Cristo es una persona a quien conocer y en quien confiar:
Cristo es más que un sistema, una tradición o una creencia. Es una persona que conoce nuestras necesidades, siente nuestro dolor, y se conduele de nuestra debilidad. A cambio de nuestra confianza, nos ofrece el perdón de nuestros pecados, intercede por nosotros y nos lleva a Su Padre. Lloró por nosotros, murió por nosotros, y se levantó de los muertos para demostrar que era quien decía ser. Al vencer la muerte, nos mostró que puede salvarnos de nuestros pecados, vivir su vida a través de nosotros en la tierra, y luego llevarnos al cielo con seguridad. Se ofrece a Sí mismo como regalo a todo aquel que confíe en Él (Juan 20:24-31).
La religión es algo para creer y hacer:
La religión es creer en Dios, ir a cultos religiosos, estudiar el catecismo, bautizarse y recibir la comunión. La religión es tradición, ritual, ceremonia y aprender la diferencia entre lo bueno y lo malo. La religión es leer y memorizar la Escritura, orar, dar a los pobres, y celebrar los días de fiesta religiosos. La religión es cantar en el coro, ayudar a los pobres, y remediar el mal que hicimos en el pasado. La religión es algo que los fariseos practicaban, esos líderes espirituales, conservadores y separatistas que amaban la Escritura, pero que odiaban a Cristo lo suficiente como para pedir su muerte. Lo odiaban, no sólo porque rompió con las tradiciones para ayudar a la gente (Mateo 15:1-9), sino también porque podía traspasar la religión de ellos y ver lo que había en sus corazones
La religión no cambia el corazón:
Jesús comparó a los fariseos religiosos con un grupo de lavadores de platos que limpian la parte de afuera de la taza y dejan lo de adentro sucio. Dijo: «Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?» (Lucas 11:39,40) Jesús sabía que una persona puede cambiar su imagen sin cambiar su interior (Mateo 23:1-3) . Sabía que las credenciales y las ceremonias religiosas no pueden cambiar el corazón. Dijo a uno de los hombres más religiosos de su época que a menos que una persona «nazca de nuevo» por el Espíritu, no puede ver el reino de los cielos (Juan 3:3). Sin embargo, desde ese día hasta hoy, muchas de las personas más religiosas del mundo siguen olvidando que aunque la religión puede prestar atención a las apariencias, sólo Cristo puede cambiar el corazón.
La religión da mucha importancia a lo trivial:
Jesús habló a los religiosos apasionados por los detalles cuando dijo: «Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello» (Lucas 11:42). Jesús ve nuestra tendencia a hacer reglas y a concentrarnos en el comportamiento «moralmente correcto» en vez de mantener nuestros ojos en lo más importante, que es porqué tratamos de hacer lo bueno. Aunque los fariseos eran muy celosos de llevar sus conocimientos hasta sus últimas conclusiones lógicas, olvidaron que a Dios no le importa cuánto sabemos hasta que le demostremos cuánto lo amamos. Fue pensando en este «porqué» que el apóstol Pablo escribió: «Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve» (1 Corintios 13:1,3).
La religión no ofrece la aprobación de Dios:
Jesús reservó sus mayores críticas para los religiosos que utilizaban su reputación espiritual para recibir atención y honores sociales. A ellos fue que Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas» (Lucas 11:43). Luego, hablando con sus discípulos, dijo de los fariseos: «Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres» (Mateo 23:5). Jesús se daba perfecta cuenta de que la práctica religiosa considera más importante y deseable la opinión y la atención de los hombres que la aprobación de Dios.
La religión nos hace hipócritas:
Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben» (Lucas 11:44). ¿Qué se ve mejor que vestirse apropiadamente, ir a los cultos religiosos y hacer cosas que nos identifican como personas decentes que temen a Dios? Sin embargo, ¿cuántos eruditos, ministros y fieles seguidores religiosos dejan de honrar y alentar a sus esposas, de prestar atención a sus hijos, y de amar a sus enemigos doctrinales? Jesús sabía lo que nosotros a menudo olvidamos: que lo que se ve bien puede tener un corazón de maldad.
La religión hace más difícil la vida:
Debido a que la religión no puede cambiar el corazón, trata de controlar a las personas por medio de leyes y expectativas que no las cumplen ni siquiera los religiosos que las interpretan y las aplican. Teniendo en cuenta el «factor de la car
ga» que ello representa, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis» (Lucas 11:46). La religión es buena para definir los altos estándares del buen comportamiento y las buenas relaciones, pero es mala para dar ayuda real y misericordiosa a aquellos que se dan cuenta de que no han vivido a la altura de esas expectativas.
La religión facilita el que nos engañemos:
Se dice de broma la frase: «Amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.» Los fariseos ponían en práctica una idea similar, pero no era gracioso. Según Jesús, los fariseos se sentían orgullosos de honrar y construir monumentos en memoria de los profetas. La ironía es que cuando conocieron a un verdadero profeta, quisieron matarlo. Barclay dijo: «Los únicos profetas que admiraban eran los profetas muertos; cuando conocieron a uno vivo, trataron de matarlo. Honraban a los profetas muertos con tumbas y monumentos, pero deshonraban a los vivos con persecución y muerte.» Esto fue a lo que Jesús se refirió en (Lucas 11:47-51)y en el pasaje paralelo de Mateo (23:29-32) Los fariseos se habían engañado a sí mismos. No se veían como asesinos de profetas. Los religiosos no se ven a sí mismos como lo que son en realidad, personas que rechazan a Dios.
La religión esconde la llave del conocimiento:
Uno de los grandes peligros de la religión es que nos pone en peligro, no sólo a nosotros, sino también a los demás. A los expertos bíblicos muy religiosos de su época Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis» (Lucas 11:52). Los religiosos quitan «la llave del conocimiento» distrayendo a las personas de la Palabra de Dios y de «la verdadera atención al corazón» y añadiendo innecesariamente tradiciones y expectativas correctas según su denominación. En vez de llevar a la gente a Dios, los religiosos colocan la atención en sí mismos y en sus reglas. Los religiosos son aquellos que confían en que las creencias y las acciones de su religión harán lo que sólo Cristo puede hacer.
La religión aleja a sus conversos del verdadero Dios:
En Mateo 23:15 Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.» Los conversos religiosos están en doble peligro. Traen un gran entusiasmo a su nueva vida y con celo defienden ciegamente a sus maestros ciegos. Colocan sus vidas y su confianza en personas que han cambiado la vida, el perdón y la relación con un Salvador infinito por reglas y tradiciones. La religión es importante en su lugar (Santiago 1:26,27), pero sólo cuando nos lleva al Cristo que murió por nuestros pecados y ofrece vivir Su vida a través de los que ponen su confianza en Él (Gálatas 2:20; Tito 3:5).
No estás solo…
No estás solo si no estás convencido de que Cristo es todo lo que dijo ser. Pero ten en cuenta que Él prometió la ayuda de Dios a aquellos que tienen buenas razones para cuestionar. Él dijo: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta» (Juan 7:17). En ese texto, Jesús nos recuerda que vemos las cosas, no sólo como son, sino como somos nosotros. Si consideras razonable tener fe en Cristo, ten en cuenta que la Biblia dice a la familia de Dios: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8,9). La salvación que Cristo ofrece no es una recompensa por el esfuerzo religioso, sino un regalo a todos aquellos que ponen su confianza en Él.
CLASE BÍBLICA RADIAL – FUNDADA EN 1938.
Otros enlaces de interés:
www.nissimag.com
Deja un comentario