Imitando al Mundo: Evolución mercantilista de
la música cristiana
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
(1 Jn. 2:15-17)
Una vez más me siento inclinado a escribir acerca de una tendencia ya claramente definida que podemos observar en lo que muchos reconocen es el lucrativo mercado de la música sacra. Leyendo algunas noticias cristianas, me topé con un anuncio de un nuevo “Reality Show” que se estará llevando a cabo en Puerto Rico, donde una gran cantidad de jóvenes cantantes cristianos estarán participando. En el mismo se seleccionarán a dos ganadores basándose en varios renglones de competencia. Los que “ganen” tendrán la oportunidad de poder lanzarse a la fama mediante producciones discográficas, cambios de imagen (look), viaje en crucero para dos, y la entrada al ambicioso y lucrativo mundo del espectáculo. Y no podemos dejar fuera las cuantiosas ganancias que obtendrán los promotores de este evento, mediante la explotación del talento de estos jóvenes.
¿Cuál es el problema? Contesto con otra pregunta: ¿dónde está el nombre y la gloria de Cristo en todo esto? ¿De qué forma el reino de Dios y su justicia es proclamado en estos espectáculos? El centro de todo, una vez más no es Dios ni el Evangelio, sino las habilidades y los talentos de los participantes. A la inversa del espíritu de Juan el Bautista donde buscaba menguar él para que Cristo fuese exaltado. En todo esto ocurre lo opuesto; Cristo mengua, y quien es exaltado es el hombre; los síntomas obvios de un sistema religioso decadente y pernicioso.
La música cristiana no es el único renglón en donde podemos observar este patrón. También podemos encontrarlo en otras áreas de la vida de la iglesia, incluyendo el mismo culto cristiano que cada vez se van convirtiendo en muchos lugares en un culto a la personalidad y al carisma de ciertos predicadores. El cristianismo en occidente está ya manifestando los síntomas de una enfermedad que le está carcomiendo desde adentro. Con sus astutas estratagemas, Satanás ha logrado penetrar dentro de la iglesia disfrazado de inocente entretenimiento y fama, mientras se percibe el creciente menosprecio de millones de evangélicos a todo lo que la Biblia enseña que es vital para la salud espiritual del creyente: la oración, el ministerio de la Palabra, las misiones y la evangelización cristocéntrica.
¿Es que acaso la iglesia cristiana no tiene nada que ofrecer cuando tiene que recurrir al plagio de las cosas que inventan los mundanos? ¿Hay que amoldarnos a los estilos del mundo para ser relevantes y atractivos? Cuando el apóstol Juan instruyó a los creyentes a no amar al mundo, ni las cosas del mundo, ciertamente no se refería a dejar de amar a los perdidos ni odiar a los mundanos. Si así fuera, el pasaje no estaría en acuerdo con otros textos del Nuevo Testamento que nos instruyen a amar a todo el mundo. Juan se refería precisamente a lo que he estado tratando en este escrito: a no imitar ni amoldarnos a los criterios establecidos por el sistema mundano que nos rodea.
¿Pero cómo se inició todo esto? Recuerdo cuando para la década de los 80 apareció en escena lo que se llamó el Movimiento de la Restauración de las Artes y la Alabanza. Como muchas cosas en sus comienzos, este movimiento tuvo en sus inicios algunos elementos positivos. Uno de ellos era crear conciencia de la importancia de la adoración genuina en la vida del creyente y del cuerpo de Cristo. Sin embargo, con el tiempo el movimiento comenzó a apartarse de sus parámetros iniciales. Se introdujo el elemento de adoptar los estilos judíos, la llamada danza hebrea y una serie de simbolismos que realmente provenían de la cábala hebrea,(1) pues no existe en la Biblia nada que muestre cómo realmente era la música hebrea en el templo veterotestamentario. Las iglesias fueron abandonando sus estilos peculiares y culturales y se fue creando una uniformidad en la adoración de tal manera que usted podía viajar por todo el continente americano y observar los mismos estilos en las iglesias desde México hasta Argentina.
Poco a poco la adoración se fue mudando de enfoque, de uno dirigido a Dios como centro de todo, a uno dirigido a los talentos y habilidades de los “artistas” cristianos. En algunas iglesias se establecieron “escuelas de bellas artes” para enseñar a los jóvenes a cómo danzar, cantar y tocar instrumentos. No hay nada malo en eso, pero el asunto es que poco a poco todo se fue desviando de algo dirigido a la gloria de Dios a lo dirigido a engrandecer al hombre. Entonces los intérpretes de la música sacra comenzaron a llamarse salmistas y artistas cristianos. Es interesante como uno nota el cambio en las carátulas de los discos de antes y los más recientes. Hasta el atuendo de los cantantes de la música cristiana pop es una copia de los atuendos de los intérpretes seculares. Aparecieron las bandas de música rock metálica, y hasta surgieron las de “Black Metal”(2). Y llegó el raeggetón cristiano con sus intérpretes imitando la vestimenta y los gestos de los cantantes mundanos, con tatuajes, pantallas y su estilo estrafalario callejero. La justificación: si queremos ganar al mundo para Dios, tenemos que volvernos como ellos; el viejo refrán, si no puedes vencerlos, únete a ellos.
Este mismo patrón degenerativo se observa en los intérpretes de la balada sacra con sus estilos cargados de sensualidad donde uno no puede distinguir si una canción va dirigida a Dios o a algún amante o enamorado. Los mismos gritos de éxtasis que se escuchaban en los conciertos de los Beatles y que se escuchan en otros conciertos mundanos, ahora se escuchan también en conciertos cristianos. Los artistas cristianos tienen también sus “fans clubs” y firman autógrafos como sus primos cercanos.
