Este artículo fue originalmente publicado en APOLOGÍA CRISTIANA Vol. 8 – Núm. 1. Centro de Investigaciones Religiosas, P.O. Box 846, Montebello, CA 90640 EE. UU. AF–052
Reseña del Libro
Los Banqueros de Dios
No es cierto que a los críticos de la Teología de la Prosperidad nos guste una iglesia llena de gente pobre, o que nos opongamos al progreso material de los hermanos. No, de ninguna manera. Como pastor comprometido con la grey que el Señor me ha encargado, quisiera que hubiese hermanos y hermanas prósperos en todo el sentido de la palabra, incluyendo el sentido financiero… No nos oponemos a la prosperidad sino a la Teología de la Prosperidad.”
Esto es lo que confiesa Martín Ocaña Flores, autor de Los Banqueros de Dios: Una aproximación evangélica a la Teología de la Prosperidad (Lima: Ediciones Puma, 2002), pp. 205-6. Con amplia documentación y una extensa bibliografía, Ocaña nos da un análisis acádemico, cuya lectura nos estimula a cuestionar cualquier evaluación rápida que hayamos hecho de las enseñanzas actuales sobre la prosperidad, la guerra espiritual, y la alabanza. Sin embargo, Los Banqueros de Dios también tiene sus defectos, que harán que algunos lectores se impacienten con el libro, o con su autor.
1.
En el primer capítulo, Ocaña comienza con un rápido repaso de seis acercamientos que han sido propuestos, por varios autores, a la teología de la prosperidad. Niega que la misma sea:
1) una auténtica teología bíblica,
2) un nuevo fundamentalismo,
3) una religiosidad popular evangélica,
4) una teología pentecostal,
5) una teología para tiempos postmodernos, o únicamente
6) la expresión de un cinismo religioso cuya intención es lucrar con la fe.
En el segundo capítulo, Ocaña describe al “neopentecostalismo”, dando sus razones por utilizar este término para denominar a los que creen formar parte de una “Tercera Ola” (según Peter Wagner), que creen en la guerra espiritual y la lectura teológica de las culturas, en el ministerio de liberación, la teología de la prosperidad (fe en la fe, confiésalo y reclámalo, y el éxito como derecho del creyente), la confesión positiva (o creativa) , la “renovación” de la alabanza y la preeminencia de las experiencias sobre la Palabra. Ocaña da un breve recuento de la historia del neopentecostalismo en el Perú y la influencia que ha tenido en iglesias allá.
La decisión de Ocaña de reunir a tantas corrientes teológicas y tacharlas a todas con el término “neopentecostalismo”, a mi parecer, es una falencia de este libro. Según Ocaña, John Wimber, Peter Wagner, Cindy Jacobs, Paul Yonggi Cho, Kenneth Copeland, Kenneth Hagin, Marcos Witt, Alberto Mottesi, Luis Palau y muchos más creen y predican casi lo mismo. Ocaña menciona, pero no profundiza, la relación que tiene el neopentecostalismo con la Nueva Era o con personajes como: William Kenyon, Norman Vincent Peale, y Napoleon Hill (pp. 28, 37, 38).
2.
Otra falencia es que Ocaña frecuentemente atribuye los peores motivos a los neopentecostales (muchas veces, sin dar notas al pie de la página para apoyar o dar documentación de lo que dice es verdad). Dice que “muchos pastores exigen que las donaciones [sean] a nombre de ellos” (p. 39); que en los cultos neopentecostales es común ver risas y vómitos “santos”e imitaciones de animales (p. 46, 47); que en lugar de plantar nuevas iglesias “la mayoría de las veces… opta por dividir una iglesia” (p. 50); que en el Perú han hecho “persecuciones a líderes y pastores… divisiones de iglesias, graves escándalos morales y financieros” (p. 61); que desean “culpar a otros… de los pecados y fallas personales” (p. 67); que las muchachas neopentecostales evangelizan “con ropa ligera o pantalones muy ceñidos” (p. 154); que “sólo los ingenuos o desinformados pueden creer que [la liturgia neopentecostal] se trata de un avivamiento del Espíritu Santo” (p. 158) y mucho más. Tales acusaciones muestran poco amor y una actitud poco pastoral hacia las personas engañadas por la teología de la prosperidad.
3.
