EVANGELIZANDO A LOS CATÓLICOS
Con Énfasis en la Justificación por Gracia Solamente
Ruego al lector que tenga presente que lo expuesto a continuación es el desarrollo de una charla dada en una iglesia a la cual fuimos invitados para abordar el tema en particular. Es por ello que el texto conserva el estilo oral en su totalidad.
Ciertamente es un tema muy delicado, primero porque al reconocer que debemos alcanzarlos por Cristo estamos estableciendo la premisa de que no conocen (tener una relación, conocer profundamente) a Cristo. Segundo, es sensible porque muchos de nosotros venimos de la Iglesia Católica, y la experiencia demuestra que nuestra posición con respecto a ella se polariza. Por un lado, muchos han desarrollado una aversión enfermante contra la iglesia y lo que ella representa. Esto, naturalmente, crea una hostilidad contraproducente en el terreno del evangelismo. Y por el otro lado, algunos que hemos cruzado el puente aún conservamos un pedacito de corazón allá, una especie de cenizas de un primer amor.
Evangelizar a los católicos requiere que anticipadamente reconozcamos que hay diferentes tipos de católicos. A grandes rasgos podríamos clasificarlos en: 1) culturales, 2) religiosos, 3) carismáticos, 4) evangélicos, y 5) preparados doctrinalmente. Estos son los grupos mayoritarios. Otras divisiones y subdivisiones estarían fuera del rango de alcance de este estudio.
1) Católicos culturales
La mayoría de los católicos en el mundo caen dentro de esta categoría, el ochenta por ciento. Se autodenominan católicos (y hasta cristianos), pero no han adoptado la doctrina católica, no la conocen, ni viven dentro de la moral católica, pero asisten a la iglesia regularmente. Sus lazos con la iglesia católica son más sociales y culturales que religiosos — Con todo respeto, el Presidente Kennedy parecía llenar el molde de esta categoría. En un caso extremo podemos mencionar a Chris Farley, el comediante fallecido en este año a causa de una sobredosis de drogas. Su vida era una montaña rusa dedicada a toda clase de excesos, entre ellos la dependencia química, pero concurría a misa como un reloj cada domingo.
Dentro de esta categoría también tenemos a aquellos que asisten regularmente pero con menos frecuencia — cada 20 años — estuvieron ahí en su confirmación, su casamiento, el casamiento de los hijos, y finalmente como parte de sus últimos ritos (de cuerpo presente, por supuesto).
Una característica primordial del católico cultural es que se enoja muchísimo cuando un miembro de su familia se convierte a la teología bíblica. Se indigna cuando ven que la vida de una persona cambia para bien. Muy comúnmente rechazan a sus hijos cuando se convierten en creyentes dedicados y fervientes por primera vez en sus vidas. Yo he visto madres católicas muy dedicadas, con varios hijos, que se indignan en sobremanera cuando unos de los hijos se convierte a Cristo. De los otros hijos, uno es un borracho empedernido, el otro está muy ocupado fabricando bebés por diferentes lugares, el otro está en la cárcel por ladrón, pero mamá los quiere mucho. Y por lo general el mujeriego, el borracho y el pandillero se reúnen y están muy preocupados por el disgusto que el hermano convertido le está dando a mamá. ¡Espeluznante, patético, triste!
2) Católicos religiosos
Este es un legalista (una variación de legalista) en el sentido que su vida religiosa se convierte más en un hábito que en una vida llena del Espíritu. Cuando enfatizamos más la tradición, las ceremonias, la superstición, los tabúes, por lo general somos gente que entra a la iglesia y sale de ella tan vacía como entra, no saludan a nadie, no participan en nada — son cristianos culturales y no cristianos transformados por Cristo. Los hay en menor grado en iglesias protestantes también, pero los católicos nos ganan por lejos.
Convendría examinarnos a nosotros mismos a ver si no somos cristianos culturales. Podríamos estar frente al trono de Cristo un día diciendo “Señor, Señor”, y escuchar del Señor: “Apártate de mí, nunca te conocí” (Nunca tuve una relación contigo).
Aquellos que caen dentro de estas dos categorías (culturales y religiosos) tienen una cosa en común, no quieren saber absolutamente nada con Jesucristo. Permítanme ilustrar esto. ¿Recuerdan el hombre que había nacido ciego en Juan 9? ¿Recuerdan que Jesús lo había sanado? El milagro había sido tan inesperado que los fariseos vinieron y trataron de disuadir al hombre para que finalmente admitiera que no había sido sanado por Cristo, sino de alguna otra manera. Y le preguntaron y le preguntaron hasta que lo cansaron, hasta que por último en el v. 27, con cierto grado de ironía y sarcasmo les pregunta: “¿Queréis también vosotros ser sus discípulos?”
