Por Juan Simarro Fernández
En mi experiencia personal de varios años escribiendo en Protestante Digital sobre temas cristianos relacionados con el compromiso social de los creyentes y cómo la Biblia y Jesús mismo nos reta a preocuparnos por las estructuras sociales, por la injusta acumulación de bienes, por la dignificación de las personas, especialmente los proscritos, oprimidos y marginados, me he dado cuenta que estos temas no son protestados por nadie. Las únicas cartas al director de la revista o las quejas personales contra mis escritos, vienen solamente si lo que digo roza a las políticas de partido, fundamentalmente a los criterios de la derecha y, en algún otro caso, cuando he dado algunos criterios sobre la homosexualidad, temática sobre la que sí están sensibilizados muchos de los creyentes evangélicos de España.
Aunque sé que hay creyentes que me siguen seriamente y de los cuales tengo ecos positivos y responsables, muchas veces me pregunto ante otros silencios sólo rotos al tocar temas de política partidista: ¿Será que todos estos están de acuerdo con mis criterios sobre la justicia social, sobre la injusta redistribución de los bienes del planeta tierra, sobre la dignificación de las personas y mi concepto de projimidad que busca al hombre como el auténtico lugar sagrado para Jesús, o es que simplemente consideran estas temáticas como secundarias, no relevantes para el cristianismo, una Teología Segunda de la cual se puede prescindir y no merece la pena ningún tipo de polémica o discrepancia teológica? ¿Pensarán que la opresión, la acumulación desmedida de bienes, el empobrecimiento de países y personas, la construcción de estructuras injustas de poder, el neoliberalismo desmedido que enriquece a unas minorías y empobrece a una legión de personas en el mundo, más de las tres cuartas partes de la humanidad, no tiene nada que ver con los valores políticos? Porque lo que sí ocurre es que los evangélicos protestan e insultan si llega el caso, cuando se toca cualquier temática que incide en las políticas de partido.
Desgraciadamente, no estamos acostumbrados a que lo religioso se convierta en político. Pero en Jesús sí ocurrió esto y le llevó a un proceso de pena de muerte. No estamos acostumbrados a que el cristianismo moleste a los poderosos de nuestro tiempo, bien sean políticos u hombres de empresa, acumuladores de bienes o despilfarradores, opresores o empobrecedores, pero con Jesús ocurrió. Los poderosos de la época, entre los que estaban los poderosos de la religión, se sintieron molestos e interpelados en su práctica de la injusticia, en su desprecio a muchas pobres gentes que no las consideraban dentro del grupo de los puros y en su marginación de los débiles, entre los que se encontraban los enfermos, las mujeres y los niños. Probablemente éste sea uno de los problemas del cristianismo hoy, se enclaustra, la ciudad se seculariza y nadie se queja del discurso de los cristianos, ni de su acción comprometida. No hay denuncia profética. No hay debate teológico ante los temas tan importantes del cristianismo que devienen necesariamente en política, aunque supere la estricta política de partido. Hoy los cristianos sólo protestan ante cosas que son secundarias frente a los grandes temas del Evangelio, de la denuncia profética y la de Jesús que hoy no implica a casi ningún creyente.
La pregunta sería: ¿Fue así en el caso de Jesús? No. En el caso del Maestro al que debemos seguir, es diferente. Jesús hablaba de temas espirituales que estaban totalmente vinculados a los temas humanos. Porque para Jesús el hombre era una realidad completa e integral. No en vano el cristianismo apunta a la recuperación integral del hombre en la resurrección. No seremos espíritus puros volantes por las inmensidades del firmamento. Es por eso que Jesús se preocupa por la situación integral del hombre en su aquí y su ahora. Parece que esto no lo ven muchos cristianos de hoy y, por eso, el hablar de estas realidades para ellos no es política. No merece la pena intervenir. Los valores cristianos en la política sólo van a ser los relacionados con la homosexualidad, afortunadamente, también con el aborto, y con otros valores de política de partido para algunos cristianos intocables. Pero para ellos, los temas religiosos como la defensa de los débiles, de los desempleados, de los marginados, de los inmigrantes, de los presos, de los empobrecidos por la voracidad de los acumuladores, eso son solamente temas secundarios de gestión sobre los que no merece la pena un debate de moral política. Al menos, eso me parece a mí, cuando veo que se quejan contra lo que escribo: sólo protestan si piensan que he apoyado algunas políticas del PSOE o he dicho algo que el PP no apoya en cuanto a su criterio respecto al proceso de paz abierto con ETA. En otros casos el tema de la homosexualidad, en el que yo solamente hablo que hay otros tipos de sodomía social, u otra temática secundaria. Cartas al director de Protestante Digital me recomiendan que no me meta en política -lógicamente no pasan de ver más allá de la política de partido- como si los temas sobre los que estoy escribiendo no tuvieran nada que ver con la política. ¡Pura ignorancia y ceguera!
