Los Pobres
Rehenes de la Teología de la Liberación y
el Evangelio Social
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Pablo Santomauro
Desde la perspectiva de la Biblia, tanto el pobre como el rico, el oprimido y el opresor, son afectados por el pecado y tienen necesidad de salvación.
El Señor predicó el evangelio a los pobres, cierto. Aunque parezca extraño a algunos, el Señor predicó el mismo mensaje a los ricos (Lc. 5:32; 10:1-10). Más sorprendente puede ser el hecho de que Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P. 3:9).
Es cierto que Dios tiene una preocupación especial para con el pobre, y El mismo dice que la salvación es aceptada más abiertamente por los menos afortunados (Mt. 19:23). Sin embargo, el mensaje prioritario por sobre todo, desde Génesis a Apocalipsis, es que la preocupación más importante de Dios es para con los pecadores.
Si el teólogo de la liberación fuera imparcial en su interpretación de las Escrituras, y si no se aproximara a la Biblia con la presuposición de que es una versión temprana del manifiesto comunista, descubriría que la disparidad entre el rico y el pobre no es la causa de los problemas de la humanidad, sino que es nada más que una consecuencia del verdadero problema.
El primer objetivo para ser derrocado no es la burguesía, sino el pecado del hombre, su egoísmo y su avaricia. En lugar de una revolución política, lo que se necesita es una revolución en el corazón del hombre, y eso sólo lo puede lograr Cristo (2 Co. 5:17). Cristo no vino a ser un modelo de revolucionario sino a morir por los pecados del hombre.
La triste realidad es que algunos protestantes, en contra de la instrucción bíblica, adoptan las filosofías populares de la época para desarrollar su teología. Así como Orígenes adoptó el platonismo, Agustín el neo-platonismo, Aquino a Aristóteles, Bultmann al existencialismo, la Teología de la Liberación adoptó el marxismo, y en el proceso desarrolló “otro evangelio.”
Nuestra filosofía debe ser bíblica. Esto significa que debe haber razones exegéticas para las posiciones por las cuales reclamamos ser cristianos. Si no las hay, no tenemos el derecho a reclamar que nuestra visión es cristiana.
La Teología de la Liberación no comienza con Dios, comienza con el hombre, y este error fatal debe ser un llamado de alerta más que suficiente para no caer en el engaño. En el caso de los teólogos de la liberación, ya sabemos qué sistema importaron. Los problemas con esto son:
1) Cuando escarban en la Biblia para poder descubrir el sistema que quieren meter a fuerza en la Escritura, terminan maquillando pasajes, ignorando muchos textos y evitando la exégesis cuidadosa. Terminan haciendo teología especulativa en vez de teología exegética.
2) Una vez que han construido artificialmente un sistema, éste se convierte en más autoritativo que la Biblia misma. La doctrina no necesita estar basada en ningún texto, sino sólo en lo que ellos piensan que puede ser deducido del texto.
3) La Escritura ya no es considerada como la sustancia o el foco de revelación, sino que se le considera el paquete o la envoltura en la que el sistema nos es entregado.
4) Suponen que el sistema es necesario para obtener la “llave” que les permite abrir los componentes de la Escritura. Esto por sí mismo significa negar la claridad de las Escrituras.
5) Esta metodología reduccionista conduce a estos amigos a sel
eccionar arbitrariamente un tema en la Escritura (la situación del pobre), aislarlo y a absolutizarlo como la “llave.” Esto los lleva a reducir todas las demás ideas en la Escritura y embotellarlas en el tema de su predilección.
Estos teólogos ignoran que la Escritura es multitemática, multidimensional, y por sobre todo, centralizada en Cristo. De ahí la falla de los teólogos de la liberación en reconocer que un número de temas que comienzan en Génesis son desarrollados a posteriori en la Escritura. De la forma en que una cuerda tiene muchas fibras que se extienden de principio a fin, la Biblia hace lo mismo con muchos temas. Seleccionar un solo tema y reducir toda la Escritura a ese tema, esteriliza la Biblia y la reduce a una revelación unidimensional.
Lamentablemente, la fijación natural con un solo sistema tiene como consecuencia trágica (o efecto práctico) el aislamiento y la imposibilidad de aprender de otros planteos. Cuando ellos consideran su sistema como el “verdadero sistema”, muestran su arrogancia y desprecio todo lo que otros puedan decir.
Lamentablemente están paralizados por su propia contradicción hegeliana, es decir, sugieren y sueñan con una sociedad de corte marxista benevolente (con pincelazos cristianos) pero saben que para intentar lograrla se necesita la fuerza de las armas. Pero su identificación cristiana les impide presentar propuestas claras e inmediatas porque saben que para que la clase gobernante pierda el poder debe correr sangre.
Como además están atrapados en su interpretación del mandamiento “no matarás”, es claro que no tienen más remedio que dejar que otros con sus mismos principios ideológicos, pero con más decisión o agallas, hagan la revolución. Yo considero que existe una hipocresía muy sutil, así como una cobardía básica, en aquellos teólogos que promueven la teología de la liberación aparte del uso de las armas. Con su retórica encienden pasiones, pero a la hora de la hora, prefieren tomar las “armas del amor”, como dijo un conocido mío partidario de la Teología de la Liberación.
Como resultado, la posición de estos ideólogos es parasitaria por excelencia. Parasitan en medio de los movimientos revolucionarios y parasitan en la Iglesia de Cristo. Los primeros los usan como ideólogos para ganar el apoyo de ciertos sectores sociales con inclinación hacia principios cristianos básicos, pero no comprometidos realmente con Cristo. La forma en que parasitan en la Iglesia es incrustando su evangelio marxista en la mayor medida posible en las iglesias evangélicas que carecen de liderazgo bíblico.
En segundo lugar, digamos que también están atrapados en la irracionalidad y el sincretismo de su propio sistema. Tienen que explicar por qué la propuesta marxista ha sido un fracaso a través de la historia. Han fracasado en mencionar un solo estado donde la justicia social, los derechos humanos, y todos los componentes de la utopía comunista se hayan cristalizado. No sólo no se ha podido lograr, sino que los resultados han sido exactamente lo contrario a lo esperado: pobreza, deterioramiento o ausencia de valores morales, cercenamiento de los derechos humanos, opresión, millones de muertos, derrumbe del sistema, etc. La cortina de humo para cubrir este fracaso es, por supuesto, echarle la culpa de todo al “imperialismo americano.” Siguen prendidos de la teoría de la dependencia, algo que los marxistas más inteligentes ya han abandonado por ser arto ingenua.
Más allá de eso, toda la retórica académica de los teólogos de la liberación queda reducida al nivel de cuentos para dormir a los niños. <>
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