Volver a la Guía de estudio; Formación de Iglesias DownloadPD
Capítulo Siete
JERUSALÉN II
Dr. Pedro Larson
El Contexto Social y las Características Externas
La ciudad de Jerusalén presentaba una complejidad sociopolítica grande para el mensaje evangélico. Si usamos la idea de su estructura social, en seguida vemos ese desafío. En el siguiente diagrama, el Dr. Klem proyecta una posible composición social de la población en el tiempo de Jesús y los primeros años de los Hechos (Klem:59).[1]
La Estructura Social Hebrea Durante el
Tiempo de Cristo
La clase élite tenía influencias religiosas muy fuertes. La religiosidad con su trasfondo de tradición ejercía una fuerza grande. Las ideas en cuanto a ser “israelita” sin tacha, sin mancha estaban en el ambiente. Personas con defectos o con condiciones sociales de esclavos, bastardos o extranjeros se encontraban con desventajas sociales. Había restricciones en cuanto al matrimonio y los derechos con la herencia. Con algunos, como los samaritanos, la hostilidad era bien patente.
Hubo, también, una marcada diferencia entre hombres y mujeres. La mujer, generalmente, no participaba en la vida pública y se cubría al estar fuera de su casa. En los hogares, los muchachos recibían mucha preferencia sobre sus hermanas, y la formación de la mujer se limitaba a los trabajos domésticos. La poligamia estaba permitida aunque no era frecuente. El divorcio era exclusivamente para los hombres y ponía a la mujer en situación de desventaja. Lo más importante para su vida de matrimonio era poder dar a luz un hijo varón (Jeremías:371-387).
¿No sería muy hermoso el evangelio para las mujeres en un contexto así? O, ¿no será también el evangelio muy buenas noticias para los grupos de personas socialmente marginadas?
El movimiento comercial, el centro religioso al cual venían muchos viajeros, y el gobierno romano eran parte de un contexto social de la ciudad. Y, en medio de esa ciudad vino el acontecimiento de Pentecostés y la formación de una comunidad religiosa nueva, que con el tiempo iba a impactar “hasta lo último de la tierra”.
Las Características Externas
Las características que Lucas señala son evidencias manifiestas ante la sociedad que les rodeaba. No queremos decir que estas características no impactaban internamente la comunidad de fe. De hecho, la impactaban. Aun la alabanza y la unidad, que son características fuertes y que podríamos mirar como internas, tenían una fuerza de testimonio hacia los de afuera. Creaban cierta imagen con la cual el mundo estaba evaluando a los primeros cristianos. ¿No será de la misma manera en una obra nueva hoy en día?
Las Maravillas y Señales
“Y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hch. 2:43b).
Jerusalén vió la manifestación sobrenatural del Señor en maravillas y señales. Las más grandes eran personas transformadas espiritualmente y sus vidas totalmente con una orientación nueva. Hubo otras manifestaciones de la gracia de Dios en “maravillas y señales”. Los siguientes textos demuestran esta actividad del Espíritu de Dios.
Pedro y Juan, al ir al templo tuvieron el privilegio y el gozo de ver la curación de un cojo.
“Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso de pie y anduvo;” (Hch. 3:7, 8).
Esta sanidad les permitía hablar a la multitud y luego dar su defensa ante las autoridades. Tuvieron que pasar momentos de apuro y persecución. La respuesta de los apóstoles era que esta sanidad correspondía al poder de Jesucristo.
“la fe que es por él ha dado a éste (el cojo) esta completa sanidad en presencia de todos vosotros” (3:16).
“sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano” (4:10).
Los apóstoles exaltaban el poder de Jesucristo. No recibieron los honores personales por haber sido usados por Dios en esa sanidad. Tuvieron que enfrentar desacuerdos, disgustos y persecución como resultado de la manifestación. Al volver con los demás discípulos les contaron y oraron juntos. La soberanía de Dios fue enfatizada en esa oración y pidieron denuedo para hablar la palabra de Dios. Confiaban que mientras hablaban la palabra el Señor extendiera su mano.
