Los Cristianos, los Pobres, y
losDemagogos de la Pobreza
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Cuando algunos discípulos vieron a una mujer ungir a Jesucristo con un perfume de nardo de gran precio, se molestaron y expresaron que lo hecho por la mujer fue un gran desperdicio, ya que el perfume pudo haberse vendido y el dinero dado a los pobres. Jesús los corrige y les dice que los pobres siempre estarían entre ellos, y los podrían ayudar cuando quisieran. Sin embargo, a él no lo tendrían para siempre en esta tierra. Al ungir el cuerpo de Jesús, la mujer estaba anticipando su muerte. Todo su gesto se centró en la adoración a Cristo. Los discípulos se enfocaron en los pobres. Jesús puso las prioridades en su respectivo orden. No dijo que los discípulos descuidaran la ayuda a los pobres, sino que dejó claro que él era más importante que los pobres.
Todo esfuerzo por remediar o aliviar la situación de los pobres debe nacer de una teología centrada en Cristo, evitando elevar al pobre por encima de Cristo. El sueño utópico de un mundo sin hambre, pobreza e injusticia, es un salto al precipicio en la oscuridad, típico del humanismo optimista. No es bíblico debido a que la Escritura nos dice que la pobreza y la injusticia continuarán mientras que haya pecadores en la faz de la tierra. Sólo cuando Jesucristo vuelva, una nueva tierra será creada, sin muerte, llanto, ni dolor.
Los teólogos de la liberación usan a los pobres como base para desarrollar toda su teología, no en vano pregonan lo que han llamado “la opción preferencial por los pobres”. Para ellos, todo el evangelio consiste en eliminar las causas que producen la pobreza. Leen la Biblia desde la perspectiva marxista y así la transforman en un manifiesto comunista. Cuando los adeptos de la Teología de la Liberación (TL en adelante) hablan de la redistribución de riquezas, lo hacen a partir del discurso marxista. Conjeturan que todo aquel que vive holgadamente es culpable de alguna clase de explotación o robo a sus semejantes. Los promotores del evangelio social, corriente surgida en el hemisferio norte antes que la TL, sin llegar a los mismos extremos, son también expertos en inculcar en las iglesias evangélicas un complejo de culpa por no militar activamente para promover cambios políticos, sociales y económicos.
Los teólogos de la liberación, por su parte, no toman en cuenta ni les interesa que, en muchos casos, la riqueza o un nivel de vida confortable ha sido alcanzado honestamente, trabajando duro o administrando un negocio decentemente (lo que implica cobrar precios decentes por los productos o servicios y pagar un salario decente a los empleados u obreros). Despojar de sus bienes a este tipo de persona para darle al que no tiene, es robo.
Por otro lado, siempre habrá negociantes deshonestos, especuladores, explotadores, etc., ya sea a nivel individual o de las multinacionales. Estos deberían ser penalizados como corresponde por las autoridades correspondientes (entran en la categoría de Santiago 5:1-5). Hacer justicia en este caso es muy difícil por la corrupción existente en los gobiernos, y porque ciertos ricos y las multinacionales están relacionadas íntimamente con los gobernantes de turno. Pero yo no llamo a los pobres explotados a jugarse militarmente contra los poderes gobernantes como lo hizo la TL en el pasado, ya que la experiencia demuestra que están en desventaja militarmente frente a las oligarquías. Mucha sangre ha corrido como para provocar más derramamientos.
Hoy la TL parece haberse dado cuenta de su error estratégico en el pasado y está hilando mucho más fino, aunque su discurso continúa siendo inflamatorio. Habiendo quedado atrás el fracaso estrepitoso de Cuba y Nicaragua, y contando con la corta memoria de los pueblos, las esperanzas de la TL resurgen hoy con la presencia de gobiernos de tendencia populista en Centro y Sudamérica. A estas alturas de la historia, la TL desesperadamente busca otras formas de mimetizarse. Claro que primero fue el comunismo el que se mimetizó, decenios ha, en la Teología de la Liberación. ¿Cómo? Usando el cristianismo como herramienta al combinar las ideas de Marx con el lenguaje de ciertos pasajes de la Biblia, de modo que ésta transpirara revolución y chorreara sangre. Fue en 1965 cuando los comunistas comenzaron a promover el diálogo marxista cristiano. Este diálogo fue en realidad un monólogo. Los marxistas no cedieron un ápice, y la otra parte (humanistas religiosos posando como cristianos) cedieron prácticamente todo. Así nació la TL con sus argumentos y su “praxis”. La Biblia prestó la retórica de visión moral tan necesitada por los marxistas.
