LA AUTORIDAD DE UN PASTOR
“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros,” dijo Jesús, y añadió: “que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor.” (Marcos 10.42-43) Con estas palabras Jesús nos está indicando que un sistema de gobierno totalmente diferente al que emplea el mundo debe de permanecer entre los cristianos. La autoridad entre los cristianos no se deriva del mismo origen de la autoridad del mundo, ni se debe de practicar de la misma forma. El mundo ve la autoridad como uno sobre otro, como la estructura militar de mando, como una jerarquía en el mundo de los negocios, o el sistema de gobierno. Esto es como debe de ser. Incitado por la competitividad creada por la Caída, y enfrentado con la rebelión y crueldad de la naturaleza humana pecadora, el mundo no podría funcionar sin el uso de estructuras de mandato y decisiones ejecutivas.
Pero como Jesús deja cuidadosamente dicho,”no será así entre vosotros“. Los discípulos siempre están en una relación diferente los unos con los otros, en contraste con los mundanos. Los cristianos son hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre y miembros los unos de los otros. Jesús lo aclaró muy bien en Mateo 23.8: “Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.”
Durante veinte siglos la iglesia ha ignorado estas palabras. Posiblemente con la mejor de las intenciones, sin embargo, en repetidas ocasiones ha tomado en préstamo, en su totalidad, las estructuras de autoridad del mundo, cambiando los nombres de lo ejecutivos de reyes, generales, capitanes, presidentes, gobernadores, secretarios, cabezas y jefes a papas, patriarcas, obispos, administradores, diáconos, pastores y ancianos, siguiendo felizmente en su camino, enseñoreándose sobre los hermanos, y de tal forma destruyendo el modelo de servidumbre, lo cual eran las intenciones de nuestro Señor. Los cristianos han olvidado tan totalmente las palabras de Jesús, que tienen que poner en práctica con frecuencia el patrón mundano de gobernar, sin siguiera cambiar los nombres, y han hecho funcionar iglesias, misiones, organizaciones juveniles, escuelas, universidades y seminarios, todo en el nombre de Jesucristo, pero con presidentes, directores, superintendentes, administradores, regentes y jefes, que de ninguna manera se diferencian de las correspondientes estructuras seculares.
Posiblemente ya es muy tarde para alterar las muchas estructuras comúnmente llamadas “para-iglesia” o “quasi-iglesia”, pero ciertamente las palabras de Jesús no deben de ser ignoradas en la adoración y funciones de entrenamiento dentro de la misma iglesia. En algún lugar, seguramente, las palabras de Jesús: “no será así entre vosotros…” deben de encontrar su efecto. Sin embargo, en la mayoría de las iglesias hoy día, sin pensarlo, se ha aceptado la idea de que el pastor tiene la voz final y cantante en autoridad, en cuanto se refiere a la doctrina y práctica, y que en cuanto a administración, él es el oficial ejecutivo de la iglesia. Pero ciertamente, si el papa sobre la iglesia no es bueno, un papa en cada iglesia no es nada mejor
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Está bien claro en las escrituras que los apóstoles estaban preocupados en cuanto al peligro de promover jefes eclesiásticos. En 2a. Corintios 1.24, Pablo recuerda a la iglesia de Corinto acerca de su propia autoridad apostólica, “…no que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo…”. En la misma carta él describe, con una desaprobación bastante aparente, como reaccionan los corintos de ciertos líderes entre ellos: “Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas.” (2 Cor. 11.20).
Pedro también tiene cuidado en advertir a los ancianos, (y él se incluye entre ellos [“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo también anciano con ellos”]), no gobernar “como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos a la grey” (I Pedro 5.1,3). Y Juan habla con palabras duras acerca de Diótrefes, “al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe…y a los que quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia” (3 Juan 9,10). Estos ejemplos de jefes de la iglesia del primer siglo nos indican qué fácilmente las iglesias de entonces, (como las del siglo 20) ignoraban las palabras de Jesús, “no será así entre vosotros.”
Pero si la iglesia no imitara al mundo en este asunto, ¿entonces qué debe de hacer? El liderazgo ciertamente debe de ejercitarse dentro de la iglesia y debe de haber cierta forma de autoridad. ¿Que deberá ser? Esta pregunta tiene la contestación en las palabras de Jesús: “Uno es vuestro Maestro”. Por mucho tiempo las iglesias se han comportado como si Jesús estuviera muy lejos, allá en el cielo, y ha dejado que los líderes de las iglesias tomen sus propias decisiones y dar curso a sus propios asuntos. Pero Jesús mismo les aseguró, al darles la Gran Comisión, “He aquí que yo estaré con vosotros siempre…” y en Mateo 18.20 reiteró: “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Ciertamente esto indica que El está presente, no solo en la iglesia universal, sino que también en toda iglesia local. Así es que Jesús mismo es quién tiene la autoridad suprema en cada cuerpo de cr
eyentes, y El está totalmente preparado para ejercitar Su autoridad mediante el instrumento que El mismo ordenó — los ancianos.
La tarea de los ancianos no es la de manejar la iglesia por sí mismos, sino determinar como el Señor en medio de ellos desea que la iglesia sea dirigida. Mucho de esto El ya ha revelado por medio de las escrituras, las cuales describen cómo se imparten y se ejecutan los dones espirituales, la disponibilidad del poder de la resurrección y la responsabilidad de los creyentes de sobrellevar los unos las cargas de los otros (Gálatas 6.2), confesar los pecados unos a otros, enseñar, amonestar, corregir, [instruir en justicia (2 FIM. 3.16)] y testificar a y servir a las necesidades de un mundo adolorido.
