La pregunta del título parece ser un cliché favorito de los críticos de la Biblia provenientes del sector ateo y muchos enemigos de la fe cristiana. Desde ahí se ha filtrado hacia los niveles de la ignorancia del hombre de la calle, y como éste no tiene la capacidad crítica suficiente para analizar y razonar ante las evidencias por la veracidad de la Biblia, este ataque en forma de pregunta probablemente continuará en las siguientes generaciones.
¿Recuerda el lector el Código Da Vinci, del autor Dan Brown? El libro también atacaba la Biblia de la misma manera. Las proposiciones a continuación son puestas en boca de un pretendido historiador, quien se dedica a contestar preguntas y dudas de sus interlocutores, según el Código Da Vinci:
La Biblia no nos llegó impuesta desde el cielo … La Biblia es un producto del hombre … no de Dios. La Biblia no nos cayó de las nubes. Fue el hombre que la creó para dejar constancia histórica de unos tiempos tumultuosos, y ha evolucionado a partir de innumerables traducciones, adiciones y revisiones. La historia no ha contado con una versión definitiva del libro. (CDV. pp. 287-88) [subrayado nuestro]
Es obvio que la primera parte de este párrafo en referencia a que la Biblia no fue inspirada por Dios pertenece al campo de la metafísica y por lo tanto debemos dejar que los teólogos y apologistas del cristianismo la refuten. Numerosos apologistas a través del tiempo han presentado argumentos poderosos e intelectualmente sólidos por la inspiración de la Biblia. Una exposición de éstos no está dentro del alcance de este trabajo. Es la segunda parte del párrafo la que al ser puesta en boca de un historiador real le causaría la degradación de profesor a barrendero en cualquier instituto de educación. Me refiero a “innumerables traducciones, adiciones y revisiones” que supuestamente han distorsionado lo que originalmente los textos decían. Es fácil lanzar al aire una acusación tan general y vaga como ésta, pero es significativo que Brown no hace ninguna mención específica que sustancie los cargos.
¿Innumerables Traducciones?
La acusación de Dan Brown carece de base académica y trasluce su ignorancia. Los problemas de traducción de la Biblia son los mismos problemas de cualquier documento de la antigüedad y en el análisis final no presentan ninguna dificultad. Siempre han habido problemas para transmitir los conceptos encerrados en las palabras de un lenguaje a otro, pero eso no significa que no se pueda comunicar la idea, especialmente cuando se trata de expertos haciendo el trabajo.
Traducir no es fácil, y menos cuando se hace de un lenguaje antiguo a uno moderno, por ejemplo, de hebreo, arameo y griego al español moderno o cualquier otro lenguaje contemporáneo. Un lenguaje es mucho más que sólo palabras, es también la forma en que la gente usa las palabras. Es por ello que existen buenos traductores que conocen cómo todas esas palabras funcionan cuando se acoplan en una secuencia, no sólo en el lenguaje original sino también en el lenguaje al cual se traduce. El traductor también trata con las palabras en contexto, o sea, en relación con las otras palabras en la frase, con el párrafo y con toda la obra o documento.
El debe, además, encontrar la médula y el significado en ciertas frases y cláusulas. Por ejemplo, hay muchas expresiones en hebreo que también son usadas en español. En hebreo se puede hablar del corazón como el asiento de nuestras emociones y sentimientos, al igual que en español. Pero sucede que en ciertos casos, el hebreo puede hablar de otros órganos del cuerpo para expresar el mismo concepto, tal como intestinos, hígado y riñones. El traductor debe convertir el idioma original a lo que las palabras, en contexto, significan. Cuando el profeta Jeremías estaba angustiado por la caída de Jerusalén, el hebreo expresa literalmente que su “hígado se derramó por tierra”. Eso es lo que el texto hebreo dice exactamente, pero no significa que Jeremías sufría de cirrosis. Es por ello que los traductores de la Nueva Versión Internacional transmiten la expresión idiomática como Estoy con el ánimo por los suelos.
El punto es que los traductores de la Biblia, así como de otros documentos de la antigüedad, poseen un extenso conocimiento del vocabulario, las expresiones idiomáticas, la gramática y la puntuación de los diferentes lenguajes. Estas cosas son pre-requisitos para los traductores bíblicos, quienes van mejorando con el paso del tiempo acercándose más y más a la cuasi-perfección. Gracias a muchos descubrimientos arqueológicos, los traductores hoy conocen el significado exacto de ciertas palabras que no se conocían hace 400 años. En vista de todo este progreso junto con los adelantos tecnológicos modernos, resulta ridículo que algunos sugieran que las múltiples traducciones han sido un factor negativo que arroja dudas sobre la fidelidad de la traducción de la Biblia.
(Más sobre la objeción de “innumerables traducciones” en la próxima sección)
¿Innumerables Adiciones?