Por cierto que esto los enfureció, porque la última cosa en el mundo que querían ser era discípulos de Cristo, es decir, conocer a Cristo; por eso contestan: “Nosotros somos discípulos de Moisés” — ¿Ven que parecido se escucha? Cuando uds. intentan comunicar el evangelio a este tipo de personas van a escuchar: “Yo soy católico”, “Nosotros somos católicos”, “En esta casa somos católicos.” En otras palabras: “Hasta aquí llega la conversación”. Lo último que desean en el mundo es ser discípulos de Cristo, no quieren saber nada con El.
3) Católicos Carismáticos
Enfatizan los dones del Espíritu, la importancia de ser bautizado en el Espíritu Santo y vivir una vida llena del Espíritu. Se parecen más a nosotros, y dentro de nosotros se parecen más a los cristianos carismáticos y/o pentecostales. Afirman su fe personal en Jesucristo y también la doctrina de la seguridad de la Salvación (una vez salvo, siempre salvo). Le dan a la Escritura un lugar autoritativo en sus vidas personales. Trágicamente, muchos de ellos practican una intensa devoción a la virgen María, lo que equivale a idolatría.
4) Católicos Evangélicos
Estos han rechazado las enseñanzas antibíblicas de Roma, predican el evangelio auténtico. Por lo general permanecen en la iglesia católica para tratar de evangelizar a los otros católicos. Indefectiblemente, en el final son detectados por los tradicionalistas y son empujados de una forma u otra a salir de la iglesia católica — muchos de ellos hoy atienden iglesias evangélicas, los conozco personalmente.
5) Católicos preparados doctrinalmente
Si ustedes piensan que todos los católicos son pigmeos doctrinales, que no conocen las doctrinas emanadas de Roma, se equivocan. Hay un número de católicos, pequeño pero en crecimiento, que se ha originado en las últimas décadas con el surgimiento de apologistas y organizaciones que tienen como objetivo defender a capa y espada las doctrinas de Roma.
Aquí en los EEUU, los abanderados en la materia son: en el terreno de habla inglesa, el apologista Karl Keating, que dirige Respuestas Católicas, con base en San Diego. En el área de habla hispana tenemos al Padre Juan Rivas y su ministerio Hombre Nuevo, con base en la ciudad de El Monte, en las afueras de la ciudad de Los Angeles. Muchos de uds. conocen su programa radial en Radio Kali — el programa es transmitido a otros estados, a México, Argentina, Perú, y prácticamente a toda Centro América. En su catálogo 1998-99 se menciona que el programa radial ha estado vigente por más de 10 años, “gracias a las bendiciones de nuestra Santísima Virgen María”, textual.
El esfuerzo de estos ministerios ha creado un número de católicos que conocen su doctrina, saben como defenderla, están haciendo la tarea, no rehúsan el diálogo con nosotros, y tienen respuestas Las respuestas no son buenas, pero en primera instancia pueden desubicar al cristiano bien intencionado.
Recomendaciones para dialogar con los católicos
Nosotros vamos a traer delante de ustedes una serie de recomendaciones basadas en la combinación de nuestras experiencias y la de nuestros compañeros en el Centro de Investigaciones Religiosas. Gran número de éstas tiene su origen en errores cometidos en el intento de presentar ante ellos el evangelio de la gracia.
Qué Hacer y qué no Hacer
Aspecto negativo: Qué no hacer
1. Eviten leer literatura anti-católica extremista. Hay una gran variedad de libros circulando hoy que son sumamente agresivos, y que provocan pasiones negativas en el cristiano sincero pero inadvertido. Muchos libros son sensasionalistas, de matiz comercial, apelan a la curiosidad de la gente y su apetito por lo misterioso y siniestro. El público que intentan alcanzar es, por lo general, la clase de individuos que quieren enterarse de si el anticristo está caminado por los pasillos del Vaticano hoy en día. Estos libros identifican a la iglesia católica con la gran ramera y la Babilonia moderna. Si bien es cierto que la iglesia católica juega un rol importante en el movimiento ecumenista (cuyo objetivo es unir todas las religiones), mucha gente de denominaciones protestantes también está involucrada en este movimiento.
Eviten literatura extremista como la publicada por Chick Publications, el Centro de Información sobre el Anticristo de Alberto Rivera, y la Fundación Cristiana Tony Alamo. Tampoco recomendamos el libro Babilonia, Misterio Religioso, de Ralph Woodrow, y cierta literatura de Dave Hunt — tomémosla con un grano de sal, con cuidado. Pero sí recomendamos a Ankerberg y Sheldon, a Norman Geisler, Ron Rhodes, y otros.
2. No ataquen al católico. Esto significa no entrar en la casa del católico con un garrote rompiendo las imágenes, las estatuas y las velas. Puesto más decentemente, no ataquen al católico con los clásicos caballitos de batalla de los protestantes.
