Experiencia de mi Conversión
Fue en un lugar de la Mancha que mi padre contactó por primera vez con los “Testigos de Jehová”. Tendría yo unos cuatro años de edad cuando él se bautizó en el rió Guardiana, llegando a ser así formalmente, miembro de la organización que llevo dicho nombre. Y así, fue que yo llegué a criarme en el seno de una familia de “Testigos”. Recuerdo que siendo todavía bastante jovencito sentía yo cierta inclinación natural hacia lo religioso y oraba con sinceridad a Dios en momentos en que me encontrara solo. Habiendo como familia dejando atrás la religión católica, llegué a la conclusión, de que en la organización de los “Testigos” estaba el único medio de Dios para la salvación. Cierto, creía que Cristo era nuestro Salvador, pero a la vez, creía que a Cristo Jesús no se le podía encontrar en otro lugar que no fuera aquél.
Por mi estudio regular de las Sagradas Escrituras, llegué a tenerle mucho cariño a la persona de Cristo. Quería imitarle tanto como pudiera en mi vida de cristiano y, quería anhelaba, estar con él en los cielos. Fue bajo este concepto y sentimientos, que a la edad de 15 años, empecé a participar de los símbolos del pan y del vino en el día aniversario de la muerte de nuestro Señor. Los “Testigos” celebran la Cena del Señor una vez al año. Por la creencia de que solo 144.000 escogidos desde Cristo acá formaron su Iglesia, y que en el año 1935 dicho número ya se había completado, fui presionado para dejara de participar de dichos símbolos. Pero, puesto que consideré las palabras de nuestro Señor “haced esto en memoria de mi” como un mandato que me aplicaba, seguí tomando el pan y del vino año tras año en el día aniversario-memorial de su muerte. Puesto que me casé con una “Testigo” que, por supuesto, no era de los 144.000, aquello resultó en una familia dividida en cuanto a esperanzas: mi esposa y mis hijos la esperanza de vivir en una Tierra convertida en un paraíso, y yo, la esperanza de vida celestial en la presencia de nuestro Señor. Aquello no me parecía muy razonable.
Creyendo también que Jesucristo había sido instalado rey en los cielos en el año 1914 d.C. y que el fin del mundo estaba muy próximo, a las puertas, me dediqué por completo a la obra de predicar y enseñar aquellas creencias a otros, dirigiéndolos a la vez, a la organización de los “Testigos” que auspicia La Sociedad Watchtower. De ese modo, serví por más de dos décadas en dicha organización como Ministro de Tiempo Completo, doce de tales años en el extranjero: cuatro en Alemania Occidental y ocho en Colombia (América del Sur).
Debido a que la mayor parte de nuestro tiempo dedicábamos a ir por las casas ofreciendo la literatura de la organización y buscando adeptos, no me quedaba mucho tiempo para el estudio de la Biblia. Sin embargo, el tiempo el tiempo que si dedicaba a estudiarla, lo hacia generalmente con fiel consulta de las publicaciones de la Sociedad de los “Testigos”. Esa actitud era debida al entrenamiento erróneo de las palabras de Señor cuando dijo: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente (esclavo fiel y discreto: TNM, de los “Testigos”) al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?” Creyendo que dicho, “esclavo fiel y discreto” era compuesto principalmente por el personal con esperanza de vida celestial en las oficinas centrales en Brooklyn, Nueva York, y que todo lo que publicaba tal Sociedad era “alimento a tiempo”, llegué a considerar indispensable tales publicaciones para llegar a un correcto entendimiento de la Palabra de Dios. Sin embargo, sería esa sincera comprensión de los asuntos que hicieron profunda mella en mi en ese sentido: En el campo doctrinal no pude armonizar con la Biblia el que la resurrección de los muertos fuera en general una puerta a una segunda oportunidad, de manera que estos fueron juzgados por las obras posteriores a su resurrección en vez de por las obras ejecutadas antes de morir. Sin embargo, el tema referente a la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo llegó a ser el asunto que, más que cualquier otro, tendría que ver con que yo abandonara definitivamente aquella organización. Llegué a entender fuera de toda duda que era imposible desde todo punto de vista que la iglesia verdadera constara de tan solo 144.000 miembros, ni uno más, ni uno menos.
