LA DECLARACION DE WHEATON, 1983
LA IGLESIA EN RESPUESTA A LAS NECESIDADES HUMANAS
Introducción
Durante dos semanas del mes de junio de 1983 y provenientes de treinta naciones distintas nos hemos reunido miembros de iglesias locales, misiones cristianas y agencias de ayuda en la Universidad Wheaton en los Estados Unidos, para orar y reflexionar acerca de la tarea de la Iglesia en respuesta a las necesidades humanas.
Algunos de nosotros pertenecemos a iglesias que están situadas en lugares de gente marginada que vive en situaciones de pobreza, carencia de facultad propia y opresión. Estamos profundamente agradecidos con nuestro Padre Celestial por habernos permitido el privilegio de compartir nuestras vidas unos con otros, estudiar las Escrituras en grupos pequeños, ponderar artículos sobre los aspectos del desarrollo humano y la transformación y examinar en forma más cercana las implicaciones de casos de estudio y las reseñas que describen las diferentes respuestas a las necesidades humanas.
Puesto que Dios escucha el clamor de los pobres, hemos buscado la ayuda unos de otros para responder (Éxodo 3:7-9; Santiago 5:1-6). Nos regocijamos en lo que creemos nos ha estado enseñando el Espíritu Santo con relación al propósito específico y los planes de Dios para su acongojado mundo y la parte que la Iglesia debe tener dentro de ellos.
Conforme hemos encarado el enorme reto que está ante el pueblo de Dios en todas partes para aliviar el sufrimiento y, hermanados en compañerismo, eliminar sus causas, estamos más conscientes que nunca del poder liberador y sanador de las Buenas Nuevas de Jesús. Gozosamente reafirmamos, por lo tanto, nuestra convicción de que sólo Jesús es la única paz del mundo, porque solamente El puede reconciliar a la gente con Dios y hacer que cesen todas las hostilidades (Efesios 2:14-17).
Reconocemos, además, que solamente diseminando el Evangelio puede llenarse la necesidad humana más básica: la comunión con Dios. En lo expresado a continuación no acentuamos la evangelización como tema separado, puesto que la vemos como parte integral de nuestra respuesta cristiana total a la necesidad humana (Mateo 28:18-21). Además, no es necesario simplemente repetir lo que el Pacto de Lausana y el informe de la Consulta sobre la relación entre evangelismo y responsabilidad social (CRSR, Grand Rapids, 1982), ya han expresado.
Quisiéramos compartir con nuestros hermanos y hermanas a través del mundo lo que hemos descubierto. Ofrecemos esta declaración, no como un intento de dar la palabra final, sino más bien como un resumen de nuestras reflexiones.
Tanto la Escritura como la experiencia, inspiradas por el Espíritu, subrayan que el pueblo de Dios depende de Su sabiduría para hacerle frente a la necesidad humana. Las iglesias locales y las agencias misioneras, deben por lo tanto, actuar sabiamente, si es que han de ser pastorales y proféticas a la vez. En verdad la familia humana entera con sus ilusiones y sus divisiones necesita que Cristo sea Su sabiduría tanto como su Salvador y Rey.
Conscientes de nuestra lucha para encontrar una visión bíblica de la transformación que relacione su labor en el corazón de los creyentes con sus efectos multiplicadores en la sociedad, oramos para que el Espíritu nos dé el discernimiento que necesitamos. Creemos que la sabiduría que el Espíritu inspira es más práctica que académica, y que es posesión del creyente y no propiedad exclusiva de la élite. Puesto que escribimos como parte de un mundo plagado de conflictos y una iglesia fácilmente dividida por las rivalidades deseamos que las convicciones expresadas en este documento sean refinadas aún más por la sabiduría pura y apacible de Dios.
Algunos encontrarán duras nuestras palabras. Oramos, sin embargo, para que muchos las encuentren de ayuda en su propio pensar y de aliento para que con ellas sigan firmes y constantes, trabajando siempre más y más en la obra del Señor porque ustedes saben que no es en vano el trabajo que hacen en unión con el Señor (1 Corintios 15:58).
Involucramiento Social Cristiana
1. Conforme los cristianos reflejan la intención de Dios para el mundo a menudo son tentados a ser ingenuamente optimistas o sobriamente pesimistas. Algunos, inspirados por una visión utópica, parecen sugerir que el Reino de Dios, en toda su plenitud, puede ser construido en la tierra. No nos suscribimos a este punto de vista, puesto que la Escritura nos dice de la realidad y de la pertinencia del pecado personal así como del pecado en sociedad (Isaías 1:10-26; Amós 2:608; Miqueas 1:1-10; Romanos 1:28-32). por lo tanto, reconocemos que la idea utópica no es sino un sueño falso (Cf. Informe CRESR IV A).
