Los Peligros de la Guerra Espiritual
Hoy en día vemos a pastores y otros líderes cristianos enseñando conceptos de demonología y guerra espiritual que resultan muy peligrosos para los que siguen estas enseñanzas. La evidencia demuestra que muchos de los que siguen estas creencias terminan seriamente afectados emocionalmente y sus vidas cristianas perturbadas en gran manera. Llega el momento que los adeptos a estas creencias y prácticas terminan viendo demonios y espíritus malos en casi cualquier evento, lugar o situación en la cual se encuentran. El temor a ser de alguna manera influenciados o atacados por los espíritus malos les lleva a perder la bendición de la paz en Cristo, el reposo espiritual y la seguridad que la misma Palabra de Dios ha prometido para todos los que han sido lavados con la sangre del Cordero de Dios y han sido “librados de la potestad de las tinieblas y trasladados a su reino”.
Pero lo peor de todo es que estas doctrinas demonológicas en realidad pervierten el mensaje de la cruz y minimizan la victoria de Cristo y la posición que se le ha dado al creyente. Llega el momento que el creyente perturbado por estas creencias, tiene que recurrir a una serie de prácticas extra bíblicas para tratar de protegerse de los ataques satánicos a los cuales, según se enseña, está siempre expuesto. Me siento motivado a escribir sobre este tema, precisamente por el testimonio que he recibido de muchos de los que han estado de alguna manera envueltos en estas creencias. También por el peligro que entiendo las mismas representan para la salud espiritual y emocional del pueblo de Dios, y por supuesto, porque estas creencias son completamente contrarias a la sana doctrina de la Escritura. Me propongo evaluar y refutar, por medio de la Biblia (la corte final de arbitraje), todas aquellas enseñanzas de la llamada guerra espiritual que se han popularizado tanto en la actualidad.
¿Puede ser poseído por los demonios un verdadero cristiano?
Esta es la primera pregunta que debemos contestarnos a la luz de la Biblia. Y debo comenzar diciendo esto: si un cristiano genuino puede en efecto ser poseído de alguna manera por un espíritu inmundo, entonces la obra de Cristo en la cruz fue un fiasco, y su sangre no tiene ningún valor sobre el creyente. Así de serio es este asunto. La Escritura es especialmente clara en este aspecto. No existe ni un solo texto bíblico que enseñe que un redimido pueda ser poseído por algún demonio. Yo reto a cualquiera a que busque en la Biblia, en especial, el Nuevo Testamento, evidencia sobre la posesión de cristianos por demonios. Lo que va a hallar es lo opuesto. Por ejemplo, 1Juan 5:18 enseña que todo aquél que es nacido de Dios, y tiene su simiente en él, el maligno no le puede tocar. Colosenses 1:13 enseña que los creyentes hemos sido librados de la potestad o el dominio de las tinieblas y trasladados al reino del amado Hijo. Primera de Tesalonicenses 5:5 declara que ya no somos hijos de las tinieblas, sino hijos de la luz. También en Hechos 26:18 Pablo declara que aquél cuyos ojos son abiertos y se convierte a Dios, pasa literalmente de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a la potestad de Dios.
El asunto que debe quedar claro es el siguiente: el que una persona pueda haber estado en la iglesia, o pueda incluso ser un miembro activo de una congregación, no significa con ello que es salvo. Algunos piensan que todos los que son miembros de una iglesia, son automáticamente creyentes. La salvación es un nacimiento espiritual producido por el Espíritu Santo. Una persona que está poseída por un demonio, está bajo el control de esa entidad espiritual. ¿Puede acaso habitar Cristo y un demonio en una misma vida? ¿Puede una misma fuente dar agua salada y dulce al mismo tiempo (Stgo. 3:11)? Un cristiano puede ser zarandeado por Satanás, puede ser tentado y seriamente desviado de la sincera fidelidad a Cristo. Por eso Pablo habla en Efesios de tener puesta la armadura espiritual de Dios, no para evitar ser poseídos por el demonio, sino para resistir en el día malo y permanecer firmes. Pero el creyente verdadero no puede ser poseído por un demonio, porque ya fue “poseído” por Jesucristo; tan sencillo como eso. Fue el mismo Jesús el que afirmó: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:27-30). Una posesión demoníaca en un creyente verdadero, implicaría que esa vida fue arrebatada de la mano de Cristo, y si esto fuera así, entonces lo que él dijo fue una mentira.