El padre Juan Rivas, en sus instrucciones de cómo dialogar con nosotros, con los “hermanos separados” (así nos llaman ellos, y en cierta forma son más amables que muchos de nosotros para con ellos), escribe: “3ero. Aprende lo básico” —- ¿Qué es lo básico? La respuesta a las 10 preguntas o desafíos más frecuentes que los evangélicos planteamos (según el padre Rivas): ¿María tuvo más hijos?, la idolatría, las imágenes, el bautismo de niños, ¿pueden los hombres perdonar los pecados?, ¿la misa, los santos, el purgatorio, el papado, la eucaristía: símbolo o realidad? etc.
Estos son caballitos de batalla que sólo van a traer confrontación, y en el católico ignorante van a provocar que les cierre la puerta en la cara o que desaparezca. El cristiano que está preparado para debatir con fuerza de choque, va a originar precisamente eso, un debate infructuoso. Las posibilidades de diálogo quedarán tronchadas.
3. No asociar el catolicismo con el paganismo. Lamentablemente, ésta es una acusación favorita de muchos cristianos. Asociamos o atacamos al catolicismo en esa área. Muchos libros explotan esta vena para incrementar las ventas. La similitud de liturgias, prácticas e imágenes en la iglesia católica con el paganismo no es indicación de que haya existido una conspiración pagana organizada que infiltró la iglesia católica.
Si lo vemos de esa forma, también nosotros estamos en problemas. Las religiones paganas también practicaban el bautismo. Si cometemos la falacia de culpabilidad por asociación, nosotros también tenemos conexiones paganas. En realidad, podemos encontrar conexiones paganas en cualquier área de la vida. Los nombres de los días de la semana provienen de los dioses romanos. Es imposible separarse de las influencias paga
nas, vivimos en este mundo, y para lograrlo nos sería necesario salir del mundo, nos dice Pablo en 1 Corintios 5: 10.
4. No promover nuestra iglesia o nuestra denominación. Este punto es corto, el tiempo apremia. Muchos tenemos tendencia a promover nuestra congregación o nuestra denominación antes que promover a Cristo. El problema con esto es que edifica una barrera en el corazón del católico inmediatamente, que por lo general está siempre a la defensiva. Eviten presentar las cosas en un plano de rivalidad. En los puntos siguientes veremos cómo hacer precisamente esto.
Aspecto positivo: qué hacer
1. Prepararnos. Perdónenme por resaltar lo obvio. No vamos a inventar la rueda, ya está inventada. La única forma que en que estaremos en condiciones de alcanzar al católico por Cristo es SABIENDO LO QUE CREEMOS Y EL POR QUE LO CREEMOS.
¿Qué significa esto? Conocer la Palabra de Dios. La primera responsabilidad de cada cristiano es conocer la Escritura. No digo lograr un doctorado, asistir a seminarios, ograduarse de pastor; todo esto es bueno, pero no hablo de eso. Hablo de conocer la Biblia y las doctrinas esenciales del cristianismo. Esa es la apologética, no el arte de responder preguntas. Eso déjenselo al Padre Rivas, a Amatulli, a Keating. Ya van estos a responder frente a Dios por mal enseñar a sus seguidores.
Pero nosotros debemos prepáranos. Toma trabajo, dedicación, lápiz y papel, un domingo en la tarde, apagar el televisor, una ida menos al gimnasio, o la tienda, y amor, sobre todo mucho amor (ya estoy hablando como Walter Mercado). Amor por el católico que está atrapado en un sistema legalista de obras para ganar su salvación, o por el católico que está simplemente perdido, sin Cristo.
También debemos tener un conocimiento general de las áreas de divergencia entre los protestantes y los católicos. Nosotros creemos que en la iglesia católica existen serios errores doctrinales, tan serios, que justifican el hecho de que hoy estemos separados. Algunos de esos errores son heréticos. De la misma manera que estos errores justificaron la Reforma Protestante del siglo 16, los puntos en disputa siguen siendo los mismos hoy en día.
Estos puntos son los siguientes:
- Autoridad Religiosa
- la doctrina de la Justificación
- las creencias con respecto a la virgen María
- Los sacramentos y la misa.
- Últimamente, además, la inclinación acentuada a unirse con diferentes religiones, el ecumenismo o pluralismo religioso es bastante preocupante. Uds. deben familiarizarse con estos temas.
2. Examinar nuestras motivaciones. ¿Qué nos motiva a testificarle al católico? ¿Acumular puntos espirituales o teológicos? ¿Mostrarle al católico cuánto sabe usted? Créame, sus motivaciones son más obvias de lo que usted cree. La gente se da cuenta cuando usted no es sincero. Por lo tanto, debemos orar para podamos mostrar un amor incondicional, ser genuinos, dar amistad sincera, pocas cosas son tan efectivas como la verdadera humildad. A la gente no le importa cuanto usted sabe, sino cuanto se preocupa, que tan sincero es.
3. Examinar nuestros métodos. Pregúntese, ¿estoy testificando o estoy debatiendo?
No deben nunca caer en el debate. Debatir crea una relación hostil, de adversarios. Testificar o evangelizar requiere crear un clima de afecto, un ambiente amistoso. Recuerden, el objetivo del debate es ganar un argumento; el de testificar es ganar a la persona para Cristo.