Cada vez más todo esto va sabiendo menos a la sal de Cristo y más a tierra mundana; y si la sal pierde su sabor, ya no tiene utilidad. Si observamos la trayectoria de muchos de estos intérpretes veremos dos vertientes que se mueven desde dos direcciones distintas, pero ambas terminan en el mismo lugar. Unos se mueven desde los púlpitos de las iglesias hacia los grandes escenarios. Otros se mueven desde los escenarios seculares donde ya no gozan de tanta popularidad, hacia los mismos escenarios de los anteriores. Unos movidos por el deseo de hacerse famosos; los otros por el deseo de incursionar en nuevos mercados lucrativos.
No debemos echar toda la culpa de lo que ha sucedido con la evolución mercantilista de la música cristiana, a los exponentes de la misma. El problema nació en la misma iglesia. De hecho, todo lo que ha venido sucediendo desde unas décadas hasta el presente es resultado de la crisis que vive la iglesia cristiana en su alejamiento de los principios de la Escritura y su entrada en la comercialización de la fe. Muchas mega-iglesias se convirtieron en los escenarios idóneos para lanzar a la fama a muchos artistas cristianos; y no es casualidad que la mayoría de ellas fueron iglesias sumergidas en el engaño del “evangelio de la prosperidad”. Antes de los conciertos llegar a los grandes estadios y auditorios seculares, llegaron primero a los altares de muchas mega-iglesias, con todo y efectos de luces, efectos de humo y pantallas gigantes. Y ahora la gama de escenarios incluye también las tarimas de las fiestas patronales y los estudios de televisión de programas inmorales. Hoy día la “farándula cristiana” hasta cuenta ya con sus propios escándalos, dignos de aparecer en las portadas de revistas de chismes faranduleros.
El cristianismo híbrido
Un híbrido es la unión de dos especies o cosas distintas en una sola. Por ejemplo, hoy tenemos los automóviles híbridos que funcionan con gasolina y con energía eléctrica. Pero también hoy tenemos cristianos que son híbridos. Pretenden funcionar como cristianos y como mundanos al mismo tiempo tratando de mezclar dos elementos que son mutuamente excluyentes. Jesús dijo: “no podéis servir a dos señores al mismo tiempo” (Mt. 6:24). Cuando observamos a famosos artistas cristianos, vemos lo híbrido claramente manifestado en sus vidas. Hablan de Dios, cantan acerca de Dios, pero también cantan canciones mundanas y hacen contratos con los impíos para ganar fama y dinero. ¿De una misma fuente, puede brotar agua dulce y amarga al mismo tiempo? (Stgo. 3:11) En realidad lo que ocurre es que se trata de bautizar con espiritualidad lo que en realidad son intenciones carnales; una práctica muy común hoy dentro del pueblo cristiano. Se trata de disfrazar de motivaciones espirituales lo que en realidad son metas personales egoístas, y de esa manera se luce bien ante la comunidad cristiana.
Los que toman la piedad como fuente de ganancia son expertos en aparentar lo que no son. Es exactamente lo mismo que ocurre cuando los predicadores de la prosperidad les dicen a las personas que depositen muchas ofrendas para que “siembren” en el reino y obtengan bendiciones y milagros, cuando en realidad sus intenciones son mantener sus “jets” privados, mansiones y autos lujosos. Es lamentable que haya un pueblo tan ignorante e ingenuo que se crea tales mentiras, pero lo hay. El mensaje que envían los mercantilistas de la música cristiana es: “oye, tú puedes usar a Dios como sello de goma para todo lo que te propongas y todo lo que desees hacer”. Es tiempo de que el liderato cristiano serio levante la bandera de peligro y contrarreste este esquema con enseñanza bíblica sólida.
¿Cuál será el destino que le espera al pueblo cristiano y al género de la música sacra? Observando la trayectoria de mucha de la música cristiana moderna, el panorama no resulta muy alentador. Con algunas notables excepciones, mucha de la “música cristiana” que está siendo producida se caracteriza por su contenido neutral. ¿A qué me refiero? No es una música cuyo mensaje contiene elementos como arrepentimiento, sacrificio de Cristo en el Calvario, obediencia, y otros temas que caracterizaban a los himnos antiguos.
Es una música de consumo genérico que lo mismo la compra el cristiano que el impío porque contiene mensajes positivistas, emocionales, y otros semejantes, característicos de la nueva espiritualidad neutral de la cultura postmoderna. No hay confrontación del pecador con el mensaje de la salvación, ni al creyente con el llamado a la santidad.A menos que ocurra algo sobrenatural, un verdadero despertar espiritual en el pueblo de Dios en esta parte del hemisferio, el cristianismo con todas sus vertientes se irá diluyendo dentro de una cultura pluralista que acepta todo bajo su sincretismo, que se muestra abierta a todo lo religioso y espiritual, pero no tolera el mensaje de la cruz de Cristo. Por supuesto, siempre quedará en pie un remanente fiel que tiene discernimiento espiritual y no doblará sus rodillas ante los baales de este siglo.
Notas
1 La Cabalá o más correctamente: Kabalá (en idioma hebreo קבלה, ‘recibir’) es una de las principales corrientes del esoterismo judío.
2 El a veces llamado Black Metal de la Vieja Escuela se caracteriza por un sonido crudo a base de guitarras con saturación en las frecuencias altas comunmente y batería acelerada trabajada al máximo (llamada en inglés blast beats, “ritmo relámpago”), instrumentación minimalista, voces guturales raspadas y agudas, muchas veces con un poco de efecto para crear un sonido como de ultratumba o un ambiente de bosques y montañas; todo ello para crear diferentes atmósferas que a su vez recrean sentimientos de maldad, oscuridad, melancolía, sabiduría y pasión.
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