Si bien toda esta farsa comenzó dentro del catolicismo, donde pulula en forma masiva el inconverso humanista, los postulados de esta teología ya habían sido abrazados dentro de las filas del protestantismo hacia el decenio del setenta. Hoy, si bien ya no le llaman Teología de la Liberación, su esencia y retórica están vivitas y coleando en buena parte del liderazgo protestante de diferentes ramas. Afortunadamente, a pesar de haber tomado de rehenes seminarios enteros en Latinoamérica, de gozar de la amplia publicación de libros y revistas académicas por parte de sus propulsores, estos liberales no cuentan con el apoyo del pueblo evangélico, quien los evalúa por lo que son, progresistas seculares parasitando dentro del cristianismo.
Los cristianos bíblicos, por otra parte, tenemos el deber de hacer una diferencia en la comunidad, ante ricos y pobres, explotadores y explotados. Debemos presentar a Cristo como Salvador y Señor. Sólo así podremos ver un cambio en las estructuras, ya que el Señor en su sabiduría y providencia nos ha mostrado que el reino de Dios es algo que él va a traer a la existencia, no los hombres. Cuando Jesús dijo que los pobres siempre estarían entre nosotros, por contrapartida dijo que también los ricos estarían siempre con nosotros. Entre tanto, hacemos lo que está a nuestro alcance para pa
liar la situación, siempre dándole prioridad al evangelio. No nos llamó Dios a la reformación del mundo, sino a predicar la regeneración al mundo.
Yo admito que la TL manipula brillantemente el tema de los pobres. Oponerse a la TL significa ser acusado inmediatamente de estar en contra de los pobres. ¿Quién puede hablar contra la teología y la hermenéutica de la TL sin que se le califique demagógicamente de villano y falto de sensibilidad? Esta ha sido la acusación favorita de los teólogos de la liberación para con aquellos que se les oponen. La antigua artimaña de ensuciar y denigrar a los opositores sigue siendo bien usada por ellos. Los argumentos de la TL siempre están cargados de emoción, y sus promotores son maestros en el arte de crear culpabilidad en las masas cristianas mal equipadas doctrinalmente.
Sin lugar a dudas, el corazón cristiano que no se conmueve ante la pobreza, miseria e injusticia, denota una seria falta de madurez espiritual. La pregunta es: ¿Qué debemos hacer frente a las situaciones políticas y sociales en nuestros países y el tercer mundo en general? ¿Debemos seguir a Rick Warren, quién en su megalomanía o delirios de grandeur piensa que acabará con la pobreza y traerá paz al mundo? ¿Quién se cree que es? ¿El anticristo? ¿Debemos insistir que los misioneros que vienen de países económicamente solventes procuren solicitar más ayuda financiera para organizar programas de beneficencia? ¿Debemos repartir nuestros bienes, en caso de que tengamos algunos? ¿Debemos unirnos a los partidos políticos que promueven la redistribución de las riquezas?
Si bien los cristianos bíblicos no cultivan utopías ni sueños vanos, a través de la historia han hecho más para eliminar la pobreza, el hambre y la injusticia, que cualquier otra fuerza o corriente en el mundo. Las naciones que adoptaron bases bíblico-cristianas durante el período de la Reforma, desarrollaron los niveles más altos de vida entre las sociedades libres del mundo. Los beneficios derivados del trasfondo con base en la Reforma, han sido plenamente descritos en el libro Catolicismo Romano, de Lorraine Boettner. El autor demuestra en este libro que la religión de una nación afecta directamente el nivel de vida de los ciudadanos.
Los problemas de la India no se deben a que el país está superpoblado. La situación en India tiene sus raíces en su falsa religión. Su pobreza y hambruna fluyen como cosa natural del hinduísmo. Lo mismo puede decirse de la pobreza e ignorancia en Latinoamérica. Estas fluyen, primero, del animismo y superstición de los indios y el ocultismo de raíz africana, y segundo, del catolicismo. La teología de una nación influye directamente en su nivel de vida.