“para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús” (4:30).
El testimonio de Lucas es que “por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo” (5:12), y en el caso específico de Esteban que él “hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (6:8).
Tendríamos que mencionar el caso de Ananías y Safira que quisieron mentir a Dios y engañar a la iglesia. Los dos murieron al ser confrontados por Pedro en ese engaño. Igual como en el capítulo 2, Lucas comenta que este prodigio causó “gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas” (5:11). Esa clase de temor nos habla de una reverencia delante de Dios mismo.
Viendo estos milagros, pensamos de la promesa de Jesús a sus discípulos en Juan 14:12.
“El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”
También pensamos en la última parte del evangelio de Marcos que habla de los discípulos después de la ascensión.[2]
“Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén” (Mr. 16:20).
La promesa del Señor de su poder con sus seguidores, su misericordia y gracia demostrada hacia las personas con necesidades, su ayuda y confirmación en la predicación eran posibles razones para la demostración de milagros. Soberanamente Dios hacía conforme a su voluntad y no fue manipulado por los hombres. Rackham en su comentario dice de la actividad milagrosa, que los milagros servían al mismo propósito como los del tiempo y ministerio de Jesús. Autenticaron su ministerio divino. Hubo a través de ellos la aprobación del Padre. Proveían las credenciales patentes a los demás de que Dios Padre estaba obrando. Según el mismo comentarista, no eran muy frecuentes en la vida de la iglesia de Jerusalén (Rackham:41).
Como el afán de ver milagros ha presentado problemas para las iglesias desde el tiempo apostólico, consideramos que la postura del Dr. Strachan merece ser compartida.
“1) Las señales y maravillas pueden conducir a una especie de superstición carnal que Dios no aprueba, y no son en sí mismas pruebas infalibles de la presencia de Dios con poder ni tampoco garantías de perseverancia cristiana. (Mt. 7:22, 23; 24:24; 2 Ts. 2:8‑10; Hch. 8:9‑23).
2) Las señales y maravillas constituyeron, sin embargo, una parte básica del ministerio de Cristo, y también de la vida y testimonio de la iglesia apostólica.
Más aún, nunca han estado del todo ausentes en la historia de la iglesia cristiana. El Señor las prometió como pruebas de su presencia entre ellos, (entendemos aquí que Strachan se refiere a los apóstoles) como demostración de la realidad y poder del evangelio, y como medios para que la compasión divina se manifestara al satisfacer ciertas necesidades de la humanidad …
Si las señales y milagros fueron parte esencial del ministerio del Señor y de sus discípulos, y si están inseparablemente vinculados a la comisión de predicar el evangelio, es inevitable concluir que pueden y deberían ocupar un lugar en la misión cristiana mientras la Gran Comisión siga en vigor. Como siempre, el discípulo vivirá en tensión entre el incrédulo que pide señales y milagros (Mt. 16:1‑4), y el incrédulo que niega las señales (Is. 7:12); como siempre, se hallará frente a la necesidad de distinguir entre las obras que son de Dios y las que son del hombre o de Satanás. (1 Jn. 4:1)” (67,68).
Aunque admitimos que podría haber diferencias de opinión en cuanto al lugar actual de milagros en el extendimiento del reino, personalmente concluimos con Strachan que:
“Hoy día, como en los tiempos apostólicos, podemos esperar que donde está presente Dios, donde su evangelio se predica con fidelidad, no será infrecuente ver que esa predicación va acompañada de una atmósfera de actividad sobrenatural. Y esto se hará más notorio todavía hacia el fin de los tiempos” (68).
Compartiendo en Común
“Y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hch. 2:44, 45).
La vida de servicio y la vida de compartir materialmente impresionaba mucho. Quizás tenía razón aquel que dijo que entre las señales la vida en común creaba la impresión más fuerte en medio de las gentes (Rackham:41). De todas maneras, era una demostración del poder transformador de Dios que cambió el afán y el sentir egoísta. Afloraba un espíritu generoso y de preciosa liberalidad. Voluntariamente había esa venta de propiedades y bienes. Según la necesidad de los hermanos había un reparto. No abandonaron la tenencia de propiedades, sino movidos por el Espíritu de Dios había una entrega de bienes materiales para suplir las necesidades de esa nueva comunidad.