Debatir no siempre es malo, hay veces que hay que hacerlo, pero cuando evangelizamos nuestro objetivo principal debe ser presentar a Cristo. Debatir es fácil de hacer en la carne, y hasta puede producir alguna satisfacción emocional, pero no buscamos eso. Recuerden, somos embajadores de Cristo.
4. Presentar la actitud correcta. ¿Cuál es la actitud o predisposición ideal en un cristiano? Lea 2 Timoteo 2: 24 –26. Debemos ser amables para con todos, aptos para enseñar, sufridos. ¿Qué significa “sufrido”? Significa ser paciente cuando lo atacan, y créanme que lo van a atacar. Nunca dejen que su enojo, su ira, prevalezca sobre su compasión. Conserven la mansedumbre (dominio propio). Amor es la fuerza motriz a los efectos de transmitir esa nueva vida que hemos encontrado en Cristo y que sabemos que muchos de ellos no tienen, por más que digan que conocen o creen en Cristo.
5. Asegúrense que vuestra vida refleje a Cristo. Es importantísimo que su vida sea como un comercial publicitario para Cristo. Esto es fácil si están caminando en la voluntad del Señor, y la consecuencia natural de esto es que El se encargará de mostrar a otros esa nueva vida que ustedes están viviendo.
Es el testimonio contundente de las Escrituras que la persona que viene a Cristo en arrepentimiento y en fe sufre una transformación radical en sus vidas. Hubo un cambio de firma y Uds. lo están viviendo. Todo cambia, cambia la forma de ver las cosas. Cambia la forma de entender lo que está sucediendo alrededor nuestro. Antes ustedes le echaban la culpa de sus problemas a sus padres, al ambiente en que se criaron, a la riqueza o la pobreza, a sus genes. Siempre estábamos culpando a alguien o algo. Hoy sabemos que somos parte de la rueda de una creación que está arruinada y aprendemos a tomar responsabilidad por nuestras culpas.
Cambia la forma en que vemos la naturaleza, las montañas, los árboles, las aves. Antes estaban allí, nada más. Hoy, detrás de todo eso vemos al Creador, al Diseñador. Dios es el que sustenta toda su creación, y le agradecemos en cada despertar.
Cambia la forma de creer, y cuando Uds. cambian la forma de creer, cambian también la forma de vivir, es inevitable, es la consecuencia lógica, si realmente han cambiado la forma de creer. ¡Cuidado con las personas que les dicen que creen pero no han cambiado! Hay grandes masas dentro del catolicismo que están perdidas, con la esperanza de pasar por un purgatorio, producto de la imaginación de la mente delirante de los teólogos católicos. ¡Necesitan nueva vida! “El que cree en mí, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”, dijo Jesucristo. Y ustedes lo saben, mis hermanos. Ellos no tienen lo que ustedes tienen. Es por ello que ustedes tratan de alcanzarlos en el amor de Cristo.
6. Tema central que debemos manejar: el evangelio de la Salvación. Es nuestra tarea de amor a Cristo, si queremos ser voceros de su Salvación, el prepararnos en lo que tiene que ver con las doctrinas de la Salvación. Los teólogos le llaman soteriología (no se asusten por el término, es una palabra de 99 centavos). “Salvación” es un término que incluye tres doctrinas fundamentales: Justificación (somos declarados justos frente a Dios), Santificación (el proceso por el cual Dios nos purifica y perfecciona a través de nuestra vida), y Glorificación (cuando finalmente en su presencia seamos totalmente perfeccionados – completa Santificación). Hoy vamos a tratar primordialmente con la Justificación.
JUSTIFICACION
Cuando Job planteó la pregunta, “¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?” (9:2), estaba planteando el problema más grande de la historia, el dilema que ha preocupado la mente de los hombres desde que el hombre se convirtió en pecador.
Escuchemos a Bildad, uno de sus amigos: “Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿ Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aún la luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es gusano, Y el hijo del hombre, también gusano?”
La noción de pecado y la noción de la existencia de Dios son universalmente innatas en la naturaleza del hombre. Nacemos con ese conocimiento y ese sentido, de que hay un Dios y de que somos pecadores.
Si bien es cierto que uno de los elementos clave de la rebelión del hombre moderno es el negar la existencia del pecado, la realidad diaria, la experiencia, la observación y la reflexión nos muestra que el pecado es una realidad. El negar el pecado o la realidad del pecado sólo puede tener origen en una mente que ha sido terriblemente afectada por el pecado.
¿Saben Uds. por qué las escuelas, las universidades, o las academias particulares no ofrecen en su currículo cursos como los siguientes?
1) Cómo mentirle a su esposo/a. O cómo envidiar un compañero de trabajo.
2) Cuatro pasos fáciles para convertirse en un individuo grosero y mal hablado.
3) Curso rápido sobre cómo aborrecer a su suegra en dos semanas.
4) Cómo estallar de ira y hacer un escándalo.
