Elaborado por: Carlos Rosales Marín
Sabemos que el fallecimiento de una persona cercana siempre será una experiencia difícil y dolorosa para quien la sufre. Sin embargo, es hasta el momento en que vivimos en carne propia el proceso de partida de un ser querido, que llegamos a comprender realmente el impacto que conlleva la pérdida.
Reacciones Psicológicas y Emocionales
Ante la muerte, es esperable que los familiares y amigos sobrevivientes inicien un proceso que se conoce como duelo, es decir, un proceso en el que se dan una serie de reacciones psicológicas y emocionales tendientes a lograr la asimilación y superación de la herida creada. Ciertamente todas las personas somos diferentes y únicas, por lo que para cada uno de nosotros el proceso de duelo variará según las fortalezas psicológicas y espirituales con que contemos, según nuestra amplia o limitada red de afecto y apoyo interpersonal, y según el tipo de vínculo que sosteníamos con la persona recién fallecida. Estas condiciones harán que para unos el duelo se presente más intenso y prolongado, mientras que para otros sea superado más fácilmente.
Reacciones Típicas
Si bien cada caso de duelo se vive particularmente, existe algún grado de consenso sobre las reacciones típicas de aquellos que enfrentan la pérdida.
Primeramente, la noticia de la muerte trae consigo la aparición de una respuesta emocional exacerbada sobre el impacto. Generalmente, la sensación de shock y conmoción produce un estado de negación que bloquea la aceptación del abrupto cambio que la realidad presenta. En esta primera etapa, es normal notar reacciones de llanto desconsolado, de enojo, de aislamiento, de frustración, de angustia o de despersonalización (sensación de irrealidad).
Posteriormente, se experimenta una nueva etapa en la que el anhelo por la persona que murió consume gran parte de la atención y energías de los sobrevivientes. Bajo esta fase, la tristeza y la depresión aparecen más acentuadamente, se dificulta lidiar con el vacío, y reestablecer la rutina de vida que se tenía anteriormente. Se presenta además posiblemente, un sentimiento de culpa por situaciones acontecidas en el pasado; surge una sensación de lamento por las faltas personales, por las expectativas insatisfechas de la persona muerta, por disgustos u ofensas cometidas o por el desaprovechamiento de su compañía y tiempo en vida.
El peligro del mal enfrentamiento de esta etapa constituye el eventual desgaste de quedarse fijado excesivamente en el pasado, ignorando cualquier otra motivación para continuar construyendo una vida hacia el futuro.
Por último, cuando la persona lentamente vaya pudiendo despojarse de todo el dolor y vaya dejando progresivamente su aferramiento, entrará a una fase en que el alivio y el reestablecimiento tendrán lugar. La sensación de optimismo, interés y alegría aparecen en este momento aún cuando se recuerda a la persona fallecida.
La elaboración del duelo es un proceso
Todo este proceso no ocurre de manera lineal y exacta, algunas veces no se experimentan ciertas emociones y en ocasiones surgen retrocesos cuando ya se había avanzado en las etapas. Lo cierto es que esta dura vivencia puede transitarse de mejor manera si se siguen algunas recomendaciones:
- Según opina la especialista Nancy O`Connor “la elaboración del duelo es un proceso, avanzarás y progresarás de modo natural si te relajas y te dedicas a ello…si te resistes y combates la labor del duelo, a la larga te derrumbarás física o mentalmente”. Es por esto que comúnmente se aconseja compartir con otras personas nuestro dolor, desahogarnos y llorar cuando así lo sintamos necesario. La represión de sentimientos por mostrar una imagen de fortaleza no tiene sentido alguno.
- Contar con una visión espiritual del por qué suceden las cosas constituye una gran diferencia en los procesos de superación de la partida. Confiar en Dios y creer que nuestras oraciones son escuchadas, proporciona una paz y un alivio que no experimentan las personas que prescinden de este recurso.
- La persona no debe pretender evadir su desconsuelo a través de mecanismos destructivos como el consumo de alcohol, o refugiarse en actividades que lo distraigan permanentemente del contacto con sus sentimientos y pensamientos, como ocurriría en el caso de la persona que se vuelca desmedidamente sobre su trabajo.
- Quien transita por el duelo debe comprender que los hechos ocurridos en el pasado corresponden a circunstancias y acciones que jamás pudieron ser vistas desde la óptica actual, ya que en ese entonces se vivía en un contexto diferente. Por lo tanto, no tiene sentido martirizarse con autorreproches que son incapaces de cambiar una realidad irreversible. El proceso de cicatrización de heridas inicia con el perdón a sí mismo.
- Síntomas como pérdida del apetito, dificultad para lograr concentración mental, presencia de perturbaciones en el sueño, pueden indicar la aparición de un cuadro depresivo. Si este estado de ánimo decaído permanece durante muchos meses o de forma muy aguda, se recomienda buscar ayuda profesional.
El recuerdo de nuestro difunto ser querido
No permitamos creer en la idea que al recobrar la estabilidad y un ritmo de vida con nuevos intereses y motivaciones, dejaremos de lado o irrespetaremos el recuerdo de nuestro difunto ser querido. De seguro que su mejor deseo sería el vernos disfrutar nuevamente de la alegría de vivir.
Fuente: Elaborado por Carlos Rosales Marín; “Enfoque en la Familia” http://www.enfoque.org/