Es más común en nuestros días escuchar la palabra “maltrato” que “buen trato”, esta última casi ni se usa, suena extraña. No hay duda que ello nos habla de una triste realidad. No me estoy refiriendo a la violencia familiar, sino a la falta de “buen trato” cotidiano.
Palabras de aliento
El proverbio bíblico que respalda nuestro título lo señala inmejorablemente:
“ Las palabras (ó actos) amables: endulzan la vida y dan salud al cuerpo.” – Prov. 16:24 (NVI).
Dulzura para las amarguras de la vida y salud para una mente y cuerpo abatidos. Por desgracia, las presiones de la vida diaria nos hacen pasar por alto, con demasiada frecuencia, las oportunidades de reforzar la autoestima de nuestro cónyuge o pareja, con lo cual peligra la relación afectiva.
Los elogios son como la luz del sol para el espíritu humano sumergido en la oscuridad de la rutina; no podemos florecer ni desarrollarnos sin ellos. En una ocasión, Mark Twain confesó que: “podía vivir dos meses con un buen cumplido”. Twain, que no era un hombre de vanidad excepcional, reconocía así lo que casi todos sentimos en nuestro fuero interno: Que todos necesitamos de vez en cuando palabras de aliento. Pero la verdad es que somos parcos en prodigar la cálida caricia del elogio.
Bien está que no nos guste adular expresando emociones que no sentimos, aunque algunos demagógicamente usen la lisonja y la adulación, (actitudes censuradas en la Palabra) para ganar adeptos y simpatizantes. Tal falta de sinceridad fácil de advertir, es una forma del embuste y la mentira. Pero, ¿acaso no es igualmente fraudulento escatimar palabras que una persona, a la que amamos y nos ama, anhela oír de nuestros labios y por otro lado merece?
Como nos llamamos
Póngase a pensar con que sustantivos o adjetivos usted menciona o se dirige a su pareja, sea novio o cónyuge. Se dará cuenta que los términos que por costumbre usa no son positivos y menos constructivos. Puede ser un apodo de origen familiar, pero aún así no aporta nada y verá que hasta suenan molestos y desvalorizantes. Muchas veces estos apodos o diminutivos de nombres molestan al que va dirigido, sin embargo la otra persona insiste con inusual “sadismo nominativo” sin importarle el efecto que causa en su pareja o cónyuge.
No podemos negar que las palabras, sean nombres o adjetivos, a veces calificativos, son dichos por costumbre; pero hay algunas que suenan mejor, enaltecen, edifican, destacan y por contraste con lo que generalmente se escucha, endulzan la vida.
Esta afirmación está respaldada también por otro pasaje de las Escrituras:
“Manzana de oro sobre fuente de plata, tal la palabra dicha a su tiempo.” – Prov. 25:11
Alguien ha dicho que “la amistad es el grato juego de intercambiar alabanzas”. Y sin embargo cuan pocos novios o cónyuges se elogian mutuamente por actividades bien realizadas. Una comida sabrosa, hecha por ella o un asado delicioso realizado por él, un mate bien cebado, una camisa planchada con esmero (aunque ya no necesitan ser planchadas), un arreglo en la casa, un regalo sencillo sin motivo alguno, más que el de agradar a la pareja son “excusas” y motivos suficientes para regalar un elogio.
El elogio imprime cordialidad y placer a lo cotidiano, y convierte en música para los oídos los sonidos cotidianos. Y esto nunca es más cierto que en las relaciones matrimoniales. La mujer o el marido que esté alerta a manifestar un cálido elogio en el momento oportuno, o sea “la palabra dicha a tiempo”, ha adquirido una valiosa póliza de seguro matrimonial.
Consideraos los unos a los otros
Año tras año, en la convivencia íntima, acaso llegue usted a considerar las virtudes de su cónyuge como algo ordinario y natural. Si le agrada especialmente un rasgo del carácter o de conducta de su pareja no deje de expresar su agrado. Esmérese en elogiarle algo, por lo menos una vez al día. ¿Le parece mucho? ¿Acaso no está en deuda después de tantos años de favores y actitudes que fueron dirigidas especialmente para usted?
