A) Antecedente histórico
A nosotros nos parece que el evangelismo y la preocupación social han estado íntimamente relacionados a lo largo de la historia de la iglesia, aun cuando la relación ha sido expresada en una variedad de formas. El pueblo cristiano a menudo se ha comprometido en ambas actividades sin advertirlo, sin sentir necesidad alguna de definir lo que está haciendo o por qué. Así que el problema de dicha relación, que nos condujo a reunirnos en esta consulta, es comparativamente nuevo y por razones históricas es de particular importancia para los cristianos evangélicos conservadores.
El gran despertar en Norte América, el movimiento Pietista en Alemania y el avivamiento Evangélico bajo los Wesley en Gran Bretaña, todos verificados en la primera parte del Siglo XVIII, demostraron ser un gran estímulo tanto a la filantropía como al evangelismo. La siguiente generación de evangélicos británicos fundó sociedades misioneras y dio un servicio notorio en la vida pública, particularmente Wilberforce en cunato a la abloción de la trata de esclavos y de la esclavitud misma y Shaftesbury en el mejoramiento de las condiciones de trabajo de la fábricas.
Pero al final de siglo XIX y a los comienzos del XX, el llamamiento evangelio social fue desarrollado por teólogos liberales. Algunos confundían al Reino de Dios con la civilización cristiana en general, y con la democracia social en particular y siguieron hacia delante imaginándose que a través de los programas sociales podrían construir el reino de Dios sobre la tierra. Parece que hubo una reacción exagerada a esta distorsión grave del Evangelio de suerte que muchos evangélicos conservadores se tornaron desconfiados de la participación social. Y ahora que los evangélicos conservadores están recuperando una conciencia social y redescubriendo nuestra herencia social evangélica es comprensible que algunos de nuestros hermanos y hermanas nos miren de soslayo y sospechen que nosotros estamos cayendo en la antigua herejía del evangelio social. Pero la acción social responsable que el evangelio bíblico impone sobre nosotros y el evangelio social liberal que fue una perversión del verdadero Evangelio, son dos cosas muy distintas. Como hemos dicho en el pacto de Lausana: Rechazamos como un sueño orgulloso de auto-confianza la noción de que el hombre pueda jamás construir una utopía sobre la tierra (párrafo 15 ).
Otra causa del divorcio entre el evangelismo y la responsabilidad social es la dicotomía que frecuentemente se ha desarrollado en nuestro pensamiento. Tendemos a colocar en contraposición insana al cuerpo y al alma, al individuo y a la sociedad, a la redención y a la creación, a la gracia y a la naturaleza, al cielo y a la tierra, a la justificación y a la justicia, a la fe y a las obras. La Biblia ciertamente distingue entre éstas, pero también las relaciona mutuamente y nos instruye para que mantengamos cada par en una tensión dinámica y creativa. Es tan erróneo desligarlas, caso del dualismo como lo es mezclarlas, caso el monismo. Fue por esta razón que el Pacto de Lausana, al hablar del evangelismo y la participación socio-política afirmó que estas son ambas parte de nuestro deber cristiano (párrafo 5).
B) Situaciones y dones particulares.
Al querer afirmar que el evangelismo y la acción social se pertenecen mutuamente no significamos que el uno pueda existir independientemente de la otra. Por ejemplo: si el buen Samaritano hubiera sido un cristiano, no se le habría echado en cara el cuidar la heridas de la víctima de los asaltantes y fallar en predicarle. Ni a Felipe debe echársele en cara el predicar el Evangelio al Eunuco etíope en su carroza y fallar en preguntarle sobre sus necesidades sociales.
Todavía hay ocasiones cuando es legítimo concentrarse en una o en otra de estas dos responsabilidades cristianas. No es erróneo celebrar una cruzada evangelística sin un programa de servicio social que le acompañe ni es tampoco erróneo dar de comer al hambriento en tiempo de escasez sin primero predicarle, pues, para citar un proverbio africano: Un vientre vacío no tiene oídos. Fue muy parecido en los días de Moisés. El trajo a los israelitas en Egipto las buenas nuevas de su liberación, pero ellos no le hicieron caso, pues estaban muy desanimados por lo duro de su esclavitud. (Éxodo 6:9).
Existe otra justificación para que a veces se separe el evangelismo de la acción social, además de las demandas existenciales de una situación particular: esta es la distribución de los dones espirituales. La Iglesia es una comunidad carismática, el Cuerpo de Cristo, cuyos miembros son dotados por el Espíritu Santo con diferentes dones para diferentes formas del ministerio. Algunos son dotados para ser evangelistas (Efesios 4:11), en tanto otros son llamados para el servicio (Romanos 12:7; 1 Pedro 4:11) o para actos de misericordia (Romanos 12:8). Cualesquiera sean nuestros dones, no podemos despreciarlos ni jactarnos de ellos (1 Corintios 12: 14-26), sino mas bien usarlos para el bien común.
