¿Desamparó el Padre al Hijo en la cruz?
Segunda Parte
El primer ensayo en este tema, escrito ya hace algunos años, ha recibido buena aceptación por parte de los lectores y varias páginas de internet han tenido a bien publicarlo. La necesidad por una segunda parte surgió cuando un gran hermano y amigo en la fe planteó en una gentil carta su desacuerdo con mis conclusiones. El lector puede tener acceso a la primera parte en esta dirección:
http://pastordanielbrito.wordpress.com/2009/04/06/%c2%bfdesamparo-el-padre-al-hijo-en-la-cruz/
Nos ha parecido correcto publicar nuestra respuesta al hermano en su versión original con unos pocos cambios a fin de ocultar su identidad ya que la comunicación entre ambos se hizo por canales privados. A continuación el texto:
Querido hermano en la fe:
Es con sumo placer que paso a analizar su bien estructurado planteo en referencia a mi ensayo sobre las palabras de Jesús en la cruz, específicamente aquellas de las primeras estrofas del Salmo 22: Elí, Elí, ¿lama sabactani?
Nuestro amigable desacuerdo se puede resumir de esta forma: Yo sostengo que Cristo en esta ocasión simplemente estaba afirmando desde la cruz que en él se estaba cumpliendo el Salmo mesiánico, mientras que usted afirma que las palabras de Jesús son la manifestación de la vivencia interior de Cristo al verse abandonado por el Padre.
Pero la diferencia de enfoques no se queda ahí, ya que su posición conduce a que realmente hubo una separación literal entre el Padre y el Hijo, causada por el hecho de que el Hijo se convirtió en algo abominable para el Padre. Para apoyar este concepto se usan las expresiones bíblicas:
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”, “hecho por nosotros maldición (porque está escrito: ‘Maldito todo el que es colgado en un madero’)”, “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo”, “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”, etc.
A mi juicio esta interpretación de las expresiones bíblicas es más que literal, yo la llamaría “letreral”, ya que a los efectos prácticos no se diferencia con la sostenida por los predicadores del Movimiento de la Fe, la cual afirma que hubo en la cruz una transformación ontológica en la persona de Cristo. Esta transformación lo convirtió en indeseable ante los ojos del Padre, quien entonces no tuvo más opción que desampararlo. Ante tal desamparo, concluyen ciertos hermanos, Jesús expresó la frase que hoy nos ocupa como una muestra de su terrible desconsuelo.
Más allá de que yo considero que las expresiones bíblicas anteriormente mencionadas son de caracter judicial y expresan que la sentencia penal del pecado de los escogidos de Dios recayó sobre Cristo, deseo concentrarme ahora en las siguientes afirmaciones suyas:
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….. Pero la pregunta sigue sin responder… a menos que por medio de la exclamación de Cristo – Elí, Elí, ¿lama sabactani? – veamos la realidad de lo que no se podía ver, Jesús sufriendo el desamparo de DIOS, porque estaba cargando en él, el pecado de todos nosotros.
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El teólogo Charles Ryrie afirma que escrituralmente Mateo 26:39,42 se refiere al momento del cumplimiento de la profecía del salmo 22:1, donde la ira de DIOS caería sobre el, evidenciado en su clamor a gran voz, en Mateo 26:46. Afirma además que por su naturaleza humana sin pecado, se sometió voluntariamente a esa hora, donde él cargaría los pecados de toda
la humanidad, cosa repulsiva para su naturaleza humana sin pecado, cuestión imposible para su naturaleza divina. -
Mi conclusión: Dios juzgó nuestros pecados en la humanidad sin pecado de su HIJO, quien los llevo y cargó en nuestro lugar sufriendo así la condena, el castigo, la justicia y la ira SANTA de DIOS. De esa manera, desde el cumplimiento de la profecía, palabras previas a la cruz y la expresión misma de CRISTO tiene sentido.
Para comentar en estas citas suyas, mi amado hermano, necesito primero afirmar algunos conceptos relacionados con la expiación de Cristo. Debemos entender que Jesús fue Ofrenda, Ofrendador y Sacerdote en la cruz. La Ofrenda fue su vida sin pecado, y esa ofrenda/sacrificio fue ofrecida a su Padre. El Padre dio a su Hijo unigénito, pero fue el Hijo el que dio su vida por nosotros. La Biblia da testimonio de esto que digo cuando usa términos genéricos como enviar, entregar y dar, en referencia al acto del Padre, pero usa también términos e imágenes más históricos/
sacerdotales donde podemos ver la diferencia de roles entre el Padre y el Hijo.