En las decisiones que la iglesia confronta día tras día, los ancianos deben de buscar y encontrar la mente del Señor por medio de una unanimidad, sin coercer, alcanzada después de una discusión bíblicamente relacionada. Así es que la autoridad suprema, aun en asuntos prácticos, está investida en el Señor y en ninguno más. Esto es lo que el libro de los Hechos revela en su descripción de las acciones iniciativas del Espíritu Santo, quién obviamente planeó la estrategia evangelizadora de la iglesia primitiva (capítulos 8,13, etc. de Hechos). Los ancianos buscaron la mente del Espíritu y cuando era totalmente claro, actuaron en unanimidad de pensamiento y propósito. “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias” (Hechos 15.28). Así es que la autoridad no era de los hombres, sino de Dios, y fue expresada, no por hombres, actuando como individuos, sino colectivamente, en un acuerdo unánime de hombres a los cuales el Espíritu Santo había dirigido a ser ancianos (Hechos 20.28). “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor…”
El punto es este: Ningún hombre solo es la expresión de la mente del Espíritu Santo. Ningún individuo tiene autoridad de Dios de dirigir los asuntos de la iglesia. Una pluralidad de ancianos es necesaria como salvaguardia de la tendencia tan humana de jugar a ser Dios sobre otras personas. Aun así, la autoridad ejercitada no es para dominar o arbitrariamente decretar sobre cualquier otro. La habilidad del siervo para influenciar a cualquier persona, no descansa en dar órdenes, más bien obtener el consentimiento voluntario. Esta es la naturaleza de toda la autoridad entre cristianos ¡aun la autoridad del mismo Señor! El no fuerza nuestra obediencia, pues la obtiene mediante el amor, expresada ya sea en disciplina circunstancial o por el despertar en gratitud al suplir nuestras desesperadas necesidades.
La verdadera autoridad de los ancianos y de otros líderes en la iglesia, es entonces de respeto, avivado por su amoroso y piadoso ejemplo. Esta es la fuerza de dos versículos, los cuales se citan con frecuencia por aquellos que se adjudican autoridad única de pastores sobre los miembros de la iglesia. El primero se encuentra en 1 Tes. 5.12-13, “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra.” La frase clave es: “y os presiden en el Señor”. La palabra griega aquí usada es “prohistamenous” y aunque se ha traducido “os presiden”, esta palabra no contiene ninguna implicación de tener autoridad sobre otro. En la versión de “The New English Bible” está más propiamente traducida: “…y en el compañerismo en el Señor están sus líderes y consejeros”. El significado de la palabra es “ante vosotros”, no de enseñorearse de ellos. Es la palabra común para liderazgo. Los líderes pueden dirigir, solo si ellos pueden persuadir a algunos a seguir.
Otro versículo que se usa para respaldar autoridad de comando se encuentra en Hebreos 13.17, “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta”. El imperativo traducido “obedeced” viene de la palabra “peitho”, de persuadir. Según se usa aquí, el léxico de Thayer da su significado como “permitirse uno mismo a ser persuadido.” Otra vez no hay indicación de un derecho de mandar a alguien en contra de su voluntad, pero el sentido es claro que los líderes son los persuadores, que su habilidad de persuadir surge, no de palabras convincentes o de una personalidad dominante, sino de un correcto comportamiento que produce respeto. En esta encrucijada algunos serán tentados a decir: “¿Y qué más da?”. Después de todo, el modelo de comando de autoridad está ampliamente establecido para alterarlo ahora, y además, parece que muchas iglesias están funcionando bien tal y como está; ¿por qué tratar de cambiarlo ahora?
Para responder considere lo siguiente:
1. La Biblia indica que cualquier desviación del plan divino inevitablemente produce debilidad, división, contiendas, aumenta la falta de fruto y al final, muerte. El bajo estado presente de muchas iglesias es testimonio al hecho de ignorar, durante un gran período de tiempo, la manera en que Dios obra.
2. Una estructura de comando de autoridad en la iglesia, priva al mundo de cualquier modelo o demostración de una manera diferente de vivir a la que ya está viviendo. El mundo no ve diferencia en la iglesia, y no ve la razón por la cual ha de cambiar y creer.
3. Una estructura de comando de autoridad, inevitablemente produce resentimiento, represión, explotación, y finalmente, rebelión. Es la ley, que la escritura nos asegura q
ue nosotros nunca podremos redimir o restaurar, por la cual tiene que, por su propia naturaleza, condenar y reprobar.
4. El deseo del Señor Jesús de demostrar al mundo una forma completamente nueva de autoridad que es consistente con la gracia, no la ley, y que es nulificada por la estructura de comando entre cristianos, y el evangelio de morir-para-vivir es negado aun antes de ser proclamado. Esto quiere decir que Dios es robado de Su gloria y distorsionado ante un mundo vigilante. ¡Nada puede ser más serio que esto!
Admitimos que un llamado a un cambio de esta naturaleza es radical, incluso revolucionario. Pero ¿desde cuándo fue llamada la iglesia a ser una sociedad conformista? ¿No es tiempo de que ya tomemos seriamente las palabras del Señor: “no será así entre vosotros“?
Este artículo fue escrito por Ray C. Stedman en 1976
para su publicación en MOODY MONTHLY.
Ha sido trascrito para su edificación y deleite por DISCOVERY PUBLISHING,
un ministerio de la Iglesia Bíblica de la Península, Palo Alto, California.
Traducción: Apolos Garza Marroquín
Última modificación: Tuesday, 1 de January de 2008, 06:44
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