El mejor ejemplo del ejercicio de este principio acontece en Hechos 6, donde los Apóstoles, quienes habían sido llamados a orar y al ministerio de la palabra, estaban en peligro de preocuparse en servir las mesas, o sea entenderse del cuidado de las necesidades materiales de las viudas en la Iglesia. Así que siete hombres fueron designados para ejecutar este servicio social, aunque Esteban y Felipe también predicaban (Hechos 6:8-15, 8:5-13). Esto dejó a los Apóstoles en libertad de concentrarse en el ministerio pastoral, a otros al ministerio social, a otros al ministerio evangelístico; de hecho, hay una amplia diversidad de dones, llamamientos espirituales dentro del Cuerpo de Cristo.
C) Tres tipos de relaciones
Habiendo visto que tanto las situaciones particulares así como los llamamientos especializados pueden legítimamente separar nuestras responsabilidades evangelísticas y sociales, estamos ahora listos para considerar cómo en términos generales se relacionan entre sí. Lo que ha salido de nuestra discusión es que no hay una relación en la cual estén yuxtapuestos, pero hay por lo menos tres relaciones igualmente válidas.
Primero, la acción social es una consecuencia del evangelismo. O sea que, el evangelismo es el medio por el cual Dios trae a la gente a un nuevo nacimiento y su nueva vida se manifiesta en el servicio a los demás. Pablo escribió que la fe nos haga vivir en amor (Gálatas 5:6), Santiago que yo te mostraré mi fe con mis hechos (Santiago 2:18), y Juan que el amor de Dios dentro de nosotros se derramará en servicio a nuestros hermanos y hermanas en necesidad (1 Juan 3:16-18). Como Robert E. Speer escribió acerca del Evangelio en el año de 1900: donde quiera que va, siembra en los corazones de los hombres fuerzas que producen vidas nuevas; siembra en comunidades de hombres, fuerzas que crean nuevas combinaciones sociales.
Hemos oído de evangelistas en nuestro propio día quienes
, durante sus misiones o cruzadas, animan activamente a los cristianos (incluyendo a los nuevos cristianos) a involucrarse en programas que satisfagan necesidades humanas locales específicas. Esto destaca de manera efectiva la dimensión de servicio de la conversión y el compromiso cristiano.
Podemos continuar más allá de esto, sin embargo. La responsabilidad social es más que la consecuencia del evangelismo; es también uno de sus principales objetivos. Porque Cristo se dio así mismo por nosotros no sólo para salvarnos de toda maldad pero también para limpiarnos completamente, para que seamos suyos, deseosos de hacer el bien (Tito 2:14). De manera similar, a través del Evangelio somos creados en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras según El lo había dispuesto de antemano. (Efesios 2:10). Las buenas obras no pueden salvar pero son evidencia indispensable de la salvación (Santiago 2:14-16).
Al decir esto , no reclamamos que el servicio compasivo es una consecuencia automática del evangelismo o de la conversión. La responsabilidad social, como el evangelismo, debe por lo tanto ser incluida en el ministerio docente de la Iglesia. Porque tenemos que confesar las inconsistencias en nuestras propias vidas y el registro desconsolador de la falla evangélica conservadora, con frecuencia como resultado de los vacíos culturales a los cuales nos hemos referido.
Esto tiene graves consecuencias. Cuando no permitimos que la Palabra de Dios nos transforme en todas las áreas de nuestra vida personal y social, parecemos dar validez a la crítica marxista de la religión.
En segundo lugar, la acción social puede ser un puente al evangelismo. Puede romper el prejuicio y la suspicacia, abrir puertas cerradas y lograr una audiencia a favor del Evangelio. Jesús mismo a veces ejecutó obras de misericordia antes de proclamar las Buenas Nuevas del Reino. En tiempos más recientes, fuimos recordados, la construcción de represas por los misioneros Basilea en el Norte de Ghana abrió un camino a favor del evangelio y mucha obra médica, agrícola, nutricional y educativa ha tenido un efecto similar.
Para agregar un ejemplo contemporáneo en Occidente, una reciente cruzada en una ciudad norteamericana fue precedida y acompañada por un programa denominado Amor en acción, con el estímulo del evangelista. Varios grupos en favor de un apoyo social cooperaron y fueron capaces de extender sus ministerios a los pobres dentro de la ciudad. Se nos dice que como resultado de ello un número de personas vino al clamor del evangelio, las que de otra forma no hubieran venido a la cruzada.
Por otro lado, al procurar servir a la gente es posible moverse de sus necesidades sentidas a su necesidad más profunda con respecto a su relación con Dios. En tanto, como otro participante lo indicó si nos hacemos de la vista gorda al sufrimiento, a la opresión social, a la alineación y soledad de la gente, que no nos sorprenda si se vuelven sordos a nuestro mensaje de salvación eterna. Estamos consientes del peligro de hacer cristianos de arroz, esto es, asegurar convertidos solamente en virtud de los beneficios físicos que ofrecemos. Pero tenemos que correr este riesgo en tanto retengamos nuestra propia integridad y sirvamos a la gente a partir de un amor genuino y no un motivo ulterior. Entonces nuestras acciones serán no sobornos sino puentes puentes de amor para el mundo.
