No existe el jaque mate en apologética
Carta a un hermano desanimado
Leí tus palabras hoy. Me corrió un escalofrío por la espina dorsal, porque las mismas palabras escuché hace una semana de otro ser querido mientras compartíamos una taza de café en mi hogar. Mi corazón se compungía al tiempo que con semblante circunspecto y tono condescendiente me explicaba que no existía ninguna prueba conclusiva de la existencia de Dios, el Exodo, los milagros, la resurrección de Cristo y la veracidad de la Biblia. Por supuesto que tuve que escucharlo cuando comenzó a recitar los acostumbrados argumentos ateos contra el cristianismo.
Yo estoy habituado a oir la retórica pseudo-intelectual y altanera de los críticos. Lo que me afectó realmente fue que las palabras venían de alguien que hace poco tiempo se confesaba creyente, y no sólo creyente, sino alguien que se estaba preparando para defender la fe a nivel apologético. Yo lo había escuchado argumentar muy bien ante aquellos que planteaban objeciones a la existencia de Dios y temas derivados. Estaba orgulloso de él. Jamás pensé que las cosas habrían de cambiar estrepitosamente.
De un día para otro pasó a vivir de una forma contraria a los parámetros morales de la Biblia, al mismo tiempo que su intelecto fue ganado por los argumentos ateos que él mismo un día se propuso combatir. Dejó de congregarse (aunque realmente nunca lo hizo regularmente en ningún lado) y no me llamó ni visitó por varios meses. La semana pasada, frente a frente con una mesa de por medio y hurgando lo más hábilmente posible en su intelecto, pude escuchar de sus labios la excusa para su viraje total. El adujo que “las pruebas” para demostrar la verdad del cristianismo no eran suficientemente conclusivas para derrotar completamente los argumentos contrarios. En otras palabras, no tenía la opción de dar un jaque mate que le diera la victoria total. En el caso de él, esto fue suficiente para negar la fe y volcarse hacia el lado opuesto.
Hoy, a siete días de distancia, leo estas líneas de parte de ti:
“Hace rato que no voy a la iglesia, me cansé, no se aprende nada ahí, no hay alimento sólido, es mucho emocionalismo … Además, me afectaron los libros, no a nivel de la fe, pero me desanimé bastante. Me han hecho reflexionar sobre mi ignorancia, mi necesidad de saber más, y mi necesidad de salir adelante ….. he descuidado los estudios. Cada vez que busco evidencias externas respecto a la biblia, no hay suficientes evidencias, la ciencia dice una cosa, los evangélicos otra, los católicos otra, en fin, es un lío, no sabes que creer ya. Por ejemplo el Exodo, no hay suficientes evidencias del Exodo. Eso me llevó a mirar el tema del Pentateuco, El Pentateuco dicen que fue escrito en la época de Josías (vi a.c.). Un arqueólogo cambió todo hace pocos años. La evidencia del texto, dice otra cosa. En los diccionarios bíblicos, nadie duda de la paternidad de Moisés de los textos. Todo es así, mejor ni investigar. ser bruto, analfabeto y fundamentalista talibán de la fe. Cada vez que uno investiga empiezan los problemas de falta de información suficiente, y así me he ido desanimando, ni ganas de investigar”.
Yo no pienso que ser “un talibán de la fe” es la solución para tu disyuntiva, aunque reconozco que sí los hay. Un salto al vacío no corresponde con la fe cristiana. “Ser bruto y analfabeto” equivaldría, en tu glosario, a no saber contender por la fe (Jud. 3), y eso es contrario al mandato bíblico. “Investigar” es sinónimo de buscar evidencias, y no existe nada malo en ello. Creo que el problema de mi pariente y el tuyo es otro, y consiste en que ambos no consideran que la pruebas existentes a favor del cristianismo son adecuadas o suficientes.
Me permito llevarte a un pasaje bíblico muy conocido, está en el capítulo 20 del Evangelio de Juan. Allí Jesús le dice a Tomás: “Porque me has visto, Tomás, creíste, bienaventurados los que no vieron y creyeron”.
