra del Señor, estos patrones nos benefician. En muchos aspectos transcienden las barreras culturales siendo principios bíblicos transferibles. Al presentar bases bíblicas nos desafían en nuestra metadología y nos retan a mantener un equilibrio sano.
LA MANIFESTACIÓN DE LA PRESENCIA DIVINA
La manifestación bíblica del pueblo de Dios tiene muchas variantes, no sólo culturales y raciales, sino en su expresión contextual. El desierto influye como también el contexto de la ciudad.
En todas las expresiones de la comunidad divina vemos la dinámica del Señor. Es su mano, su iniciativa, y su propia vida que se expresa. Si él no estuviera en la vida personal de los integrantes, la existencia de la congregación se limitaría a una congregación de personas con su institución humana, pero no poderíamos llamarlo iglesia, pueblo de Dios o cuerpo de Cristo.
Dios está presente en la vida de las personas. Sí, tanto en el hecho de reunión como en su dispersión o envío. “La gloria de Jehová” se manifestó en varias oportunidades, no sólo en el desierto a través de la nube o la columna de fuego, sino también en momentos de adversidad y persecusión. Lucas comentó de esa reunión de oración en la ciudad de Jerusalén: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló: y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hch. 4:31).
En esta manifestación divina, ¡cuántas diferentes formas de conducta vemos! Muchas expresiones son emotivas y otras son de discurso intelectual. Las lágrimas, el lamento, el gemido, el llanto y la tristeza han estado igual como la risa, el gozo, la alegría, el canto y el grito de victoria.
Si consideramos la conducta producida en el buen ejercicio de los dones, la manifestación de Dios en el pueblo ha tenido variantes como:
“el servicio” – la tasa de agua fría y el alimento dado para el hambriento.
“las ayudas” – las tareas que ayudan al liderazgo en sus ministerios.
“la misericordia” – con la compasión de Cristo, el servicio y ayuda a aquel que sufre una desgracia.
“la liberalidad” o “el repartir” – la ofrenda de amor, el desprenderse de propiedades, casas, dinero en pro del reino de Dios.
“la exhortación” – el aliento en otros, inspirándoles a seguir adelante, a tomar nueva confianza en la renovación.
“la fe” – esta percepción extraordinaria de lo que es la voluntad de Dios para extenderse hacia su cumplimiento.
“la enseñanza” – la participación y el facilitar a otros el conocimiento y práctica de la verdad de Cristo.
“la palabra de conocimiento” (ciencia) – adquiriendo y compartiendo lo profundo de los principios divinos de la revelación de Dios.
“las palabras de sabiduría” – comprendiendo y luego poniendo en práctica la voluntad del Señor hacia una resolución de las necesidades.
“el presidir” – El buen ejercicio de un liderazgo espiritual para el crecimiento, delegando, movilizando, empujando hacia el propósito de Dios.
“la administración” – llevando adelante los planes, los detalles de la obra de tal manera que se cumpla lo encomendado de Dios.
“el discernimiento” (de espíritus) – la percepción con certeza si dada circunstancia, pensamiento o conducta es de Dios, del mundo o del adversario. En ello hay un juicio sobre la motivación.
“el apóstol” – los enviados por Dios realizan la apertura de nuevas iglesias en diferentes culturas, y la extensión del reino.
“el profeta” – una expresión clara de la palabra de Dios, entregando su mensaje con unción del Espíritu a las personas que les rodean.
“el evangelista” – esta actividad del don de evangelización es con los no creyentes para la presentación del evangelio y la invitación a ser discípulos de Jesucristo.
“el pastor – el maestro” – los hermanos que apacientan, sirven, dan ejemplo, enseñan y ministran entre los hermanos para aconsejar, movilizar y ayudar en el discipulado.
“los milagros” – son las manifestaciones del Señor que hace efectivo el poder de Dios en maneras extraordinarias de su gracia.
“las sanidades” – Dios utiliza a personas en oración y fe a favor de los enfermos para su sanidad y bienestar.
“las lenguas” – la expresión de hablar a Dios por medio de lenguas celestiales en adoración y alabanza, o en caso de su interpretación de dar un mensaje de Dios a la congregación.
