La Tipología en la Hermenéutica
por Dr. Jsé M. Martínez
El término griego typos, del que se deriva la palabra «tipo», aparece catorce veces en el Nuevo Testamento con diversas acepciones, las más importantes de las cuales son dos: a) modelo; b) producto que se obtiene según el modelo. Se usa especialmente en el sentido de patrón o ejemplo para la conducta moral del cristiano (Fil. 3:17; 1 Ts. 1:7; 2 Ts. 3:9, entre otros). Pero también hay textos en los que el typos se usa con el significado que estamos considerando. Pablo escribe respecto a Adán que «es figura – typos- del que había de venir» (Ro. 5:14) y de las experiencias de Israel, en el desierto dice que «sucedieron como ejemplos -typoi- para nosotros» (1 Co. 10:6, 11).
Puede definirse la tipología como el establecimiento de conexiones históricas entre determinados hechos, personas o cosas (tipos) del Antiguo Testamento y hechos u objetos semejantes del Nuevo Testamento (antitipos). Pero esas conexiones no se efectúan arbitrariamente. No son, como en la interpretación alegórica, producto de la fantasía. Corresponden al desarrollo de la revelación progresiva y tienen su fundamento en Dios mismo, quien dispuso los elementos típicos del Antiguo Testamento de modo que entrañaran y prefiguraran las realidades que se manifestaran en la época novo testamentaria.
Así entendida, la tipología tiene un lugar en la hermenéutica, contrariamente a la posición de algunos críticos que ven en ella un método de interpretación tan forzado e inaceptable como el alegórico.
La tipología tiene una base lógica en la unidad esencial entre la teología del Antiguo Testamento y la del Nuevo. Ambas, como sugería Fairbairn, son comparables a dos ríos paralelos unidos entre si por canales. Esos canales son los tipos. La similitud básica entre el Antiguo y el Nuevo Testamento el uso que en el segundo se hace del primero explican la validez y de la tipología.
Para tener una idea correcta de esta parte de hermenéutica y para hacer un uso adecuado de la misma, es fundamental tener en cuenta sus características esenciales.
1) Tanto el tipo como el antitipo son realidades históricas que se corresponden. Si falta el carácter de realidad objetiva en el antitipo ya no tenemos un caso de relación auténticamente tipológica; nos hallamos ante una mera ilustración o ante la alegorización de un pasaje del Antiguo Testamento. No podemos, por ejemplo, considerar la victoria de David sobre Goliat – un acontecimiento- como tipo del valor cristiano – una cualidad moral. En cambio, entre la colocación de la serpiente de metal en lo alto de un palo en el desierto y la crucifixión de Jesús sí existe una clara relación típica.
2) Entre el tipo y el antitipo debe haber algún punto importante de analogía aunque en la comparación de ambos aparezcan también notables disimilitudes. Jonás es tipo de Cristo (Mt. 12:40); pero la relación tipológica entre uno y otro se establece únicamente entre la permanencia del profeta «en el vientre del pez tres días y tres noches», seguida de su liberación, y la sepultura de Jesús, seguida de su resurrección. El tipo es perfectamente valido a pesar de que en tantos otros aspectos el rebelde, racista e irascible Jonás nada tuviera en común con Aquel que fue «manso y humilde de corazón» y <amigo de pecadores>.
3) El tipo siempre tiene un carácter predictivo y descriptivo Es «sombra de lo que a de venir» (Col. 2:17; He. 10:1).
Pero la sombra no es tan difusa que carezca por completo de perfiles. Pese a su naturaleza rudimentaria, imperfecta describe figuradamente los rasgos del antitipo que le corresponden. Ello puede apreciarse bien en los numerosos ejemplos que encontramos en la carta a los Hebreos, tanto en lo relativo a personas como en lo concerniente a cosas o acciones típicas. Limitándonos a los sacrificios mosaicos, observamos que estos no solo preanuncian el sacrificio de Cristo, sino que señalan algunas de sus cualidades esenciales: su carácter purificador (He. 9:13-14), su eficacia para la remisión de pecados y consiguiente disfrute de la herencia divina (9:15), su valor acreditativo para una obra de mediación (9:24-26), etc.