5) Cómo enseñarle a un niño a mentir.
6) Curso de verano para desnudar a una mujer con el pensamiento, o como abundar en pensamientos pornográficos.
¿Saben por qué? Fácil, porque no se necesitan cursos para aprender esas cosas, las hacemos naturalmente, es el pecado que mora en nosotros. De esto se desprende la necesidad inherente del hombre de querer justificarse frente a Dios. Por ello vivimos con un sentido de auto-condenación y culpa frente a Dios. De allí la necesidad tremenda que siente el hombre por lograr la salvación, porque sabe que está irremediablemente condenado. El hombre sincero sabe que si tuviera que comparecer directamente delante del trono de Dios presentando sus propios méritos, sus chances son nulas.
Veamos qué dice la Biblia en cuanto a la salvación:
1) En primer lugar, el hombre debe creer y depositar fe en el evangelio. El evangelio, dice Romanos 1:16, es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. El evangelio son las buenas nuevas de Jesucristo, su vida, su muerte y su resurrección de acuerdo con las Escrituras (1 Co. 15:1-4). Si alguien predica otro evangelio del que habéis recibido, dice Pablo, sea anatema (maldito por Dios). En Gálatas 1, Pablo dice que si aun él trajera otro evangelio, si aun un ángel del cielo, si aun un coro de ángeles con las trompetas y todo viniera y predicara otro evangelio, “sea anatema”.
2) Cuando creemos en Jesucristo y venimos a El en fe y arrepentimiento, pasamos inmediatamente a ser hijos de Dios. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de hombre sino de Dios” (Jn. 1:12-13). Sólo naciendo de nuevo podemos ser hijos de Dios. La noción general de que todos somos hijos de Dios, será muy popular pero no es verdad. El profesor Barnhouse relataba la siguiente ilustración:
“Supongamos que un niño pordiosero me pide una limosna en la calle. Yo me compadezco del muchachito y le doy lo suficiente para una comida, y continúo caminando. Acto seguido
escucho la voz del niño que viene detrás de mí llamándome repetidamente “papá”. Teóricamente yo tengo derecho de reprender al niño por tal abuso de confianza. El simple deseo de un niño no crea una relación parental conmigo. Pero si yo tomo al niño de la mano, lo llevo a mi hogar, lo alimento, lo visto y lo adopto, entonces le doy el derecho al niño de llamarme papá.” La ilustración muestra en qué forma podemos ser llamados hijos de Dios. No se trata de una cosa automática, no se trata de un derecho al nacer.
3) En el momento que creemos en Jesucristo somos justificados (más adelante expandiremos) y por lo tanto somos salvos. ¿De qué? De nuestros pecados, y también de un juicio final que traerá condenación eterna – “De cierto de cierto os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24). “El que cree en mí tiene vida eterna…” (Jn 6:47). ¿Cuándo? Ahora, ¡ya! No dice tendrá, quizá, a lo mejor, sino que inmediatamente “tiene vida eterna”.
1 Juan 5:13, dice:
“Estas cosas os he escrito para que sepáis que tenéis vida eterna.”
1 Juan 3:14, dice que
“Sabemos que hemos pasado de muerte a vida”.
Esto no es arrogancia,
sino confianza en la Palabra de Dios.
4) La Salvación es por gracia y por medio de la fe – Ef. 2:8-9 (leer)
Definición de gracia: El favor inmerecido de parte de Dios. En otra palabras, Dios es amor — amor es la esencia misma de su naturaleza — de ese amor nace su gracia incomparable. Dios nos regala la salvación, nos justifica gratuitamente (sin merecerlo). No hay nada que puedas hacer para lograr tu salvación, comprarla, prestarla, rentarla, robarla, nada. Dios dice: “Es mi regalo (don)”. ¿Por qué? Porque te amo. No es la lógica de Pitágoras, pero es la lógica de Dios. “Porque de tal manera”, en Juan 3:16, en el griego una mejor traducción sería “con tanta intensidad”. A los hombres no les agrada esto, ellos tienen de alguna forma que estar involucrados en el proceso de salvación, ser responsable por ella.
Justificación católica vs. justificación bíblica.
¿Qué es “gracia” según el catolicismo? Lo explico para ustedes: El hombre nace con una gracia en su interior dada por Dios, una gracia interna en el interior del alma, llamada también “gracia habitual”. Además, la gracia de Dios es también inyectada en el alma del creyente a través de su vida. ¿Cómo? Por medio de los sacramentos (bautismo/confirmación/ penitencia/ eucaristía, etc.) Esta gracia se llama “gracia santificadora’ o “gracia justificadora”. Es como un poder o una sustancia que se inyecta en el alma. De esa forma, cumpliendo con los sacramentos, el hombre va siendo justificado frente a Dios, es un proceso de toda la vida. Para los católicos “santificación” y “justificación” son sinónimas.
Es por ello que la vida del católico, en el pasado, presente y futuro, desde la cuna hasta la tumba, y aún en el purgatorio, está condicionado o depende de los sacramentos.