En tercer Lugar, La acción social no solamente sigue al evangelismo como su consecuencia y objetivo, y lo precede también como su puente, sino que también lo acompaña como su socio. Son como los dos filos de las tijeras de cortar o como las dos alas de un pájaro. Esta mancomunidad están claramente vistas en el ministerio publico de Jesús, quien no solamente predico el Evangelio sino que dio de comer a los hambrientos y sano a los enfermos.
En su ministerio, el kerigma (proclamación) y la diaconia (servicio) caminaron brazo a brazo. Sus palabras explicaron sus obras y sus obras dramatizaron sus palabras. Ambas fueron expresiones de su compasión por la gente y ambas deben ser también de la nuestra. Ambas también surgen del Señorío de Jesús porque El los envía al mundo tanto a predicar como a servir. Si proclamamos las buenas nuevas del amor de Dios debemos manifestar su amor en nuestra preocupación por los necesitados. Ciertamente, tan cercano es este nexo entre la proclamación y el servicio que realmente se traslapan.
Esto no es para decir que deben ser confundidos el uno con el otro, puesto que el evangelismo no es la responsabilidad social, ni la responsabilidad social es evangelismo. Como quiera, cada uno envuelve al otro.
Proclamar a Jesús como Señor y salvador (evangelismo) tiene implicaciones sociales, puesto que el evangelismo convoca a la gente a arrepentirse de los pecados personales y sociales y a vivir una nueva vida de justicia y paz en la nueva sociedad que desafía a la antigua sociedad.
Dar de comer al hambriento (responsabilidad social) tiene implicaciones evangelísticas, si son echas en el nombre de Cristo puesto que las buenas obras de amor son una demostración y recomendación del Evangelio.
Se ha dicho, entonces, que el evangelismo pese a que no tiene una intención social primaria si tiene una dimensión social, mientras que la responsabilidad social, pese a que no tiene una intención primeramente evangelística si tiene una dimensión evangelística.
Así, el evangelismo y la acción social, aunque distinto el uno del otro, están íntegramente relacionados en nuestra proclamación y obediencia del evangelio. Esta relación es, en realidad un matrimonio.
d) La cuestión de primacía.
Esto nos lleva a la cuestión de si la relación entre evangelismo y responsabilidad social es igual o desigual, o sea si son de importancia idéntica o si uno tiene precedencia sobre el otro. El Pacto de Lausana afirma que: en la misión de servicio sacrificial que le toca a la iglesia, el evangelismo es primario (Párrafo 6). Aun cuando algunos de nosotros nos hemos sentido incómodos respecto a esta frase, no sea que por ella pudieran romperse la mancomunidad, somos capaces a la vez de endosarla y explicarla en dos formas, además de las situaciones particulares y llamados ya mencionados.
En primer lugar, el evangelismo tiene una cierta prioridad. No nos referimos a una prioridad temporal invariable, por que en algunas situaciones un ministerio social tendra precedencia, sino a una prioridad lógica. El hecho mismo de la responsabilidad social del cristiano presupone cristianos socialmente responsables y es solamente por medio del evangelismo y discipulado que han llegado a ser responsables.
Si la acción social es una consecuencia y una meta del evangelismo (como lo hemos afirmado) entonces el evangelismo debe precederla. Además, el proceso social está siendo obstaculizado en algunos países por medio de la cultura religiosa dominante; solo el evangelismo puede cambiar esto.
En segundo lugar, el evangelismo atañe al destino eterno de las personas y al traerles a estas personas a las buenas nuevas de salvación los cristianos están haciendo lo que nadie mas puede hacer. Jamás debería escoger entre satisfacer el hambre física y el hambre espiritual o entre sanar los cuerpos y salvar las almas puesto que un amor aut
entico para nuestro prójimo nos conducirá a servirle como una persona total. Como quiera, su hubiésemos de escoger, entonces tenemos que decir que la necesidad suprema y ultima de toda la humanidad es la gracia salvadora de Jesucristo y que por lo tanto la salvación eterna, espiritual de una persona es de mayor importancia que su bienestar temporal y material (II Corintios4:16-18).
Como lo expresa la declaración de Tailandia: De todas las necesidades trágicas de los seres humanos ninguna es mayor que su alineación de su creador y la terrible realidad de la muerte eterna para aquellos que rehúsan arrepentirse y creer. Aun así, este hecho no nos debe hacer indiferentes a las degradaciones de la opresión y las pobrezas humanas. El escogimiento, creemos, es conceptual en gran medida. En la práctica, como en el ministerio publico de Jesús los dos son inseparables, por lo menos en sociedades abiertas. Más que ponerlas en competencias, ellas se apoyan mutuamente y se fortalecen en espiral ascendente de creciente interés para ambas.
Documentos Periódicos de Lausana. No 21 Informe de Grand Rapids. Alianza Evangélica Mundial. Publicado al español por Visión Mundial de México. A.C.