Lo que necesitamos saber…
Ver televisión durante los años de la infancia parece no justificar una preocupación en los padres, aunque la costumbre sea verla durante largos períodos de tiempo, ni siquiera se ve una intención en ellos de reemplazarla por otros medios más convenientes de información, como son los libros.
La Academia de Pediatría de Estados Unidos publicado en la revista Pediatrics (agosto de 1999) donde se sugiere que: Los niños menores de dos años no deberían ver televisión ni tener televisores, videojuegos u otros medios electrónicos en sus dormitorios y que privilegien el contacto directo con ellos
Pues el exceso de televisión puede afectar la salud mental, social y física de los niños. Recomienda, por ejemplo, a los pediatras llevar una “historia mediática”, además de la clínica, que Incluye preguntas sobre películas, videojuegos, videos musicales, Internet y juegos por computadora, y también sobre radio, televisión y libros de sus pacientes, interrogando a los padres sobre los medios con los que acostumbran a interactuar sus hijos.
La Academia basó sus recomendaciones en el conocimiento sobre lo que los chicos necesitan para un adecuado desarrollo cerebral -fundamentalmente interacción directa con sus familiares- así como la noción de sentido común de que, si están mirando la TV, los bebés no están recibiendo otros estímulos esenciales.
Si esto fuera todo, aquí mismo terminaríamos con nuestro artículo, pero todos sabemos, a pesar de lo beneficiosa que pueda ser, del peligro que encierra para nuestros niños.
La responsabilidad de los padres
Frente a tanta corrupción. ¿Qué responsabilidad nos corresponde a los padres, educadores, y lideres espirituales frente a tal estado de cosas? ¿Estamos trabajando para mejorar la calidad de educación a nuestros niños?
Una encuesta realizada, directamente a los niños, por un prestigioso matutino de Buenos Aires revela que los chicos conocen los contenidos negativos de la programación televisiva, saben que la violencia invade la pantalla de TV. Son los más grandes, con mayor espíritu crítico, quienes coinciden en que las propagandas y los avances de otros programas, dentro del horario de protección al menor, son de mal gusto, groseros y excesivamente violentos.
Confiesan además que sus padres les dejan ver TV hasta tarde; cayendo la responsabilidad sobre ellos de qué ver y que no. Muchos de ellos confiesan que no tienen “horarios ni programas prohibidos”.
Dos caras de una misma moneda
Es evidente que la mayor suma de material que el niño recibe en la televisión está constituida por series o películas de contenido violento o de insinuación criminal, donde el asesinato, el robo, la violación, la deslealtad, la infidelidad y sobre todo la ilegalidad imperan.
Por otra parte, la banalidad, el culto de la estupidez, lo superfluo y lo inmoral, parecer el único motivo que están sustituyendo los valores más nobles y positivos de la vida. Sin olvidarnos que la única enseñanza que deja es que para ser “alguien” en la vida es suficiente con ser audaz, transgresor e inmisericorde y conseguir nuestros objetivos cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Ambas caras nos muestran además la exagerada valoración de los bienes materiales con desmedro los valores intelectuales, culturales y espirituales
Programas de entretenimientos, novelas y “dibujitos” contaminados
Un rápido “paneo” sobre la programación al alcance de los niños, nos da una pálida idea de lo perniciosa que resulta la televisión para nuestros hijos.
El horario de 20 a 22 horas (8 a 10 PM) se considera el de mayor audiencia, estando estos ocupados los programas de entretenimiento o novelas plagadas de obscenidad, culto a la homosexualidad, e inmoralidad, donde la infidelidad y la promiscuidad son moneda corriente.
Otra modalidad es la narración de cuentos blasfemos, y las hay donde se hace intervenir a menores con los mismos contenidos que son los más festejados por los mismos padres.
Las novelas infantiles tienen la astucia de comenzar tratando temas inherentes a la niñez, como ser su vida escolar, sus juegos y picardías para pasar en pocos capítulos a mostrar una distorsión de la vida infantil, mostrándolos seriamente enamorados, actuando como adultos chicos y chicas con la anuencia y complicidad de los “mayores” que intervienen en la historia.