Es por esta razón que pienso que la más grande necesidad en el tercer mundo de hoy, es una conversión masiva al cristianismo reformado y evangélico. Sólo sobre este fundamento podrán estas naciones superar la pobreza y la injusticia, como lo hicieron las naciones protestantes en Europa. Sin una base cristiana, los países del tercer mundo están destinados a ser mendigos internacionales (i.e., ayuda internacional). Aclaro que no estoy hablando de los sectores tradicionales del protestantismo como los presbiterianos, metodistas, luteranos, etc. Estos, en su mayor parte, no predican el evangelio y se dedican a la labor social de ayuda al pobre, cuando no están ocupados colaborando de una forma u otra con las fuerzas revolucionarias seculares, políticas o armadas, como en el caso de Colombia. Miremos a España y veremos cómo el evangelio social y progresista predicado por los protestantes de la madre patria ha prácticamente asfixiado el evangelio de Cristo. Los protestantes en España bien pueden congregarse dentro de una casilla telefónica, si es que éstas no se han extinguido con el avance de los teléfonos celulares. Podrán haber en España buenas publicadoras, revistas de renombre y buenos académicos, pero en lo que tiene que ver con la vida de iglesia están clínicamente muertos. ¿Es eso lo que queremos para América Latina? ¡Por supuesto que no!
Teniendo en cuenta lo anterior, el cristiano que realmente es solidario con el pobre, vendrá sin remedio a darse cuenta de que lo que el tercer mundo necesita por sobre todo, es el evangelio. El evangelio hará más por el pobre que el pan, la ropa, o las balas. ¿Acaso Cristo no dijo que vino a predicar el evangelio a los pobres (Lucas 4:18)? Jesús no vino a construir casas para los pobres o para derribar gobiernos. El sabía que la raíz de la injusticia sólo podía ser extirpada mediante la predicación del evangelio, porque donde el evangelio es recibido, prosperidad, limpieza y santidad florecen. La diferencia entre las zonas hindúes y cristianas de la India son como el día y la noche. Por un lado hay limpieza y prosperidad, por el otro, mugre y pobreza. Yo comprendo que lo que digo puede causar la ira de algunos, pero el cristianismo bíblico produce un estilo y nivel de vida superior a los producidos por el catolicismo, el ocultismo afro-brasilero y las religiones indígenas (con la Pacha Mama y anda mais).
Ahora, la comunidad secular, junto con las organizaciones cristianas liberales y las ideologías marxistas, han buscado siempre cargar la culpa de la pobreza mundial en las naciones del mundo desarrollado, en particular los EEUU. Los marxistas rechazan la idea de que la falta de valores morales y las religiones sean la causa de los problemas mundiales. Prefieren señalar hacia el factor económico. Muchos líderes cristianos influenciados por el marxismo, ponen su mayor énfasis en destacar todas las tristes estadísticas de la humanidad hambrienta. Para estos líderes, la respuesta está en la redistribución de las riquezas. Esta es una antigua teoría marxista que nunca ha dado resultados en los países comunistas. Lo interesante es que, por lo menos en los EEUU, aquellos que hablan de redistribuir las riquezas, nunca redistribuyen las suyas. Un ejemplo son el clan Kennedy, Jane Fonda, John Kerry, el último candidato demócrata a la presidencia y muchos actores de Hollywood. Hasta que no resdistribuyan sus propias riquezas, sus palabras suenan huecas.
En Latinoamérica, la TL refleja en gran parte los modelos marxistas. Esto se debe a que la teología en cuestión supone simplísticamente que todos los problemas humanos tienen su origen en las maldades de una clase, la cual es la causante de todos las aberracio
nes. La forma radical de esta teología afirma que el capitalismo norteamericano es la única causa de la injusticia y miseria en América Latina. Cuando los políticos, los misiólogos y los teólogos, gritan que “los americanos fascistas, cerdos capitalistas” son los únicos responsables por las injusticias y la pobreza del mundo, ignoran totalmente que el comunismo ha generado también tremenda pobreza e injusticia, gracias en parte a la negación de los derechos humanos más básicos.
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Cualquier persona que entiende la doctrina de la depravación total del hombre, o simplemente la psicología humana, sabe que si toda la riqueza en el mundo fuera redistribuida, un año más tarde tendríamos otra vez los pobres con nosotros. También la clase media, y por supuesto, los ricos. Alguna gente no trabajará y se hará adicta a la pobreza, otros, siendo inescrupulosos, acumularán riquezas deshonestamente, y otros prosperarán honestamente.