4) Los tipos, avalados por el Nuevo Testamento, se refieren a lo más sobresaliente de la persona y la obra de Cristo o de su aplicación en la experiencia cristiana. Esto debiera prevenirnos contra la búsqueda incontrolada de detalles del Antiguo Testamento con el propósito de convertirlos en tipos correspondientes a antitipos insignificantes. Como hace notar B. Ramm,
“en la tipología debiéramos imitar nuestros esfuerzos a las grandes doctrinas, a las verdades centrales, a las espirituales claves y los grandes principios morales. Una tipología demasiada fascinada por las minucias no se ajusta al espíritu de la tipología del Nuevo Testamento,
5) En todo tipo debe distinguirse lo verdaderamente típico de lo accesorio. Si un objeto en su conjunto es un tipo, no debe deducirse que cada una de sus partes tiene también su propia entidad típica. Uno de los ejemplos más claros es el tabernáculo israelita. Globalmente, al igual que algunos de los objetos en él contenidos, es evidentemente típico; pero ver en cada uno de los materiales, en cada una de las medidas y en cada uno de los colores el tipo de alguna realidad superior sería traspasar los limites de una tipología sensata.
6) El tipo es determinado por Dios mismo, no por la fantasía humana. Responde al programa de la revelación establecida por Dios desde el principio con visión global de la historia de la salvación. El tabernáculo israelita resulta riquísimo desde el punto de vista tipológico, porque en él todo estaba diseñado según el plan divino (Ex. 25:9; He. 8:5).
En el Nuevo Testamento tenemos suficientes claves para precisar lo que del Antiguo debe ser considerado tipo sin ningún género de dudas. El carácter tipológico de Melquisedec, por ejemplo, o el de la pascua israelita, es incuestionable (He. 7:1-3, 15-17; Lc. 22:14-20).
Algunos hermeneutas se formulan la pregunta: ¿Es lícito considerar como tipos personas, cosas o acontecimientos del Antiguo Testamento si no hallamos en el Nuevo texto que explícitamente nos den pie para hacerlo? La respuesta, por lo general, es afirmativa, si bien es recomendable una prudente sobriedad que nos libre de abusos erróneos.
Seguramente no seria excedernos ver en Isaac un tipo de Cristo; y en el sacrificio no consumado del hijo amado de Abraham (Gén. 22:1-8), un tipo del sacrificio consumado del Hijo amado de Dios. Pero posiblemente nos introduciríamos en el terreno de la alegorización si pasáramos al capítulo 24 del Génesis y afirmáramos que el mayordomo de Abraham es tipo del Espíritu Santo y que Rebeca lo es de la Iglesia. Debe distinguirse entre el tipo y la mera ilustración.
Clases de tipos
Tipos personales. Hay en el Antiguo Testamento un buen número de personas que tienen carácter típico. Mencionamos a continuación algunas de las más importantes:
- Adán, cabeza y representante- de la humanidad, prefigura a Cristo, pese a que en la comparación no falta el contraste, pues el primero fue cabeza de una raza caída, mientras que Cristo lo es de una humanidad redimida (Ro. 5:14, 19; 1 Co. 15.45).
- El Abraham creyente es tipo de todos los seres humanos que serían justificados por la fe (Gn. 15:6; Ro. 4:3; Gál. 3:6).
- Melquisedec – como ya hemos visto- lo es de Cristo en su función sacerdotal (He. 7:1-3, 15-17). Análoga tipología hay en el sumo sacerdote israelita (He. 9).
- Moisés tipifica también a Cristo por su fidelidad en relación con la «casa de Dios» (He. 3:2~6), así como por su función profética (Dt. 18:15, 18; Hch. 3:22; 7:37).
- Josué, como dador de reposo (He. 4:8, 9; Mt. 11:28, 29 y el con texto de Hebreos).
- Salomón en sus funciones regias y en su filial relación con Dios (2 Sam. 7:12-14; He. 1:5).
Tipos materiales. Se destaca entre ellos el tabernáculo israelita con sus diversos objetos y utensilios dedicados al culto. La carta a los Hebreos nos explica el significado de muchos de ellos. Sobresalen el lugar santísimo, tipo de «el cielo mismo» (He. 10:12, 24) y la sangre de los sacrificios, tipo de la sangre expiatorio de Cristo vertida en la cruz (9:13-22).
En su conjunto, el tabernáculo es tipo del Hijo de Dios encarnado (Jn. 1:14 «el verbo se hizo carne y habitó – literalmente, estableció su tabernáculo o tienda- entre nosotros») en el cual Dios manifestarla su presencia y su gloria. Sentido análogo tiene el templo de Jerusalén. Por ser exponente de la permanencia de Dios con su pueblo, prefigura a Cristo, Emmanuel («Dios con nosotros»). Jesús mismo sancionó este tipo (Jn. 2:19, 21). En otros textos, el templo se usa también como tipo del creyente, especialmente de su cuerpo (1 Co. 6:19) y también de la Iglesia (1 Co. 3:16-17; 2 Co. 6:16; Ef. 2:21).