“la interpretación de lenguas” – la habilidad que el Señor da para el beneficio de la congregación de recibir el mensaje de Dios a través de la persona quien habla en lenguas durante la reunión de la congregación.
Ha habido muchas otras manifestaciones de la gracia de Dios que han contribuido a darle gloria. Otras evidencias de esa maravillosa gracia son: la hospitalidad con gozo para el beneficio de huéspedes o visitas, el vivir el celibato con fines del progreso de la obra de Cristo, la entrega de vida como mártir y una vida de intercesión continua e intensa.
La vida de fe que el escritor de Hebreos 11 comenta, también ha sido una poderosa manifestación de Dios. Esta dinámica de vida en Dios vemos en la conquista de reinos, la vida de justicia, el tomar de las promesas, el sacar fuerzas de la debilidad y el buen testimonio en medio de tanto sufrimiento con la pobreza y las violencias.
Con todo lo bello de estas manifestaciones de Dios, “un camino aun más excelente” es el amor (AGAPE) manifestado en el pueblo de Dios. ¡Qué hermoso es cuando se manifieste este amor primeramente por Dios mismo, y luego por el prójimo! Jesús dijo a sus discípulos que en este amor “conocerán todos que sois mis discípulos,” (Jn. 13:35).
Tenemos el amor derramado en los corazones por el Espíritu de Cristo. Aunque no minimizamos toda la contra parte de la carne que vemos en el pueblo de Dios, cosas como la murmuración, la envidia, el pleito, y las divisiones, en ningún otro grupo tenemos el derramamiento del amor de Cristo.
La manifestación de la gloria de Dios en medio de su pueblo y las manifestaciones de su poder se derivan de la misma presencia del Dios Todopoderoso. Desde la antigüedad se traza la importancia y lo fundamental de la presencia de Dios con su pueblo. Para Moisés en el tiempo de la liberación de Egipto, Dios dijo: “Yo soy Jehová. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre Jehová no me di a conocer a ellos” (Ex. 6:2b,3,4). Al terminar la edificación del tabernáculo: “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo” (Ex. 40:34).
Salomón vio la demostración de la PRESENCIA y la gloria de Dios en la dedicación del templo. Después de que los sacerdotes hayan trasladado el arca del tabernáculo de reunión al templo, y cuando salieron del santuario: “la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová” (1 R. (8:10,11).
Aun más allá de la gloria de Dios expresada en la nube del templo o tabernáculo fue la gloria de Dios expresada en la persona de Jesús. Juan escribe que el Verbo habitó, como tabernáculo, entre nosotros y “vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14). En otro momento el mismo Juan expresó:
“lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifesto);” (1 Jn. 1:1,2).
Sin duda, fue muy hermoso caminar con Jesús en su ministerio, pero él enseñó a sus discípulos de la bendición de su presencia aun cuando no estuviera físicamente con ellos. La promesa de su Santo Espíritu era tan importante que él dijera: “os conviene que yo me vaya . . .”, porque en la persona del Espíritu Cristo iba a estar siempre con los discípulos de todas las épocas. Esta promesa con sus discípulos fue anunciada en la Gran Comisión: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:20). Él había prometido: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20. El pueblo del Señor ha contado con la certeza de su presencia desde esa fecha.
UNA VARIABLE CONSTANTE – EL CONTEXTO CULTURAL
El contexto cultural donde la obra de Dios toma su lugar en la vida de las personas es una variable imprescindible. No estamos hablando de la dimensión (muy real) de los lugares celestiales y el hecho de la guerra espiritual en esa esfera. Sino, estamos mencionando que los modelos bíblicos de plantar iglesias toman su lugar en un contexto económico, político, religioso y social muy particular en cada caso. En una palabra, la obra de Dios toma lugar en la vida de las personas de determinada cultura y en su propio momento histórico.
Los modelos bíblicos presentados demuestran diferencias culturales. Hubo un contexto de desierto y luego el asentamiento en la tierra prometida en cuanto al tabernáculo. Para el templo, el contexto fue un reinado inicial estable y esplendoroso. En los años que siguieron el templo, con su ministerio, se vio afectado por los altibajos de fe y obediencia en el pueblo de Israel, hasta ser saqueado, destruido y restaurado en el vaivén de la historia del pueblo de Israel. El contexto sí le afectaba.
