¿Quiere saber su futuro? ¿Que le adivinen la suerte? ¡No vaya a los adivinos que le cobran dinero! Vaya a una iglesia evangélica de las tantas existentes en el día de hoy, donde un “profeta” le puede anunciar una profecía directamente de Dios y en forma gratuita (supuestamente).
Con el paso del tiempo he desarrollado una saludable intolerancia hacia los que hoy se auto-llaman “profetas” en la iglesia. La semana pasada estuve mirando un programa en Alma Visión llamado “Consejería Pastoral”, donde dos supuestos profetas contestaban preguntas del público relacionadas con su presunto ministerio. Una televidente llamó y dijo que un profeta en su iglesia le había anunciado que estaba embarazada con una niña, y que esa niña iba a ser una mujer de Dios. La profecía no se cumplió, ella no estaba embarazada y esto trajo gran dolor a su corazón.
Los supuestos profetas y el director del canal inmediatamente “arrojaron luz” sobre tan desafortunado suceso. Le respondieron que a veces la profecías son anunciadas pero son cumplidas en el futuro. Esta respuesta no debe haber dejado a la mujer muy contenta porque el profeta de su iglesia habló en tiempo presente, “Usted está embarazada”, dijo. El director de la cadena televisiva expresó que a veces los profetas se equivocan y aconsejó a la pobre mujer que no se enojara con el profeta, que lo perdonara, que “no le arrojara piedras”. Muy loable sus palabras, pero sólo reflejan cuán bíblicamente desacertado está él. La implicación era que lo dejara al “profeta” seguir practicando hasta que las cosas le salieran bien. Esto está en línea con la posición de que si bien la revelación proviene de Dios, debido a la falibilidad humana del transmisor la profecía puede emanar erróneamente de los labios del profeta moderno. El por qué Dios daría una revelación a alguien sin garantías de una comunicación fiel es un misterio que aun no han explicado.
Claro que en ningún momento se le dijo a la televidente que cuando una persona reclama hablar por Dios y lo dicho no se cumple, significa que estamos ante un falso profeta (Dt. 18:20-22). En el Antiguo Testamento (AT) bastaba una sola falsa profecía por parte de un profeta para que fuera apedreado (Dt. 13:5). Los auto designados profetas hoy son afortunados de no vivir en una teocracia similar a la del AT, porque si así fuera sus parientes estarían hoy en el redituable negocio de las canteras de piedra.
Pero el tema de fondo aquí es, ¿existen profetas de Dios en el día de hoy? Miles de personas que reclaman serlo pueblan las iglesias evangélicas en el presente, desde líderes hasta seguidores. Estas personas reclaman recibir mensajes directamente de Dios.
En este artículo estaremos considerando sólo la acepción del término “profeta” que se refiere a la habilidad de predecir el futuro o traer mensajes directos de Dios. No nos referiremos a la acción de predicar la Palabra de Dios, i.e., la Biblia.
¿Qué era un profeta de Dios?
¿Cuál es la definición bíblica de un profeta de Dios? En el Antiguo Testamento (AT) un profeta era alguien que hablaba por Dios, un portavoz de Dios. Puesto de otra forma, un profeta era alguien a través de quien Dios hablaba. Su tarjeta de presentación era: “Así ha dicho Jehová”. Cuando se trataba de profecías orales y escritas, las palabras vocalizadas o escritas por el profeta no eran las suyas propias, sino las de Dios:
Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2 Pedro 1:21)
La definición de profeta no cambia cuando llegamos al Nuevo Testamento (NT). Es exactamente la misma. Las palabras del profeta iban precedidas por “Así dijo el Espíritu Santo” (Hechos 13:2; 1 Tim. 4:1). Para justificar las pifias de los profetas modernos, se dice que hay una diferencia entre los del AT y el NT, pero esto no es verdad. Veamos como ejemplo el caso de Agabo en el NT:
En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo,(C) daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. (Hechos 11:27-28)
Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. (Hechos 21:10-11)
Queda claro con los pasajes vistos que las marcas del profeta del NT eran: 1) Hablaba por Dios (Dios hablaba a través de ellos); 2) Predecía el futuro. Estos dos distintivos eran los mismos para los profetas del AT. No hay diferencia. Quiere decir que cualquiera que dice ser profeta en el presente, reclama para sí un título muy alto por el cual tendrá que responder ante Dios algún día.