¿Y qué podemos decir del texto que menciona un espíritu inmundo que regresa nuevamente a poseer una vida que había sido libertada? Este texto se halla en Mateo 12:43. Y si leemos el mismo cuidadosamente, veremos que hay algunos pequeños detalles que muchas veces escapan a la mayoría de las personas. El texto dice:
“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación”
En primer lugar, la casa es hallada “desocupada”. Esto quiere decir, vacía, deshabitada. Obviamente no estamos hablando aquí de un verdadero redimido. En tal caso, su casa no estaría deshabitada, sino ocupada por Aquél que viene a morar para siempre a la vida de todo creyente. Una persona que ha nacido de nuevo se convierte en templo del Espíritu Santo, y esa morada no es temporera, como pretenden afirmar algunos. Es para siempre porque no depende de las obras o los méritos de la persona, sino de la obra redentora de Cristo.
Un segundo detalle lo hallamos en la frase que dice: “Así también acontecerá a esta mala generación”. Jesús claramente indicó que el escenario previamente descrito por él no iba dirigido a sus discípulos ni a los que habían creído en él, sino a la “mala generación”, esto es, a los impíos. Lo que el Maestro deseaba indicar es que una persona podía ser liberada de una posesión demoníaca, pero si no había un verdadero arrepentimiento, estaba expuesta a volver a la mism
a condición. ¿Por qué? Porque sin la morada del Espíritu Santo (que ocurre en la conversión), esa casa está desocupada y nada impedirá que vuelva de nuevo el espíritu malo a ocuparla. De modo que el texto de ninguna manera enseña acerca de la posesión demoníaca en los cristianos. La realidad es que la base que muchos utilizan para defender la posesión en los creyentes se basa, no en la evidencia bíblica, sino en sus observaciones. Han arribado a esta conclusión basándose en que han visto a personas cristianas de mucho tiempo en la iglesia caer bajo una posesión demoníaca. Pero como explicamos anteriormente, esta observación no es segura, ya que no tenemos manera de saber a ciencia cierta si una persona es verdaderamente nacida de nuevo. Y el hecho de que está poseída por una entidad espiritual maligna es prueba de que Jesucristo no mora en esa vida. A fin de cuentas, la ineludible verdad es que la evidencia de la Escritura sustenta la postura de que los cristianos no pueden ser poseídos por espíritus malignos.
¿Puede un cristiano heredar espíritus malos de sus ancestros?
Otra doctrina disparatada que se ha vuelto muy popular entre los fanáticos de la demonología es la que sostiene que un cristiano puede ser víctima de influencias satánicas porque lo ha heredado de sus antepasados. En otras palabras, si uno ha tenido un familiar que ha practicado la brujería, el espiritismo o cualquier otra religión esotérica, sobre su vida existe un reclamo de esos “espíritus familiares”. Esta es una creencia puramente espiritista en sí misma. Eso de que hay espíritus que permanecen en una familia por generaciones y pueden reclamar derechos sobre la descendencia de esta familia, no es una doctrina enseñada en la Biblia. Eso es lo que enseñan los espiritistas. Pero lo peor de todo es cuando se pretende aplicar esta teoría a los cristianos. Una vez más, el creer esto echa por el suelo las promesas que Dios mismo nos ha dejado en su palabra con relación a nuestra herencia espiritual.
Si el creyente ha sido libertado de la esclavitud del pecado, de la potestad de las tinieblas, y más aún, es hecho nueva criatura y las cosas viejas pasaron (2 Co. 5:17), ¿cómo es posible que se pueda afirmar que puede heredar demonios de sus antepasados? ¿O la Escritura ha mentido, o los mentirosos son los que están enseñando estas cosas? Yo prefiero creerle a Dios, que a estos predicadores que no sienten ningún respeto ni aprecio por la sana doctrina. Esta teología tan aberrada lo que hace es desanimar a los creyentes y levantar dudas sobre su posición en Cristo. Ningún cristiano puede heredar maldiciones ni demonios ancestrales, porque los creyentes somos herederos de Dios y coherederos con Cristo (Ro. 8:17, Gál. 4:7). Los creyentes hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual, y somos guardados por el poder más grande de todo el universo: el poder de Dios (Ef. 1:3, 1 Pe. 1:3-5).
He oído a algunos de estos expositores de la llamada guerra espiritual emplear el texto de Éxodo 20:5, para probar que las maldiciones de los padres pasan a los hijos por varias generaciones. Pero eso no es lo que enseña el texto. No habla en ningún lado de demonios que pasan de una generación a otra, sino del castigo de Dios. Y aún este punto debe ser analizado tomando en cuenta todo lo que la Biblia dice. No se puede fabricar una doctrina tomando fuera de contexto un solo verso de la Biblia. Más adelante en la escritura se elimina lo que se llama el pecado transmitido de padres a hijos.
Por ejemplo, el profeta Jeremías declara:
“En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera. He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Jer. 31:29-31).
