Estamos asistiendo en nuestras sociedades a la reactualización del rostro del Jesús migrante. Un rostro que lo podemos ver reflejado en la angustia de los que huyen del hambre o la violencia arribando a nuestras costas o a nuestros aeropuertos. Si unos huyen del hambre y de las escasas posibilidades de vida en sus países de origen, otros irán huyendo del fantasma de la violencia, quizás habiendo visto a sus familiares muertos o que han quedado lejos en los campos de refugiados.
Los emigrantes económicos, hartos de la explotación del trabajar por nada y no poder cubrir sus necesidades básicas y las de sus hijos, también llevan las marcas en sus rostros del miedo junto a la esperanza. Huyen del hambre y del subdesarrollo. Jesús huía de Herodes que le buscaba para matarle bajo la hipocresía y la mentira. Así dice a los Magos que cuando encuentren al niño, se lo hagan saber para que él “también vaya y lo adore”. Bonitas palabras puestas en la boca falsa de un rey sanguinario. Lo que Herodes deseaba era matar al Cristo. Y este tuvo que emigrar en la oscuridad buscando posibilidades de vida. En su rostro, el rostro del Jesús migrante, se apoyan todos los rostros desesperados de los migrantes del mundo hoy. Y quizás, de alguna manera, en nuestros inmigrantes, ya dentro de nuestras fronteras, nos podemos encontrar con el rostro de Jesús, del Jesús migrante huyendo ante la violencia de Herodes.
En la historia y tradición del cristianismo se ha hablado mucho del Jesús carpintero, del Jesús en el Templo con los doctores, del Jesús presentado en el Templo… pero se ha hablado poco sobre el Jesús huyendo en la oscuridad buscando refugio en Egipto. Es el Jesús emigrante, el Jesús refugiado, el Jesús huyente. Así, un ángel aparece en sueños a José y le dice: “Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto”. Un rey sanguinario y cruel quería matar al Mesías, al Cristo. Y éste, como muchos niños emigrantes, fue tomado por sus padres José y María, en medio de la noche y con el miedo pegado a los talones, teniendo que huir a tierra extraña. ¿Cómo no se va a identificar Jesús con los niños inmigrantes en nuestro país o con todos los niños migrantes del mundo? ¿Se reactualiza en sus rostros el rostro del Jesús migrante?
Lo que está claro es que Jesús tuvo que emigrar y vivir como un refugiado. Así dice la Biblia que despertando José, avisado en sueños por el ángel, “tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto”. Y la Biblia deja claro esta huida “de noche”, como aquellos que tienen miedo, que son perseguidos… como los inmigrantes de hoy dentro de nuestras puertas, perseguidos por el hambre o por la violencia.
Yo creo que los cristianos, que la Iglesia, debe rescatar hoy como nunca el episodio del Jesús migrante, debe rescatar y reactualizar su rostro, que se ve hoy reflejado en el rostro de los niños inmigrantes desarraigados y en el rostro de sus padres, muchos de ellos oprimidos y explotados, ilegales y sin papeles, como si pudiera haber hombres legales e ilegales. Pero ningún hombre es ilegal, máxime cuando se identifican en el proceso de huida que tuvo que asumir Jesús mismo.
Detrás, Jesús dejó a un Herodes que protagoniza la matanza de los niños inocentes, “grande lamentación, lloro y gemido”, como dice la Biblia. Lamentaciones, lloros y gemidos que también dejan muchos inmigrantes en sus tierras de origen, endeudados, hipotecadas en muchos casos las casas de sus propios padres. Y al llegar a nuestra tierra tienen que comenzar a trabajar en cualquier cosa para pagar la deuda. Deudas sobrecargadas con intereses corruptos. El lloro de las madres que no han podido traer a todos sus hijos. Llanto que podría encajar en el rostro del Jesús migrante.
Jesús tuvo que estar en Egipto hasta la muerte de Herodes, aunque no todos los problemas acaban ahí. Cuando el ángel avisa a José, que ya ha muerto Herodes y que puede retornar a Israel, los emigrantes retornados que eran José, María y Jesús, tienen miedo del sucesor de herodes, Arquelao. Y una revelación en sueños le indica que debe ir a Galilea y allí habitó en la ciudad de Nazaret. Así, el rostro del Jesús migrante fue el rostro del Galileo. El rostro del emigrante retornado fue el rostro del Nazareno. Todo un peregrinaje migratorio que hace que se cumplan las escrituras, que habría de ser llamado nazareno.
La concienciación sobre el Jesús migrante debe llamar la atención de la Iglesia sobre los problemas de la inmigración. Eso si se quiere ser realmente la iglesia de Jesús, la Iglesia del Reino. La iglesia que acoge el rostro del Jesús migrante. Ayúdanos, Señor, a poder verte en el rostro de los inmigrantes que pueblan nuestras ciudades. Que al verles te veamos a ti, y al mirarte nos acordemos también del rostro de ellos. Que sepamos que al consolarlos, ayudarles, vestirles o alimentarles, lo hacemos por ti… En tu nombre.
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