La iglesia católica enseña que sus fieles, en última instancia, antes de ingresar al cielo pasarán por un lugar de tormento llamado Purgatorio donde todas las impurezas del alma serán purificadas, y de ese modo podrán así presentarse delante de Dios. En pocas palabras, la iglesia católica cree que nadie es lo suficientemente bueno como para entrar directamente al cielo. La excepción sería, por supuesto, aquellos personajes que la iglesia ha canonizado a través del tiempo.
No importa qué lenguaje se use para explicar el purgatorio, se escucha siempre como que la persona que está allí está pagando por sus pecados, lo que contradice la obra de Cristo en la cruz donde él pagó por nuestros pecados.
Los católicos citan para apoyar esta doctrina pasajes como 1 Corintios 3:11-15, donde dice:
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”.
En realidad el pasaje no habla del purgatorio. La idea es totalmente ajena al contexto. Los teólogos católicos traen la idea y la meten en el contexto para justificar su doctrina. El pasaje habla de una salvación basada en Jesucristo, quien es el fundamento, y de cómo los que somos salvos construimos sobre ese fundamento.
Podemos construir bien, construir pobremente, o una combinación de ambos. Una vez que las obras son examinadas, algunos cristianos recibirán sus recompensas, otros no recibirán nada, pero igualmente serán salvos.
El pasaje tiene una relación directa con el tribunal de Cristo (2 Cor. 5:10), donde todos lo creyentes compareceremos para recibir recompensas por lo que hayamos hecho mientras estábamos en el cuerpo.
Este no es un juicio donde nuestra salvación esté en juego (ya que ésta es sólo por gracia), sino que nuestras obras serán juzgadas (de ahí la imagen del fuego, símbolo de juicio). Algunos creyentes realmente no tendrán nada para presentar delante del Señor, por ello estarán avergonzados en ese día (1 Jn. 2:28; 2 Jn. 8).
Obsérvese también que lo que es probado por el fuego no son las personas, sino sus obras. Esto por sí solo tira por tierra la invención del purgatorio.
Nosotros no tenemos más opción que pensar: Si el purgatorio realmente existiera, ¿No hubiera sido enseñado por Dios? La Biblia no dice en ningún lugar: “Vosotros no iréis directamente al cielo sino a un lugar temporáneo en el cual seréis transformados en un proceso doloroso para purgaros antes de que podáis estar con el Señor.” La Biblia no dice eso.
Por el contrario, el apóstol Pablo escribe que él preferiría estar ausente del cuerpo para estar presente con el Señor (2 Cor. 5:8). Directo a casa con el Señor, ningún estado intermediario es ni siquiera sugerido.
Los católicos también señalan hacia 2da. de Macabeos 12:46 para defender la existencia del purgatorio. El verso narra y aprueba el ofrecimiento de sacrificios para que los muertos sean “perdonados de su pecado.” Nosotros respondemos que este libro es de dudosa inspiración. La gran mayoría de los judíos nunca lo aceptaron como parte del canon del Antiguo Testamento. Jesucristo y los apóstoles tampoco lo consideraron inspirado, prueba de ello es que nunca es citado en el Nuevo Testamento.
La Biblia dice que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27). Nada se dice acerca de un período de purificación. La razón es que Jesucristo ya ha efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, como lo afirma Hebreos 1:3.
En conclusión, la doctrina del Purgatorio es un insulto a la suficiencia del sacrificio de Cristo, quien en la cruz dijo “Consumado es”; en griego esto significa el pago final de una transacción. Jesucristo, con una sola ofrenda hizo perfectos a los santificados (He. 12:14).
La doctrina del purgatorio no es más que una mutación de la doctrina universalista (o viceversa), la que enseña que todos los hombres alcanzarán la salvación. El católico promedio por regla general no se diferencia de la gente del mundo en su conducta. Conciente de ello, piensa que luego de pagar por sus pecados en el purgatorio llegará al cielo. Esta es una proposición muy riesgosa teniendo en cuenta que el purgatorio, según la Biblia, no existe. <>
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