2. Otros cristianos se vuelven pesimistas porque se ven enfrentados con la realidad de una pobreza y miseria en aumento, de una opresión y explotación despiadadas por poderes de derecha e izquierda, de una violencia en espiral aunada a la amenaza de una guerra nuclear. También están preocupados acerca de la posibilidad cada vez mayor de que el planeta Tierra no esté en capacidad de sostener a su población por mucho tiempo, debido al desperdicio sin medida de sus recursos. Como resultado, se ven tentados a apartar sus ojos de este mundo y a fijarlos tan exclusivamente en el regreso de Cristo que su involucramiento en el aquí y el ahora está paralizado.
No deseamos ignorar o minimizar la amplia contribución hecha por un desfile de cristianos que han sostenido este punto de vista de la escatología para realizar la labor médica y educativa en muchos países a la largo de más de cien años. Sin embargo, algunos de nosotros pensamos que estos hombres y mujeres han tenido la tendencia de ver la tarea de la Iglesia únicamente como la de recoger sobrevivientes de un naufragio en medio de un embravecido mar. Tampoco endosamos este punto de vista, puesto que niega los preceptos bíblicos de defender la causa del débil, mantener los derechos de los pobres y oprimidos (Salmo 82:3) y practicar la justicia y el amor (Miqueas 6:8).
3. Más todavía: sostenemos que aun cuando creamos que nuestro llamado es únicamente para proclamar el Evangelio y no para involucrarnos en acciones políticas y de otra índole, el hecho de no involucrarnos da un apoyo táctico al sistema existente. No hay escape: o impugnamos las estructuras malignas de la sociedad o las apoyamos.
4. Se han suscitado muchas ocasiones en la historia de la iglesia—y algunas de ellas existen hoy en día—en que los cristianos. enfrentados con la persecución y la opresión, han aparentado separarse de la sociedad y de esta forma apoyar el status quo. Sugerimos, sin embargo, que aun bajo condiciones de represión más severa, tales cristianos pueden de hecho estar desafiando a la sociedad y hasta transformándola, a través de su estilo de vida, su amor abnegado, su gozo tranquilo, su paz interior y su paciente sufrimiento (1 Pedro 2:21-25).
5. Los seguidores de Cristo, por lo tanto, están llamados, de un modo u otro, no a conformarse con los valores de la sociedad sino más bien a transformarlos (Romanos 12:1-2); Efesios 5:8-14). Este llamado surge de nuestra confesión de que Dios ama al mundo y que el mundo le pertenece a El. Es cierto que Satanás está activo en este mundo, al grado de reclamar que le pertenece (Lucas 4:5-7). Sin embargo Satanás es un usurpador, sin derechos de propiedad aquí. Toda la autoridad en el cielo y en la tierra
ha sido dada a Cristo Jesús (Mateo 28:18; Colosenses 1:15-20).
Aun cuando su Señorío no es reconocido por todos (Hebreos 2:8) El es el gobernante de todos los reyes de la tierra (Apocalipsis 1:5), Rey de Reyes y Señor de Señores (Apocalipsis 19:16). En fe confesamos que el viejo orden está pasando; el nuevo orden ya ha empezado (2 Corintios 5:17; Efesios 2:7-10; Mateo 12:18; Lucas 7:21-23).
No sólo desarrollo, sino transformación.
6. Los participantes en esta conferencia se han involucrado en las elucidaciones actuales con relación al desarrollo. Para muchos líderes políticos y de negocios del mundo Occidental el desarrollo describe el proceso por el cual las naciones y las gentes se convierten en parte del orden económico internacional existente.
Para mucha gente del Tercer Mundo se identifica con un proceso de cambio llamado “desarrollismo”, el cual está ideológicamente motivado. Este proceso está intrínsecamente relacionado con una búsqueda mecánica del desarrollo económico que tiende a ignorar el contexto estructural de la pobreza y la injusticia y que aumenta la dependencia y la desigualdad.
7. Algunos de nosotros todavía creemos, no obstante, que “desarrollo”, cuando se vuelve a interpretar a la luz del mensaje total de la Biblia, es un concepto que debe ser retenido por los cristianos. En parte esta escogencia se debe a que la palabra se usa con mucha amplitud. Un cambio del término, por lo tanto, causaría una confusión innecesaria.
8. Otros en nuestra Consulta querrían reemplazar el término “desarrollo” debido a la dificultad en relacionarlo con las categorías bíblicas de pensamiento y por sus matices negativos. Nosotros sugerimos una alternativa, “transformación”, puesto que puede ser aplicada en diferentes formas para toda situación.
Las naciones occidentales, por ejemplo, que generalmente han asumido que el desarrollo no es aplicable a ellas, están sin embargo necesitadas de transformación en muchas áreas. Particularmente, la presunción no expresada de que las sociedades operan mejor cuando los individuos tienen mayor libertad de perseguir sus propios intereses necesita ser impugnada en base a las enseñanzas bíblicas sobre la mayordomía (Lucas 12:12-21; 16:13-15; Filipenses 2:1-4). Las personas que viven en grupos basados en la solidaridad comunitaria pueden ayudar a estos tipos de sociedades a ver la pobreza de su existencia.