En cuanto al terreno profético: tras un estudio meticuloso de publicaciones muy antiguas de la Sociedad Watchtower , iba cogiendo cada vez mayor conciencia de que el llamado “esclavo fiel y discreto” era culpable de profetizar en falso en bastantes ocasiones y de diversas maneras. Y, en lo que respecta a lo moral, a medida que investigaba me iba pareciendo más improcedente el que un grupo de unos 14 a 17 hombres allá en Nueva York se consideraba a si mismo el Cuerpo Gobernante de todos los Testigos de Jehová de alrededor del mundo, y que llenos de autoridad y poder, fueran imponiendo reglas y medidas cada vez más severas en contra de los que disintieran de alguna forma de las enseñanzas oficiales de dicha Sociedad. Todo esto era evidencia para mí, en el sentido de que no estaban imitando las cualidades del Dios amoroso que constantemente decían representar e imitar. Y fue así que gradualmente mi fe en dicha organización se fue apagando hasta quedar totalmente desvanecida. No podía seguir así: tenia que actuar.
Convencido plenamente de tales asuntos consideré que mi próximo y lógico objetivo era compartir todo aquello con mi esposa. Ella era una celosa “Testigo de Jehová”. Una noche cuando nuestros hijos se habían ido a dormir la invité a que consideráramos un tema bíblico que había sido de mucho interés para mí. Como siempre se manifestó gustosa al dialogo; sin embargo, no sospechaba la transformación que había ocurrido ya en mi interior, ni del propósito de aquella conversación. Con las Escrituras fuimos viendo, cómo el evangelio que predican los “Testigos” es diferente al que Cristo y los apóstoles nos legaron. Vimos que la Biblia en realidad no enseña que haya dos clases de cristianos, unos con esperanza de vida celestial y otros con esperanza de vida en una tierra paradisíaca. Ahora bien, si los “Testigos” predican un evangelio particular, entonces debíamos actuar en conformidad con el consejo apostólico según Gálatas 1:8-9 que dice: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciaré un evangelio diferente al que os hemos anunciado, sea anatema”. Impactada por aquella conver
sación, todo terminó en llanto, y aquella noche apenas pudimos dormir. Siguieron otras noches similares a aquella, pero ambos seguimos muy tenaces en nuestras oraciones de fe y así, con la ayuda divina, pronto nuestros semblantes reflejaron tranquilidad y gozo. Ahora, ambos estábamos convencidos de que habíamos estado en un serio error así como de lo grave que es cifrar confianza fiada en religiones, organizaciones o sectas. ¡Habíamos encontrado a Cristo como nuestro Salvador personal! La constante oración de fe, el estudio y meditación de la Palabra de Dios y literatura cristiana apropiada fueron una incalculable fuente de bendición para nosotros.
Teníamos que compartir todo esto con otros miembros de la organización. Así es que, bajo cuerda, empezamos a contactar con algunos “Testigos”. Con varios sostuvimos conversaciones interesantes y profundas. Sin embargo, unas notas mías conteniendo diferencias de criterio con base bíblica, fueron a parar en las manos de los “ancianos” de la congregación, lo cual llevaron rápidamente a que me consideraran apostata y ex miembro de la organización. Se leyó esto en la próxima reunión y, unos cuantos días después, se leyó también la decisión de mi esposa de abandonar la organización. Ella fue considerada apostata también. Ahora, tras aquella decisión histórica en nuestra vida de abandonar con resolución la organización que dirige la Watchtower, fuimos en consecuencia victimas de una serie de pruebas y zarandeos en cadena. El que nos hubieramos identificado con la Iglesia Evangélica, nos acarreó si cabe la expresión, más vituperio todavía. Como anécdota, nos pareció a mi esposa y a mi muy adecuado el que la calle en donde está situada la Capilla (en Plasencia, Cáceres) se llamara El Salvador. Allí empezamos a reunirnos y, no mucho después, bajaríamos a las aguas del bautismo en testimonio público de nuestra fe en el Señor Jesucristo. Pero, ¡cuan oportuno fue el que prestamente no reuniéramos con tales hermanos allí! ¡Cuan agradecidos estamos al Señor por habernos provisto ayuda tan amorosa, necesaria y oportuna! Toda ella la íbamos a necesitar.
Una vez declarado apóstata por no estar de acuerdo con muchas de las enseñanzas fundamentales de los “Testigos”, automáticamente dejaron de darme el saludo; poco después ocurriría exactamente lo mismo con mi esposa. Incluso, unos vecinos de escalera, “Testigos” ellos mismos, cuando nos cruzábamos en la escalera volvían hacia un lado la cabeza a fin de no contestar nuestro saludo. Como consecuencia de tales normas fui expulsado de mi trabajo en la empresa de un “Testigo”. Traté de razonar con él, pero todo fue en vano. El dijo que estaba obedeciendo instrucciones. Poco después de esta circunstancia, cartas de varios miembros de mi familia indicaban que si no me arrepentía y deponía mi actitud, aquella sería la última carta que yo recibiría de ellos. Mientras tanto corrían todo tipo de calumnias en contra nuestra. Con la calumnia maliciosa se siembra la tendente idea de que no fue amor a la verdad lo que te movió a abandonar la organización. Así, muchas conciencias quedan calmadas. Eso los disuade de tener o alimentar dudas que les podrían llevar a investigar. Luego, finalmente, nuestro hijo aun “Testigo” se casó. Sobra decir que fue muy duro para nosotros los padres no haber podido estar en la recepción o banquete de bodas de nuestro hijo ya que las normas de dicha organización lo prohíben. Y, en la ceremonia civil en el juzgado, los “Testigos” que si asistieron, por supuesto, no solo no saludaron sino que nos disimularon hasta la mirada. Sin embargo, en medio de tanto desprecio acumulado recibíamos mucho consuelo y ánimo de las siguientes palabras de nuestro Señor y Caudillo: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos” (Mateo 5:11-12).