Llegamos a la vida de Jesús con sus discípulos. Eran hebreos, y en gran parte los doce eran galileos. Su escuela fue un caminar con Jesús en su ministerio, viviendo un tiempo al lado del mar de Capernaum y viajando con él a Jerusalén en dos o tres ocasiones. El imperio romano pesaba en toda la zona. Los gobernantes romanos y los grupos religiosos como saduceos, fariseos, escribas y familias allegadas a estos grupos tuvieron mucha influencia también en el ambiente sociopolítico. La controversia marcó el paso de Jesús y las violencias le rodeaban. Pero, en medio de estos judíos el Espíritu Santo ministraba poderosamente, tanto en el tiempo del ministerio de Jesús como en el día Pentecostés. Tenemos el surgimiento de una poderosa comunidad de fe en el Mesías, Jesús de Nazaret.
Con los modelos de Samaria, Cesarea y Antioquía el contexto cultural cambiaba. El sabor a lo “hebreo” es cambiado por lo samaritano, lo romano y lo griego. La mano de Dios obraba, habiendo derribado la alta pared de prejuicio racial en los creyentes hebreos para permitir el fluir del evangelio a personas de diferente cultura y raza. ¡Qué tremendo fue aquello! El momento histórico había llegado en esas tres ciudades para la realización de una comunidad de fe en Jesucristo.
Lo variable del contexto, sí, es importante para los que llevan el mensaje del evangelio. Y tenemos que confesar que en muchas ocasiones no hemos tomado muy en
cuenta ni la idiosincrasia del lugar ni el momento histórico o su cultura.
LOS ESPACIOS
Los espacios tienen que ver con el sentido de dimensiones que Dios ha dado para la obra. Toda la tierra le pertenece a Dios, como el salmista, David, nos dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan” (Sal. 24:1). Es interesante la palabra que el salmista, Asaf, tenía:
“El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone. De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido” (Sal. 50:1,2).
Las palabras, “tierra, desde el nacimiento del sol hasta donde se pone”, y “de Sion”, nos hablan de ese sentido de espacio tan amplio.
Nuestro Dios es Dios de toda la tierra y de todo el universo. No hay lugar que se le escapa, donde no tiene su dominio, donde no ha sido su creador. Las montañas, los ríos, los océanos, las costas, los confines de la tierra, las planicies, los cerros, las colinas, los desiertos, los bosques, las ciudades, y los lugares inhabitados son de nuestro Dios.
Parece ser que todos los lugares son apropiados para la obra del Señor, y aun si uno toma lugares geográficos como “territorios” de los principados y potestades malignas, Dios puede obrar manifestando su gloria en cualquier lugar. Ejemplos de estos lugares que Dios ha usado son: los caminos, al aire libre como en el patio, dentro de un edificio, debajo de un techo, o en una casa. En tantos lugares Dios ha manifestado su poderosa presencia. De él son los espacios apropiados para su obra.
La aparente carencia de espacio para plantar iglesias, especialmente en las grandes urbes de concentración humana o en lugares de mucha oposición al evangelio, puede llegar a afligir a los obreros. Estos modelos bíblicos nos demuestra la suficiencia de nuestro Dios para suplir el espacio, en su tiempo y de acuerdo con su voluntad.
Contemplamos una paradoja en esto de los espacios. Los cielos de los cielos no pueden contener a nuestro Dios y sin embargo, él ha querido que su pueblo levante edificios “especiales” para su adoración e instrucción. Él atiende la oración y la alabanza de personas en lugares específicos igual como atiende a uno que le clame desde un lugar del desierto o desde una calle atestada de personas en la zona urbana.
Si bien estos modelos hablan de un esfuerzo del pueblo en la construcción de edificios particulares de adoración, como el tabernáculo, el templo o las sinagogas, la importancia del lugar de la casa nos impacta en el Nuevo Testamento.