¿Por qué los profetas de hoy intentan crear una distinción entre el llamado profético del AT y el NT? Porque quieren evitar que se les examine por medio de las pruebas bíblicas que delatan a los falsos profetas. La que más concierne al tema es la de Deuteronomio 18:21-22. Ésta establece que si alguien presume de hablar por Dios y lo que profetiza no llegara a ocurrir, es prueba de que Dios no ha hablado. En otras palabras, estamos frente a un falso profeta. El pasaje culmina diciendo literalmente en hebreo, “no le tengas ningún respeto (al falso profeta)”.
Quiere decir que el tiempo es el peor enemigo del falso profeta. Por supuesto que estamos hablando de profecías que se anuncian van a suceder durante el lapso de tiempo de vida del profeta. El pasaje establece también por inferencia, que un profeta de Dios debe estar 100 % correcto todo el tiempo; 99.99 % de exactitud ya lo convierte en un falso profeta. Es de señalar que los que se dicen profetas hoy eran constantemente. Esto no es de extrañarse ya que la Biblia insiste en que el oficio de profeta sólo existió durante el AT y en cierto período del NT para beneficio de la iglesia primitiva, lo que significa que los profetas modernos no son portavoces de Dios, sino de ellos mismos.
Profeta: un ministerio del pasado
Hemos visto que hubo profetas en el AT tanto como en el NT. La preguntas que siguen son: ¿Continuó vigente la función del profeta más allá del primer siglo? ¿Hay necesidad de profetas en la iglesia de hoy?
Es obvio que los profetas fueron necesarios buena parte del tiempo en que los libros del NT estaban en proceso de escribirse. Ellos recibían directa revelación de parte de Dios para comisionar obreros (Hch.13:2), anunciar el futuro en algunos casos (Hch. 11:27-28), y en otros para exhortar y enseñar a las congregaciones (Ef. 4:11-12) porque la iglesias del NT no tenían todos los libros que integran el Canon a su disposición.
Segunda de Pedro 2:1 dice que hubo entre el pueblo falsos profetas, como habrá entre vosotros falsos maestros. Pedro escribe su segunda epístola alrededor del 62-63 d.C. y ya habla de profetas como cosa del pasado. Así como Dios tuvo sus profetas, el enemigo tuvo sus falsos profetas. En el futuro, dice Pedro a los cristianos, deberán cuidarse de los falsos maestros. Así como Dios tiene sus maestros, Satanás tendrá sus falsos maestros. La inferencia es que la función del profeta dejó de existir en algún momento a comienzos de la segunda mitad del primer siglo.
A continuación, Pedro dice a los cristianos que tengan memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas y la palabra dada a los apóstoles (2 P. 3:2). No dice que en adelante deberíamos prestar atención a profetas y apóstoles que vendrían en el futuro. Esto apuntala la noción de que los profetas, al igual que los apóstoles, son ministerios que Dios no ha continuado.
Judas, escribiendo entre el 68 y 70 d.C. escribe:
Pero vosotros amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores , que andarán según sus malvados deseos.
Primer medida a tomar, dice Judas: recordar las palabras de los apóstoles de Jesucristo acerca de los muchos avisos dados por ellos referentes a los falsos maestros que vendrán en el futuro. Observemos que dice “haced memoria”, no dice “estad atentos a lo que otros apóstoles van a decir en el futuro”.
Los que dicen que el ministerio de apóstol aun continúa tienen que explicar el peso evidencial de estos versos , especialmente teniendo en cuenta que su doctrina de “los cinco ministerios” basada en Efesios 4:11, sostiene que la función de profeta también está vigente junto con el apostolado. En el presente encontramos que algunos se adjudican ambos títulos para sí, y otros si bien no se autoproclaman ni apóstoles ni profetas, no hacen ningún esfuerzo para detener a sus seguidores de llamarlos así.
