Cómo el ateo manipula la noción del mal
Siempre me intrigó el hecho de que la literatura producida por los escritores ateos de este mundo, impugna la existencia de Dios basándose en cierto tipo de acontecimientos que suceden en la realidad que vivimos. Mencionemos los más citados por los apologistas ateos: injusticias, tragedias, cataclismos, enfermedades, hambre, el sistema ecológico injusto, como le llama Martín Gianola al estado de cosas presente en la naturaleza {1}, genocidios, guerras, y organismos patógenos en una serpiente venenosa que mata a un niño, como lo expresa Ladislao Vadas {2}. Todas estas cosas constituyen la plataforma de apoyo que los pensadores ateos, erigiéndose ellos en los paladines de la justicia y la bondad, usan para negar la existencia de Dios, y de paso, acusar a ese Dios que no existe, de ser extraordinariamente malvado, cruel, sádico.
Prueba de que Dios no existe, en el repertorio ateo, es que si un Dios bueno existiera, podría eliminar toda esa maldad en nuestro mundo. Yo tengo algunas preguntas para nuestros amigos incrédulos. A la hora que los Gianolas y los Vadas de este mundo escriben estas cosas mientras echan espuma por la boca, ¿cuántos adultos están cometiendo adulterio? ¿O robando al prójimo? ¿Cuántos niños están viendo a sus padres pelear o divorciarse, recibiendo heridas cuyas cicatrices los marcarán de por vida? ¿Cuántos divorcios por causa de una infidelidad están siendo sancionados y dejando familias destrozadas por el camino? ¿Cuántas personas están siendo contagiadas con enfermedades venéreas?
¿Verdad que no escuchamos nada de este tipo de tragedias individuales que se repiten por miles de miles todos los días? Los Gianolas, los Vadas y otros ateos ni las mencionan.
¿Por qué estos “pensadores” no levantan su puño contra Dios porque usted le miente a su jefe en la oficina? O cuando habla mal de su compañero de trabajo. O cuando usted, jovencita o señora, se viste provocativamente. O cuando usted, caballero o joven, visita el prostíbulo. O cuando ellos mismos usan palabras soeces, insultan al prójimo, ven una película de contenido sexual, piensan mal de prójimo, desnudan con el pensamiento a la joven que pasa por la calle, etc. En resumidas cuentas, Gianola, Vadas y compañía bien podrían preguntarse, ¿por qué Dios no me detiene cada vez que hago algo malo? ¿No es eso prueba de que no hay Dios?
La respuesta es que ellos sólo consideran malas las cosas como las grandes tragedias, las enfermedades, los cataclismos, los genocidios, las guerras, y cosas por el estilo. Sobre los males morales y éticos individuales no pronuncian juicio porque ellos no tienen estándares morales, o si los tienen, son restringidos a cierto tipo de maldad.
La verdad es que si fueran imparciales tendrían que impugnar la existencia de Dios debido a todo tipo de maldad y sufrimiento. La selectividad de los ateos se reduce a cierto tipo de maldad, i.e., las tragedias y las cosas que nos hacen daño, pero se quedan en silencio cuando se trata de la maldad que disfrutamos y nos causa placer. Tienen pena por el niño enfermo, pero les importa poco el niño que ve a sus padres divorciarse por una infidelidad o simplemente por egoismo. Se horrorizan por la crueldad del mundo animal pero les importa poco el drama de la prostituta que acaban de contratar para satisfacer sus deseos.
La verdad es que si vamos a protestar por la maldad debemos hacerlo por todo tipo de maldad. Y si llegaran a hacerlo así, creo que es mejor para ellos (y para cualquiera) que Dios no exista, porque si Dios decidiera eliminar toda la maldad del mundo a las 12 de la medianoche, ¿dónde estarían estos ateos a las 12 con un segundo? ¿Dónde estaríamos todos a esa hora?
En este tema de la maldad y el sufrimiento es donde más se hace evidente la hipocresía del pensamiento ateo. La Biblia, como siempre el mejor fiscal que se levanta contra el ateísmo, enseña que Dios está trabajando indefectiblemente para eliminar todo el mal de este universo, pero en su tiempo, no el nuestro. <>
Fuentes:
1} Martín Gianola, Los Atributos Teológicos del Dios Judeocristiano – Omnipresencia, artículo.
2} Ibid.
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