9. Además, el término “transformación”, en contraposición al término “desarrollo”, no tiene un pasado sospechoso. Señala a un número de cambios que deben efectuarse en muchas sociedades, si es que los pobres han de disfrutar de su justa herencia en la Creación.
10. Nos preocupa, en todo caso, que tanto las metas como el proceso de transformación sean vistos a la luz de las Buenas Nuevas de Jesús, el Mesías. Nos comprometemos y llamamos a otros creyentes cristianos a rechazar las fuerzas culturales y sociales de secularismo que tan a menudo conforman nuestra idea de lo que es una buena sociedad. Creemos que todas las nociones extrañas al plan de Dios para la vida humana son a menudo más poderosas en la formación de las opiniones acerca de lo que es correcto para una nación que el mensaje de la Escritura misma.
11. Luego, de acuerdo al punto de vista bíblico de la vida humana, la transformación es el cambio de una condición de existencia humana contraria a los propósitos de Dios a una en la cual las personas estén en capacidad de disfrutar ampliamente de la vida en armonía con Dios (Juan 10:10; Colosenses 3:8-15; Efesios 4:13).
Esta transformación solamente puede realizarse a través de la obediencia de los individuos y las comunidades al Evangelio de Jesucristo, cuyo poder cambia las vidas de hombres y mujeres al liberarles de la culpa, poder y consecuencias del pecado, habilitándoles a responder con amor a Dios y a los demás (Romanos 5:5) y haciéndoles “nuevas criaturas en Cristo” (2 Corintios 5:17).
12. Hay un número de tópicos en la Biblia que nos ayudan a enfocar el modo en que entendemos la transformación.
La doctrina de la creación habla del valor de cada hombre, mujer y niño; de la responsabilidad de los seres humanos de cuidar los recursos de la naturaleza (Génesis 1:26-30) y de compartirlos en forma equitativa con sus vecinos.
La doctrina de la caída señala la tendencia innata de los seres humanos de servir sus propios intereses, con las consecuencias de avaricia, inseguridad, violencia y ansia de poder. “Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad cuando condena a los que así se portan” (Romanos 2:2).
La doctrina de la redención proclama el perdón de Dios de nuestros pecados y la libertad que Cristo nos da para un modo de vida dedicado al servicio de otros llevándoles las Buenas Nuevas de la Salvación, la reconciliación entre los enemigos, perdiendo la propia vida para que la justicia sea establecida entre todos los pueblos explotados.
13. hemos llegado a ver que la meta de la transformación está mejor descrita en la visión bíblica del Reino de Dios. Este nuevo modo de ser humano en sumisión al Señor de todo tiene muchas facetas.
En particular significa esforzarnos para traer la paz a los individuos, razas y naciones sobreponiéndonos a los prejuicios, temores e ideas preconcebidas acerca de los demás. Significa el compartir recursos básicos tales como comida, agua, medios de sanidad y conocimientos. También significa trabajar para una mayor participación de las gentes en las decisiones que afectan sus vidas, haciendo posible que reciban de otros y den de sí mismos equitativamente. Finalmente, significa el crecer dentro de Cristo en todas las cosas como un cuerpo de gentes que dependen de la obra del Espíritu Santo y de unos con otros.
La mayordomía de la Creación
14. “Del Señor es el mundo entero, con todo lo que en él hay” (Salmo 24:1); “la tierra es mía” (Levítico 25:23). Todos los seres humanos son criaturas de Dios. Hechas a Su imagen son Sus representantes, con la responsabilidad de cuidar sabiamente de Su creación. Debemos confesar, sin embargo, que el pueblo de Dios ha sido lerdo en reconocer las implicaciones totales de su responsabilidad. Como mayordomos suyos, no somos dueños de la tierra, sino que la administramos y mejoramos en anticipación al retorno de Cristo. Muy a menudo, sin embargo, hemos asumido el derecho de usar sus recursos naturales en forma indiscriminada.
Con frecuencia hemos sido indiferentes y aun hostiles hacia aquellos que están comprometidos con la conservación de recursos no renovables de energía y minerales, de la vida animal en peligro de extinción y del balance ecológico precario de muchos medios naturales. La tierra es el regalo de Dios para todas las generaciones. Un proverbio africano dice que los padres han pedido prestado el presente de sus hijos. Tanto nuestra vida presente como el futuro de nuestros hijos dependen de nuestro tratamiento sabio y pacífico de toda la tierra.