El maná, alimento de los israelitas en el desierto, es tipo de Cristo y su poder vivificador (Jn. 6:32-35).
Tipos institucionales. El sábado era figura del descanso eterno de los creyentes (He. 4:4-9). La pascua, de la cena del Señor; los tres evangelios sinópticos relacionan estrechamente la fiesta judía con a nueva conmemoración establecida por Jesús (Mt. 26:17-29; Mr. 17:12-25; y Lc. 22:7-32).
Acontecimientos típicos. Pueden incluirse en este grupo buen número de eventos relatados en el Antiguo Testamento. El éxodo de los israelitas tiene un claro antitipo en la liberación del pecado obrada por Cristo en cuantos creen en Él (Ro. 6:17-18; Gál. 5: 1; 1 P. 1: 17-19). La colocación de la serpiente de bronce sobre el asta en medio del campamento israelita es usada por Jesús corno tipo de su propia crucifixión (Jn. 3:15), en las diversas experiencias de Israel en el desierto ve Pablo tipos admonitorios aplicables a la vida cristiana (1 Co. 1 0: 1 l). El diluvio, en ciertos aspectos, es tipo del bautismo (1 P. 3:20-2 l).
Todos los tipos mencionados tienen claro apoyo en el Nuevo Testamento para considerarlos como tales. Pero podríamos añadir otros que, aun careciendo de explícita sanción novo testamentaria, reúnen semejantes características. En personajes como José o David, en acontecimientos como el paso del mar Rojo o el regreso de la cautividad babilónico, o en objetos como la zarza que a ojos de Moisés ardía sin consumirse, podemos descubrir sin esfuerzo aspectos que con toda propiedad nos permitan usarlos como tipos implícitamente corroborados por el Nuevo Testamento.
Para la interpretación tipológica, conviene aplicar las siguientes reglas:
1. Buscar todos los textos del Nuevo Testamento que aluden directa, o indirectamente al tipo objeto de estudio.
2. Determinar todos los puntos de correspondencia entre el tipo y el antitipo delimitándolosadecuadamente a fin de no atribuir a aquél más de lo que realmente prefigura.
3. Especificar su contenido típico siempre a la luz de lo que el Nuevo Testamento enseña.
Por vía de ejemplo apliquemos estas normas al ya mencionado tipo de la pascua. Tomaremos como texto base del Antiguo Testamento Ex. 12, y como referencias del Nuevo, Mt. 26:2-19 (con los pasajes paralelos de Marcos y Lucas) y otros textos, y procederemos a su análisis en dos columnas comparativas:
Tipo (Ex. 12) Antitipo
Un cordero (v. 3). Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29).
sin defecto (v. 5). Jesús «no conoció pecado» (2 Co. 5:21; 1 P. 2:22).
La sangre del cordero protege La sangre de Cristo, base del nuevo pacto establecido por
del juicio de Dios (12,13) Dios para la salvación de los hombres, que de otro modo
no podían escapar a la condenación (Lc. 22;20; Ro. 3:23-25)
La pascua convierte a La redención obrada por Cristo hace de los redimidos una
Israel en pueblo peregrino comunidad de peregrinos (1 p. 1:17b-19; 2:11; He. 11:3, 39, 40; 12:1)
(v.11)
El pan de la pascua había La liberación del creyente en Cristo implica su purificación
de ser sin levadura (v.8) moral, la ausencia de fermentos pecaminosos (1 Co. 5:6-8)
Sobre el ejemplo que acabamos de presentar hemos de hacer dos observaciones. Primera: el tipo de la pascua, por su carácter compuesto, podría descomponerse en varios tipos simples (el cordero, la sangre, etc.); pero tal fraccionamiento – dejando aparte si sus elementos han de ser considerados como símbolos y no como tipos, según algunos opinan- lógicamente conllevaría una pérdida de la visión global de la persona y la obra redentora de Cristo con sus resultados, tal como se halla tipificada en el conjunto de la celebración pascual. En segundo lugar, hemos rehuido la inclinación a usar algunos elementos sugestivos de la pascua, tales como las instrucciones dadas para los casos de familias poco numerosas o el modo de asar y condimentar la carne (con hierbas amargas) por no haber – una clara correspondencia en el Nuevo Testamento y a pesar de que de ellos pudieran sacarse algunas aplicaciones interesantes.
Fuente: Dn. José M. Martínez. Hermenéutica Bíblica. Editorial CLIE 1987