Jesús ministraba muchas veces en las casas, tanto en la sanidad física (Mt. 9:25; Mr. 1:31; Jn. 4:53; Lc. 5:24, 25 y Lc. 7:10), como en su enseñanza y predicación (Lc. 5:19, 20). En sus instrucciones a los doce, y luego a los setenta, él indicó a los discípulos de que debería de buscar una casa de paz, de recepción y de hospedaje como parte de su misión (Mt. 10:12-14; Lc. 10:7-9).
Este mismo espacio de “casa” llegó a formar una parte muy fuerte en el patrón de los apóstoles. Nuestros hermanos del libro de Hechos se reunían mayormente en las casas. Era un lugar, un espacio, para las reuniones de la comunidad de fe. No era el único lugar, porque por un tiempo podían ocupar el templo, el pórtico del templo y las sinagogas. Cuando comenzó la oposición más abierta, las casas comenzaron a ser más importantes en el sentido de lugar de reunión (Hch. 16:15,34; 18:7,8). Dos textos conocidos que combinaron los espacios del templo con las casas son:
“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,” (Hch. 2:46).
“Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hch. 5:42).
Desde el tiempo que Josué anunciara su determinación de seguir en obediencia al Señor con toda su casa, tal concepto de casa, familia y grupo con cierto espacio ha sido importante para la obra de Dios. Cantamos el coro hermoso de dedicación:
Mi hogar desea tu presencia,
Sólo Tú eres digno de reverencia,
//Más mi casa y yo serviremos al Señor//
Serviremos al Señor.
En santidad viviremos
Y sólo a Ti nos postraremos
//Más mi casa y yo serviremos al Señor//.
Serviremos al Señor.
Unidos juntos, orando juntos
La tormenta libramos, confiado en el Señor.
Nos respaldamos, padres y madres,
Hermanos, hermanas, unidos en Su amor.
LA SANTIDAD Y LA BELLEZA
Aunque el tabernáculo y el templo seguramente presentaban aspectos de belleza como edificios, la verdadera belleza se derivaba de la presencia del Dios vivo. Sí, su persona, su carácter de pureza y santidad llenaba. Podemos pensar que también esa misma belleza se ve en la congregación de pecadores redimidos por la sangre de Cristo, quienes demuestran la transformación de vida y la belleza del fruto del Espíritu. Escuchamos a la voz profética sobre esa santidad y belleza.
“Tus testimonios son muy firmes; La santidad conviene a tu casa, Oh Jehová, por los siglos y para siempre” (Sal. 93:5).
“Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad” (Sal. 29:2).
Hablando del Mesías: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derramó en tus labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre” (Sal. 45:2).
“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Sal. 27:4).
“Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, En la hermosura de la santidad. Desde el seno de la aurora Tienes tú el rocío de tu juventud” (Sal. 110:3).
“Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre” (Sal. 111:3).
“Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra” (Hab. 2:20).
El sentido que la santidad y la belleza de Dios produce en las personas congregadas es de admiración, de maravilla, de asombro y de reverencia. La nube y la columna de fuego sobre el tabernáculo en el desierto, o esa nube que llenó el templo de Salomón en su dedicación a Dios, causó esa expresión en las gentes. ¡Cuántas veces fuese esa misma expresión en la presencia del Señor Jesus al sentir su enseñanza o ver la demostración de su poder en sanar a los enfermos!
“Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas” (Lc. 5:26).
¿Sigue entre el pueblo de Dios ese sentido de asombro y maravilla? O, al contrario, ¿como se fuera muy lejos el Dios de santidad y de belleza?
EL CLIMA DE CELEBRACIÓN
El ambiente de la congregación del pueblo de Dios puede tener sus variantes emotivas, desde el sentir de quebranto con las lágrimas a la de fiesta con alegría y gozo. Cantamos el coro:
Celebrad a Cristo, Celebrad
Celebrad a Cristo, Celebrad
Cristo vive, Cristo vive
Y por siempre reinará.
Cristo vive, Cristo vive,
Vengan a celebrar, vengan a celebrar
Que Jesucristo vive hoy.
Resucitó, Resucitó
Y por siempre reinará
Resucitó, resucitó,
Vengan a celebrar
Que el Señor resucitó.
