“Herencia de Jehová son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre” – Salmo 127:3
“Dedicarás a Jehová todo aquel que abriere matriz…” – Éxodo 13:12
Volvía de tener un fin de semanas de reuniones en Mendoza y pensaba lo descansado que seria el viaje nocturno de regreso a Buenos Aires en en viaje de 13 horas en un servicio de ómnibus sumamente confortable de butaca cama individual, pero…he aquí que tenia como compañeros de viaje a una ansiosa mamá con dos pequeños hijos y un papá desaprensivo con una pequeña que apenas caminaba…las primeras horas de la noche fueron indescriptibles. Pero todo ello me hizo pensar en cómo cambia la vida la llegada de los hijos al hogar, especialmente el primero.
Es indudable que la llegada de un bebé se vive como uno de los acontecimientos más importantes en la vida que transforma las relaciones de pareja, generando mucha felicidad pero también ansiedad y conflictos que deben ser superados a través del diálogo. Los trastornos del sueño conllevan un cansancio en la pareja hasta el punto de sufrir estados de ansiedad, la alteración de las rutinas impide encontrar desde tiempo libre para ellos mismos, hasta momentos para la intimidad. La experiencia aconseja que los progenitores deben estar preparados para superar todos estos inconvenientes y futuros problemas asociados a la llegada de este nuevo ser a la familia.
Cambio de hábitos en el matrimonio
Los primeros tiempos de un matrimonio son “unicos, irrepetibles”. Ambos cónyuges son dueños de su tiempo y espacio, de sus decisiones, son dueños del mundo. Todo gira alrededor de ellos, pero…
La llegada de un hijo transforma por completo la cotidianidad, tanto desde el punto de vista individual como desde una perspectiva conyugal. El bebé cambia los hábitos de los progenitores, que deben acondicionar su tiempo, su espacio y sus costumbres a este nuevo miembro de la familia que no entiende de horarios, días feriados ni fines de semana y que revoluciona con su presencia un hogar formado hasta entonces sólo por dos. Esta transformación en la vida de las parejas, que en general produce enorme satisfacción y alegría, también puede traer consigo otros sentimientos menos positivos, incluso generar crisis y conflictos que deben ser tratados a tiempo.
Hay que tener en cuenta que tanto el hombre como la mujer son ‘uno’ antes del nacimiento de un hijo y ‘otro’ después. En un principio se pasa de ser dos a ser tres, es un cambio muy grande que requiere la reestructuración de la pareja. Con la llegada de un bebé la relación de la pareja sufre un proceso de cambio que puede generar conflictos si no se está alerta. Estos problemas pueden ser de muy diversos tipos y uno de los más frecuentes se relaciona con los padres, ya que a los hombres les cuesta encontrar su papel en esta relación de tres: la madre, sobre todo en los primeros meses, está muy pendiente del niño, su mundo se centra en la criatura y el padre se puede sentir desplazado.
Conociendo “al tercero”
Otro conflicto puede darse porque no conocemos al bebé. Es un ‘tercero’ con el que tenemos que iniciar un proceso de empatía. Por ello, es fundamental una buena comunicación, abrir el espacio para el diálogo en la pareja. Otras cuestiones no deseadas que puede generar el nacimiento de un hijo son los sentimientos negativos como la ansiedad, la culpabilidad y los temores. Nos preguntamos si lo vamos a hacer bien, si seremos buenos padres. Por esto, es preciso prepararse para la llegada del bebé, revisar nuestro ‘niño interior’, las huellas de nuestra propia infancia.
La decisión de tener hijos debe estar por encima de la pareja, ya que el bebé no es una forma de “salvar” una relación poco sólida. Hay algunos matrimonios que creen que el bebé puede arreglar un vínculo que no sea armónico y esto es un error. Por ejemplo, si el bebé ‘viene a arreglar algo’ probablemente va a vivir con ese mandato a lo largo de su vida, quizás va a tener un afán de excesiva rigidez. Por lo tanto, es fundamental que la pareja se vincule bien con el bebé y que no le mantengan al margen sino que traten de integrarlo”.
