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Formación de Iglesias
Dr. Pedro Larson
Introducción
Alguien recibe la Palabra. Es Palabra de Dios. La recibe en medio de su propia historia, en circunstancias particulares propias de su cultura. En un momento histórico singular que vive, la Palabra de Dios llega.
Puede ser como aquel hombre brujo, religioso, animista que escuchó en la India el mensaje cristiano. Solamente lo escuchó una vez. A corto tiempo de haberlo escuchado se enfrentó con la muerte. Al estar en el bosque, un árbol enorme se le cayó encima. Perdió la conciencia al estar aplastado. Se despertó, pero no podía moverse por el peso del tronco que le aprisionaba. A solas, sin ayuda, mal herido, este hombre contempló la muerte misma. No había salida. No vino ayuda. ¡Qué desesperación! “Y qué tal si clamo a este nuevo nombre, el nombre de Jesús? ¿Me ayudaría? Lo haré, sí lo clamaré. Quizás sea el Dios Grande.”
Al haber clamado con toda su fuerza, el hombre percibió que el tronco maravillosamente se levantó. Ya podía salir de su prisión. Arrastrándose llegó a casa. Con su familia y otros de su tribu, él narraba de su accidente y la milagrosa liberación. “El nombre de Cristo tiene poder”, él afirmaba. Con este testimonio su gente tomaba interés en el mensaje de Cristo. Buscaban la oportunidad de que el mensajero que llegara de otro pueblo tuviera una buena acogida. Las conversiones a Cristo, los bautismos públicos y la enseñanza cristiana comenzaban. Una iglesia más era plantada entre los Dafla de Assam, India.(Rema)
Al otro lado del mundo sucedió algo similar. No en las mismas condiciones culturales tribales orientales, sino occidentales ‑‑más precisamente en el sur de México.(Speck:6) Un traductor de las Escrituras llegaba al pueblo. Él necesitaba a personas que pudieran ayudarle a aprender el nuevo idioma. Inicialmente, un joven le ayudó por tres meses. Pero, con el tiempo le invadió a ese joven un temor profundo. Dejó de frecuentar la casa del misionero. Al verlo en la calle lo esquivaba. En un viaje caminando entre pueblos, un pequeño grupo, en el cual caminaba este joven de nombre Valente, fue atrapado en una emboscada. Se veía la cosa dura y con destrucción. Un amigo de Valente no pudo escaparse al monte y perdió la vida. Poco tiempo después, Valente estaba trabajando en su cafetal y lo asaltó un presentimiento. Venía gente con malas intenciones. A duras penas logró escaparse una vez más.
Todo esto le creaba una profunda angustia a este joven zapoteco. Batallaba consigo mismo para tomar una decisión de seguir a Cristo de lleno y de confesarle abiertamente. Su decisión fue profunda. Una vez que la tomó comenzó a compartir su fe en Cristo. Volvió al trabajo de la traducción del Nuevo Testamento, muchas veces invirtiendo catorce horas por día. Hubo muchos que también estaban aceptando este mensaje cristiano en medio de su cristopaganismo. Él era una de estas antorchas que ardía. Más de cien zapotecos se congregaban en torno a la Palabra de Dios. Valente tenía un testimonio ardiente, pero también tenía enemigos.
Con la elección de un nuevo jefe municipal, los cristianos de la congregación de Valente, junto con otros nuevos grupos, fueron puestos a prueba con una dura persecución. En medio de la pasión y una furia dirigida a los cristianos, el joven Valente perdió la vida. Trescientos cristianos huyeron, tomando refugio en la capital de su estado. Con el tiempo pudieron volver a su pueblo, San Lorenzo. Ahora reina la paz aparentemente. La fe cristiana se arraiga en otro pueblo zapoteco.
No sólo son las tribus, lenguas y pueblos los escenarios de la obra divina en el establecimiento de iglesias locales. Las ciudades también viven esta dinámica del Dios presente. En medio de las estructuras sociales más complejas, las personas tienen experiencias con Dios al vivir en una comunidad del Señor. Muchas veces su comienzo está en una casa donde el testimonio es compartido sencillamente. Los cantos, las oraciones, los hechos de servicio y amor, y la instrucción bíblica toman distintas formas de expresión. Pero, el resultado de una comunidad urbana de fe es similar en su esencia con las comunidades rurales o tribales.
Para muchas iglesias de América Latina, una parte de su esfuerzo y vida se dirige hacia el establecimiento de iglesias hijas en otros lugares. Surgen preguntas en ese esfuerzo como: ¿Cuáles son las pautas bíblicas para la obra nueva? ¿Cuáles son los ejemplos bíblicos que en nuestras circunstancias podremos poner por práctica? ¿Qué ayuda y enseñanza directa tenemos de Las Escrituras? ¿Qué enfoque tienen los modelos bíblicos en referencia a su contexto y los problemas de ese contexto?
Nuestro propósito para el siguiente trabajo es de observar, reflexionar y aplicar los materiales bíblicos que dan base y fundamento en cuanto a plantar iglesias. El presente trabajo no es un manual sobre “cómo” establecer iglesias paso por paso, sino es un intento de estudiar los modelos, patrones y temas bíblicos que más abiertamente tienen que ver con los comienzos de una iglesia local, o una comunidad de nuevos creyentes en Cristo.
La convicción nuestra es que la Palabra de Dios nos habla hoy. Está vigente y tiene confiabilidad en medio de nuestros contextos de pobreza, opresión u opulencia, sea urbano o rural. Dios habla hoy a través de su Palabra. El Espíritu Santo toma esta Palabra y la aplica para el extendimiento de su reino.
Sí, es nuestro anhelo que cada persona de cada familia, pueblo y cultura pudiera tener una oportunidad de palpar de cerca al organismo vivo de una comunidad del reino de Dios. Es cierto que verán seguramente las debilidades humanas y los fracasos, pero además tendrán el desafío del evangelio de Dios al contemplar los cambios efectuados en la vida de nuevos cristianos. Más allá de poder ver una transformación social es nuestro profundo deseo que cada persona pudiera ver a Jesús y responder a su llamado eterno.
Por lo tanto, existe una urgencia en nuestro mundo. Muchas son las personas que no ven una comunidad de fe. Muchos son los grupos (quizás u
nos 12,000) que no tienen un porcentaje significativo de cristianos en su propia cultura. ¿Tendrán ellos una oportunidad óptima de conocer la gracia de nuestro Señor si no nos esforzamos en
ir y hacer discípulos entre las naciones?
Confiamos en Dios de que el asentar las bases de plantar iglesias, el reflexionar sobre los modelos bíblicos, y la búsqueda de aplicación de pautas bíblicas sería un aporte para la glorificación de nuestro Dios en medio de los pueblos latinos. Deseamos ser más conscientes de la amplitud bíblica de esa enseñanza que va más allá que el libro de Los Hechos. La tremenda dinámica de ese poder se demuestra tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.
El plantar iglesias demanda una contextualización de los principios bíblicos. Demanda que aprendamos de otros hermanos ‑ de su entrega, fe, planes y metodología. Pero también continúa con nosotros la demanda de Dios en cuanto a su Palabra, su proyección y enfoque.
Para mis consiervos del reino, presento esta reflexión de materiales bíblicos, sintiendo que el plantar iglesias surge del corazón mismo de Dios. Él inicia, llama a sus siervos y los impulsa a cumplir su voluntad en el mundo. El hacer discípulos y la acción de congregarles en comunidad es parte de la obra de Dios.