Bernabé fue citado por Lucas en la venta de una heredad y él “trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hch. 4:37). Este ejemplo estaba en gran contraste con la escena que sigue, cuando Ananías y Safira trataron de engañar, sustrayendo una parte del precio de su heredad, y diciéndoles a los hermanos que lo habían traído todo. Y, ¡qué tremendo el acontecimiento que seguía, con el desplome físico y la muerte! La pregunta de Pedro era fuerte.
¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintiese al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (5:3).
Lo voluntario de este desprendimiento material lo deducimos por la respuesta de Pedro: “Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder?” (Hch. 5:4). No había una ley que indicara que todos tuvieran que venderlo todo, sino al impulso del Espíritu de Dios, espontáneamente y sin presiones existía el deseo de expresar el amor hacia el prójimo.
Por cierto, fue un hermoso testimonio de Lucas al decir:
“Y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (4:32b).
Esta descripción está ligada al contexto del gran poder por lo que los apóstoles estaban dando testimonio de la resurrección del Se
ñor, y “abundante gracia era sobre todos ellos.” El resultado era “que no había entre ellos ningún necesitado” (4:34a).
La vida en común de la iglesia primitiva seguía el modelo de Jesús con sus discípulos. Es razonable pensar que en este detalle de la iglesia había fuertes deseos de imitar a su Maestro. La apertura de Jesús hacia los pobres y su enseñanza sobre una mayordomía integral de la vida eran los móviles vivos para la comunidad de la fe en Jerusalén. Consideramos los principios de mayordomía de mucha importancia:
‑Dios primero y dueño de todo.
‑Una ciudadanía del reino como algo sumamente importante.
‑La presencia del Rey y el deseo de obedecer su voluntad.
‑La ética del reino destacando una justicia social y el amor al prójimo.
‑Los bienes materiales como una parte de una mayordomía integral.
‑El llamado de Dios a administrar los bienes sabiamente para el bienestar de otros.
‑Es de más bendición dar que recibir.
‑La actitud de siervo debe de prevalecer.
‑Lo material que le tocaría a cada uno no es necesariamente igual, y en medio de la pobreza material puede haber un gozo de dependencia con su Sustentador.
Al compartir, al vivir un auténtico amor por el prójimo, había un impacto en la sociedad. Algunos comentaristas mencionan que una de las razones para esta vida en común era por el concepto de la cercanía de la segunda venida del Señor. Por esta razón era más fácil vivir vendiendo las propiedades y los bienes para entregar a todo el grupo. Sin embargo, consideramos la postura del Dr. Knowling que no ve esto como la primera y más fuerte motivación en los creyentes. Él estima que esta manera de vivir depende del ejemplo de Jesús y de la idea cristiana de una transformación social en el medio ambiente. Este modelo es de un servicio y paciencia demostrada en el Señor Jesús, quien era el Gran Amigo del pobre, oprimido y débil (101).
Es interesante que aun con una vida en común y una demostración hacia los necesitados, con el tiempo Dios permitió la persecución, la disminución de recursos y la terminación de una prosperidad económica en la iglesia de Jerusalén. Con la escasez y el hambre, los hermanos en Jerusalén tenían que vivir aprendiendo a recibir de otros hermanos. No es fácil, a veces, recibir de otros.
Alabanza y la Vida Devocional
“Comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo” (Hch. 2:46b y 47a).
En medio de la confraternidad y alegría cristiana por un lado, y el favor que se gozaba en el pueblo en ese momento estaba la actividad comunitaria de la alabanza a Dios. En el siguiente capítulo la reacción del hombre cojo quien fue sanado es capturada por Lucas al decir que él saltaba y alababa a Dios. Fue como una respuesta al milagro de Dios en su vida ‑‑aquello de alabarle. “Todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.”