Entonces, ¿qué debemos hacer?
Sólo porque el evangelio llega al corazón del problema al tratar con el corazón de la gente, eso no constituye excusa para que los cristianos individualmente y la iglesia corporativamente, no hagan lo que puedan para ayudar al pobre, sanar los enfermos y alimentar al hambriento. El Evangelio tiene el primer lugar, pero no el único lugar.
Primeramente, como latinos debemos reconocer lo que las misiones han hecho en muchos países. Si observamos organizaciones como World Vision, denominaciones protestantes, etc., veremos que han levantado el nivel de vida de la gente que ministran, han construido hospitales y escuelas, han enseñado técnicas agriculturales, han abierto campos de exportación para productos nativos, etc. Quizá es hora de dejar de llamarles “cómplices del imperialismo norteamericano”. Quizá es tiempo de que muchos de nosotros comencemos a trabajar con ellos. Muchos han criticado a los misioneros porque sólo trabajan con cristianos. Pero esto no es cierto, primero hacen discípulos y luego los educan para convertirse en seres capaces de sustentarse a sí mismos. Reitero, la predicación del evangelio y el discipulado subsiguiente ocupan el primer lugar. Los cristianos bíblicos rechazamos la popular doctrina universalista que sostienen las iglesias liberales. Algunos enseñan que los pobres son la iglesia, y otros, que todos los hombres son hijos de Dios.
Segundo, nada impide que los cristianos capacitados se involucren en política, ya que el sistema de nuestros países así lo permite, con excepción de Cuba. Una de las razones por las que no hay más cristianos participando es que los mismos fundamentalistas que tanto bien han hecho con sus misiones, al mismo tiempo erraron gravemente al predicar una falsa dicotomía entre lo espiritual y lo secular. La razón por la que hay tanta corrupción en nuestros gobiernos es precisamente por la falta de principios cristianos en las personas que los componen. Con seguridad, la participación de cristianos bíblicos en los gobiernos traería una corriente de aire fresco muy necesitada.
Tercero, todo tipo de alianza con corrientes marxistas debe evitarse a toda costa. Primero, porque es ingenuo pensar que una vez que los grupos influenciados por el marxismo lleguen al poder, estos permitirán la predicación del evangelio. Ninguna dictadura, de izquierda o derecha, se puede dar el lujo de permitir la prédica del evangelio, porque con ella también se promueve el derecho a la libertad, los valores morales, y la santidad de la vida humana, cosa que las dictaduras suprimen.
Francis Schaeffer lo dijo claramente:
“El materialismo, la base filosófica del marxismo- leninismo, no ofrece sustento para la dignidad o los derechos humanos. En los lugares donde el marxismo-leninismo no está en el poder, atrae convertidos hablando de dignidad y derechos humanos, pero su fundamento materialista no da lugar para ellos. A pesar de esto, atrae por su constante prédica idealista. Para entender esto, hay que entender que Marx dio un salto y alcanzó aquello para lo cual el cristianismo sí ofrece una base –- la dignidad del hombre – y apropió las palabras del cristianismo como si fueran las suyas. El aparente canto idealístico del marxismo leninismo es, en cierto sentido, una herejía cristiana. No teniendo una fundación cristiana, hasta que llega al poder usa las palabras para las cuales el cristianismo forma base. Pero donde el marxismo leninismo llega al poder, no existe un solo caso en la historia donde no haya producido opresión. No bien llegan al poder, el deseo de la mayoría se convierte en un concepto sin significado” (How Should We Then Live, p. 215).
Concluimos que la asociación con las corrientes marxistas para perseguir fines político-sociales es contraria al cristianismo bíblico. La Biblia lo pone en forma brillante: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”
Cuarto y último, hay un tiempo y lugar en el cual la fuerza, aun fuerza física, es apropiada. La violencia puede ser empleada por el cristiano cuando toda otra avenida de protesta ha sido cerrada por un régimen dictatorial, o en casos de defensa propia, aun en situaciones colectivas. Este no es el caso en Latinoamérica en el presente. No está dentro del alcance de este artículo el explorar este punto en particular, pero el autor deja en claro que la violencia puede ser usada legítimamente por los cristianos, en la arena revolucionaria y/o en el contexto de la guerra justa, dadas las condiciones necesarias.