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Veamos primero ejemplos de las declaraciones genéricas que hablan del propósito de Dios:
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Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn. 3:16-17)
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro. 8:32)
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Ro. 5:8)
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Jn. 4:9-10) [mención de propiciación]
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gá. 2:20) [el genérico “se entregó a sí mismo por mí” es primordialmente de carácter substitucional]
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. (Jn. 10:14-18) [declaración específica de que Cristo escogió morir aunque haya sido por un mandamiento del Padre]
… el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, (Gá. 1:4) [precisa declaración sobre la iniciativa tomada por Cristo con el propósito de liberación]
Ahora veamos pasajes que presentan en forma más específica la obra de Jesús como Ofrendador y donde notamos que él fue también Ofrenda y Sacerdote:
Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Ef. 5:2)
Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo;porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. (He. 7:26-27)
¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios (He. 9:14) [Cristo es el Ofrendador y la Ofrenda – también una referencia
a la sangre sacrificial]
… pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, (He. 10:12) [Cristo actuando como Sacerdote]
De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan (He. 9:26-28) [referencia bien explícita a Cristo como Sacerdote y Ofrenda sacrificial junto con una referencia clásica a la sustitución]
Me ha sido necesario presentar todos estos pasajes para concluir, creo que con buena base, que Jesús fue en la cruz OFRENDA, OFRENDADOR Y SACERDOTE. Es particularmente en el último título y ministerio de Cristo que deseo ahora enfocarme. Sostengo que la teoría del “abandono del Padre” es una interpretación extremadamente forzada. Si Cristo en la cruz fue “cosa repulsiva” y “sufrió el desamparo de Dios” porque “cargaba” literalmente el pecado de todos nosotros (por “nosotros” entiendo los escogidos para salvación),
¿cómo pudo luego continuar con su ministerio de Sacerdote frente al Padre? ¿Cómo pudo ser sin pecado y con pecado al mismo tiempo? ¿En qué momento fueron “quitados los pecados de su cuerpo” (“descargados”) para poder presentarse en el Lugar Santísimo (el cielo)?
Siempre en la misma vena: ¿En qué momento el Sacerdote en la Cruz se convirtió en “cosa repulsiva”? ¿Es posible que luego de ser algo repulsivo el Sacerdote pueda presentarse en el Lugar Santísimo durante la misma ceremonia? No debemos olvidar que siguiendo el tipo del AT, la expiación de los pecados siempre requirió ciertas actividades sacerdotales posteriores al sacrificio. El verdadero perdón requería (basado en las imágenes del AT) que alguien llevara la sangre hasta el lugar Santísimo. El Lugar Santísimo donde Cristo se presentó fue el cielo (He. 9:23-28). El cielo fue el escenario donde realizó, de alguna forma, sus tareas sacerdotales post-mortem (He. 8:1-5), o sea, la presentación del sacrificio a Dios por un mediador aceptable (recalco como lo hice en otro ensayo que nuestra redención, o el costo de nuestra redención fue logrado o pagado en la cruz). En su ascención (anterior a la que vieron los discípulos), Cristo entró a la presencia de su Padre en el verdadero (no terreno) Lugar Santísimo. No estoy diciendo que Jesús llevó a cabo un rociamiento literal de su sangre similar al que el sumo sacerdote hacía en el Día de la Expiación, sino que pudo haber sido simplemente el presentarse en la presencia de Dios por nosotros (He. 9:24). Una vez que lo hubo hecho, sus tareas sacerdotales con respecto a su sacrificio finalizaron.
Pienso que puedo, fundado en la información bíblica expuesta, argumentar que Dios Padre en ningún momento dio vuelta su rostro, descargó su ira, consideró repulsiva la persona de Jesucristo, o cualquier otra expresión que acarree la idea de una separación entre el Padre y el Hijo durante su estancia en la cruz.
Es a partir de esta noción que podemos ahora aventurarnos (otra vez) en las profundidades de las palabras “Dios Mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Usted, mi querido hermano, dice:
Otra explicación a mi argumento es que el clamó a gran voz, no concuerda con que fue una mención por cumplimiento profético, ni tampoco una recitación del salmos como respuesta al escarnio. Sino que precisamente, lo que en el Salmo 22 se había profetizado era exactamente la vivencia real de JESUCRISTO (el grito de su alma) y en ese sentido real, se cumple la profecía. Mateo 27:46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Nada puede explicar la vivencia espiritual de nuestro Salvador, si no es por esa frase de JESUS – ¨Eli, Eli, lama sabactani¨…. – En un sentido personal, esa frase, indica la verdadera medida del sufrimiento de CRISTO en
No quiero ni siquiera tocar la posibilidad que sus palabras abren, o sea, la idea de que Jesucristo, enterado del Salmo 22:1, decide auto-cumplir la profecía del Salmo mesiánico al declamar sus primeras estrofas. Esta puede ser una excelente oportunidad para un crítico bíblico que quiera denigrar la persona de Jesucristo.