El sentido de afirmación y alabanza en el reconocimiento del alto Dios vemos también en las frases iniciales de la oración de los hermanos cuando Pedro y Juan fueron soltados y puestos en libertad. Es ese reconocimiento de la persona misma de Dios que daba base a su alabanza. Dijeron:
“Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay” (Hch. 4:24).
Para los primeros hermanos, el concepto de Dios que ellos expresaron tenía tremendas facetas. El Dios grande era y es Aquel
‑que derrama de su Espíritu sobre toda carne (2:18).
‑quien da “prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra” (2:19).
‑”Señor, grande y manifiesto” (2:20).
‑que ha levantado a Jesucristo de la muerte “sueltos los dolores de la muerte” (2:24).
‑”Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (3:13).
‑que cumple lo que antes anunció por la boca de todos sus profetas. (3:18).
‑el Dios del pacto, fiel a su promesa de bendición para todas las familias de la tierra. (3:25).
‑que ha exaltado a Jesucristo “con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (5:31).
‑que da el Espíritu Santo a los que le obedecen. (5:32).
‑Dios de gloria (7:2) y quien ha conducido al pueblo hebreo en su historia.
‑Altísimo que “no habita en templos hechos de mano” porque “El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies” (7:48, 49).
Con el rico trasfondo del Antiguo Testamento el concepto grande de Dios se desarrolla en la iglesia primitiva ‑‑Dios Altísimo, grande, fuerte, poderoso, activo y dinámico en la historia. El Dios que es fiel y cumple. El que, sobre todo, se demuestra en su Hijo Jesucristo, dando como climax de su poder, el hecho de levantarle de los muertos.
La alabanza del pueblo cristiano también reciba su modelo de la vida terrenal de Jesucristo. Con certeza los primeros discípulos se acordaron de la conversación de Jesús con la mujer samaritana cuando ella planteó la cuestión sobre el lugar de adoración. Jesús le contestó:
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que l
e adoren” (Jn. 4:23).
En el clima de alabanza Jesús nació. Su madre, al estar con Elizabet y al recibir la salutación de bendición, exclamó:
“Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lc. 1:46b, 47).
Con el anuncio del ángel a los pastores, repentinamente una multitud de las huestes celestiales apareció, alabando a Dios y diciendo:
“¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (Lc. 2:14).
Aquellos pastores volvieron después de su adoración al niño, “glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto” (Lc. 2:20).
Jesús vivía esa vida de alabanza y bendición recomendada en el pueblo hebreo. ¡Qué hermoso verlo en medio de la multitud, levantando los panes y peces para la bendición! ¡Y qué privilegio acercarnos a aquellos momentos con sus discípulos en la Cena del Señor y escucharle en su bendición! Honraba a su Padre. Le magnificaba en medio de la gente. Lo vemos con los niños, bendiciéndolos y en el tiempo de su ascensión, “alzando sus manos, los bendijo”. La Palabra dice que al estar bendiciendo a sus discípulos, él se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Para los discípulos un recuerdo muy hermoso de Jesús fue en su gran invitación. En esa hora Jesús “se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre. . .” (Lc. 10:21). Viendo su ejemplo y ese modelo de alabanza, no es raro, pues, que los primeros discípulos se caracterizaron por la alabanza. Lucas termina su Evangelio con la frase:
“y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén” (24:53).
Unidad
La unidad expresada por los primeros cristianos era otra característica notable de la iglesia en Jerusalén. Esa clase de unidad es un poderoso testimonio a los de afuera. También apuntamos hacia la unidad del Espíritu en las nuevas congregaciones de nuestros días. Las expresiones que nos indican una unidad son:
‑ “La comunión unos con otros” (2:42).
‑ “Todos los que habían creído estaban juntos” (2:44).
‑ “y tenían en común todas las cosas” (2:44).
‑ “Y perseverando unánimes cada día en el templo” (2:46).
‑ “la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma” (4:32).
La unidad también fue expresada en este grupo antes de la venida del Espíritu Santo. Jesús dijo a los discípulos que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre.
“Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego” (Hch. 1:14) durante ese tiempo de espera y cuando llegó el día señalado por el Señor, “estaban todos unánimes juntos” (Hch. 2:1).
Esta característica de unión y unidad se debe al amor divino. La oración de intercesión de Jesús demuestra cuan importante para Jesús es esa unidad. El oraba a su Padre:
‑ “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros . . .” (Jn. 17:21).
‑ “para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad” (Jn. 17:22, 23).
Pocas horas antes de esa oración Jesús les dio a los discípulos un nuevo mandamiento ‑‑el mandamiento de amor los unos con los otros. El dijo que “en esto conocerán todos que sois mis discípulos” (Jn. 13:35).
Los ataques en Jerusalén posteriormente contra la unidad son una muestra de que no siempre es fácil matenerse unidos. La división en el pueblo resultaba en persecución. Ananías y Safira no se mantuvieron en esa unidad de fe y propósito. Las muertes de Esteban y Santiago señalan algo de esa lucha. La polémica entre hermanos sobre el valor de la circuncisión, más tarde, demostraba que no han de faltar problemas y asechanzas que perjudican la unidad. Y, ¿qué de la murmuración de las viudas sobre la falta de atención y servicio en la distribución diaria?
No, no resulta fácil aún en nuestros tiempos esa hermosa característica de la unidad. Podremos atender a ese lema que dice:
“En las cosas esenciales: Unidad
En las cosas no esenciales: Libertad
En las diferencias: Amor
y en todos ‑ Cristo.”
Nuevos Discípulos ‑ Crecimiento Numérico
Los grupos de personas involucradas en la comunidad cristiana de Jerusalén no eran pocos en número. Lucas menciona en diferentes lugares este crecimiento del número de discípulos. Eran personas que se convirtieron a Cristo y se congregaban. A los 120 que estaban en el momento de la venida del Espíritu Santo, “se añadieron” como tres mil personas, habiendo escuchado el mensaje de Pedro con arrepentimiento y fe y bautizándose después.
En el mismo capítulo 2, al conversar de la vida congregacional de Jerusalén, Lucas termina con esta observación: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (2:47). La evangelización, el hacer discípulos nuevos o el ganar a las almas era una característica de la iglesia. Antes de que hubiera pasado mucho tiempo “muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (4:4). Esto continuaba aún después de la etapa inicial de la persecución cuando Lucas comentó: “Y los que cr
eían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres” (5:14).
Con diferentes expresiones Dios nos hace entender esa expansión en la congregación de Jerusalén. Palabras como “muchos”, “todos fueron llenos del Espíritu Santo”, “con gran poder”, “abundante gracia”, “aumentaban más”, “habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina”, “como creciera el número de los discípulos”, y “se multiplicaba grandemente” expresan el impacto del evangelio en muchas vidas.
No era un crecimiento numérico superficial o de un impulso que tomó la masa de gente solamente para hacer una “decisión o profesión de fe”. ¡No! Era un crecimiento en el número de personas relacionado en salvación con el eterno Dios. Su vida llevó la estampa de una profunda transformación. Sí, una transformación espiritual en cuanto a su reconciliación con Dios, y una transformación en el ambiente social.
El lector de Hechos no puede ignorar el impacto que la comunidad de fe hizo en Jerusalén. Esto era tanto negativamente como positivamente. Las palabras del texto nos hablan de este impacto:
‑ “Y sobrevino temor a toda persona” (Hch. 2:43).
‑ “y teniendo favor con todo el pueblo” (2:47).
‑ todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. “y se llenaron de asombro y espanto” (3:9, 10).
‑ “todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos” (3:11).
‑ “vinieron sobre ellos los sacerdotes. . . resentidos de que enseñasen al pueblo” (4:1, 2).
‑ “no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho” (4:21).
‑ “Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas” (5:11).
‑ “De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente” (5:13).
‑ “Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos . . .” (5:16).
‑ “los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo” (5:26).
‑ “Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina” (5:28).