Para Meditar
Harold Kuhn, en su obra The Evangelical’s Duty to the Latin American Poor, hace ya muchos años, expresó:
“Uno de los peligros que se percibe en la literatura de la teología de liberación es el uso indiscriminado de los modelos bíblicos. El modelo mayor utilizado en el presente es el de Exodo. Demasiado fácil, en mi opinión, los teólogos latinoamericanos presuponen que los oprimidos de hoy son los herederos del Éxodo de la Biblia, o sea, que son los modernos israelitas de Egipto. Los intentos de crear un Dios doméstico no han tenido mucho éxito en el pasado y no creo que tengan mucho éxito en el presente. Es precisamente esta forma de idolatría la que emerge cuando cualquier grupo apropia para él el rol del “pueblo de Dios”. Lo que es preocupante es que los teólogos de la liberación no hacen ningún esfuerzo para edificar una serie de valores comunes y símbolos adecuados entre sus pueblos. Sin estos, cualquier liberación por medios violentos, resultará probablemente sólo en un cambio de opresores. Mera opresión no hace que cierto pueblo sea el pueblo de Dios, ni tampoco garantiza que una victoria por la fuerza producirá una libertad duradera. Hay un segundo peligro que surge del primero. Algunos teólogos sugieren que el Éxodo es el modelo a seguir por todos los pueblos oprimidos para conseguir la liberación, no importa las particularidades. Parecería que la Biblia puede ser usada indiscriminadamente para justificar todas las luchas políticas y económicas (p. 38)”.
Claras y premonitoras palabras de Kuhn.
Conclusión
El plan de salvación de Dios incluye el cuerpo y el alma. Algunos, erróneamente ha pensando que una vez que el alma de la persona es salva, la responsabilidad de la iglesia cesa. Suponen que la Iglesia debe ministrar a las necesidades espirituales del individuo, y que el estado debe encargarse de las necesidades materiales o físicas. Ambas suposiciones son anti-escriturales y roban a la iglesia de su responsabilidad ordenada por Dios.
Dios considera a la Iglesia como una familia. Es tarea de la Iglesia suplir por las necesidades de los miembros. Para hacer esto se deben seguir ciertos principios bíblicos, los cuales garantizan un equilibrio dentro del cuerpo. Este balance debe manifestarse cuando los miembros ejercen responsabilidad individual al mismo tiempo que la Iglesia ejerce responsabilidad corporativa.
Si bien la Iglesia debe primariamente ayudar a sus miembros en el nivel espiritual y en el nivel financiero, también tiene ciertas responsabilidades para con la comunidad en un plano secundario (Gá. 6:10).
Dicho simple, la Iglesia debe ministrar al Cuerpo y también al mundo. Es importante que en nuestros países, la Iglesia Nacional alcance una autonomía financiera antes de pasar a ministrar a las necesidades económicas de la comunidad. Como ya hemos dicho, los ciudadanos cristianos (miembros de la Iglesia) deben involucrarse en la arena política y en la lucha para superar la injusticia y la pobreza y constituir una fuerza moral más que una fuerza política.
La pobreza puede ser superada, no por medio del robo (el verdadero significado de “redistribución de la riqueza”), sino mediante la conversión de los ciudadanos del tercer mundo al cristianismo evangélico. Decir que la pobreza puede ser superada totalmente es utópico, pero decir que podemos ayudar mediante la predicación del evangelio es realista. Además, es la comisión que Cristo nos dio.
La verdad es que Jesús no dejó asentada ninguna base para que sus seguidores lucharan por establecer un orden socialista en sus lugares de origen. Solamente usando una hermenéutica ilegítima pueden distorsionarse las enseñanzas de Jesús para convertirlas en un manifiesto comunista.
Los teólogos de la liberación han cometido el mismo error que los judíos de la época a los cuales Cristo tuvo que corregir en muchas ocasiones. Estos esperaban un líder revolucionario que los liberara del imperio romano. Jesucristo los decepcionó rotundamente. Sus propios discípulos estuvieron confundidos por algún tiempo, pero cuando fueron iluminados con la verdad, vemos que en las epístolas no hacen ni mención de una militancia social y política para crear el reino de Dios en la tierra. <>
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