La justificación bíblica, por el contrario, es un término legal opuesto a condenación. Ser condenado equivale en la Biblia a ser declarado culpable. Ser justificado significa lo opuesto, o sea, ser declarado inocente, no culpable, libre de cargos, justo.
Definición de “Justificación”: El veredicto judicial de Dios por el cual el pecador que pone su fe en Cristo Jesús, es declarado justo ante sus ojos y es libre de culpa y castigo. En la práctica aún somos pecadores, pero al poner fe en Jesucristo nos unimos a él, y la justicia de Cristo es transferida a nuestra cuenta.
Es como cuando el juez dice: “Queda en libertad”. Pero es más que eso. Es como si el juez dijera: “Queda en libertad, tome las llaves de mi auto, espéreme allí. Ya me quito la toga y estoy con UD. enseguida, lo llevo a mi casa, UD. es mi amigo, aceptado en mi familia, con todos los derechos y beneficios para gozar libremente”. Causa cerrada, ya no se vuelve a abrir.
Claro, yo sé que algunos de ustedes piensan que la causa se puede abrir de nuevo dependiendo de lo que hagamos o no hagamos. Está bien. Yo por mi parte sólo puedo darles la Escritura como yo la entiendo.
La Justificación es por gracia solamente, ese es el tema central de Romanos y Gálatas. ¿Qué es lo que enseñan todas las religiones y sectas, y la iglesia católica? Que el hombre es justificado por obras, que el hombre puede convertirse en aceptable a Dios mediante una serie de ritos, ceremonias, sacrificios, ordenanzas, etc.
¿Cómo entienden la Justificación los católicos?
Ya hemos adelantado algo, pero vamos a ampliar. Para ellos la Justificación no es un acto de Dios que se produce instantáneamente cuando la persona recibe a Cristo como Señor y Salvador, sino que es un proceso que comienza cuando la persona toma una decisión consciente por Cristo y continúa toda la vida, durante la cual el creyente debe cooperar.
Ellos ven la justificación como la erradicación completa del pecado y la santificación y renovación total del alma. Es bueno reiterarlo: Para ellos Justificación y Santificación son prácticamente la misma cosa o mismo concepto.
Karl Keating lo pone en pocas palabras en su libro Catolic
ismo y Fundamentalismo, p. 166
“Para los católicos, la salvación depende del estado del alma en el momento de la muerte. Cristo nos ha redimido, abrió las puertas del cielo, por decirlo así (noten que Redención no es lo mismo que Salvación). El hizo su parte, y ahora nosotros tenemos que hacer la nuestra.”
¿Cuál es la parte que tiene que hacer el hombre? Si seguimos leyendo a Keating, veremos que se refiere a lo de siempre, obras de caridad, pertenecer a la Iglesia, los sacramentos, el bautismo, la eucaristía etc., etc. Estos son los conductos por medio de los cuales la gracia de Dios llega la creyente, según los católicos.
¿Se imaginan Uds.? Es como si Jesucristo, en Lucas 19, en lugar de decirle a Zaqueo, “Date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”, le hubiera dicho: “Zaqueo, bájate del árbol, cambia tu vida, reforma tu conducta, participa de los sacramentos y llámame en unos años, y veremos si pasas el examen y eres aceptado”.
No señores, Cristo no vino a salvar a gente que puede salvarse a sí misma, sino a gente que no tiene remedio, con malos pensamientos, con aberraciones de todo tipo, malos instintos y malas acciones, gente inadecuada como ud. y como yo.
Es como el martillo y la campana en los parques de diversiones. La campana está a 25 pies de alto. Usted ha intentado pegarle a la base con el marrón una docena de veces, pero el balín no llegó ni a la mitad de la altura. Usted no puede lograrlo, alguien tiene que hacerlo por usted.
Tampoco es similar a acumular millas en un programa de “viajero frecuente” y de esa forma ganar un viaje gratis al cielo. Sólo hay una forma de salvación y es la misma para todos, sólo hay una forma de ser justificado frente a Dios, y es por gracia.
La doctrina se llama Justificación por gracia solamente, por medio de la fe en Cristo Jesús solamente.
No hay otra forma de ser justificado. Romanos 3:24 dice que somos justificados gratuitamente (sin haber razón) por su gracia (regalo). Romanos 4:16 dice: “Por tanto, es por fe, para que sea por gracia”. Gálatas 4:21 dice que si nosotros pudiéramos se justificados por las obras, Cristo murió por demás.
Es el tema principal de Romanos y Gálatas, ¿Han escuchado el concepto antes? Esta doctrina fue el grito de guerra de los reformadores protestantes en siglo dieciséis. En un sentido más amplio fue también el mensaje del apóstol Pablo mil quinientos años antes de la reforma protestante.
Sí, se nos llama protestantes. Eso es lo que somos, protestamos hace cuatrocientos cincuenta años contra la autoridad y los abusos de la iglesia de Roma y sus autoridades, y también contra varias doctrinas y prácticas de la iglesia, principalmente en lo que tenía que ver con la eternidad del alma, la doctrina de la Salvación.