Curiosamente, este pasaje ha sido usado por algunos para criticar a los que buscan evidencias (pruebas) para la fe. Estos críticos argumentan que Jesús promovió la fe “ciega” como algo más virtuoso o espiritual. Esta interpretación es errónea y peligrosa al mismo tiempo porque ignora las palabras de Juan a continuación:
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:30-31)
Si Tomás hizo mal en pedir pruebas para poder creer, ¿por qué Juan aclaró que en su evangelio incluyó el relato de milagros (pruebas) con el propósito expreso de que los hombres creyeran? La deducción lógica es que Jesús no criticó la actitud de Tomás por pedir elementos de prueba. Jesús reprendió el hecho de que Tomás no creyó las pruebas que ya habían sido establecidas como suficientes por Dios mismo para probar la resurrección. ¿Cuáles fueron esas pruebas? El testimonio de los discípulos: “Al Señor hemos visto”. La falta de Tomás consistió en exigir un estándar de prueba extrema (jaque mate): “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Jn. 20:25).
¿Cómo se relaciona esto contigo y mi pariente? Las pruebas existentes para la existencia de Dios, la veracidad de la Biblia, la Creación, etc., son suficientes y adecuadas para el corazón y el intelecto del creyente. Todo parecería indicar que Dios considera que las pruebas y documentación dadas por él, deberían ser suficientes y adecuadas también para el incrédulo, ya que lo considera culpable ante sus ojos por no aceptarlas (Ro. 1:20).
Mi pariente afirmó que si Dios hiciera cosas como partir el mar Rojo hoy en día, él creería. También metió en la bolsa de ejemplos que si Jesús apareciera ante él, también creería. Lamentablemente, Jesús quitó esa opción de la mesa hace mucho tiempo. Al decir “bienaventurados los que no vieron y creyeron”, en tiempo presente, estaba dejando claro que el verlo a él resucitado no era un requisito indispensable para creer. De modo que nadie podrá aducir en el día del Juicio, “yo no creí porque no te vi resucitado”, o “no pude tener fe porque no vi ningún milagro o señal”. Me permito extender la ilustración a “no creí porque las pruebas por tu existencia y la Biblia no eran fulminantes”, “me desanimé debido a ello y no continué en la obra”, “dejé la iglesia”, etc.
Tomás, al no creer el testimonio de los discípulos, impugnó el carácter de ellos, el mismo carácter y la palabra de Jesús quien les había prometido que resucitaría al tercer día, y aun el testimonio de las señales de las que había sido testigo durante el ministerio del Señor. Del mismo modo, pienso que la actitud tanto de mi pariente como tuya, impugna el carácter de Dios y las pruebas que ha dejado para nuestra examinación. No sé si te has dado cuenta de que una aproximación a la verdad de Dios como la tuya, no deja lugar para la fe, la cual comienza a nadar cuando la r
azón ya no hace pie, como se ha dicho infinidad de veces. Nuestra fe debe ser inalterable teniendo como base las pruebas ya existentes.
Un factor a considerar puede ser que el orgullo juegue un papel importante en el apologista frustrado. Ha encarado la defensa de la fe como un cruzada personal y su deseo primario no es glorificar a Dios. sino exaltarse a sí mismo. Cuando hacemos esto, estamos buscando gloria para nosotros mismos, y Dios simplemente no nos permite hacer eso (Is. 42:8; 48:11).
Finalmente, es razonable deducir que nadie puede meter a nadie a patadas en el reino de Dios. En el análisis final, la fe sigue siendo el ingrediente principal y solamente Dios puede darle fe a un individuo (Ef. 2:8). La soberanía de Dios sigue siendo el factor pivotal que hace que la persona crea con las evidencias que Dios ya dio, pero esta soberanía no veta la responsabilidad personal de cada individuo (Hch. 17:30; Mt. 11:28-30; Hch. 16:30-31). Somos responsables por nuestras decisiones y en el final seremos juzgados acorde. Recuerda que es Dios quien crea vasos de ira para destrucción y vasos de misericordia para gloria (Ro. 9:21-23). Es Dios quien da el jaque mate, no nosotros.<>
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