¿Cómo puede un Dios de amor mandar
exterminar pueblos enteros?
Estimado Hermano Pablo Santomauro:
Recientemente fui desafiado por un conocido que sostiene que Dios es un Dios vengativo y cruel, al menos en el Antiguo Testamento. Esta persona señaló algunas de las instancias en las cuales Dios ordenó la muerte de pueblos enteros, incluidos los niños, y finalizó su planteo preguntando: ¿Cómo es posible que los cristianos adoren un Dios que ordena la muerte de niños inocentes? Mi pregunta es, ¿qué clase de defensa puedo presentar yo ante tales argumentos?
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Estimado hermano:
En efecto, no podemos negar que el Antiguo Testamento presenta imágenes que son chocantes para la mente moderna y al mismo tiempo ignorante del contexto cultural y las coordenadas históricas de los relatos bíblicos.
Sabemos que Dios ordenó en Deuteronomio 7 que los israelitas destruyeran totalmente a los cananeos y otras seis naciones, y que no tuvieran misericordia en el proceso. Si retrocedemos un poco en la historia, podremos ver que Dios también ordenó la ejecución de todos los primogénitos egipcios. Ni mencionemos el hecho de que Dios ahogó en el diluvio un número extraordinario de personas. En 1 Samuel 15:3, Dios les dice a los israelitas: “Ve, pues, y hiere a Amalec (los amalecitas) y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”. ¿Se oyen como palabras de un Dios violento y brutal más que un Dios de amor, verdad? ¿Cómo puede un Dios de amor mandar exterminar pueblos enteros?
Personalmente, nunca consideré que es tarea de los cristianos justificar las acciones de Dios delante de los paganos modernos, que difícilmente plantean objeciones honestas y que en realidad explotan los relatos de la Biblia para atacar un Dios y un libro en los cuales no creen. Por lo general, y entendiendo que corro el riesgo de bordear en la arrogancia, ante estos planteos yo respondo: “Si yo fuera usted me cuidaría porque su turno puede llegar en cualquier momento”. Claro que se me ha dicho que no haga eso, sino que en lugar de ello les hable del amor de Cristo. En esos casos agradezco la sugerencia pero les hago saber que mi experiencia me ha enseñado que las personas que plantean este tipo de desafío, están fuera del radio de alcance del evangelio, al menos por el momento.
Por lo antedicho, y porque jamás me he inclinado hacia una apologética sensiblera, considero que es una pérdida de tiempo tratar de contestar estos retos del inconverso. Sin embargo, respeto la aproximación de otros hermanos que han optado por defender las acciones de Dios. A continuación, para su beneficio, y reconociendo que puede existir un margen para este tipo de defensa, paso a sintetizar brevemente los argumentos que modernos apologistas de reputación muy superior a la mía, han desarrollado ante el desafío que usted encontró, aclarando que en mi modesta opinión, el tipo de apologética de estos hermanos es efectiva solamente para el cristiano que tiene dudas, no para el infidel que plantea las objeciones.
Estos apologistas sostienen que los hechos narrados en el Antiguo Testamente muestran que el carácter de Dios es santo, absolutamente santo, y que por lo tanto él tiene que castigar el pecado y la rebelión. Dios es un Dios justo; justicia perfecta es la misma esencia de su carácter, pero al mismo tiempo es un Dios de misericordia. Si alguien desea escapar su juicio, Dios provee la oportunidad.
Los amalecitas
Tomemos el ejemplo de los amalecitas. Esta gente estaba lejos de ser inocente, muy lejos. No se trataba de gente amable precisamente; en realidad eran depravados hasta la médula. Su objetivo era destruir a Israel. En otras palabras, su misión era cometer genocidio. Además de ser malvados por excelencia, consideremos lo que estaba en juego. Los israelitas eran el pueblo escogido por medio del cual Dios traería Salvación al mundo entero a través de Jesucristo.
La destrucción de esta nación era necesaria en virtud de la gravedad de su pecado. De haber sobrevivido un remanente, con el tiempo hubieran reanudado su agresión contra Israel y contra el plan de Dios. Estamos hablando de gente guerrera, persistente y viciosa. Para mostrar esto sólo hace falta decir que durante el Éxodo acosaban a la retaguardia de los israelitas y asesinaban cobardemente a los más vulnerables de entre ellos — los débiles, los ancianos, y los discapacitados que quedaban retrasados en la marcha (Dt. 25: 17-19).
El objetivo de los amalecitas era acabar hasta con el último de los israelitas sobre la faz de la tierra (al igual que el deseo de los palestinos hoy en día, dicho sea de paso). Dios podría haber tratado con ellos mediante un desastre natural, pero sin embargo escogió a los israelitas como instrumento de Su juicio. Dios tomó cartas no sólo en defensa de los israelitas, sino que ultimadamente lo hizo por el bien de todos aquellos a través de la historia cuya salvación sería provista por el Mesías que nacería de entre los judíos.