Nos preguntamos, ¿cuáles fueron los beneficios en el pueblo de que un número así creyera? Los milagros de sanidad, la liberación de los atormentados por los espíritus inmundos, la reverencia ante Dios, la consideración de la alabanza y adoración a Dios, la enseñanza del reino de Cristo y el ejemplo de una vida en común eran parte de este resultado. Podemos decir, gracias a Dios por la Kerigma, la Koinonia y la Diaconia (la predicación, la comunión y el servicio). Seguramente estas son tres de las características de la iglesia de Jerusalén. Pero todas ellas apuntan hacia la transformación de preciosas personas. Personas reales en necesidad de reconciliación con Dios. Estamos de acuerdo con el Dr. Van Engen quien comenta que lamentablemente al conversar de lo esencial de la iglesia, muchas veces la gente toma en poco el crecimiento numérico de la iglesia primitiva. La extensión de vida eterna a muchas otras personas precisamente es la meta y lo significativo de la predicación, comunión y servicio (1981:181).
La Iglesia y Su Mundo
Fuente: Eduardo Pentecost
Las características de la iglesia de Jerusalén apuntan hacia una dinámica interior de relación entre hermanos ‑‑una fuerza centrípeta‑‑ pero también una dinámica hacia nuestro mundo que es centrífuga. El diagrama del Dr. E. Pentecost nos ilustra esa dinámica (57).
Desde sus comienzos la iglesia de Jerusalén presenta este modelo. ¿No será que una iglesia nueva del siglo 20 debería también reflejar este modelo?
Problemas y Persecución
La iglesia de Jerusalén como modelo también nos presenta un ejemplo de una congregación que soportaba varios problemas y persecuciones. No nos deberíamos sorprender si experimentaramos lo mismo en abrir obra nueva. Los problemas específicos que tuvieron que enfrentar eran la elección del sucesor de Judas, el fraude o el
engaño por parte de Ananías y Safira, la murmuración de los griegos contra los hebreos sobre la distribución diaria, y más tarde la cuestión doctrinal referente a cómo recibir la salvación.
Los primeros hermanos buscaban soluciones a estos problemas. Su ejemplo de querer agradar a Dios sobre todas las cosas, la entrega intensa de oración, el buen funcionamiento de los dones espirituales (con Ananías y Safira ‑ el discernimiento por parte de Pedro), la convocación de los hermanos para plantear el problema y luego la elección de siervos que podrían atender a las necesidades nos llaman la atención para una nueva iglesia.
Esta búsqueda de soluciones nos habla de la importancia del liderazgo y su buena función. Nos habla de una comunidad que puede recibir una sugerencia o consejo, pero una congregación que tomará su propia decisión. El liderazgo sabía de su papel ‑ y entraba para solucionar los problemas. No los vemos lavándose las manos y diciendo que “esto no nos compete a nosotros”. Por el contrario, los vemos como personas comprometidas y dispuestas. Pero dispuestas a que los demás hermanos tomaran su actividad, su respo
nsabilidad y sus privilegios. Era una hermosa combinación entre liderazgo y los demás seguidores.
La búsqueda de soluciones en estos problemas también nos enseña la importancia de vidas espirituales de santidad y una profunda experiencia con el Señor. Buscaban personas con una calidad espiritual. Lo grave en el caso de Ananías y Safira era la hipocresía de sus vidas, pensando que podrían mentir al Espíritu Santo. Hubo una falta de espiritualidad. En cambio, los apóstoles buscaban esa calidad de vida al animar a la multitud a buscar,
“de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hch. 6:3).
Son requisitos espirituales . . . el buen testimonio, la llenura del Espíritu Santo y sabiduría. No podemos hacer caso omiso a este ejemplo, pensando que la solución puede exisitir a través de personas que no reunen las características profundamente espirituales. Sin embargo, es interesante notar que personas nuevas pueden tener estos requisitos. No necesariamente tendremos que esperar años en una obra nueva a que las personas tengan estas cualidades. ¡Sí, se necesita algo de tiempo en el “buen testimonio”, pero no por ello se habla de años! Y, ¿no puede uno muy nuevo ser lleno del Espíritu Santo? ¿No puede una persona nueva recibir y poner por práctica el don espiritual de sabiduría?