También cantamos los coros de quebranto como:
//Espíritu del Trino Dios: ven sobre mí//
Quebrántame, consúmeme, transfórmame y lléname;
Espíritu del Trino Dios: ven sobre mí.
Un ejemplo de esa alegría viene del tiempo de Nehemías y de Esdras cuando estaban juntos con todo el pueblo para escuchar la ley. Esdras bendijo a Jehová, el Dios grande. Todo el pueblo respondió: “¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra” (Neh. 8:6).
En el mismo relato, Nehemías como gobernador, alentó al pueblo en la lectura de la ley. Con los sacerdotes exhortaba al pueblo:
“Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Neh. 8:9-10).
En la manifestación de Dios como ocurrió cuando el evangelio llegó a Samaria a través de Felipe, “había gran gozo en aquella ciudad”. (Hch. 8:8). Este gozo fue resultado de la atención que la gente le diera a la predicación de Felipe, su entrega de fe, y por ver las señales que Dios hacía en el pueblo. Lucas nos dice:
“Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;” (Hch. 8:7).
Ni siquiera la persecución ni malos momentos pudieran alterar el gozo o la llenura del Espíritu Santo. En el primer viaje misionero de Bernabé y Pablo, en Antioquía de Pisidia, hubo regocijo y la glorificación de Dios por los gentiles que estaban ordenados a la vida eterna y que habían depositado su fe en Cristo. La palabra se difundía por toda aquella región. Cuando los judíos instigaron a las mujeres distinguidas a la persecución, y expulsaron a los misioneros, Pablo y Bernabé sacudieron contra ellos el polvo de sus pies. El testimonio de Lucas fue: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hch. 13:52).
El clima de celebración no sólo se daba al ver la manifestación de Dios en alguna sanidad o exorcismo, sino fue parte de la misma confraternidad con otros hermanos y en relación con la adoración al Único y Soberano Señor. Lucas, también nos dice de los primeros hermanos en Jerusalén que “comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios . . .” (Hch. 2:46,47). Esta alabanza y koinonía entre hermanos producía muchas ocasiones de celebración.
En el ministerio como sacerdotes delante del Señor, el pueblo de Dios podía ministrar con alegría y gozo. Seguramente, el patrimonio de los salmistas ha sido importante en esa celebración. Como ejemplos de esa exhortación:
“Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; En ti se regocijen los que aman tu nombre” (Sal. 5:11).
“Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré
en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo” (Sal. 9:1,2).
“Alegraos en Jehová y gozaos, justos; Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Sal. 32:11).
¡Qué hermoso es cantar y orar juntos! ¡Qué hermoso sabor le deja a uno el sentir de una congregación llena de alegría y de gozo en el Señor! Ni las circunstancias adversas, ni las tristezas de la vida deben de apagar este sentido de celebración que el Espíritu de Cristo nos puede dar.
LA IGLESIA Y EL REINO DE DIOS
Escuchamos a personas afirmar que: “Es anticuado esto de plantar iglesias. Lo que debemos hacer es ‘predicar el reino de Dios'”. ¿Cómo podemos responder?
Sin lugar a dudas deseamos predicar el reino de Dios, y con el mismo mensaje de Jesús afirmar: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr. 1:15).
También le escuchamos a Jesús decirnos, igual como él dijo a sus discípulos aquella vez:
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt. 24:14).
Vemos el ejemplo de Pablo, quien con tanto esfuerzo llevó la palabra de Cristo a muchos lugares, escribiendo a los discípulos nuevos y defendiendo la fe de Jesús ante los magistrados romanos. La última frase que Lucas comenta en cuanto a su ministerio es:
“Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hch. 28:30,31).
No vemos una contradicción entre la predicación del reino de Dios y el esfuerzo de plantar iglesias. Pablo se dedicó su ministerio a ello, y se esforzó para las iglesias, como Lucas nos dice en el comienzo del segundo viaje:
“Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen. Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día” (Hch. 16:4,5).
El mismo sentido entre la relación de la predicación del reino y de un interés en la iglesia del Señor, vemos en el discurso de Pablo a los pastores en Efeso. Pablo comentó con ellos como él había pasado tiempo “predicando el reino de Dios” y enseguida les exhortó:
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28).
