Mi testimonio interno
de que fui elegido incondicionalmente
para salvación
Como cristiano hoy sé que la única razón por la cual soy salvo reside en la soberana voluntad de Dios, quien en su beneplácito me escogió desde antes que existiera el universo. Claro que no siempre tuve esta certidumbre.
Muchas preguntas rondaban mi mente. ¿Por qué fui elegido por Dios para salvación? ¿Acaso me seleccionó porque tengo algo especial en mí mismo? ¿O es que soy tan amoroso que Dios no pudo resistir el haberme salvado? O a lo mejor Dios, en su omnisciencia, miró por los corredores del tiempo y vio que yo iba a tomar la decisión de poner mi fe en su obra redentora, cruz de Jesucristo mediante.
Estas y otras interrogantes me planteé por un tiempo. Traté de recordar algún momento en que mi corazón buscó a Dios por su cuenta, y nada vino a mi mente. Ni aun en los momentos más críticos deseé a Dios en mi vida. Aun en sufrimientos excruciantes mi corazón no buscó a Dios como El desea se le busque. Claro, clamé a Dios por soluciones y por intervención, pero mi clamor siempre se originó en mi desesperación angustiante, no en el anhelo de conocerle. Todo no pasó de pedirle que me tirara una cuerda para no ahogarme o que facilitara una salida para mi encrucijada.
Alguien me dijo una vez que yo tenía un vacío en mi vida o en mi corazón que sólo podía ser llenado con la presencia de Dios, pero yo nunca sentí ese vacío. Me dijeron también que a través de mi vida disipada, yo inconscientemente estaba buscando a Dios. Esto equivale a decir que todos los hombres buscan a Dios, y cuanto más moralmente deteriorada sea la conducta de una persona, significa que más está buscando a Dios. Esto no era bíblico ni tenía sentido.
A medida que estudiaba el asunto llegué a considerar la doctrina de la Depravación Total del hombre. ¡Qué horrible! Esta doctrina enseña que luego de la Caída de la raza humana, el hombre es incapaz de creer en el Evangelio para salvarse. El pecador está espiritualmente muerto, ciego y sordo en cuanto a las cosas de Dios. Su voluntad no es libre (no tiene libre albedrío) en lo relacionado con la dimensión espiritual y es esclavo de su naturaleza pecaminosa. En consecuencia, el pecador necesita ser regenerado (no asistido), por el Espíritu, quien le da vida y una nueva naturaleza. La fe en sí misma no nace del hombre, sino que es un regalo de Dios al pecador. Esta es, la cruel doctrina de la Depravación Total, pensaba yo. Pero…. ¡todo esto coincidía con mi experiencia personal! Decidí investigar más el asunto.
Si el hombre no tiene en sí mismo la capacidad de creer, entonces la elección de ciertos individuos para salvación por parte de Dios antes de la fundación del mundo se origina únicamente en Su soberana voluntad. No fue basada en su pre-conocimiento de que algunos individuos responderían al Evangelio, ni en la obediencia, ni la fe, ni el arrepentimiento de estos individuos. Por el contrario, es Dios quien da fe y arrepentimiento a aquellos que El selecciona. Nada en el hombre, bueno o malo, virtuoso o malvado, determina la predeterminación de Dios sobre ellos. Es Dios quien por el poder del Espíritu, trae al individuo seleccionado a aceptar voluntariamente a Cristo. ¡Es Dios quien escoge al pecador, no al revés!
Claro, el racionalista dice: “No es razonable creer en la soberanía de Dios. La razón demanda que el hombre tenga libre albedrío. ¿Expiación limitada? ¡Impensable! ¿Quién puede reconciliar la oferta libre del Evangelio con la elección? Si no puedo entenderlo, lo rechazo. Nuestras creencias deben ser justificadas frente al tribunal de la Razón. ¿Para qué escudriñar la Biblia para ver si las ideas irracionales del calvinismo son verdaderas?”
Yo contesto a esto: “Yo no pretendo entender todas las cosas. Admito que no sé cómo reconciliar la soberanía de Dios con la responsabilidad humana, pero el hecho de que no pueda hacerlo no me molesta en lo más mínimo. La cuestión es: ¿Qué enseña la Biblia? Yo niego que la razón humana sea el máximo tribunal de apelaciones. La Escritura es la única que decide lo que yo creo y cómo vivo. Yo no puedo entender totalmente la Trinidad pero no por ello la rechazo. La fe comienza a nadar donde la razón ya no puede hacer pie”.
Por su parte, el místico dice: “No me agrada esa horrible doctrina de la elección. ¡La aborrezco! Es fría y sin amor. He orado al respecto y el Señor me dijo en mi corazón que no puede ser verdad. Lo sé porque lo siento muy dentro de mí. Mis sentimientos me dicen que la elección incondicional no es verdadera. Usted me puede mostrar todos los versos de la Biblia que quiera, pero yo sé lo que mi corazón me indica”.
Mi respuesta es: “Nuestras emociones no deben ser elevadas a la posición de Dios. En lugar de mirar dentro de nosotros hacia nuestros sentimientos, usted debería mirar externamente, hacia las Escrituras. Las emociones no pueden determinar la Verdad. Únicamente la Escritura es el origen y juez de la verdad.”
Esta es, en pocas palabras, mi posición en cuanto a la salvación del hombre. ¡Ah, y por si acaso! Sí señor, puedo mostrarle pasajes bíblicos para todo lo que he dicho. <>
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