Cualquier conocedor imparcial admitirá, por ejemplo, que los manuscritos del Mar Muerto prueban la precisión con que han sido transmitidos los documentos bíblicos. Estos rollos descubiertos en Qumran en 1947, son manuscritos 1000 años más antiguos (150 b.C.) que los manuscritos que se poseían en aquel entonces, los cuales databan del 900 d.C.. Lo notable en esto es que cuando comparamos los dos grupos de manuscritos, es claro que ambos son esencialmente lo mismo, con muy pocos cambios. El hecho de que manuscritos separados por un espacio de 1000 años sean esencialmente iguales indica la increíble exactitud con que fue ejecutada la transmisión de los manuscritos del Antiguo Testamento.
Por ejemplo, dos copias del Libro de Isaías fueron descubiertas en Qumran (cueva #1), cerca del Mar Muerto en 1947. Estas copias que eran 1000 años más antiguas que las conocidas previamente, que databan del 960 d.C., resultaron ser palabra por palabra idénticas a nuestra Biblia hebrea estándar en más del 95 % del texto. El 5 % de variación consiste primariamente en deslices obvios de la pluma y variaciones de deletreado. Si bien es cierto que toda traducción de documentos de la antigüedad presenta ciertos problemas al ser vertida del griego y el hebreo antiguo a cualquier lenguaje moderno, de ninguna manera esto constituye un impedimento para lograr una versión definitiva de lo escrito.
En realidad, la transmisión de los antiguos textos, la calidad y el número de copias manuscritas, la ciencia de la crítica textual, y el arte de la traducción aseguran que las Biblias de reputación que tenemos hoy son una rendición muy exacta de lo que se escribió originalmente. Obsérvese que no me estoy refiriendo a la credibilidad de la narración bíblica, me refiero al texto contenido en la Biblia. Esto no tiene nada que ver con religión, sino con el material documentario. Este tópico ha sido tratado tan exhaustivamente por tantos y tan buenos eruditos que la distorsión de Brown, el autor del Código Da Vinci, no tiene excusas. El apologista cristiano Greg Koukl plantea un interesante comentario del cual transcribimos est
a extensa porción:
¿Podemos saber si el Nuevo Testamento ha llegado a nosotros libre de errores y distorsiones? Sí, podemos.
El argumento en contra.
El argumento contra la credibilidad de los textos del Nuevo Testamento puede ser expresado en una forma muy simple. ¿Cómo podemos saber que los documentos que nosotros tenemos reflejan exactamente los originales destruidos hace casi dos milenios? La comunicación no es perfecta; la gente comete errores. Los errores se acumulan y aumentan con cada generación sucesiva. Un ejemplo claro de esto es lo que se conoce con el nombre del juego del teléfono. Simplemente pásele un rumor o un mensaje a una persona y transfiéralo de persona a persona, de oído a oído, en un círculo. Luego compare el mensaje final con el original. La transformación radical de la frase original en tan corto tiempo siempre crea la ocasión para reírnos un poco. Esta comparación es suficiente para convencer al escéptico promedio de que los documentos del Nuevo Testamento no son de confiar. Por supuesto, todo el mundo sabe eso, ¿verdad?
Claro, es fácil plantear la crítica. Presentar pruebas de que el argumento es correcto es un poquito más difícil. Debemos aclarar que la objeción es presentada por gente que tiene muy poco entendimiento de los temas reales. En casos como este, el apelar al conocimiento general es como apelar a la ignorancia general. Como otras tantas críticas al cristianismo, esta objeción es esgrimida por gente que no ha recibido información veraz.
Examinando la información, y nada más que la información.
La cuestión de la autenticidad de los documentos no es algo que está dentro de la esfera religiosa, sino dentro de la académica. Puede ser contestada en una forma académica sin relación ninguna con convicciones espirituales mediante una técnica apologética que apela sólo a la evidencia. Reconozcamos que la objeción es convincente a primera vista. Cuando tratamos de conceptualizar el cómo reconstruir un original después de 2000 años de haber sido copiado, traducido y copiado de nuevo, el objetivo parece imposible.
El escepticismo sin embargo, está basado en dos conceptos erróneos sobre la transmisión de documentos de la antigüedad tales como el Nuevo Testamento. El primer error es que la transmisión es linear, tal como el ejemplo del teléfono – una persona comunicando a una segunda, que a su vez se comunica con una tercera, etc. En un paradigma linear terminamos con un mensaje y muchas generaciones entre el original y el final.
Segundo, el juego del teléfono depende de la transmisión oral, la cual es más vulnerable a la distorsión que algo que es escrito.
Ninguno de estos supuestos aplica a los textos escritos del Nuevo Testamento.
Primero, la transmisión no fue linear, sino geométrica – o sea, una carta originó 5 copias, que a su vez crearon 25, que luego fueron 200 y así sucesivamente.
Segundo, la transmisión fue hecha por escrito, y los manuscritos escritos pueden ser examinados en una forma en que la comunicación oral no puede serlo.
Reconstruyendo la receta de la tía Juliana.
Permítanme ilustrar como se puede hacer este examen. Les ayudará para que entiendan como los eruditos pueden confiadamente reconstruir el texto tomando como punto de partida los manuscritos existentes (extantes) aun cuando haya diferencias entre las mismas copias, y éstas sean mucho menos antiguas que la autógrafa (el original).