El caso de los cananeos
En Deuteronomio 7 Dios ordenó que los israelitas destruyeran totalmente a los cananeos y otras seis naciones, y que no tuvieran misericordia en el proceso.
Veamos primero algo que los críticos regularmente pretenden no ver. Se trata de las prácticas religiosas y morales de estos pueblos. La Biblia menciona cinco:
1. Sacrificio de niños (algunos pasados por fuego)
2. Incesto
3. Bestialismo
4. Homosexualismo
5. Prostitución religiosa de ambos géneros
¿Existe alguna información extra-bíblica que confirme el material bíblico?
Tristemente sí. El sacrificio de niños así como las otras prácticas han sido fehacientemente documentados por medio de los descubrimientos arqueológicos y un abundante material es fácilmente accesible en la red de Internet hasta en forma de video (ej: http://www.hitred.com/videos/documentales/carthago-la-puerta-del-mar.htm). Si usted desea información sobre estas prácticas de los cananeos, no dude en consultarme.
¡Pero los niños ….!
Los críticos siempre hacen hincapié en la muerte de niños. “¿Por qué tuvieron que morir los inocentes niños? protestan. A esto, algunos apologistas cristianos responden con una serie de argumentos:
Primero, alegan que nadie es en realidad verdaderamente inocente. La Biblia expresa en el Salmo 51 que todos nacemos en pecado, es decir, con la propensidad al pecado y la rebelión.
Segundo, debe considerarse que Dios es soberano sobre todo lo que tiene vida. Dios creó la vida y por lo tanto tiene el derecho de tomarla. Si alguien puede crear vida, por ende tiene también el derecho de quitarla. Si por el contrario, usted no puede crear vida, tampoco tiene el derecho de destruirla.
Tercero, la gente supone que lo que es erróneo para nosotros también lo es para Dios. Sin embargo, es erróneo para mí tomar la vida de alguien porque yo no la creé y no soy dueño de ella. Ilustración: es erróneo que yo entre en su jardín y corte todas sus plantas y flores, las destruya o las transplante en otro lado. Sí puedo hacer eso en mi propio jardín, por la razón de que soy dueño de mis plantas y arbustos. De la misma forma Dios es soberano sobre toda vida y tiene el derecho divino de tomarla cuando lo considere apropiado. En realidad, tendemos a olvidarnos que Dios toma en definitiva la vida de todo ser humano. La única incógnita es cuándo y cómo, lo que es enteramente a su discreción.
Cuarto, se debe considerar que los niños amalecitas no tenían ninguna esperanza en medio de una cultura depravada y violenta. La contaminación de la nación progresaba al igual que la gangrena avanza en la pierna de una persona (Lv. 18: 21, 24-26). Dios tuvo que amputar porque de lo contrario la gangrena se hubiera extendido con consecuencias fatales. En un sentido, la acción que tomó Dios fue un acto de misericordia. Además, las prácticas de estas naciones como el homosexualismo y el bestialismo, traían aparejadas enfermedades venéreas incontrolables en aquella época. Ante esta decadencia moral horripilante, ¿qué futuro podía tener un niño en esa cultura? Si recordamos que la Biblia enseña que los niños que no han llegado a la edad de responsabilidad, al morir van directamente a la presencia de Dios, tenemos que reconocer que la muerte de esos niños a manos de otra nación es un acto de la misericordia de Dios.
Quinto, también se debe tener en cuenta que Dios le dio a los pueblos de Canaán 400 años para arrepentirse de sus maldades. La gente de estas tierras tuvo todas las oportunidades posibles de modificar su conducta. De acuerdo con Génesis 15:16, durante los tiempos de Abraham, Dios dice que aun no ha llegado al colmo la maldad del amorreo (nombre usado genéricamente para designar los habitantes de Canaán). Según ciertos cálculos, en el caso de los amalecitas, la destrucción llegó alrededor de 500 años después de lo narrado en Génesis 15:16. ¿Son 500 años suficiente tiempo para arrepentirse?
Concluyo mi respuesta reiterando que todos estos argumentos en defensa de Dios pueden ser muy convincentes para aquella persona que ya conoce de Dios y tiene un respeto básico hacia la Biblia, y aun para cristianos que abriguen dudas. En el caso de los críticos y escépticos, cuestiono su eficacia, pero dejo abierta la posibilidad de que posean algún valor positivo, aunque yo no veo a Dios en la Escritura tratando de justificar sus juicios.
Dios le bendiga.
Pablo Santomauro
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