Los problemas de la iglesia de Jerusalén también nos enseñan la manera de soportar la persecución. En cierto sentido los discípulos contaron con la oposición y la persecución. Lo vieron atentamente en su Señor. Él les dijo también:
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33b).
En esa oración de intercesión Jesús oraba a su Padre:
“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (17:14).
¿Cuáles son las lecciones de Jerusalén referente a la persecución que podrían ser aplicables en una obra nueva?
- Contar con oposición ‑ muchas veces de personas religiosas que se sienten amenazadas con la nueva predicación del evangelio.
- Contar con la oposición satánica. Él no duerme, sino está en oposición a cada paso. Esto es tanto a nivel interno como en su oposición desde fuera del grupo.
- Aprender de las defensas de Pedro y Juan ante el concilio en cuanto a su exaltación de Jesucristo. No discutieron las cuestiones de segunda importancia, sino con fuerza hablaron ante las autoridades de la grandeza de Jesucristo y de su eficacia en las vidas de los hombres.
- Con la ayuda del Espíritu Santo (Jesús les prometió su ayuda ‑ Mt. 10:19‑21) tuvieron qué responder a sus acusadores y pudieron hablar con denuedo. ¡Qué hermoso que “les reconocían que habían estado con Jesús”!
- Las circunstancias de la persecución pueden variar, desde la amenaza verbal hasta el martirio como vemos en Esteban y Santiago. Sí, son palabras muy fuertes que describen el ambiente:
“echaron mano, y los pusieron en la cárcel” (Hch. 4:3).
“les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús” (4:18).
“oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos” (5:33).
“después de azotarlos, les intimaron que no hablasen. . .” (5:40).
“y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio” (6:12).
“se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él” (7:54).
“Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon;” (7:57, 58a).
Las amenazas, los gritos, la intimación, las presiones, la ira y el enojo, la falta de razón en cuanto a la verdad, los azotes, las piedras, los empujones y el encarcelamiento son características que creaban el ambiente de persecución. Pero, ¡qué hermoso valor notamos en nuestros primeros hermanos! ¡Qué manera de vivir!
- Una convicción muy profunda notamos en cuanto a la obediencia a Dios encima de las presiones. Pedro y Juan respondieron: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;” y “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 4:19, 5:29).
- No era fácil sufrir física y sociológicamente. Pero tomaron fe y nos sorprenden las palabras de que estaban “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (5:41). ¡Gozo en medio del sufrimiento! ¡Qué lección!
- El convencimiento de hacer la voluntad de Dios era tal, que a pesar del sufrimiento había una continuidad de acción. Los apóstoles Pedro y Juan no acataron la orden de parar sus actividades. “No cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.” Esteban continuaba firme en su fe en todo momento de su martirio.
- En la persecución no se desviaba en el enfoque principal de su vida ‑ Jesucristo mismo. “En ningún otro hay salvación”, y en el caso de Esteban, “puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús . . .” De ese enfoque se desprendía una fortaleza y una firmeza de vida.
10 El sufrimiento y persecución causó la extensión del evangelio. “Los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.” En Antioquía, también, la persecución resultó ser un momento de extensión. Otras personas escucharon y creyeron.
11 Tanto los milagros efectuados por la mano de los apóstoles como la predicación de la Palabra fueron motivos que provocaron la persecución.
12 La actitud de Esteban frente a sus acusadores y luego ante los que iban a matarle es llamativa. Igual como su Señor, él pedía en oración por los que estaban en su contra diciendo: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (7:60). ¡Qué belleza de perdón y de humildad en medio de esa lluvia de piedras!
13 El liderazgo sufrió la persecución. También hermanos miembros, de los cuales sus nombres no conocemos, sufrieron las duras pruebas de la persecución. Casas de familias enteras fueron afectadas en lo que Saulo hizo. Él “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres” (8:3).