Trasfondo histórico
Martín Lutero y los reformistas no buscaban crear una iglesia nueva, sino reformar la iglesia que se había descarrilado ostensiblemente del evangelio de Cristo. Ante la incapacidad y/o negativa de la iglesia de barrer su propia casa, entonces surge la separación.
Pero la causa inicial, o lo que causó la preocupación de Lutero fue lo que se conoce como el sacramento de penitencia, o sea el método por el cual la persona es restaurada para poder recibir la “gracia salvífica” de Dios luego de haber pecado. ¿En qué consistía? En dar limosnas al pobre, en peregrinaciones, en orar ciertos rezos, etc., y en aquella ocasión, también dar dinero para lograr la salvación.
El siglo 16 marca el punto más bajo de la Iglesia Católica en corrupción moral de toda la historia. Se llegaron a vender puestos de obispo. En ese momento histórico, siglo 16, la iglesia católica se había embarcado en el proyecto de construcción de la Basílica de San Pedro —- esto la llevó a la bancarrota —- se necesitaba dinero para terminar el proyecto.
¿Cuál fue la solución? Hacer arreglos con familias pudientes de Europa. Por ciertas donaciones se otorgaban cargos de obispos (estos puestos acarreaban poder político). Las donaciones también eran buenas para lograr perdón, y además, para ayudar a las almas a salir del purgatorio. Es lo que se conoce hoy como simonismo, el concepto de que la salvación se puede lograr con dinero. Fue lo que intentó Simón el mago en Hechos 8. ¿Qué le respondió Pedro? “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero”.
Claro, justo es decir que la iglesia católica nunca en la historia aprobó oficialmente la idea de vender la salvación, eso debe quedar claro. Pero el caso más obvio fue el del Cardenal alemán Johann Tetzel (fue un ladrón sinvergüenza – la comparación más cercana hoy la vemos en la televisión con los predicadores que usan relojes rolex y trajes de 1500 dólares), cuya especialización eran las “indulgencias”. Este hombre entraba en las villas rodeado de lujo a pedir dinero a los pobres, clamando a viva voz: “¿No oyen las voces de sus padres y parientes clamando desde el purgatorio, no las oyen? Están gritando, ‘estamos sufriendo, den dinero para que podamos ir al cielo’ …..”
Hasta tenía su tablita con él. Para que el familiar sólo estuviera un año en el purgatorio se necesitaba cierta cantidad de dinero. Por dos años, otra suma, y así sucesivamente — para asegurarse de sacarle el dinero hasta los más pobres, la tablita llegaba hasta los 30,000 años.
Lutero vió la explotación y el robo. Esa fue su protesta inicial. Eventualmente se llegó a desarrollar la doctrina de la Justificación por gracia (solamente), por medio de la fe
(solamente), en Cristo Jesús (solamente).
Como consecuencia de esta protesta, el concilio de Trento, a mediados del siglo, 1566-72, condenó la doctrina, pero al mismo tiempo encaró la corrupción moral de los sacerdotes, los abusos, y produjo grandes cambios (al menos en el papel).
Veamos algo de Trento: “Si alguien dice que los sacramentos no son necesarios para la salvación… y que sin ellos… los hombres obtienen de Dios por la fe solamente la gracia de la Justificación… sea anatema.” — 7ma Sesión – Canon 1,51.
“Si alguien afirma que el bautismo es opcional, esto es, que no es necesario para la salvación, sea anatema.” —7ma sesión – Canon 4,52.
Hoy, 430 años más tarde, leemos: “El concilio de Trento claramente afirmó que concerniente a la fe y las obras, fe es el medio primario de aceptar la salvación (o sea el comienzo de la salvación humana desde nuestra perspectiva). BUENAS OBRAS O CARIDAD ES TAMBIEN IMPORTANTE PARA LA SALVACION, PERO COMO FRUTO DE LA SALVACION. LOS CATOLICOS ENTIENDEN QUE LAS BUENAS OBRAS O MERITOS SON REALMENTE DONES DE DIOS O GRACIAS DE DIOS … [mayúsculas nuestras]” —- Alan Schreck. “Católico y Cristiano”, p. 27.
Otra cita, esta vez de Keating: “La Biblia es muy clara cuando dice que somos salvos por fe. Los reformistas tenían razón al decir esto. Donde erraron fue en decir que por fe solamente”. — Karl Keating , “Catolicismo y Fundamentalismo”, p. 175.
La justificación por fe solamente, por gracia solamente, fue el ojo de la tormenta en el siglo 16. Esta es la doctrina clave que nos separa del catolicismo desde los 1500 hasta el presente. Olvídense del purgatorio, las oraciones a los santos, la virgen, etc. — estas son doctrinas secundarias, herejes sí, pero no son clave con respecto a la salvación.