15. También hemos asumido que sólo una pequeña parte de nuestras entradas y riquezas, el “diezmo” pertenece al Señor, con todo lo demás disponible para usar como se nos antoje. Esto empobrece a otras gentes y niega nuestra identidad y papel como mayordomos. Creemos que los cristianos en todas partes, pero en forma muy especial aquellos que están disfrutando en abundancia “las buenas cosas de la vida” (Lucas 16:25) deben obedecer fielmente el mandato de asegurar que los otros satisfagan sus necesidades básicas (Mateo 24:25). En esta forma los que son pobres ahora podrán disfrutar las bendiciones de dar a otros.
16. Jesucristo nos levanta de nuestro aislamiento de Dios y de otras personas y nos establece dentro de una comunidad
mundial del Cuerpo de Cristo en virtud de la salvación. El pertenecer a un solo Cuerpo significa compartir todos los dones de Dios para nosotros, de tal manera que haya igualdad entre todos los miembros (2 Corintios 8:14-15). En tanto esta norma sea obedecida la pobreza extrema será eliminada (Hechos 2:42-47).
17. Cuando los individuos o los Estados reclaman un derecho absoluto de propiedad, esto significa una rebeldía contra Dios. El significado de la mayordomía es que los pobres tengan iguales derechos a los recursos de Dios (Deuteronomio 15:8-9). El sentido de la transformación es que, como mayordomos de los abundantes regalos de Dios, hagamos justicia, luchando juntos por medio de la oración, el ejemplo, la representación y la protesta para tener los recursos redistribuidos y se limiten las consecuencias de la avaricia (Hechos 4:32, 5:11).
18. Nos perturba el uso perverso de grandes cantidades de recursos en la presente carrera armamentista. Mientras que millones de personas mueren de hambre, se desperdician recursos en la investigación y producción de sistemas de armas nucleares cada vez más sofísticos. Además, el negocio global en escala ascendente de armas convencionales va acompañado de la proliferación de gobiernos opresivos que no toman en consideración las necesidades más elementales de los pueblos.
Como cristianos condenamos estas nuevas expresiones de injusticia y agresión, y reafirmamos nuestro compromiso para buscar la paz y justicia. A la luz de las inquietudes de la mayordomía de la Creación que hemos discutido aquí, hacemos un llamado a la comunidad Evangélica mundial para que haga de los temas de la venta de armas y la energía nuclear un motivo de oración y la tengan en un lugar de su agenda para estudio y acción.
Cultura y transformación
19. La cultura incluye un concepto del mundo, creencias, valores, formas de arte, costumbres, leyes, estructuras socioeconómicas, relaciones sociales y riquezas materiales compartidas por una población en determinado tiempo en un área o contexto específico.
20. La cultura es el regalo de Dios a los seres humanos. Dios ha hecho a las personas en todas partes a Su imagen. Como Creador, nos ha hecho creativos como El. Esta creatividad produce cultura. Más aun: Dios nos ha comisionado como mayordomos de Su creación (Salmo 8; Hebreos 2:5-11). Puesto que toda buena dádiva nos viene de arriba y toda la sabiduría y conocimiento vienen de Jesucristo, aquello que es bueno y bello en las culturas puede ser visto como regalo de Dios (Santiago 1:16-18). Asimismo, en los lugares en donde el Evangelio ha sido oído y obedecido las culturas se han visto ennoblecidas y enriquecidas.
21. Con todo, las gentes han pecado rebelándose contra Dios. Por lo tanto las culturas que producimos están infectadas de maldad. Los diferentes aspectos de nuestra cultura muestran claramente nuestra separación de Dios. Las relaciones y estructuras sociales, formas de arte y leyes a menudo reflejan nuestra violencia, nuestro extravío y nuestra pérdida de valores morales coherentes. La Escritura nos desafía a no “conformarnos a este mundo” (Romanos 12:2), en la medida en que éste esté alienado de su Creador. Necesitamos ser transformados de tal manera que las culturas puedan exhibir nuevamente lo que es “bueno y aceptable y perfecto” (Romanos 12:2).
22. De ahí que las culturas llevan la marca de la gracia común de Dios, las influencias demoníacas y los mecanismos de explotación humana. En nuestra creatividad cultural, chocan Dios y Satanás. El Señor usó la cultura griega para darnos el Nuevo Testamento, mientras que al mismo tiempo subyugaba esa cultura al juicio del Evangelio. Nosotros también deberíamos usar con gratitud las culturas y al mismo tiempo examinarlas a la luz del Evangelio para exponer lo maligno que hay en ellas (Corintios 9:19-23).
23. Las estructuras sociales que explotan y deshumanizan constituyen un pecado penetrante que no está confrontado en forma adecuada por la Iglesia. Muchas iglesias, sociedades misioneras o agencias cristianas de ayuda y desarrollo apoyan el status quo sociopolítico, y con su silencio le dan un apoyo tácito.
24. A través de la aplicación de las Escrituras, en el poder del Espíritu, tratamos de discernir la realidad de todas las situaciones socioculturales. Necesitamos aprender en forma crítica de los enfoques funcionalistas y conflictivos de la cultura humana.