Sí, gente común, familias enteras, mujeres y niños sintieron los resultados de la persecución.
- En uno de los casos, Dios intervino para dar una liberación a Pedro. Vemos el contraste en las cosas de Esteban y de Santiago. No hubo tal liberación con ellos en el sentido material. Sin embargo, todos eran fieles al Señor, “venga lo que venga”. El mismo Dios estaba presente con ellos en todos los eventos sea en la muerte, o sea en la liberación física.
- La importancia de la oración se destaca. Se ve cuando los apóstoles Pedro y Juan fueron liberados (Hechos 4), así como cuando Pedro se liberó. Él llegó a la casa de María, la madre de Juan, y encontró a muchos que “estaban reunidos orando”. (12:12).
Estas son lecciones dadas como ejemplos para nuestra realidad. Nos toca a veces la dura persecución, igual que los momentos de “favor con todo el pueblo”. ¡Qué seamos como los primeros cristianos, mirando a Jesús, obediente y fiel a su llamamiento y con la misma clase de determinación a que la voluntad de Dios se cumpla!
Maneras de Mirar a la Iglesia Primitiva
Existen diferentes maneras de mirar a la iglesia en Jerusalén. Y qué bueno, porque estas maneras nos enriquecen. Con la idea de crecimiento, el Dr. Juan Carlos Miranda propone que se vea el modelo de Jerusalén en los términos de su crecimiento (1).
‑ Crecimiento espiritual e interno. (Hch. 2:42).
‑ Crecimiento corporal ‑ juntos. (2:42).
‑ Crecimiento social ‑ hacia afuera. (2:47).
‑ Crecimiento del número de personas. (2:47).
Decimos, ¡qué bendición poder crecer y desarrollarse, no sólo en el sentido del número de personas, sino en una calidad de vida espiritual!
El Dr. Juan Stott presenta otra forma de contemplar la iglesia a través de cuatro características notables.[3]
- Una iglesia llena del Espíritu Santo que se destaca por su instrucción apostólica.
- Una comunidad que participa en KOINONIA, sintiendo el mismo amor, perteneciendo al mismo cuerpo.
- Una congregación marcada por su alto nivel de adoración, alabanza y oración.
- Un bando de militantes que proclaman sin tregua el señorío de Cristo.
El hermano Stott usa las palabras “iglesia”, “comunidad”, “congregación” y “bando de militantes”. La iglesia primitiva estaba llena de una instrucción apostólica, amor, sentido de cuerpo, alabanza, oración y proclamación. La llenura del Espíritu Santo y el entendimiento del señorío de Cristo gobernaban la vida de los discípulos. Las “marcas” del amor y de ese señorío estaban en evidencia.
Otra forma de ver las características de la iglesia primitiva es del Dr. Peters (149).
Las Características de la Iglesia Apostólica
Notamos que la reverencia hacia Dios y el gozo de su vida congregacional ejercía un poder atrayente y atractivo para las demás personas. Con este diagrama la idea nos impacta de una iglesia multifacética que impacta globalmente. Todo junto daba una impresión de la vida de Dios en medio de la gente de Jerusalén.
El modelo de la iglesia en la Ciudad Santa nos desafía. La forma de su expresión, de autoctonía y arraigo en la cultura de ese tiempo, más los resultados demostrados tanto en su membresía como en la sociedad que le rodeaba nos trae este reto.
Anhelamos, también, en la obra donde el Señor nos tiene, esa frescura, esa dinámica de poder y esa transformación de vida.
[1]El Dr. Klem sigue el estudio amplio de Joachim Jeremías 1977.
[2]Reconocemos que existen problemas textuales con la terminación del Evangelio de Marcos. La Versión Reina Valera de 1960 ha incluido este texto como parte del libro de Marcos.
[3]El Dr. Stott escribió un artículo sobre Hechos 2:42-47 que apareció en Argentina durante la útlima parte de los ’60. Ver la monografía “Manera de Mirar a la Iglesia” por Larson 1978.
Volver a la Guía de estudio;
Formación de Iglesias