El proceso contra Jesús se convierte en un proceso político. Eso es algo que nadie puede negar. En él la religión acaba afectando a la política, a la forma de hacer política los poderosos y los insolidarios de la tierra. Jesús era un peligro para los instalados en el poder y en la política. Y esto lo hacía desde conceptos estrictamente de salvación y liberación de los hombres. Es tachado de peligroso, de perturbador, de incitar a la revolución o de negarse a pagar los impuestos del César. Jesús denuncia abiertamente la injusticia, la acumulación de bienes, la marginación de los débiles y la exclusión de la mujer. Cuestiona las dicotomías de la época, como la división entre justos y pecadores. Jesús rechaza a los autoconsiderados justos y se sienta a la mesa con los considerados pecadores, con los proscritos. Cuestiona la dicotomía judía y pagana y pone al despreciado samaritano como ejemplo de buen prójimo. Se mete, así, con la estructura religiosa, y hace saltar en pedazos la estructura social y moral de la nación. Estructura clasista, injusta y excluyente.
Así, el proceso contra Jesús se convierte en un proceso político, no exclusivamente religioso… porque el cristianismo analiza e investiga todo aquello que oprime y roba la dignidad a los hombres. El cristianismo intenta hacer saltar en pedazos todas las estructuras de poder injustas. Lo que pasó en el proceso de Jesús, es que los religiosos de la época, con habilidad e inteligencia satánica, saben cambiar y dar la vuelta a todo el proceso. No se trata de un maestro religioso -dirán-, sino de un enemigo, alborotador, agitador, revolucionario contra el poder romano. Pero ojalá que hoy, a todos los cristianos del mundo nos consideraran alborotadores y críticos de los sistemas económicos injustos y de las estructuras de poder que marginan y empobrecen. Eso sería que estábamos luchando por acercar el Reino de Dios, con sus valores de justicia social y para el más allá, a los hombres.
Por eso, entre burlas y escarnios, le nombran rey. No le quieren llamar Maestro religioso, ni Mesías prometido, ni profeta. Nada que tenga que ver con lo religioso. Rey falso e inútil. Rey marioneta, pero el proceso era ya un proceso político contra el que dijo ser “Rey de los judíos”. No hubo ninguna posibilidad de salvación, a pesar de los esfuerzos de Pilatos: un hombre que quiere salvar a Jesús. Se da cuenta de que el proceso no es como se lo están presentando. Ve que Jesús no es sólo un revolucionario político. Pilatos es un hombre que se atormenta ante el proceso y, finalmente, tiene que ceder ante las presiones de la turba y de los religiosos. Queriendo salvar a Jesús se ve impotente. El peligro del disturbio y de la revuelta flota en el ambiente. Nadie puede aceptar que se le libere en la opción entre Jesús y Barrabás… y sólo puede lavarse las manos.
¿Existen hoy Pilatos en relación con el cristianismo? No. No es necesario. Los cristianos hoy no somos tan denunciadores, tan críticos y defensores de los débiles como lo fue Jesús. Pilatos es una figura obsoleta para el cristianismo de hoy. Nosotros no molestamos ni a los políticos ni a los poderosos de la tierra. Se puede acumular sin que el grito de los cristianos por la justicia desgarre la tierra. Se puede marginar a más de media humanidad, sin que clamemos por los débiles y quebrantados. Se pueden crear estructuras políticas, económicas y sociales marginantes y eliminadoras de la dignidad de los despojados sin que las denuncias de Jesús ni de los profetas se puedan oír. No necesitamos, ni siquiera, la débil defensa de Pilatos. Ningún tipo de poder humano se va a poner en contra nuestra. ¿Será porque nuestro cristianismo es demasiado light, místico e insolidario con el dolor de los hombres?
Muchos cristianos que debería trastornar el mundo, pasan con paños calientes ante la marginación del ochenta por ciento de la humanidad, ante el despojo de los débiles, la acumulación desmedida de bienes, la eliminación de la dignidad del ser humano… el hambre y la miseria. Y yo, que humildemente intento concienciar sobre estas temáticas y sensibilizar a los creyentes y a los hombres en general acerca de sus responsabilidades cristianas y humanas, encuentro poco eco en muchos de ellos. Tengo más eco, se me critica o se me dice cariñosamente que no me meta en política, cuando hablo de cosas más secundarias, pero que afectan a la política de partido. Pero yo seguiré mi línea en honestidad ante Dios y ante los hombres. Me gustaría una revolución ante los creyentes, unos posicionamientos nuevos. Lógicamente soy pacifista. Yo no puedo predicar una revolución violenta, pero sí una denuncia seria y honesta siguiendo los pasos de Jesús. Una denuncia que vaya más allá del comentario o el artículo. Una denuncia que nos implique y nos comprometa con el grito de dolor de tantos despojados y privados de dignidad… que nos ponga en la órbita del mensaje y la acción de Jesús. Y sobre esto reclamo más debate teológico y social. Que no se disparen las alarmas contra mí sólo cuando toco, de forma secundaria, algo relacionado con políticas partidistas.
– Por Juan Simarro Fernández
http://www.protestantedigital.com/new/nowleerarticulo.php?r=327&a=3617
Juan Simarro Fernández es Licenciado en Filosofía, escritor y director de Misión Evangélica Urbana de Madrid. http://www.protestantedigital.com/new/deparenpar.php?802
Deja un comentario