El tercer capítulo tiene que ver con la hermenéutica de este movimiento, reconociendo que aunque “existen tantas hermenéuticas según el número de líderes neopentecostales y sus particulares énfasis”, sobre todo es “un discurso racional” donde el teólogo “recurre a la Biblia [y] encuentra leyes de la prosperidad (la ley de siembra y cosecha, la ley de los diezmos y ofrendas, y la ley del ciento por uno)” (pp. 100, 101, énfasis del autor). Por medio de
un análisis de Las cinco dimensiones de la prosperidad, libro por el Pastor Juan Capurro (Lima: Agua Viva, 1994), Ocaña muestra que la interpretación bíblica de “los neopentecostales” parte de supuestos que favorecen a los ricos, usa el lenguaje del mercado, es personalista y alegórica, y defiende “un estilo de vida de abundancia material”. Dicha hermenéutica también ignora el significado socio-histórico de la Biblia, sus géneros literarios, y la crítica bíblica en el análisis de los textos. Temas resaltados en la teología de la prosperidad son las leyes mencionadas y el pacto—o la obligación—que Dios tiene de bendecir a los suyos, mientras que la escatología, la cristología, y la pneumatología reciben escasa atención.
4.
El cuarto capítulo destaca tres áreas en que las iglesias neopentecostales presentan un desafío a las iglesias no pentecostales (evangélicas). Primero, la liturgia neopentecostal (el culto entusiástico, participativo, alegre) atrae al público cristiano y a los inconversos, a pesar de que—según Ocaña—le resta importancia a la Palabra, hace énfasis sólo en lo nuevo, y difunde la globalización de un tipo de cultura que no admite las diferencias. Segundo, la cosmovisión de los neopentecostales, que es un “reencantamiento del mundo” (p. 162), da lugar a una actividad misiológica efectiva, a una evangelización exitosa aunque deje aun lado “temas sustanciales… como el Reino de Dios, la centralidad de la Escritura… y el discipulado sacrificial” (p. 166). En este capítulo, Ocaña también hace una reseña crítica del libro Quiero Bendecirte para que seas Grande, por David Lozano Pérez (Lima: La Luz, 1998).
5.
El quinto y último capítulo de Los Banqueros de Dios reúne “tres ensayos [para] aportar algunos criterios bíblico-teológicos para un diálogo maduro y autocrítico acerca de la misión de la iglesia en este tercer milenio” (p. 179).
El primer ensayo sostiene que debemos usar discernimiento antes de decidir si un “avivamiento” verdaderamente ¡lo es! Además, Ocaña sugiere que como el apóstol Pablo aborda el tema de los dones en tres momentos distintos de su ministerio, y la cantidad de dones se reduce con el pasar con el pasar del tiempo (de dieciséis en 1 Corintios 12-14, a siete en Romanos 12:6-8, y a cuatro en Efesios 4:11-12), que esto es significativo para la iglesia.
El segundo ensayo destaca cómo los ordenamientos político-económicos inciden de forma directa en la teología—tanto neopentecostal como católica (ver p. 197) —y en la espiritualidad. Ocaña dice:
“creemos que si alguien se dice cristiano y a la vez es partidario del libre mercado, entonces algo anda mal, es una contradicción. Puede ser o uno u otro, pero no ambos a la vez” ya que el apoyo del mercado libre exige “la cosificación de las personas…, la humanización del capital, la mercancía y las riquezas, y la divinización del presente orden mundial” (p. 199). A pesar de que existen evidencias de que la globalización no es mala—por ejemplo, la más reciente encuesta del Banco Mundial
(ver http://yaleglobal.yale.edu/-display.ar-ticle?id=1934)—y que existen otros acercamientos cristianos al tema, Ocaña no los presenta ni debate.
El tercer ensayo de este capítulo final presenta una alternativa a la teología de la prosperidad: una teología bíblica del bienestar humano. Ocaña presenta su lectura de la Biblia de manera ordenada, de Génesis a Apocalípsis, con muchas citas y ejemplos. Con el concepto de shalom, Ocaña muestra que nos dice Dios acerca de la prosperidad, que ésta no se limita a las posesiones materiales, sino que es
Los Banqueros de Dios es un libro indispensable sobre el tema de la prosperidad. A pesar de unas fallas, esta obra de Ocaña es una importantísima contribución al estudio de este movimiento religioso que ha afectado a las iglesias en Perú y toda América Latina. Todo estudiante serio, no importa cuál sea su orientación teológica o su experiencia cristiana, podrá beneficiarse de este libro.
15 de enero, 2004
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