El enfoque “socio-antropológico funcionalista” acentúa los aspectos armónicos de diferentes culturas y promueve una actitud tolerante hacia las estructuras existentes. Esta posición es adoptada a menudo en nombre de la “objetividad científica”. En contraste, el enfoque “conflictivo” delata la naturaleza contradictoria de las estructuras sociales y nos hace conscientes de los conflictos de intereses subyacentes. Debemos recordar que ambos enfoques serán juzgados por Dios.
25. No debemos ser ingenuamente optimistas ni equivocadamente críticos. Estamos llamados a ser una nueva comunidad que busca trabajar con Dios en la transformación de nuestras sociedades; hombres y mujeres de Dios en la sociedad, sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5:3-16). Nos esforzamos por llevar a la gente y sus culturas bajo el Señorío de Cristo. A pesar de nuestros fracasos, nos movemos hacia esa libertad y plenitud en una comunidad más justa en la cual las personas disfrutarán una vez nuestro Señor regrese a consumar Su Reino (Apocalipsis 21:1 y 22:6).
Justicia Social y Misericordia
26. El tiempo que compartimos juntos nos permitió ver que la pobreza no es un mal necesario sino que a menudo es el resultado de sistemas sociales, económicos, políticos y religiosos marcados por injusticia, explotación y opresión. Aproximadamente ochocientos millones de personas en el mundo se encuentran en condiciones indigentes, y su situación a menudo es mantenida por los ricos poderosos.
La maldad no está solamente en el corazón humano sino también en las estructuras sociales. Debido a que Dios es justo y misericordioso, odia el mal y ama la justicia, existe una urgente necesidad para que los cristianos en las circunstancias presentes nos comprometamos a actuar en misericordia y buscando justicia.
La misión de la Iglesia incluye tanto la proclamación del Evangelio como su demostración. Debemos por lo tanto evangelizar, responder a las necesidades humanas inmediatas y presionar para la transformación social. Aún así, los medios que usemos deben ser consistentes con el fin que perseguimos.
27. Conforme pensamos en la tarea delante de nosotros, consideramos la actitud de Jesús hacia las estructuras de poder de Su tiempo. No era un Zelota ni un espectador pasivo de la opresión de Su gente. Más bien, movido por la compasión se identificó a sí mismo con los pobres, a quienes veía como “angustiados y desvalidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36). A través de Sus actos de misericordia, enseñanzas y estilo de vida, El puso de manifiesto las injusticias en la sociedad y condenó el fariseísmo de sus líderes (Mateo 23:25; Lucas 6:37-42).
La Suya era una compasión profética cuyo resultado fue la formación de una comunidad que aceptó los valores del Reino de Dios y se enfrentó al sistema romano y judío. Fuimos retados a seguir los pasos de Jesús, recordando que Su compasión le llevó a la muerte (Juan 13:2-17; Filipenses 2:6-8; 1 Juan 3:11-18).
28.
Estamos conscientes que una identificación como la de Cristo con los pobres ya sea en nuestro país o en otros países, en el norte, sur, este u oeste, es siempre costosa y puede llevarnos también a la persecución y a la muerte misma. Por lo tanto, humildemente le pedimos a Dios que nos de la disposición para arriesgar nuestra
comunidad y hasta nuestras vidas por amor al Evangelio, sabiendo que “todos los que quieren vivir consagrados a Cristo Jesús sufrirán persecución” (2 Timoteo 3:12).
29. Algunas veces en nuestro ministerio entre los pobres nos vemos enfrentados con un serio dilema: limitarnos a actos de misericordia para mejorar su condición, o ir más allá de eso y tratar de rectificar la injusticia que hace necesarios tales actos de misericordia. Esto a su vez puede constituir un riesgo para la libertad que necesitamos para continuar nuestro ministerio.
No se puede dar una regla infalible, pero desde una perspectiva bíblica está claro que la justicia y la misericordia marchan juntas (Isaías 11:1-5; Salmos 113:5-9). Por lo tanto, debemos hacer todo esfuerzo posible para combinar ambas en nuestro ministerio y estar dispuestos a sufrir las consecuencias.
También debemos recordar que los actos de misericordia destacan las injusticias de las relaciones y estructuras sociales, económicas, y políticas; nos guste o no, pueden por lo tanto, llevarnos a una confrontación con aquellos que tienen el poder (Hechos 4:5-22). Por esta misma razón, debemos mantenernos unidos con aquellos que sufren por causa de la justicia (Hebreo 13:3).
30. Nuestro ministerio de justicia y sanción no está limitado a los correligionarios cristianos. Nuestro amor y nuestro compromiso debe extenderse al extranjero (Mateo 5:43-48). Nuestro involucramiento con extraños no debe ser únicamente a través de la caridad, sino también a través de la acción económica y política. La justicia debe caracterizar las leyes del gobierno y sus políticas hacia los pobres. Nuestra acción económica y política es inseparable del evangelismo.
