EL REINO DE LOS SUELOS
Cuando los cristianos hablamos del Reino de los Cielos, siguiendo el Evangelio de Mateo, podemos caer en una interpretación errónea al contraponer lo que es de arriba, de los cielos, con lo que es de abajo, de los suelos. Si además, tomamos expresiones de Jesús, como “Mi reino no es de este mundo”, estamos separando el “ya” del Reino que Jesús anunció para este mundo como Reino de los Suelos y estamos centrando nuestra mirada únicamente en el más allá, haciendo del Reino de Dios algo ultramundano, metahistórico, apocalíptico y nos separamos de algo que para Jesús fue importante: “El reino de Dios ya está entre vosotros”. Es decir: estamos olvidando el Reino de los Suelos, nuestro compromiso con el mundo, con los que sufren, con la justicia social, con la solidaridad.
El problema puede ser el uso de una traducción que no se corresponde con la realidad. Si vemos el Reino de Dios, de forma estática, como el lugar o el territorio que abarca este reino, podemos pensar que el Reino de los Cielos, pertenece a este lugar y lo reducimos a algo ultramundano. Sin embargo si pensamos en lo que algunos consideran una traducción más correcta, no sólo como Reino de los Cielos o Reino de Dios, sino como Reinado de Dios entre nosotros, con su “ya” establecido en el mundo, si lo concebimos como una idea dinámica de un Dios reinando en la tierra, si consideramos el “venga a nosotros tu Reino”, como deseo de que Dios reine entre nosotros en la tierra, no considerando sólo el ámbito territorial estático, sino la dinámica de un Dios reinando ya entre nosotros, el Reino de Dios desciende a la arena de la realidad de este mundo. Un Dios reinando sobre los hombres en la tierra, como un pueblo que le pertenece, como el Señor de la historia.
“Mi reino no es de este mundo”, o sea, mi forma de reinar no depende del estado de cosas establecido, no depende de adaptarme al orden creado por los hombres, el poder que me nombra Rey no depende de las instituciones sociales humanas, pero no significa que se trate para un Reino en el más allá. Si lo traducimos por la forma dinámica de “Reinado de Dios”, como muchos creen que es la traducción correcta, el Reino no proviene de este mundo, pero ya está en el mundo, Dios “ya” reina entre nosotros y se preocupa por la dignificación de las personas, por la justicia social, por los marginados, por los excluidos y por todos aquellos que quedan tirados al lado del camino despojados y oprimidos.
Por eso los cristianos debemos asumir el concepto de Reino de los Suelos adaptando así la expresión de Mateo Reino de los Cielos que no se debe tomar en su forma literal de un lugar estático para ese Reino. Es el Reinado de los Cielos en el Suelo. Jesús reina en la creación, es el Señor de la Historia, hay esperanza para los marginados y los que viven en la pobreza y en la indignidad. Los creyentes, si quieren ser agentes del Reino de Dios, o sea, agentes para que se produzca el reinado de Dios en su creación, entre los hombres de este suelo, tienen que asumir el Reino de los Cielos como el Reino de los Suelos, como el Reinado de Dios en este suelo de lágrimas, de conflicto, de opresión y despojo de los más débiles.
Jesús anunció un “ya” del reinado de Dios, un “ya” de que desde el cielo, no desde los poderes terrenales ni desde el orden político de esta tierra, estaba comenzando ya su reinado, nosotros debemos unirnos a ese reinado del suelo, a ese ejercer influencia liberadora a los que están aplastados bajo la bota de los poderosos y de los que acumulan sin límite como si toda la tierra fuera suya, palabras que se pueden encontrar en las profecías de Isaías. Los creyentes deben mirar simultáneamente al cielo y al suelo. Deben tener su mirada en el Señor para que les capacite para mirar al hombre en su conflicto y tener capacidad de acercar el Reino de Dios a este suelo para llevar consuelo y dignificación a las personas que sufren. Si cortamos la dimensión del Reino de los suelos, estamos mutilando el Evangelio que no es solamente de la Gracia de Dios, sino también de la Misericordia, Misericordia que se ejerce en medio del Reinado de Dios en los suelos, en los lugares de conflicto, en la arena de la realidad.
Cuando los cristianos elevamos nuestra mirada al Reino de los Cielos como algo meta histórico y del más allá, y nos olvidamos del Reinado de Dios, del Reino de los Suelos, ese Reino de los Cielos se diluye y acaba expulsándonos del ámbito del reinado de Dios en este suelo y, a su vez, nos impide vivir en la mesa compartida que simboliza en Reino o Reinado de Dios. Mutilamos el Evangelio y podremos escuchar aquellas complejas y duras palabras de Mateo 25: “Apartáos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”, porque no supisteis captar que mi Reino era también de los suelos, para liberación de los que tienen hambre, y son reducidos al no ser de la marginación por los opresores y despojadores y por los que han pasado de largo ante la opresión y el despojo. “E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”, según dice el evangelista Mateo.
Juan Simarro Fernández
Juan Simarro Fernández es Licenciado en Filosofía, escritor y director de Misión Evangélica Urbana de Madrid. http://www.protestantedigital.com/new/deparenpar.php?802
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