Si los apóstoles son cosa del pasado (y digo esto con profundo respeto) y ellos fueron el fundamento de la iglesia junto con los profetas (Ef. 2:20), ¿no significa eso que los profetas son también cosa del pasado? Si aun hay profetas en el presente, ¿significa que el fundamento de la iglesia sigue siendo llenado? ¿Qué edificio se puede construir sobre un cimiento no terminado? ¿Qué propósito tienen los profetas en el día de hoy si el cemento del fundamento ya está seco hace dos milenios? ¿No es la Escritura suficiente para todo aspecto de doctrina y práctica (2 Ti. 3:16-17; 2 P. 1:3)? ¿No ha sido la doctrina dada una vez por todas y para siempre a los santos (Jud. 3)?
Es por todo lo anterior que las últimas epístolas del NT siempre nos apuntan hacia el pasado, no hacia el futuro. La conclusión lógica es que si no hay apóstoles en el presente, tampoco hay profetas, ambos en el sentido bíblico, por supuesto. Lo único que hay hoy son falsos profetas y falsos apóstoles, mejor llamados “falsos maestros”. Todo profeta y apóstol fuera de los profetas y apóstoles bíblicos lleva la etiqueta de “falso”.
Pregunta para los profetas de hoy
En el AT Dios escogía al profeta y estos hombres en ocasiones resistían el llamado. Hoy existen escuelas de profetas llenas de alumnos que desean el oficio. La pregunta que yo siempre le hago a un profeta moderno es, ¿Cómo sabe que usted ha sido escogido por Dios para ser profeta? Las respuestas son variadas:
1) “Porque tengo el don de profecía”.
Al que responde de este modo yo le pido que me documente sus profecías, sus cumplimientos y los testigos. Nunca aceptan el reto.
2) “El Señor me lo dijo”.
Al que responde así le pregunto en qué forma el Señor se lo dijo, audible, visible, por teléfono, carta o internet. Si me contesta que el Señor se le apareció, lo dirijo a 1 Corintios 15:8 donde el apóstol Pablo dice que él fue el “último” a quien el Señor se le apareció. Si el presunto profeta no acepta este verso como autoritativo, pregúntele qué pudo haber querido decir Pablo con “último”. De insistir en su tesitura, pídale a la persona los requerimientos del punto número # 1.
3) “¿Usted quién es para juzgarme?”
Ante esta pregunta yo respondo: 1 Corintios 15:29 da mandamiento a los profetas de hablar, y a mí de juzgar. Sólo sigo el mandamiento bíblico. Si el presunto profeta trata de reinterpretar el verso, pídale que documente sus profecías, sus cumplimientos y los testigos.
Básicamente, los profetas modernos no tienen más argumento para sus pretensiones que el razonamiento circular: ¿Cómo sé yo que usted es un profeta? Porque tengo el don de profecía. ¿Y cómo sabe que tiene el don de profecía? Porque soy un profeta.
¿Existe el don de profecía hoy?
Con absoluta tranquilidad de conciencia puedo decir que no me importa, porque en realidad el don no tiene ningún efecto práctico para vivir mi vida cristiana en esta era.
Algunos dicen que si bien los profetas no existen hoy, pueden haber personas con el don de profecía. Si así fuera, ¿no haría esto automáticamente profetas de estas personas? Volvemos de nuevo en la misma disyuntiva: ¿existen profetas de Dios en el día de hoy? Ciento ochenta grados redonditos.
Si debemos estar atentos a la voz de profetas en estos días, ¿en qué queda la doctrina de Sola Scriptura? Si el don de profecía existe hoy, ¿qué quiso decir Pablo cuando anunció (profetizando él mismo) que las profecías se acabarían (1 Co. 13:10)? ¿Cúando se acabarán? Cuando venga lo perfecto, dice Pablo. ¿Qué es lo perfecto? Algunos dicen que es el estado eterno, pero si esto fuera cierto, ¿para qué decir que las profecías se acabarán? Se comprende que en la eternidad no serán necesarias las profecías. La palabra “perfecto” (teleios) bien puede ser comprendida como lo maduro o madurez.