31. La injusticia en el mundo moderno ha alcanzado proporciones globales. Muchos de nosotros venimos de países dominados por corporaciones internacionales y algunos de países en los que sus gentes no tienen injerencia en el sistema político. Damos testimonio de los efectos dañinos que estas instituciones económicas y políticas tienen sobre la gente, especialmente sobre los más pobres de los pobres. Hacemos un llamado a nuestros hermanos y hermanas en Jesucristo para estudiar seriamente esta situación y buscar medios para conseguir un cambio favorable de los oprimidos. “El justo toma en cuenta los derechos del pobre, pero al malvado nada le importa” (Proverbios 29:7).
La Iglesia local y la transformación
32. La Iglesia local es la unidad básica de la sociedad cristiana. Las iglesias en el Nuevo Testamento estaban conformadas por hombres y mujeres que habían experimentado la transformación efectuada al recibir a Jesucristo como Salvador, reconociéndole como Señor y encarnando Su ministerio de servicio al demostrar los valores del Reino tanto personalmente como en comunidad (Marcos 10:35-45; 1Pedro 2:5; 4:10). Hoy en día abundan ejemplos similares de vidas transformadas en todas las iglesias del mundo.
33. Reconocemos que a través de generaciones las iglesias locales han sido el vehículo para la transmisión del Evangelio de Jesucristo y que su papel primario, aunque no es el único, es un ministerio triple: la adoración y alabanza de Dios, la proclamación en palabra y hechos del Evangelio de la gracia de Dios, y el cultivo, instrucción y discipulado de aquellos que han recibido a Jesucristo en sus vidas. En esta forma la transformación tiene lugar en las vidas de cristianos como individuos, familias y comunidades; por medio de sus palabras y hechos demuestran la necesidad y la realidad de transformación ética, moral y social.
34. Todas las iglesias se ven confrontadas alguna vez con la escogencia entre hablar abiertamente en contra de los males sociales y el no mencionarlos públicamente. El propósito de la escogencia particular debe ser la obediencia al Señor de la Iglesia para llenar su ministerio. La sabiduría será muy necesaria para que la Iglesia no hable en forma precipitada y haga su testimonio no efectivo pero que tampoco permanezca silenciosa cuando el hacerlo niegue su llamado profético (1 Pedro 3:13-17). Si somos sensibles al Espíritu Santo y estamos conscientes socialmente, estaremos siempre listos para reevaluar nuestra actitud sobre los asuntos sociales (Lucas 18:24-30).
35. La integridad, el liderazgo y la información son esenciales para la transformación de actitudes y estilos de vida de los miembros de las iglesias locales. Las iglesias están conformadas por gentes cuyas vidas están presionadas por el modo en que sus vecinos gastan su dinero. A menudo están más conscientes de esto que del sufrimiento y la necesidad humana en su país y en otros países. A menudo también están renuentes a exponerse a los traumas de la necesidad global y a la información que les amenazaría su comodidad. Si el liderazgo de la Iglesia falla en hacer notar en forma adecuada las dimensiones sociales del Evangelio, los miembros de la iglesia a menudo pueden pasar por alto estas inquietudes (1 Timoteo 3:1-7; Hebreos 13:17).
36. Debemos ser sensibles y responder a las necesidades de la iglesia local. Las viudas, los prisioneros, los pobres y los extraños son responsabilidad particular de la iglesia local (Gálatas 6:10). Deberíamos esforzarnos por estar bien informados sobre las necesidades humanas locales y buscar el deseo de Dios para nosotros sobre cómo llenar esas necesidades. Deberíamos tratar de ministrar a los pobres de nuestra área que no son miembros de nuestra iglesia (Santiago 1:27; Romanos 12:17).
37. Nuestras iglesias deben también ocuparse de la maldad y de la injusticia social en la comunidad local y en la sociedad más ampliamente. Nuestra metodología debería involucrar los estudios, la oración ferviente y la acción dentro de los lineamientos normativos y éticos de la conducta cristiana conforme lo prescriben las Escrituras. Dentro de estos lineamientos habrá ocasiones cuando protestar puede ser efectivo, no importa cual sea el sistema político. Los cristianos deben considerar cuidadosamente los asuntos y la forma de protesta de tal manera que la identidad y el mensaje de la Iglesia no sea empañada ni asfixiada.
38. La iglesia local sin embargo, debe ser comprendida como parte de la iglesia universal. Hay por lo tanto, una necesidad genuina para ayudar y compartir (Diakonía) basada en el compañerismo (Koinonía) entre las iglesias de diferentes lugares y contextos. A este respecto consideramos un modelo para relacionar las iglesias en las diferentes zonas del mundo. En tal “acoplamiento de iglesias” la relación debe ser genuinamente recíproca con un dar y recibir en ambos extremos, libre de cualquier clase de paternalismo (Romanos 15:1-7).