Si Uds. tienen la doctrina incorrecta con respecto a la salvación, entonces las consecuencias son de carácter eterno. ¿Por qué? Porque al creer en la doctrina incorrecta, por lo general se pone la fe en otras cosas y no en Jesucristo, y las repercusiones son eternas.
Si ud. llega al final de su vida, luego de haber cumplido todos los sacramentos y hecho las buenas obras pertinentes, tiene su alma en el estado que se requiere para entrar en el cielo, ud. va a ir al cielo, según el catolicismo. Como esto es imposible en la práctica, de ahí que ellos mismos enseñan que la gran mayoría de los católicos va a ir al purgatorio, muy pocos al cielo, entre ellos Madre Teresa y los santos canonizados por la Iglesia.
La Iglesia Católica ha fallado en comunicar el evangelio con claridad. Cuando alguien predica el evangelio como realmente es, por lo general va a causar controversia. Si ud. va a la India y predica el evangelio va a encontrar que la consecuencia inmediata va a ser controversia, persecución y hasta muerte. Pero si ud. está en la India y toda marcha fantástico, viento en popa, los pobres reciben su ración periódica de comida, ropa y medicina, y todo marcha sobre ruedas, en un país abiertamente hostil al nombre de Cristo, es que ud. no está predicando el evangelio, al menos claramente, por más que diga que lo está predicando.
Si ud. ha establecido una presencia en la India por treinta años años, y las personas a las que usted le predica aún adoran a Brahma, Vishnu o Siba, ud. no ha predicado el evangelio. Si las personas a las que usted les ha predicado por tantos años, en lugar de matar la cucaracha que le camina por la ropa, la recoge delicadamente con sus dedos y la deposita en el suelo para que se vaya, porque puede ser el tío Yogananda que se murió el mes pasado, o no lo han escuchado, o ud. predica una versión extraña del evangelio. De lo contrario, su predicación hubiera causado controversia, en el lado positivo hubiera causado conversiones.
Claro, la doctrina católica expresa que la salvación viene de Dios solamente y es un regalo de su gracia; también dice que la salvación es imposible sin Cristo, pero decir todo eso es solamente hablar de la boca para afuera, si luego agregamos cosas que el hombre debe hacer para salvarse.
Jesús es Salvador porque su obra fue esencial para que el hombre alcanzara salvación. Decir que el papel del hombre (cooperar) es importante, esto constituye al hombre en su propio salvador. Esto le roba a Dios su gloria y eleva al hombre al mismo nivel de Jesús.
La Escritura declara:
“Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. — Hch. 4:12
No dice sólo que Jesús tuvo un rol esencial en la salvación y que el hombre no puede lograrla sin El. Dice que el papel de Jesús, su rol, es el único rol.
Declarar que la gracia divina y la voluntad humana obrando juntas produce salvación, se parece mucho a mezclar gracia con obras (mismo perro con distinto collar). “Y si por gracia ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia” (Ro. 11:6).
La verdad es, o Dios salva, o el hombre se salva a sí mismo. Ambas cosas son mutuamente excluyentes, una cancela a la otra. Desafortunadamente, en el sistema católico encontramos a Jesús (o gracia), más algo.
El católico está atrapado en ese sistema. Céntrense en el evangelio. No se desanimen cuando ven que la persona no se convierte, se arrepiente, o se hinca de rodillas delante de Uds. y se entrega a Cristo. Muy raras veces sucede. Por lo general llegan al Señor a lo largo del camino, muchos años, Uds. planten, otro regará, pero Dios dará el crecimiento.
Esperen resistencia, a nadie le gusta admitir que ha estado equivocado, que le enseñaron mal, que no investigó lo suficiente. Es la naturaleza humana, así somos, nos ponemos los guantes, subimos al ring span> y peleamos hasta morir, así somos. Eso no quiere decir que luego de que Uds. hicieron una presentación del evangelio o refutaron sus creencias, de ahí en adelante no haya una guerra en su corazón, porque plantaron la duda. Mi palabra no volverá a mí vacía, promete el Señor. ¿Qué significa? Que s siempre hará efecto, el efecto que Dios ha planificado desde antes de los tiempos.
Reiteramos, presenten a Cristo, el evangelio de Cristo, la salvación por gracia. Concéntrense en ello. Es lo más importante. Lo demás, la virgen, los santos, la idolatría, todo eso el Señor lo arranca a su tiempo en el corazón que le ha permitido entrar. No sólo es lo más importante, es la mayor preocupación de Dios, el alma del católico, porque en la cuenta final, lo que está en juego es el destino eterno de la persona.
“El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. No importa cuantas buenas obras tenga en su haber, o que haya participado en todos los sacramentos; no importa que viva en el Vaticano, si no ha nacido de nuevo, irá a la condenación eterna. Separación de Dios en estado conciente por toda la eternidad en el infierno. Uno de los problemas hoy, es que ya nadie cree en eso, ni aun los cristianos. ¿Lo creen ustedes?
Oremos.
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