Esta ha sido siempre una forma normal de interpretar el pasaje, y a los efectos prácticos y limitándonos a pensar dentro de nuestra cápsula de tiempo, espacio y materia, lo maduro o lo perfecto se refiere a la Escritura, ¿qué otra cosa puede ser?
El significado de “teleios” como lo maduro o madurez relativa se relaciona directamente con el uso de las frases de Pablo en el siguiente verso, “cuando yo era niño” y “mas cuando ya fui hombre” (1 Co. 13:11). La noción que surge del texto es que cuando la iglesia alcance un grado de madurez relativa por medio de la revelación completa de Dios en la Escritura, las profecías se acabarán. No habrá más necesidad de las profecías, los profetas o el don de profecía.
Concedemos que el v. 12 abre una dimensión que nos introduce al momento a partir de la Parousia de Cristo en adelante, o sea al punto donde se alcanza la madurez absoluta, pero el texto es progresivo. Comienza en la niñez, sigue hacia a una madurez que constantemente cambia y mejora (v.11) y progresa hacia la madurez final y absoluta (v.12). Este proceso es también transmitido en la imagen del desarrollo gradual del cuerpo de Cristo desde principio a fin, en Efesios 4:13-14.
Cierto grado de madurez se alcanzó una vez que el canon del NT fue completado. En vista de lo anterior, deducimos que no hay base bíblica para sustentar que las profecías son necesarias en el día de hoy, ya que el texto indica que eran temporarias. Lógicamente tampoco tiene sentido que Pablo haya anunciado el fin de las profecías si éstas continuarían hasta el final de la historia. ¿Para que anunciar algo que ya se sabe?
Conclusión
Dios habla hoy desde las páginas de la Biblia. El poder de su Palabra es traído a nosotros por medio de su Espíritu Santo quien nos ilumina, instruye, guía, consuela y fortalece. Hebreos 1:1-3 dice que Dios en otros tiempos habló a la gente por medio de los profetas, pero en estos tiempos nos habla por su Hijo. Es Jesucristo quien delegó su autoridad a sus apóstoles, quien a su vez, por la inspiración del Espíritu Santo registraron la Palabra escrita. Es por ello que la Escritura perpetúa la autoridad de Cristo, es llamada la Palabra de Dios y es nuestra máxima autoridad. Cuando ponemos a los supuestos profetas, o en su defecto, al don de profecía a la par con la Biblia estamos violando el principio de Sola Scriptura emanado de la Palabra de Dios.
Dios no hablará directa o audiblemente otra vez hasta que lo óigamos en Su Segunda Venida. Dios no está hoy rodeado de truenos en el monte, cara a cara con el hombre dándole profecía, ya que Su Palabra es completa. Cualquiera que diga hoy que Dios le ha dado palabra referente al pasado, presente o futuro, es un mentiroso y un falso profeta.
El conocido apologista Robert Bowman expresa que “alegar que la iglesia de hoy necesita visiones y revelaciones por medio de apóstoles y profetas de Cristo, es negar la suficiencia de la Biblia (2 Ti. 3:16) y colocar a la iglesia a merced de falsos apóstoles profetas, de los cuales nos advirtió el apóstol Pablo en términos muy claros (2 Co. 11:13-15). [Robert Bowman, ¿Los 5 Ministerios? Artículo]
¿Cuál es la motivación detrás de los que hoy se hacen llamar apóstoles y profetas? Ellos ambicionan la autoridad y el prestigio que viene con los títulos. No quieren, además, que sus enseñanzas sean examinadas y desafiadas. El dinero es también un factor presente en todo el esquema de los modernos profetas. Una de las marcas del falso maestro es la continua demanda de dinero y/o el uso de artimañas para extraer dinero de sus seguidores (2 Pedro 2:3). Si lo duda, revise el prontuario de estos “profetas”. <>
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