¿Cómo puede Jesús ser co-igual con el Padre si él mismo manifestó que sólo el Padre sabe el día y la hora de su Segunda Venida (Mr. 13:32)?
Sectas como los Testigos de Jehová, los Cristadelfos, los Unitarios (liberales) y religiosos como los musulmanes, pretenden desestabilizar la doctrina de la Trinidad, la cual propone que las tres personas de la Deidad son omniscientes, señalando a Marcos 13:32, donde Jesús dice que nadie sabe, ni aun los ángeles, el día y la hora de la segunda venida de Cristo, excepto el Padre.
Los Unicitarios o Pentecostales del Nombre, a su vez, usan el mismo pasaje para “probar” que el Espíritu Santo no es mencionado porque en realidad es otro nombre para el Padre, tal como ellos lo enseñan en su herejía tan peculiar.
Con respecto a que Jesucristo no conoce la hora de su propia venida, suficiente es mencionar que durante su estadía aquí en la tierra, Jesús limitó el uso pleno de sus atributos de Deidad. Luego de su resurrección, sin embargo, cuando preguntó a Pedro “¿me amas?”, éste finalmente le contestó: “Señor, tú lo sabes todo” (Jn. 21:15), Jesucristo no lo contradice, admitiendo de esa manera su omnisciencia, un atributo perteneciente a Dios solamente.
Una vez resucitado, las limitaciones autoimpuestas desaparecen, su Deidad ya no está encubierta y su humillación llega a un final. Todos sus atributos son ejercidos a plenitud, los mismos atributos que tuvo que velar por un tiempo durante su ministerio aquí en la tierra, pero que sin embargo se traslucieron y pudieron ser apreciados por los que convivieron con él.
Ahora bien, ¿qué podemos decir respecto al Espíritu Santo? Cuando Jesucristo dice que nadie sabe del día y la hora, ¿está incluido el Espíritu Santo en ese “nadie”?
En primer lugar, cuando aplicamos el principio hermenéutico que dice que la Escritura interpreta la Escritura, encontramos que ésta sí presenta al Espíritu Santo como omnisciente en el contexto general (Sal. 139:7; 1 Co.2:10-11). Y naturalmente, lo presenta como Dios en varios pasajes. Tomando en cuenta lo anterior, es evidente que Jesucristo no pudo haber incluido al Espíritu Santo en el radio de alcance de la palabra “nadie”. Respecto a esta proposición, los eruditos toman diferentes posiciones para interpretar el verso:
1. Es posible que el Espíritu Santo haya, voluntariamente, al igual que la segunda Persona de la Trinidad, sufrido una kenosis (un vaciamiento voluntario) que lo llevó a no ejercer uso pleno de sus atributos durante el tiempo que estuvo ministrando aquí en la tierra junto con Jesucristo. De la misma forma que Cristo tuvo que velar su gloria a los efectos de que los hombres y el mundo material no fueran destruidos con su mera presencia, lo mismo hizo el Espíritu Santo.
2. Teniendo en cuenta 1 Corintios 2:10-11, donde se nos dice que:
a. El Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios (reclamo de omnisciencia).
b. El espíritu del hombre conoce las cosas del hombre, así como las cosas de Dios son conocidas por el Espíritu de Dios.
Se concluye que el Espíritu Santo está incluido implícitamente en la mención del Padre en Marcos 13:32, pero de ninguna manera es la misma persona que el Padre, como dicen los Unicitarios.
3. Jesucristo no menciona al Espíritu Santo ya que los discípulos aun no tenían un concepto claro y definido de su ministerio. Esto sería coherente con el principio bíblico de Revelación Progresiva. Los escritos de los apóstoles traerían nueva información o revelación acerca del Espíritu Santo así como lo hacen en diversos temas.
4. Ha sido acertadamente señalado que el término “nadie” (al igual que “ninguno”) puede ser usado en sentido limitado como en esta descripción de Jesús, por ejemplo: “Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas, y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo (Ap. 19:12)”. Es obvio que Juan no está diciendo que el Padre no conocía este nombre, ya que en la misma apertura de Apocalipsis se nos dice que todo el libro es la revelación de Jesucristo que el mismo Padre le dio (Ap. 1:1).
Personalmente nos inclinamos hacia la opción número 2, sobre todo cuando la reenforzamos con el Salmo 139:7: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” El paralelismo en el idioma hebreo es rotundo en cuanto a que doquiera Dios esté presente, el Espíritu está presente. No podemos escaparnos de Dios y no podemos escaparnos del Espíritu. Esto significa que ambos son omnipresentes, y como la omnipresencia de Dios está ligada con su omnisciencia (v. 6), y teniendo en cuenta que si uno de los dos tiene un atributo “omni”, por definición los tiene todos, concluimos que lo que sabe el Padre, lo sabe el Espíritu.
Concluimos que el pasaje de Marcos 13:32 no prueba que Cristo no es Dios, ni tampoco que el Espíritu Santo es la misma persona que el Padre. <>
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