Ahora, cuando miro hacia atrás y veo la forma progresiva en que Dios me fue sacando de la oscuridad a su luz maravillosa, me regocijo y le doy gracias. En primer lugar, las dudas fueron aumentando hasta que me llenaron de confusión. A la vez, esa situación me llevó a postrarme con lágrimas ante mi Señor clamando su ayuda. Entonces me aferré a la oración y al estudio de la Biblia. En no muchos meses el Espíritu Santo me condujo a las verdades fundamentales tal como sencillamente las enseña la Palabra de Dios. Así pude ver con claridad, cómo la revista Atalaya y otras publicaciones de la Watch Tower obstaculizaron por muchos años el que la luz de la verdad resplandeciera ampliamente en mi mente y corazón. Pero ahora, habiendo puesto a un lado aquellas pretenciosas ayudas, la luz del evangelio brilló con sencillez en nosotros iluminando nuestra calzada. Sin perdida de tiempos nos unimos a la iglesia evangélica en Plasencia (Cáceres) donde los hermanos nos dieron toda clase de consuelo y apoyo.
Aunque hemos pasado y aun seguimos pasando por tribulaciones, ciertamente los gozos sobrepujan por mucha cualquier prueba habida o por haber. Por aceptar la invitación de nuestro Pastor de venir a él, nos hallamos descansando bajo su yugo suave y ligero a la vez que gozamos de una paz que supera y sobrepasa todo entendimiento humano. También podemos decir con inmenso gozo, que motivados por nuestra perseverancia y ejemplo, algunos miembros de nuestras familiares que han sido por muchos años “Testigos”, se han convertidos también a Cristo y lo han aceptado como su Salvador personal. Ya no creen que alguna organización o secta tenga poder salvifico. Personalmente tengo otro gozo singular que también quisiera mencionar: antes, mi esposa tenia la esperanza de vivir para siempre en la Tierra. Pero hoy ambos tenemos la misma esperanza gloriosa, la de vivir en la mansión celestial tras recibir de nuestro Señor la corona de la vida. Así que, las penas y tribulaciones que suframos hoy ciertamente no son nada cuando las comparamos con todo aquello que Dios tiene preparado para los que son suyos y aman su nombre. ¡Gloria sea a El!
Para concluir quisiera añadir estas palabras: ¿habrá hoy todavía muchas almas buscando verdadera paz y salvación? ¿Qué haremos al respecto los que ya estamos gozando de salvación? Como luz del mundo. ¿Alumbraremos para que otras puedan ver y glorifiquen a Dios?
¡No perdamos oportunidad de testificar de Cristo! Junto con el Señor y sus Ángeles, regocijémonos cuando sepamos que un pecador más se ha arrepentido y confesado que Cristo es su Señor.
Fuentes:
1. Testimonio aparece en Agentes de Información Religiosa, Madrid, España, en Junio 1995.
2. http://www.protestantes.net/enciclo/perezb.htm
Orellano Pérez Buitrago, C.de Calatrava (Ciudad Real), 1945.
Cuando le conocí personalmente, iba acompañado de su esposa, Tere, y de su hijo menor, David. La oportunidad nos la brindó las buenas relaciones e iniciativas de las iglesias evangélicas de Extremadura. Y el tema que nos presentó está intensamente presente en su vida, conversación y ministerio, desde mediados de los “ochenta”, terminando por cristalizar en el título de su primer libro: Y Cristo me libertó. Experiencias de un ministro precursor de los Testigos de Jehová (UNILIT, Miami, 1992). En los últimos cinco años, ha colaborado con Operación Movilización, iglesias locales y como “obrero” de las Asambleas de Hermanos cuida de “una pequeña iglesia en Arenas de San Pedro” (Ávila). Pero es su preocupación por la evangelización de sus antiguos correligionarios lo que le llevó a la Presidencia, en 1990, de la Asociación Libertad. En cuyo boletín informativo colabora regularmente. Y por lo mismo preparó, en 1988, el vídeo: “Amor a la Verdad”.
G.F.C. (Gabino Fernández)
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