Prefiero ahora ir directamente al Salmo 22, en el cual el salmista trata con el tema ético del porqué sufre el justo, y comienza principalmente expresando el desgarrador “Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” La frase parece nacer en los dominios de la contradicción, donde podemos ver un aparente conflicto entre la teología y la experiencia. La teología afirma sin ambigüedad que aquellos que confían en Dios no serán defraudados, pero la experiencia personal del momento presenta al salmista diciendo que ha sido abandonado por quien se supone que no abandona a los suyos. Ese parece ser el problema ético que aflige al salmista más allá de su enfermedad y la amenaza de sus enemigos que le rodean, ¡ha sido desamparado por su Dios!
Aquellos que estaban en la escena de la crucifixión escucharon a Cristo citar el Salmo 22:1 en arameo, aunque algunos comentaristas dicen que es más probable que Jesús haya hablado en hebreo. Cualquiera sea el caso, es factible que la lengua principal de la multitud fuera arameo, por ello entendieron las palabras de Jesús como un grito por liberación (pensaron que llamaba a Elías). Eloí, y mayormente Elí, son fáciles de ser confundidos con Elías. En algunos círculos de la tradición judía se pensaba que Elías, además del papel asignado para los tiempos del fin, era enviado por Dios a manera de ángel para socorrer a maestros famosos cuando estaban en aprietos.
Es interesante el hecho de que la oración del salmista en el Salmo 22 es por liberación de la muerte, con la esperanza de ser salvado de sus sufrimientos. En el caso de Jesús, por el contrario, el sufrimiento, aunque horroroso, era el foco de su propósito, como se lo dijo a sus discípulos repetidamente. Las preguntas que ahora surgen son éstas:
Si la exclamación de Jesús fue la expresión real de lo que sentía en ese momento, ¿estaba Jesús pidiendo ser liberado por el Padre de los sufrimientos de la cruz? ¿Perdió Jesús su confianza en el Padre ante los horrores de la muerte? Si fue así, ¿pecó Jesús? ¿No continúa el autor del Salmo 22:1 preguntando por qué Dios está tan lejos de su salvación y de su ruego pidiendo ayuda? ¿Es ésta la realidad emocional/actitud mental/estado espiritual de Jesús en la cruz?
Me animo a especular que las palabras de Jesús, a pesar de su agonía horrosa, no son un grito de desesperación ni un testimonio de su debilidad o vulnerabilidad humana, ni tampoco una evidencia de su falta de confianza en el Padre para liberarlo de su situación, sino que por el contrario, Jesús cita el Salmo 22 para dar testimonio de quién era él (el Mesías), y para reafirmar su confianza y absoluta seguridad de que Dios Padre era poderoso para resucitarlo. Digo esto porque el salmista concluye alabando a Dios. La segunda mitad del Salmo puede ser leída desde una perspectiva mesiánica (vv 22-32) ya que el autor es liberado de las garras de la muerte física. En el caso de Cristo, él sabe que va a morir, pero también sabe que será liberado de la muerte, pero en su resurrección. Si bien hay una diferencia entre el tipo de sufrimiento del salmista y el de Jesús, el elemento mesiánico es imposible de pasar desapercibido. La victoria sobre la muerte es garantida por el poder de Dios, y Jesús en la cruz lo sabe. Es por ello que sostengo que Jesús cita el Salmo, como era costumbre en esa época, con las primeras estrofas, también en un sentido doxológico, i.e., un grito de victoria y alabanza hacia el Padre.
En vista de lo anterior, y tomando en cuenta lo que ya escribimos en el tema en anteriores trabajos, concluimos que:
1) La posición representada por Charles Ryrie, uno de mis teólogos favoritos, es insuficiente para explicar el ministerio sacerdotal de Cristo en la cruz y está basada en una interpretación “letreral” de ciertos pasajes referentes al rol de Cristo en la Expiación.
2) Al afirmar que Jesús se sintió abandonado por el Padre, la interpretación tradicional convierte la exclamación de Jesús en un grito de rebelión más que de angustia, aunque un análisis riguroso muestra que no fue ninguno de los dos.
3) También falla en apreciar que Víctima y Sacerdote, siendo la misma persona, por necesidad tipológica, no podía convertise en inmundo durante el proceso de la expiación.
4) La idea de la separación entre dos personas de la Trinidad es absurda cuando estudiamos la doctrina en profundidad, y como expresamos en nuestro primer trabajo, da lugar para que los críticos de la doctrina afirmen sus herejías.
Finalmente, deseo comunicarle, querido hermano, que no es mi intención continuar con el tema. Ambas posiciones son respetables (espero) y como dije antes, es posible ponernos de acuerdo para estar en desacuerdo.
Bendiciones en Cristo le desea tu hermano en la fe,
Pablo Santomauro
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