¿La Era Dorada del Islam?
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¿Ha escuchado decir que durante la Edad Media las artes y la ciencia florecieron gracias al Islam?
Este es un mito propagado no sólo por los apologistas del Islam, sino también por aquellos ideólogos izquierdo-liberales cuyo desprecio por la civilización occidental los ha llevado a glorificar cualquier cosa que venga de afuera, especialmente si puede ser presentada como una víctima de occidente. Una de las metodologías para hacer esto en tiempos modernos es inflar artificialmente los logros históricos, culturales y científicos de otras civilizaciones. Un ejemplo típico ha sido el “salvaje noble.” Encapsulado en este concepto residía la idea de que el hombre primitivo era superior al hombre civilizado, al menos en la mente de Rousseau, Gauguin y Picasso. Todos descubrieron al final que el salvaje noble era ilusorio. En las Américas se intentó lo mismo al pintar a los indígenas de norte, centro y Sudamérica, como superiores al hombre moderno. En realidad fueron salvajes que le arrancaban el corazón viviente aún a los propios integrantes de sus clanes.
Imponer en las masas el mito de la era islámica dorada es imprescindible para los apologistas del Islam, a los efectos de maquillar la escuálida situación presente donde las características más salientes de las regiones que lo albergan son el terrorismo brutal, la decadencia de los sheiks del petróleo y el detestable trato de las mujeres.
El reclamo que adjudica al Islam los logros culturales y científicos de la Edad Media está basado en el hecho de que a partir del siglo octavo hasta los albores del Renacimiento y la Reforma, un número de pensadores y científicos, muchos de ellos no musulmanes, jugaron un rol muy importante en transmitir conocimientos de las culturas griega, hindú, egipcia, persa y otras, al mundo occidental. Entre otras cosas, hicieron posible que el mundo cristiano conociera el pensamiento aristoteliano (no necesariamente algo beneficioso).
Todo lo que hicieron fue transmitir la cultura de países no musulmanes a los países de Europa Occidental. Hubo sí, contadas excepciones, pero en general el aporte de los musulmanes a la cultura de entonces, tanto como a la presente, fue y es insignificante.
Es evidente que el semi-barbarismo de los pueblos de la península arábiga fue incapaz de aportar nada a la cultura de la época. Con el avance de su conquista, los musulmanes asimilaron elementos de las corrientes culturales de los pueblos vecinos (Grecia, Bizancio, Egipto, Persia), creando un sincretismo muy peculiar. Muchos de los pensadores que surgieron de filas del Islam absorbieron las enseñanzas aristotelianas y neoplatónicas y al incorporarlas al Islam, crearon un monstruo de siete cabezas ya que estas ideas filosóficas eran contrarias al Islam. El único conocimiento que el Islam reconoce es el conocimiento religioso. Es por ello que estos filósofos que fueron contra el status quo sufrieron persecución, exilio, y aún la muerte. Hubo también otros filósofos de renombre que se movieron dentro de la cultura del Islam, pero no eran musulmanes.
Pongamos ciertos nombres en el tapete: Averros, en España, influenció a judíos y cristianos con sus interpretaciones de Aristóteles. Sus escritos produjeron la reacción de los déspotas musulmanes de turno y fue ejecutado. Sus obras sobre lógica y metafísica fueron incineradas, y por lo tanto no dejó ninguna herencia académica. Un contribuyente no musulmán a la filosofía europea fue Moses Maimonedes, quien escribió desde Egipto. Un cristiano nativo de Cártago, Constantino “el africano”, tradujo las obras de medicina del árabe al latín, introduciendo en el proceso la medicina griega al occidente. Fue famoso por sus traducciones de Hipócrates y Galeno. En las ciencias exactas, Al-Khwarzimi, matemático y astrónomo, coleccionó y ordenó los descubrimientos de matemáticos antiguos. Sus traducciones de los conceptos matemáticos de los hindúes fueron el eslabón entre los grandes matemáticos de la India y los eruditos europeos.
Bernard Lewis, en su libro What Went Wrong? explica que el imperio musulmán heredó “el conocimiento y los talentos del antiguo Medio Oriente, Grecia y Persia e incorporó nuevas e importantes innovaciones desde afuera, tales como el manufacturado de papel y los números decimales de la India.” Cuando el concepto de números decimales se transmitió al Occidente, erróneamente se les llamó números árabes. De esa forma, en lugar de honrarse a los inventores, se dio la gloria a los transmisores.
Es de notarse que salvo contadas excepciones, todos los logros en el campo de la arquitectura, las artes, la filosofía, las ciencias, etc., durante la “era dorada” del Islam, no fueron más que el producto de mentes que se beneficiaron del trabajo y los adelantos de las culturas vecinas. Ello sucedió porque las hordas musulmanas no alcanzaron a destruir completamente las bases culturales de las regiones invadidas. Dar crédito al Islam por los eminentes historiadores, poetas, filósofos y científicos de la época, es equivalente a darle crédito a Hitler porque su régimen produjo científicos cuyas investigaciones hicieron posible los viajes interespaciales. Sea como sea, los avances logrados durante la dominación islámica en Europa y otras regiones, no sucedieron gracias al Islam, sino a pesar del Islam. <>
fuente:
- The Golden Age of Islam is a Myth, Serge Trifkovich, Front Page Magazine.com, Noviembre 15, 2002
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