La Homosexualidad hoy
En nuestra época, es evidente la oleada ascendente de la opinión de algunos grupos minoritarios que abogan por la tolerancia a la homosexualidad basándose en principios de derechos humanos y en el amor incluyente por los seres humanos, con la premisa de entenderlos como básicamente buenos. La contribución de los grupos de liderazgo eclesiástico a este tema ha favorecido no poco a esta ética de vida al declararse tibiamente al respecto, llegando en el extremo más dramático, a aceptar el ejercicio de trabajo sacerdotal de homosexuales activos.
En este contexto social, los creyentes cristianos se encuentran en gran confusión, y al enfrentar en sus comunidades problemas de homosexualidad femenina o masculina, no aciertan a definir una conducta apropiada.
Entre nosotros no debería haber ninguna confusión. La Palabra de Dios es clara, contundente al respecto; declara la conducta homosexual como abominable en Levíticos 18:22 y 20:13, y a causa de ella, la tierra vomitará a sus moradores (Levíticos 18.25). En el AT los practicantes israelitas de esta conducta, eran expulsados y ejecutados. Para aquellos que inmediatamente reclaman la Gracia bajo la que vivimos y denotan la ley de Dios –además de pasar por alto convenientemente las palabras de Jesús “no vengo a abolir la ley, sino a cumplirla” en Mateo 5:17-18- tenemos las palabras de Pablo, quien la llama “inmundicia” consecuencia de haber sido entregados por Dios a pasiones vergonzosas (Romanos 1:24-27) y nos dice que quienes practican la homosexualidad no entrarán al Reino de Dios. (1 Corintios 6:9,10). Pablo se refiere a ella como la última expresión de la rebelión a Dios y los describe inmersos en toda clase de pecados, recibiendo en si mismos las consecuencias de sus actos. (Recordemos el SIDA)
Los cristianos debemos pensar racionalmente al respecto, conocer que estas ideas y habladurías acerca de homosexualidad sustentada en supuestas razones genéticas, se ven totalmente derrotadas al remitirnos a Gen 1:27 y por la aceptación de fe “Dios no se equivoca”; en cambio aceptar bajo cualquier fundamento filosófico, humanista, científico o social la homosexualidad activa como algo predeterminado biológicamente, nos desvía hacia la supremacía del hombre sobre Dios.
¿Qué hacer entonces en estos casos dentro de nuestras iglesias? La palabra misma nos da la receta infalible, la curación, la santidad enviada a quienes la acepten en arrepentimiento en 1 Corintios 6:11. Ahí está nuestra tarea. Reconocer siempre que Dios ama al pecador, pero abomina el pecado. No hay modo de estar confundidos.
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