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Pablo Santomauro
Una acusación clásica a los evangélicos conservadores por parte de los teólogos de la liberación y los promotores del evangelio social, es que no promovemos el reino de Dios y su implantación al estilo que ellos proponen, despreciamos la actividad humana y predicamos el estado pasivo. Se nos acusa, además, de enseñar resignación ante las injusticias sociales, y por ende, ser cómplices de la opresión del hombre por el hombre.
Como defensa frente a este monigote de paja, los evangélicos afirmamos enseñar el nuevo hombre en Cristo, la nueva criatura (2 Co. 5:17). En consecuencia, éste nuevo hombre en Cristo afectará su ambiente, sus relaciones, la cultura y la sociedad de tal forma que los transformará vitalmente, influenciándoles con sus valores éticos y morales.
El nuevo hombre se transforma en un mejor trabajador o estudiante, mejor esposa y esposo, padre, madre, mejor hijo, mejor político, mejor y más limpio vecindario y por qué no, mejor patrón y mejor comerciante.
Yo en lo personal predico el evangelio, no para cambiar la sociedad, sino porque es verdad y salva pecadores. Todo lo demás son bonos que vienen añadidos. Jamás pondré un objetivo social o político por encima del llamado fundamental del evangelio. ¿Acaso Cristo no vino a salvar pecadores (1 Ti. 1:15)?
Si bien la Biblia no prohíbe al cristiano participar en política o actividades sociales en forma individual, yo no veo en la Escritura que el Señor le haya dado a su Iglesia una agenda política, sino el mandato espiritual de proclamar el evangelio y discipular en todas las naciones.
Este mandato trasciende cualquier misión política o cultural. Es por demás interesante que la iglesia primitiva, viviendo bajo un gobierno mucho más opresivo que muchos gobiernos modernos, voluntariamente se sometió a Roma y nunca, nunca, intentó formar un movimiento político o cambiar las leyes romanas. ¿Por qué? ¿Por qué los apóstoles y discípulos se rehusaron a permitir que una cruzada política o cultural tomara prioridad sobre el evangelio? Respuesta: Ellos tenían primariamente una misión celestial y sus objetivos eran eternos, no eran terrenales ni temporales. No estaban interesados en crear una sociedad mejor. Jesucristo nunca tuvo en mente el mejoramiento del nivel social de sus oyentes o el mejoramiento del estilo de vida y la cultura. Su misión no fue política, ni social, ni hizo campaña por los derechos humanos, ni tomó las armas contra el poder de turno, ni predicó la paz por la paz solamente. El sabía que la paz verdadera, que la justicia social, que una sociedad limpia de inmoralidad, de crimen y violencia sólo pueden cristalizarse con su Segunda Venida.
Los problemas que enfrenta Latinoamérica hoy no son primariamente políticos, culturales, o económicos. Sí, estos son los más visibles, pero los problemas, en su raíz, son teológicos y espirituales. Es por el hecho de que nuestra gente está separada de un Dios Santo y no posee un conocimiento de El y sus caminos, que no sabemos confrontar las crisis políticas y económicas
Cuando se reconoce que los problemas de una sociedad son medularmente teológicos, es cuando podemos concentrar todos nuestros esfuerzos en donde Cristo quiere que lo hagamos, en la predicación del evangelio. El apóstol Pablo, cuando escribió a los corintios y los romanos no trató de cambiar la situación social, sino predicó la cruz — predicó justificación por gracia solamente. Pablo no puso prioridad en el hecho de que el esclavo no recibía el fruto proporcional a su trabajo. No propuso la redistribución de las riquezas. No hizo esfuerzos para abolir la esclavitud ni derrocar la dictadura romana. Por otra parte, contrariamente a lo que hacen algunos sectores fundamentalistas en los EEUU, tampoco propuso una campaña moral para cerrar los templos paganos donde se practicaba la prostitución ritualística. Pablo predicó justificación por medio de la sangre derramada por Cristo en la cruz. Después de todo, si el Evangelio es “poder de salvación a todo aquel que cree” (Ro.1:16), ¿qué necesidad hay de recurrir, como cristianos, a la retórica moral, política o ideológica?