¡Afirmamos lo glorioso del reino del rey Jesucristo! La iglesia, como una parte de ese reino, es la comunidad de aquellos que reconocen al Señor como Rey. La misión de la iglesia del Señor es diseminar el conocimiento de su Rey en todo el mundo, siendo obediente en su comisión y con anhelo orando, “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:10).
“ACUÉRDATE DE JESUCRISTO”
“Si no fuese por Jesús . . .” Jesús dijo a Pedro y a todos nosotros: “y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). Y es más, nos ha dicho: “haced discípulos a todas las naciones . . .” (Mt. 28:19).
Nos acordamos de esa frase de Pablo a Timoteo. Fue una de las últimas expresiones del apóstol a su discípulo. El dijo: “Acuérdate de Jesucristo,” (2 Ti. 2:8). Esta exhortación tiene un contexto bíblico muy interesante. Nos habla de esforzarnos en la gracia del Señor. Dios desea de los seguidores esa clase de entrega, no una entrega a medias, o sin ganas, sino “a todo dar”.
También en el contexto de esta frase está la gran exhortación a la reproducción de obreros:
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2).
Pablo usó tres ejemplos para la clase del obrero que se necesita: el de soldado, el de atleta y el de labrador. Con estos tres nos habla de la dedicación, del adiestramiento, de la obediencia, de la fidelidad al propósito, de la perseverancia, de las normas y del trabajo necesario antes de poder recoger el fruto. Es un perfil del discipulado para todos los que seguimos al Señor, y es especialmente aplicable a aquellos que pueden colaborar en obra nueva.
Al animarnos a acordar continuamente de la persona y obra de Jesucristo, Pablo menciona tres frases que califican esa memoria.
“del linaje de David” – Consideremos a Jesús arraigado en una historia real de salvación que utilizó a una nación, un linaje de personas ciertamente no perfectas como David y su descendencia. La frase destaca la humanidad de Jesús, verdadero hombre, una verdadera persona histórica con carne y sangre. Somos llamados a recordar su ejemplo sumamente humano.
“resucitado de los muertos” – Está presente la dinámica de vida y de resurrección, no sólo en el sentido histórico, sino también en su sentido de presencia de vida real. Jesús está presente y continúa en nosotros esa vida de resurrección. Jesús vive y ministra a través de su Espíritu.
“conforme a mi evangelio” – Nos acordamos de Jesús conforme a las buenas noticias, la enseñanza apostólica en relación a la vida, ministerio, muerte, resurrección, ascensión y la vida del Espíritu de Cristo. Con ello viene el llamado al arrepentimiento y fe.
Todo esto está dentro de un marco de una situación de sufrimiento por parte del obrero, y en este caso por parte de Pablo. Él estaba en prisión. Él daba buen testimonio en medio de ese sufrimiento y había exhortado a Timoteo a sufrir las penalidades como buen soldado. Finaliz
ó ese párrafo con un himno que se cantaba entre la gente dispuesta a ser martir.
“Palabra fiel es esta:
Si somos muertos con él, también
viviremos con él;
Si sufrimos, también reinaremos con él;
Si le negáremos, él también nos negará.
Si fuéremos infieles, él permanece fiel;
Él no puede negarse a sí mismo.”
(2 Ti. 2:11-13)
Es un privilegio intentar el hecho de ponerse al lado de personas como Moisés, Josué, David, Salomón, los apóstoles, Felipe o Bernabé. Con todos los limitantes, reconocemos que los modelos presentados nos instruyen de mucha enseñanza, mensaje y milagros divinos. ¡Cómo quisiéramos caminar al lado de Jesús en su discipulado! Y esto es lo que intentamos hacer.
Espíritu Santo de Jesús . . .
como Tú inspiraste e impulsaste a tu pueblo
a superar las barreras raciales, culturales y geográficas
a llevar el Nombre en alto con su santo evangelio de paz,
envíanos a cada nación, pueblo, tribu y lengua,
así cumpliendo tu voluntad en cada grupo . . .
Juntos te diremos: ¡Aleluya, bendito Señor!
“El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el
poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza,
la honra, la gloria y la alabanza” (Ap. 5:12).
Volver a la Guía de estudio; Formación de Iglesias