Por esta razón, la preparación para recibir un bebé es muy importante, y las siguientes sugerencias pueden favorecer la llegada del primer bebé:
- La primera sugerencia es realizar un trabajo personal, ya sea con ayuda de un especialista o a partir una introspección, para conocer las huellas de nuestra infancia.
- Una segunda sugerencia es contactar con nuestro yo íntimo, nuestros sentimientos, temores, inseguridades y expectativas.
- La tercera propuesta es aumentar el diálogo en la pareja, favoreciendo la comunicación y la escucha activa.
- En cuarto lugar, es indispensable relajarse, buscar momentos de silencio y evitar el estrés para recibir mejor al bebé.
Transformaciones en la vida intima de la pareja
La reformulación de los roles de los hombres y las mujeres en nuestra sociedad ha provocado cambios en todos los órdenes de la vida pero fundamentalmente en las relaciones familiares. Si hace unas décadas atrás el cuidado de los niños era responsabilidad exclusiva de las madres, hoy esta función dista de ser únicamente de las mujeres. Por este motivo, ante la llegada de un niño los padres y las madres deben resolver cómo se repartirán el cuidado del bebé, ajustando y adaptando, en la medida de lo posible, sus horarios.
Junto con los cambios profundos en el estilo de vida de la pareja que conlleva la llegada del bebé, aparecen otras modificaciones en la cotidianidad, como las alteraciones en el sueño, los cambios en los ritmos de las comidas y la frecuencia de las relaciones sexuales, que muchas veces serán interrumpidas por “sus urgencias”.
La sexualidad alterada
Según el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología, la reanudación de las relaciones sexuales puede realizarse, en líneas generales, después de cinco a seis semanas. De todas formas, cada caso es diferente y la pareja debe consultar al ginecólogo para evitar problemas de salud o de seguridad. Cuando la familia pasa de dos a tres, la pareja ya no puede hacer el amor cuando quiere. En lugar de ello, deberá aprovechar la oportunidad cuando se presente o bien establecer un programa bien planificado”.
Los momentos de absoluta y completa intimidad se verán drásticamente reducidos con la llegada del bebé a la familia y por ello el idilio podrá ser menos espontáneo, pero esto no indica que la calidad del vínculo se vea deteriorada. Además, los expertos sugieren que se busquen formas alternativas de gratificación que incluyan besos, caricias, diálogos y redescubrir el placer de estar juntos, sobre todo en los primeros meses, hasta que los ritmos se reajusten a la nueva vida familiar. Lo deseable es que no se pierda nunca el contacto sexual, incluso antes y después
del parto.
“Síndrome del tercero”,
En algunas parejas la llegada del hijo provoca el llamado “Síndrome del tercero”, es decir, entre la pareja aparece una tercera persona que puede modificar la relación. Algunos esposos sienten que se les desplaza, ciertas mujeres consideran que el varón no se preocupa por el hijo y todos estos sentimientos pueden provocar que se resienta la vida sexual de la pareja.
Todas las transformaciones que conllevan el parto y el cuidado del bebé -trabajos, preocupaciones, actitud de protección- generan un cambio enorme que debe ser conversado entre los padres. Generalmente, los primeros meses el hombre se va a trabajar y la mujer se queda al cuidado del niño y esto puede provocar problemas de pareja, pero ello depende de cómo se resuelva la situación. Un hijo puede reforzar la relación en función de cómo se viva su nacimiento.
Para evitar conflictos, lo recomendable es el diálogo: cada uno tiene que preocuparse de comunicar a la pareja lo que siente y comunicarse mejor. Lo fundamental es hablar porque con la llegada de un bebé las parejas reaccionan de formas muy diversas según la personalidad de los padres, la historia familiar y la historia de la relación.
Siempre son “herencia de Dios”
Debemos recordar que todo hijo es un “don de Dios”, por lo tanto por sobre toda preparación psicológica y social de la pareja, debe haber en los padres una preparación espiritual para recibir ese presente del Señor.