Entonces, si los problemas de una sociedad son teológicos y espirituales, la solución debe ser primariamente teológica y espiritual. Ninguna cruzada política o intentona revolucionara va a rectificar las cosas. Pablo dijo: Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne: porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. (2 Co. 10: 3-4).
Como cristiano estamos frente a una disyuntiva. Cuando vemos la pobreza, las injusticias sociales, la riqueza mal distribuida, cuando vemos a la gente pasar necesidades, cuando los sueldos no alcanzan, ¿qué hacemos? Podemos optar por organizar a los menos privilegiados usando una retórica marxista salpicada con elementos bíblicos para que se lancen a las calles a protestar esperando desestabilizar al gobierno. La otra alternativa es predicarles el evangelio y creo que es la más adecuada, El marxismo (aun en sus versiones cristianizadas) es la religión secular más coherente y poderosa de todos los tiempos. Solamente puede ser desafiada y refutada con éxito por algo más coherente y más ideológicamente poderoso, o sea, el Evangelio, la religión bíblica.
¿Por qué predicar el evangelio bíblico y no el falso evangelio de la Teología de la Liberación? La respuesta bíblica es clara. Gente que es esclava del pecado no puede escaparse de otras formas de esclavitud. La esclavitud al pecado produce formas terrenales de esclavitud. Esta es la lección del Libro de los Jueces y de Primera y Segunda de Reyes. Para liberarse de la esclavitud a nivel terrenal, la gente debe ser liberada de la esclavitud al pecado, la esclavitud original por excelencia [1].
Ahora, es obvio que si nos identificamos con la Teología de la Liberación, nos guste o nos disgu
ste, el pueblo nos identificará con ciertos movimientos políticos. ¿Podemos predicar a Cristo desde cierto contexto político e ideológico? ¿Es propio el enfoque? ¿Es conveniente para un cristiano que lo identifiquen con cierta corriente política? Mi opinión es que no.
Pido aquí prestada una ilustración desde el norte, pero a buen entendedor le aprovechará. Warren Wiersbie es el proveedor y pone esto en perspectiva. Se trata de la historia de un líder de la iglesia que llega a la escuela dominical con un botón o escarapela con la foto de un candidato a la presidencia. El pastor le dice: “Suponga que hoy llega a nuestra iglesia un partidario del otro candidato y lo ve a usted con su escarapela. ¿Impediría esto, a ese hombre, escuchar atentamente la Palabra de Dios y quizá recibir a Cristo?” El líder entendió, se quitó el botón, sonrió y dijo: “Creo que la salvación de un hombre es más importante que mis preferencias políticas.”
La misión del cristiano es cambiar corazones y no leyes, ni sistemas de gobierno. Para los cristianos, el luchar por causas sociales y políticas no es un llamado, es una distracción. Es una tentación que Jesucristo mismo rechazó, no porque era peligrosa, no porque haya sido colaborador del poder de turno, no porque no le interesaban las injusticias sociales, sino porque comparado con la misión que tuvo y la que nos dejó, era algo totalmente secundario.
Esta es la causa del fracaso estrepitoso de la teología de la liberación y la esterilidad del evangelio social. No siguen el ejemplo de Cristo (por más que reclamen hacerlo demagógicamente), ni toman en cuenta que la gente, por diseño emocional, busca un mensaje personal en las cosas de religión. Es obvio que se les pasó por alto el mensaje personal gravitante en la Escritura. Por si tiene alguna duda, consulte con el Salmo 23.
Creo que el problema es que predican la salvación por medio del cambio social — y no importa cuántas vueltas le den o de qué forma lo disfracen, promueven el socialismo de una versión u otra. Los evangélicos predicamos la salvación individual por medio del cambio individual. Esta, en turno, traerá el cambio a la comunidad, no la perfección. El sueño utópico de un mundo sin hambre, pobreza e injusticia, es un salto al precipicio en la oscuridad, típico del humanismo optimista. No es bíblico debido a que la Escritura nos dice que la pobreza y la injusticia continuarán mientras haya pecadores en la faz de la tierra. Sólo cuando vuelva Jesucristo, una nueva tierra será creada, sin muerte, ni llanto, ni dolor. <>
[1] Oliver North, “Liberating Planet Earth, http://freebooks.entrewave.com/freebooks/docs/html/gnlp/gnlp.html
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