¿De qué estaba hablando aquí el profeta? Estaba anunciando las bendiciones que vendrían con el Nuevo Pacto, que dicho sea de paso, es bajo el que ahora vivimos los cristianos. Este Nuevo Pacto fue instituido por Cristo, y es bajo el cual nos hallamos cobijados, y seguiremos cobijados, porque es un pacto eterno. Los que hoy afirman que los creyentes pueden sufrir las consecuencias de las maldiciones ancestrales o los demonios generacionales, hablan como si el Nuevo Pacto no existiera. Lo que hacen, no sé si inconscientemente, es exponer a Cristo a vituperio.
El profeta Ezequiel también habló de este asunto, y me gustaría citar este texto para beneficio del lector:
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Ez. 18:1-4).
Con estas palabras, queda abrogado el llamado pecado generacional, o la transmisión genética de las maldiciones. Porque aunque parezca descabellado, algunos de estos pseudo-predicadores se han atrevido a declarar que es a través de los genes que se transmiten estas maldiciones. ¿Qué base tienen? Créame, absolutamente ninguna. Lo más que se puede sostener es que hay patrones aprendidos de conducta que suelen transmitirse de padres a hijos. El abuso, el maltrato, la irresponsabilidad y las malas costumbres suelen repetirse en los descendientes a causa del mal ejemplo, pero lo demás es pura mitología.
¿Sabe qué es lo que ocurre? Pienso que detrás de todas estas enseñanzas lo que se establece es una excusa para liberar al hombre de su responsabilidad. El argumento es el siguiente: ¿Por qué fulano le fue infiel a su esposa? Es que hay un espíritu gene-racional de infidelidad que persigue a esa familia. El asunto es que la persona es eximida de su responsabilidad, alegando que el problema no está en él, sino un demonio o un “pichón” que de momento se interpone y le lleva a lo malo. ¿Qué fácil, no? Sin embargo la Palabra de Dios no admite esta necedad. Santiago dice que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. La maldad está ligada al corazón del ser humano, y es cada cual el que decide poner freno a su apetito carnal, o darle rienda suelta. Ni siquiera el diablo puede obligar al cristiano a pecar. Lo puede tentar, lo puede seducir, pero cada cual es responsable de frenar la tentación antes de que ocurra el
siguiente paso.
La teología de la guerra espiritual tiende a concentrarse más en las culturas aborígenes y nativas de América Latina, que en la “cultura” que nos invade desde otros lugares, específicamente desde países como los Estados Unidos. El bombardeo brutal que recibimos por medio de un sistema que de manera sutil nos envuelve en la ambición y la codicia, ¿no es también engendro de Satanás? ¿Y qué de los que han llenado los canales cristianos de televisión con el evangelio de la prosperidad que convierte la fe cristiana en un utensilio para obtener salud y riquezas? Estoy convencido de que es precisamente por ahí que el adversario está haciendo su agosto con muchos cristianos que se han acomodado a un “evangelio” que ha quitado la cruz de Cristo. En muchos de los púlpitos evangélicos ha desaparecido la predicación bíblica sana, y ha sido reemplazada con fábulas artificiosas. Los apóstoles identificaron precisamente ahí, la obra satánica.
Pedro escribió:
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató… y muchos seguirán sus disoluciones… y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pe. 2:1-3).
Pablo escribió también lo siguiente:
“Pero me temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (2 Co. 11:3-4).
Estoy totalmente convencido de que la estrategia diseñada por la serpiente, está claramente presentada aquí por el apóstol Pablo. Es una estrategia bien planificada y dirigida hacia la apostasía. Su plan consiste en desviar a los cristianos de la sincera fidelidad a Cristo, empleando como instrumentos a muchos predicadores de hoy que predican a otro Jesús que no es el verdadero, y otro evangelio que no es el genuino. Es una pena que los predicadores de la guerra espiritual no se den cuenta de que probablemente ellos mismos están siendo instrumentos del adversario para desviar a los santos de la sincera fidelidad a Cristo.
Espero que por medio de este escrito, muchos puedan abrir sus ojos y escapar de este sistema de superstición y misticismo que mantiene en ignorancia y atraso espiritual a muchos cristianos bien intencionados. Que puedan entender que hay más peligro espiritual en algunos predicadores, falsos apóstoles y pseudo-profetas de hoy, que un árbol donde los indios adoraban a sus dioses o en una calle por donde se traficaban esclavos.
René X. Pereira Morales es pastor. Es conductor del programa radial Fe y Crisis, transmitido de martes a viernes a través de la estación WCGB 1060 AM, Juana Díaz, Puerto Rico.
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