Pero no generalice. Sea específico. Felicite a su esposa como cocinera por algún plato en especial, “ese que nadie hace como ella”, si lo hace en público multiplica el puntaje. Si está estudiando algún curso o carrera y ha salido exitoso o exitosa en un examen, destáquelo especialmente con un cálido elogio que sirva de estímulo y motivación para seguir con el esfuerzo.
Si su pareja está realizando un régimen para adelgazar, súmese cariñosamente al esfuerzo no comiendo lo que a ella no le conviene, y aunque usted no necesite bajar algunos kilitos, no le vendrá mal acompañarla en el esfuerzo. Ello ya es un elogio, y alienta cada día los pequeños logros.
Cuando el hombre elogia en público a su mujer (o cuando la mujer elogia ante otros a su hombre), el elogio adquiere más valor.
¡Que gran verdad! Una característica distingue más que nada a los matrimonios duraderos: la disposición de marido y mujer a expresar en público su mutuo amor. Si los cónyuges manifiestan en público alabanzas que revelan explícitamente el orgullo que sienten por “su media naranja”, nada en verdad grave podrá empañar su feliz relación.
Es importante hacerlo en el momento oportuno. No se debe esperar demasiado para encomiar al ser amado por lo bien que ha cortado el césped, arreglado el jardín o pintado una puerta. Pero tampoco, creo, usted puede tener otra opinión, hay que hacerlo enseguida, cuando no haya sorpresa. Deje pasar un poco de tiempo, y entonces, cuando el cónyuge crea que usted lo ha olvidado, rocíelo con el elogio. Así será más potente y sorprendente el efecto.
En esta era sofisticada y deshumanizada, casi todos tendemos a refrenar nuestras emociones. Nos abstenemos de pronunciar palabras de amor, admiración y aprobación…palabras que podrían afincar para siempre el cariño de la persona que será nuestra compañera durante toda la vida. Más aún, sentimos que es cursi y propio de telenovelas melosas. Pero si analizamos la audiencia esos programas vemos que es numerosa y más del público femenino, eso nos muestras que a las mujeres les gusta escuchar expresiones de cariño y ver actitudes amorosas aunque no estén dirigidas a ellas.
El vínculo matrimonial es una relación en la que dos personas se esfuerzan por encontrar solaz y plenitud…y no es mucho lo que piden, solo ser primordial para el otro. Saber que ese alguien nos necesita como nadie y escuchar de vez en cuando una palabra de aprecio y alabanza, en labios de esa persona amada. No es mucho pedir, pero con eso basta.
La importancia “del tono y el volumen” que usamos
Es posible que la relación de pareja esté resentida y no haya voluntad de expresar elogios. Y esto puede deberse a la forma de trato que hasta ahora han llevado. Nunca se quiere salir perdedor en una
discusión. Los gritos son la única forma de comunicación que se conoce. Los silencios e incomunicaciones por días enteros y tantas formas destructivas del matrimonio son el pan de todos los días…Seria entonces necesario reparar espiritualmente esta situación y aplicar la terapia que la Palabra nos recomienda en relaciones de tantas fricciones. Aunque parezca mentira empieza ganando quien primero cambia de actitud y aplica el remedio bíblico:
“La blanda respuesta quita la ira.” – Prov. 15:1
En resumen y para comenzar a encarar este nuevo estilo de vida sumamente saludable para nuestras uniones afectivas, tenemos que recordar que todo pasa por “el contenido y la abundancia del corazón”. Debemos examinar nuestros sentimientos, afectos y pensamientos los cuales encuentran manifestación a través de las palabras. Si no reparamos nuestro corazón delante de Dios no lograremos producir “palabras que curen ”. Nos dice el mismo Señor Jesús que: “…de la abundancia del corazón habla la boca.” – Luc. 6:45.
¿Que abunda en mi corazón?. Mis palabras de elogio y reconocimiento a mi esposa o hijos no van a lograr por sí solas mejorar mi relación. Si fuera así, todo pasaría por una receta de autoayuda. Solo la presencia y señorío de Cristo en mi corazón producirán palabras, como si las pronunciara el Señor.