(IV) JESÚS, EL MESÍAS HIJO DEL HOMBRE
Otro de los títulos referidos a Jesús en el judeo-cristianismo palestino y desconocido prácticamente fuera de ese ambiente en el cristianismo primitivo es el de “Hijo del hombre”. El mismo fue utilizado por Jesús al igual que por el judeo-cristianismo palestino. Dejaremos de lado, sin embargo, la primera cuestión que excede ampliamente del objeto de nuestro estudio y nos centraremos en la segunda.
Hch 7, 56 señala como el título fue usado por Esteban y abundan las referencias también en la tradición judeo-cristiana palestina de la que se nutre el cuarto Evangelio (lo que, dicho sea de paso, es una prueba más de su trasfondo judeo-cristiano) (1, 51; 3, 13-4; 5, 27; 6, 27, 53 y 62; 8, 28; 9, 35; 12, 23, 34; 13, 31).
Ahora bien, ¿qué implicaba este título? La discusión científica acerca de este tema ha sido considerable en las últimas décadas, convirtiéndose en una de las cuestiones esenciales en relación con la cristología.
El término griego “yios anzrópu” (Hijo del hombre) se considera equivalente al arameo “bar nasha”. Dado que la palabra “bar” es usada frecuentemente en arameo indicando procedencia o características (“hijo de la riqueza” equivaldría a “acaudalado”; “hijo de la mentira” a “mentiroso”, etc.), H. Lietzmann llegó a la conclusión, ya en el siglo pasado, de que “Hijo del hombre” sólo significaba “hombre”. Partiendo de tal base, afirmó que la expresión carecía de contenido mesiánico y que ni Jesús ni sus contemporáneos la habían entendido dotada del mismo. De hecho, según H. Lietzman, Dn 7, 13 – donde aparece la expresión por primera vez – carecía asimismo de significado mesiánico. La tesis de H. Lietzmann atrajo a J. Wellhausen que la aceptó, si bien con algunas reservas pero su refutación no tardaría en llegar articulada en forma tan consistente que el mismo Lietzmann terminaría retractándose de ella misma.
El primero en aducir poderosas objeciones en contra fue G. Dalman si bien su refutación se vio privada de contundencia al centrarse sólo en el hecho de que “bar nasha” no era usado en el arameo de Galilea como “hombre”.
Mucho más interesante, desde nuestro punto de vista, fue el análisis que del tema realizó P. Fiebig. Este aceptaba que en términos estrictamente filológicos “bar nasha” significaba “hombre” pero señalaba que no por eso dejaba de tener un significado como título mesiánico.
Para otros autores, la expresión equivaldría simplemente a una perífrasis de “yo” que se utilizaba en la literatura rabínica para indicar modestia o evitar dar la impresión de soberbia, para tratar temas como la enfermedad o la muerte y para evitar ofender a alguno de los oyentes. La tesis fue criticada brillantemente por J. Jeremías quien dejó de manifiesto que “bar nasha” podía ser en algún caso sustitutivo de un impersonal – como nuestro “se cansa uno de leer” – pero nunca perífrasis de “yo”. A esto hay que añadir el hecho de que un uso similar de “bar nasha” es desconocido con anterioridad al s. II d. de C.
Por otro lado, ninguno de los supuestos usos parece encajar con lo que sabemos de Jesús al que las fuentes no presentan ni especialmente preocupado por no ofender a sus oyentes, ni modesto en sus pretensiones ni inclinado a utilizar eufemismos a la hora de hablar de la enfermedad o de la muerte. Tampoco puede obviarse el hecho de que la expresión “Hijo del hombre” no sólo cuenta con un contenido mesiánico en el judaísmo sino que además aparece incluso conectada con la idea del “siervo”.
ANTIGUO TESTAMENTO
El título “Hijo del hombre” aparece por primera vez en Dn 7, 13 con un significado que ha sido interpretado de maneras muy diversas. En cualquier caso, y fuera lo que fuera lo que el autor del libro deseara dar a entender con tal expresión, lo cierto es que tanto el Enoc etíope como 4 Esdras identifican al “Hijo del hombre” con el Mesías.
En 4 Esdras, el “Hijo del hombre” se manifiesta volando con las nubes del cielo (4 Esdras 13, 3), aniquila al enemigo con el hálito de su boca (4 Esdras 13, 8 ss, pasaje que recoge además resonancias mesiánicas de Is 11, 4) y reúne a una multitud pacífica (4 Esdras 13, 12-3). Este “Hijo del hombre” es “aquel al que el Altísimo ha estado guardando durante muchos tiempos, el que salvará á personalmente Su creación” (4 Esdras 13, 26), aquel al que Dios llama “mi hijo” (4 Esdras 13, 32, 37 y 52) y vencerá á a los enemigos de Dios (4 Esdras 13, 33 ss).
Asimismo, el “Hijo del hombre” es identificado con el siervo isaíano de Dios (13, 32-37; 14, 9), al que se preserva (13, 26 con Is 49, 2). En el Enoc etíope, el “Hijo del hombre” provoca la caída de reyes y poderosos (46, 4), tiene su asiento en el trono de la gloria (45, 3; 55, 4; 61, 8; 62, 2; 69, 27), administra juicio (45, 3; 49, 4; 55, 4; 61, 8; 62, 3; 69, 27), será apoyo de los justos y de los santos, luz de las naciones y esperanza de los oprimidos (48, 4); los justos y elegidos disfrutarán de la comunión con él en mesa y vida (62, 14).
El Enoc etíope describe asimismo al “Hijo del hombre” con pasajes tomados de los cantos del siervo de Yahveh. Así es “luz de las naciones” (48, 4 con Is 42, 6; 49, 6), “elegido” (39, 6; 40, 5 con Is 42, 1), “el justo” (38, 2; 53, 6 con Is 53, 11), su nombre es pronunciado antes de la creación “en presencia del Señor de los espíritus” (48, 3 con Is 49, 1), estaba oculto ante Dios (48, 6; 62, 7 con Is 49, 2) y se describe la derrota de reyes y poderoso a sus manos (46, 4; 62, 1 con Is 49, 7; 52, 13-5).
Esta identificación del “Hijo del hombre” con el mesías va más allá en el judaísmo de la literatura apocalíptica. En el Talmud (Sanh 98 a) se considera el texto de Dn 7, 13 como una referencia al mesías que, de haberse portado Israel dignamente, habría venido en las nubes del cielo; mientras que, en caso contrario, estaría obligado a venir humilde y cabalgando en un asno (ver: Zac 9, 9 con Mc 11, 1 ss y pra.).
De manera similar, Dn 7, 9 fue interpretado como una referencia al trono de Dios y al del mesías por Aquiba (Hag 14a) y Daniel 7, 27 es entendido en Números Rab. 11 como relativo a los tiempos del mesías.
Todo ello, como tendremos ocasión de ver, armonizaba con su peculiar visión de Jesús.
César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España
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