39. Tales relaciones recíprocas de verdadera dependencia mutua son particularmente necesarias en vista del hecho de que cada iglesia local vive siempre al borde del compromiso de su contexto (Romanos 12:3-18). Algunas iglesias están inmersas en los problemas del materialismo y el racismo, otras en los problemas de opresión y en la opción de la violencia. Podemos ayudarnos unos a otros si tratamos de ver al mundo a través de los ojos de nuestros hermanos y hermanas.
40. Con relación a la más amplia comunidad mundial las iglesias cristianas deben identificar e intercambiar gentes que estén equipadas a través de sus características personales, su capacitación y su madurez cristiana para trabajar en otras culturas en el nombre de Cristo y de la iglesia misionera. Estos hombres y mujeres irían como Siervos y Mayordomos caracterizados por la humildad y la mansedumbre; y trabajarían junto con miembros del Cuerpo de Cristo en los países a los que vayan.
Agencias de ayuda cristiana y la transformación
41.
Al reflexionar sobre la respuesta cristiana a la necesidad humana, hemos reconocido el lugar central de la iglesia local como el vehículo para comunicar el Evangelio de Jesucristo tanto en palabra como en hecho. Las iglesias alrededor del mundo a través de la historia han demostrado una preocupación activa por las necesidades que les rodean y continúan sirviendo a los necesitados. Hacemos un llamado a las agencias de asistencia para que vean su papel como facilitadores de las iglesias en el cumplimiento de su misión.
42. Reconocemos el progreso que se ha logrado en años recientes en nuestra comprensión del Evangelio y de sus implicaciones sociales y políticas. También reconocemos, no obstante, las deficiencias en nuestro testimonio y reafirmamos nuestro deseo para un mayor entendimiento de las bases bíblicas para nuestro ministerio.
43. Reconocemos que los integrantes de las agencias de asistencia generalmente se preocupan por el sufrimiento humano, el hambre y la necesidad. Sin embargo, reconocemos que esta preocupación no está expresada consistentemente con integridad. En los esfuerzos por obtener fondos a menudo se explotan las necesidades de los pobres para llenar las necesidades y expectaciones de los donadores. Las actividades para recoger fondos deben estar de acuerdo con el Evangelio. Una de las responsabilidades en la mayordomía de las agencias es reducir drásticamente sus gastos superfluos a fin de usar al máximo los recursos para el ministerio.
44. Nos vemos retados a poner en ejecución en nuestras organizaciones una transformación positiva demostrando los valores de Cristo y Su Reino que deseamos compartir con los demás. Debemos, por ejemplo, evitar la competencia entre los que estamos involucrados en el mismo ministerio y alejarnos de la tentación de una mentalidad triunfalista que se olvida de la preocupación especial de Dios por los débiles y “fracasados” (Gálatas 2:10; Salmo 147:6). Continuamente debemos revisar nuestras acciones para asegurar la integridad bíblica y una genuina participación con las iglesias y otras agencias. Decisiones sobre políticas del ministerio, incluyendo aquellas sobre la forma en que se utilizarán los recursos, deben ser tomadas conjuntamente con aquellos a quienes vamos a servir.
45. Debemos asegurarnos que nuestros esfuerzos de promoción describan exactamente lo que estamos haciendo. Aceptamos la responsabilidad de educar a nuestros donantes sobre las implicaciones totales en que la transformación cristiana es experimentada en el campo. El Espíritu Santo mismo nos ha guiado a este ministerio. Al aceptar la responsabilidad de educar, reconocemos que este proceso puede hacer que muchos pongan en duda nuestro planteamiento. Trataremos de llevar adelante la educación con un sentido de humildad, paciencia y coraje.
46. En todos nuestros programas y acciones debemos recordar que Dios en Su Soberanía y amor ya está activo en la comunidades a las cuales tratamos de servir (Hechos 14:17; 17:23; Romanos 1:9-15). Las agencias, por lo tanto, deben dar la prioridad debida a escuchar en forma sensible las preocupaciones de estas comunidades, facilitando un proceso de doble vía de la comunicación y propiedad local de los programas.
El principio que debe guiarnos es el de una participación equitativa en la que los nativos y las agencias occidentales cooperen mutuamente. Muchos de nuestros modelos de desarrollo se han originado en los países del Tercer Mundo. Las agencias cristianas de ayuda deben alentar todas estas iniciativas locales para que logren éxito. De esta forma la comunidad redimida del Reino podrá experimentar con más modelos de transformación.