Las telenovelas que tratan la vida de los adolescentes no dejan ninguna de alentar la promiscuidad, la rotación de parejas, la homosexualidad, llevándolos a las relaciones sexuales y tratando de enfermos, anticuados y desubicados a aquellos que valoran la virginidad y la castidad.
Programas bailanteros con imágenes eróticas ocupan las horas más accesibles por los niños los fines de semana.
Hoy los super-héroes, son como dioses, con capacidad sin límite y poder para vencer a la misma muerte. La “resurrección” es característica de muchos de ellos.
Los dibujos animados que contemplan la “vida familiar” o de adolescentes modernos enferman las mentes de los más pequeños en que “todo me es lícito y todo me conviene”.
Otro mal de todos los medios, pero potenciado por la televisión, son la propuesta del dinero fácil y de obtener cosas sin trabajar esperanzados en la suerte o el destino, un verdadero culto a la holgazanería.
Televisión Vs. Educación
Si la vida de un chico pasa por usar una computadora o mirar televisión, no nos debe extrañar que se aburra o moleste en el aula de su escuela, la clase bíblica u Hora Feliz. Además es probable que le cueste leer un texto, porque está acostumbrado a absorber veloces imágenes que transmiten múltiples informaciones al mismo tiempo; es como si su mente estuviera programada o formateada para un método que no se usa en la educación.
Las investigaciones más recientes dicen que, al completar 12 años de educación, los jóvenes argentinos han mirado 16.000 horas de televisión, presenciando veinte mil crímenes violentos que han alimentado su aparato menta y además con una alta cuota de mensajes que apuntan al facilismo, al exitismo y al perpetuo entretenimiento.
Otro estudio demostró que la TV. ocupa el segundo lugar en el tiempo del niño, después de la escuela, tomando como promedio 4 horas diarias de su atención y seguramente con mayor “éxito de-formativo”.
Además el niño a ésa edad no distingue bien entre la realidad y la fantasía, entonces todas ésas escenas pueden almacenarse en la memoria como si hubiesen sido hechos reales. El crimen, la violencia y la inmoralidad se tornan así en vivencias “normales” en la cotidianeidad del niño.
¿Cómo actuar?
El remedio es una tarea compleja donde deben intervenir padres, educadores seculares y maestros bíblicos.
Es probable que tengamos poco o ningún éxito con los primeros. Los padres además de perder autoridad no son ejemplos en sí mismos por la falta de calidad en los programas que ellos ven, disfrutando muchas veces de todo lo pernicioso que señalamos antes.
Los maestros seculares están desmotivados por varias razones sociales, aludiendo que su tarea primordial es enseñar los contenidos curriculares, y que el inculcar valores espirituales es tarea irrenunciable de los padres.
Nuestro desafío
Por todo lo expuesto la mayor parte de la tarea recae sobre los padres que damos prioridad al espíritu de nuestros hijos, sabiendo que son la fuente donde beben sus mentes y por lo tanto responsables de sus conductas, pues conocemos “que de la abundancia del corazón habla la boca” (Mat.12:34) y también controla la voluntad y los actos.
Solo Cristo puede cambiar las vidas de los niños y por lo tanto, en esta “horfandad” de autoridad y modelos sanos en que viven, darles, a través de la conversión, la sabiduría que no pueden aprender de sus mayores para saber elegir, no ya entre lo bueno y lo malo sino, entre lo bueno y lo mejor (Fil.1:9-10).
Confiando que las promesas del poder de Dios también les alcanza al niño, logrando “que cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y “lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto. (Rom.12:2).” Y “que llegue a renovarse en su mente y en su espíritu, y revestirse de la nueva naturaleza, creada según la voluntad de Dios y que se muestra en una vida recta y pura, basada en la verdad” (Ef.4:23-24).
Si bien el enemigo y sus métodos son poderosos y dañinos, nosotros somos embajadores de Cristo y sabemos que “no es la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños” (Mat.18:14).