Supongan que la tía Juliana tiene un sueño en el cual se le muestra la receta para un elíxir que le permitirá mantenerse siempre joven. Cuando se despierta, ella anota las instrucciones en un papel, y luego va la cocina a prepararse el primer vaso. En unos pocos días la tía Juliana ha sido transformada. Su belleza y juventud han retornado gracias a la fórmula secreta del jarabe de la tía Juliana.
Juliana está tan entusiasmada que envía notas escritas a mano con la receta a sus tres amigas del juego de canasta (la tía Juliana todavía no sabe nada de fotocopiadoras o de e-mails). Las amigas a su vez, hacen copias y las envían a diez de sus amigas.
Todo va bien hasta que un día el perro salchicha de la tía, Sócrates, se come la receta original. Juliana entra en estado de pánico y contacta a sus tres amigas, quienes por esas cosas extrañas del destino, también han perdido sus copias. Estas amigas entonces recurren a las otras amigas, en un intento de recuperar las palabras o los ingredientes originales.
Finalmente pueden juntar todas las notas manuscritas que sobrevivieron, 26 en total. Cuando las despliegan sobre la mesa de la cocina inmediatamente notan algunas diferencias. Veintitrés de las copias son exactamente iguales. De las otras tres, una tiene una palabra mal deletreada, otra tiene dos frases invertidas (“mezcle y luego corte en trocitos” en lugar de “corte en trocitos y luego mezcle”), y una de las notas tiene un ingrediente que ninguna de las otras muestras en la lista.
Aquí está la pregunta crucial, ¿ustedes piensan que la tía Juliana puede con exactitud reconstruir su receta original a partir de la evidencia? ¡Por supuesto que puede! La falta de ortografía es un error obvio, y las frases invertidas se destacan fácilmente y pueden ser corregidas. En la tercera, Juliana simplemente tiene que tachar el ingrediente que está demás. El razonamiento es sencillo, es más factible que una persona agregue un ingrediente por error que 25 personas lo omitan accidentalmente. Aun si las variantes fueran más numerosas o más diversas, el original puede ser reconstruido con un alto grado de exactitud si tuviéramos suficientes copias (en el caso del Nuevo Testamento esto no es problema).
Así es, en forma simplificada, como la ciencia de la crítica textual funciona. Los críticos de texto son académicos que reconstruyen un original non-existente partiendo de manuscritos que datan muchas generaciones de distancia de la autógrafa. De acuerdo con el erudito Nuevo Testamentario F.F. Bruce, “Su objetivo es determinar tan exactamente como sea posible, partiendo de la evidencia existente, las palabras originales del documento en cuestión”.
La ciencia de la crítica textual es usada para examinar los documentos de la antigüedad, históricos y literarios. No se trata de un ejercicio teológico basado en esperanzas y adivinación. Es un experimento lingüístico que se rige por una serie de normas pre-establecidas. Este procedimiento permite que el crítico alerte y dedicado pueda determinar el grado de posible corrupción en cualquier documento. [Greg Koukl, Solid Ground, Jan/Feb 2005, Stand to Reason]
Agregar algo más a lo dicho por Greg Kokoul sería redundante.
¿Innumerables Revisiones?
Las revisiones son cosa común en cualquier obra de la antigüedad. A medida que el lenguaje va cambiando o cierta información sale a luz, así como ciertos hechos se van haciendo menos conocidos entre el público, se hace necesario ajustar los textos para que estos sean entendibles para futuros lectores. El castellano que hablaban Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera no es el mismo que se habla hoy. El español ha ido evolucionando y por ende se debieron llevar a cabo las correspondientes revisiones para ajustarse al lenguaje moderno. César Vidal Manzanares, erudito español, señala que la Biblia Reina Valera fue revisada en 1862, 1909 y 1960. En el 1909 se cambiaron 60,000 palabras por sinónimos más comunes. En el 1960 se introdujeron alrededor de 10,000 cambios
de vocabulario para poner el lenguaje al día. Por ejemplo en la versión del 1909 la palabra “caridad” significaba amor, pero ahora la misma palabra se aplica a una persona caritativa, que da limosna a los necesitados; por lo tanto, se ha sustituido la palabra “caridad” por la palabra “amor”. En Colosenses 3:5 decía: “Amortiguad, pues, vuestros miembros…” y ahora dice “Haced morir pues lo terrenal en vosotros”. La palabra “amortiguar” no significa hoy lo que significaba hace cien años. Las revisiones, contrario a lo que afirman los críticos de la Biblia, no constituyen ningún obstáculo que impidan que hoy poseamos una versión “definitiva”, al decir de Dan Brown, de la Biblia. Brown habla de revisiones de la Biblia como si éstas hubieran sido cambios totales de contenido, o cambios en ideologías. Estas revisiones tampoco han sido “innumerables”. Brown es básicamente deshonesto, y llego a esta conclusión porque tanta ignorancia en una sola persona, no es posible. <>
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