47. La legítima necesidad de las agencias de ser responsables ante los donantes a menudo resulta en la imposición de sistemas de administración al estilo occidental. Esto implica asumir que la planificación y sistemas de control occidentales son los únicos que pueden asegurar la responsabilidad. Puesto que las comunidades que estas agencias tratan de servir son a menudo parte de una cultura diferente, esta imposición puede restringir e inhibir un proceso sensible de transformación social. Hacemos un llamado a las agencias de desarrollo para que establezcan un diálogo con aquellos a quienes están sirviendo, que permita la creación de sistemas de responsabilidad que respeten a ambas culturas. Nuestro ministerio siempre debe reflejar nuestra interdependencia mutua en el Reino (Romanos 14:17-18; 1 Corintios 12).
48. Al enfocar los requisitos aparentemente conflictivos de nuestra acción como agencias cristianas, estamos conscientes de nuestro pecado y compromiso. En un llamado al arrepentimiento, incluimos una renunciación a la inconsistencia y a la extravagancia en nuestro estilo de vida personal e institucional. Pedimos al Espíritu de verdad que nos guíe y haga de nosotros verdaderos agentes de transformación (Hechos 1:8).
La venida del Reino y la misión de la Iglesia
49. Afirmamos que el Reino de Dios es ambos, presente y futuro, comunitario e individual, físico y espiritual. Si otros han puesto demasiado énfasis en el presente, lo comunitario y lo físico, debemos confesar que hemos tenido la tendencia a ser negligentes con esas dimensiones del mensaje bíblico. Por lo tanto, jubilosos proclamamos que el Reino ha irrumpido en la historia de la humanidad en la Resurrección de Cristo. Crece como una semilla de mostaza, juzgando y transformando a los que ahora existimos.
50. Aun si la actividad de Dios en la historia está enfocada hacia la iglesia, no está confinada a la misma. El enfoque particular de Dios en la iglesia—como es el caso de Israel en el Antiguo Testamento—tiene como propósito el bendecir a las naciones (Génesis 12:1-3; 15; 17; Isaías 42:6). Por lo tanto la iglesia está llamada a existir por Dios y por la humanidad (Mateo 22:32-40).
51. La iglesia está llamada a infundir esperanza al mundo, para esta generación y la próxima. Nuestra esperanza no fluye de la desesperanza; no es porque el presente está vacío que esperamos para un nuevo futuro (Romanos 5:1-11). Más bien, esperamos ese futuro por lo que Dios ya ha hecho y por lo que ha prometido que hará. Ya se nos ha dado al Espíritu Santo como garantía de nuestra redención total y de la venida del día en que Dios será todo para todos (1 Corintios 15:28). Conforme testificamos el Evangelio de la salvación presente y de la esperanza futura, nos identificamos con los dolores de parto de la nueva creación de Dios (Romanos 8:22). Como comunidad de los tiempos finales que anticipa el final, nos preparamos para el mismo involucrándonos en las cosas penúltimas (Mateo 24:36-25:46).
52. Por esta razón nos vemos desafiados a comprometernos con una misión en el mundo verdaderamente vigorosa y realmente mundial, combinando creatividad explosiva con fidelidad dolorosa en los detalles. Nuestra misión y visión deben ser alimentadas por el consejo total de Dios (2 Timoteo 3:16). Una iglesia arrepentida, revivida y vigorizada llamará a su gente al verdadero arrepentimiento y fidelidad y a la vez los equipará para poder retar a las fuerzas del mal y la injusticia (2 Timoteo 3:17). En esta forma nos movemos hacia delante, sin relegar la salvación simplemente a un futuro eterno o haciéndola sinónimo con una dispensa política o social que debe ser obtenida aquí y ahora. El Espíritu Santo nos da poder para servir y proclamarle a El que ha resucitado de entre los muertos, está sentado a la derecha del Padre, y ha sido dado a la Iglesia como Cabeza de todas las cosas en el cielo y en la tierra (Efesios 1:10, 20-22).
53. Finalmente, confesamos nuestra total dependencia de Dios. Afirmamos que la transformación es, en el análisis final, Su labor, pero una labor en la cual nos involucra. Para este fin nos ha dado Su Espíritu, el Transformador por excelencia, para iluminarnos y ser nuestro Consejero (Juan 16:7), para impartirnos sus muchos
dones (Romanos 12:1; 1 Corintios 12), para equiparnos para enfrentar y conquistar el enemigo (2 Corintios 10:3-5; Gálatas 5:13-16).
Por lo tanto, oramos fervientemente por nuestros pecados para que sean perdonados, por nuestro espíritu, para que sea renovado, y por el privilegio de ser nombrados para la gozosa tarea de permitir la venida del Reino de Dios: el Reino “… de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).
FUENTE: La Oficina Regional para América Latina de Visión Mundial Internacional (San José, Costa Rica: sin fecha) publica este documento con el propósito de que sirva a la Iglesia y a los líderes evangélicos en América Latina, en la reflexión cristiana para un compromiso más completo con la Gran Comisión.
BIB.750. La Obra Social Desde La Iglesia Local.
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