El día que Zygmunt Bauman y Salomón
se encontraron en un café de Buenos Aires
En una mañana fría, en un café de Buenos Aires, se encontraron Zygmunt Bauman y el sabio Salomón. Sí, Bauman el conocido sociólogo y Salomón, el famoso rey de Israel. Increíble ¿no?
Parecía una ilusión, una locura, no se. Pero estaban los dos allí, sentados a mi lado, en una mesa que daba hacia la calle. Por lo que pude apreciar, su conversación tenía que ver con la fragilidad de la vida de los hombres. Todo un tema!!!
Parece que ambos habían planeado juntarse para intercambiar opiniones y comentar sus puntos de vista.
Fue allí, cuando creía que esto no podía ser realidad, que me acerque y les pregunte:
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Escritor: Usted es Zygmunt Bauman y usted el rey Salomón.
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Salomón: Si somos nosotros. Te parece extraño, ¿no? (exclamó con mucha simpatía y cordialidad).
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Bauman: Si gustas, puedes compartir con nosotros el desayuno.
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Escritor: (Con asombro y timidez) Sí, sería un privilegio para mi.
Asombrado por lo que me estaba pasando, tomé mi taza de café, saqué de mi mochila mi cuaderno de anotaciones y me fui rápidamente a la mesa con ellos. No podía creer lo que me estaba pasando. Lo cierto es que no debía dejar pasar un momento como este.
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Escritor: Les molesta si tomo nota de la charla.
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Bauman: No, para nada.
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Escritor: No quiero interrumpir la conversación, por favor continúen!!!
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Bauman: Le comentaba a Salomón que hoy vivimos en lo que yo llamo modernidad líquida. En la vieja modernidad había cierta solidez de las relaciones, las instituciones, etc. Uno se casaba para toda la vida, tenía un trabajo que le duraba toda la vida y vivía en una sociedad donde las cosas perduraban. Hoy los cambios se han vueltos imperativos, como un fin en sí mismos y que no necesitan de justificativos. Hasta se destruyen o abandonan proyectos viables y se dejan ir empleados por el simple hecho de demostrar al mercado que se es capaz de cambiar. Adquirir compromisos a largo plazo, así como depender de los compromisos de los otros, está asumido como una conducta irracional.
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Salomón: Estoy tratando de entender como son las cosas hoy y como lo fueron hace un tiempo atrás. La modernidad, la nueva modernidad o posmodernidad, esto que ustedes llaman mercado, mercado de consumo, etc. Por lo que me estás contando veo que las generaciones pasan, más la tierra es siempre la misma. No hay muchas cosas nuevas debajo del sol. Hoy se podrá estar viviendo en una sociedad diferente a la que tu llamas modernidad, pero todo pasa a ser efímero cuando nos damos cuenta que vamos a parar al mismo lugar todos, sin excepción. Lo que yo te puedo decir, es que para mi todo esto que vive el ser humano es vanidad, un verdadero absurdo.
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Bauman: Si es cierto, la causa última de la miseria humana es la incurable brevedad de la vida, la inminencia del fin y el horror del vacío que vendrá luego. Lo que la gente conjura en sus sueños de felicidad es el tiempo detenido: un ser inmune al paso del tiempo, que ya no es vulnerable a su poder de erosión que todo afecta y destruye.
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Salomón: Yo le he pedido a Dios que me dé sabiduría y lo que he visto es que todo en la vida es absurdo. Es como correr tras el viento. Cuanto más se sabe, más se sufre.
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Bauman: Comparto esto que dices, es así. Lo que me preocupa, y es por eso que te lo comparto, es que en la modernidad líquida los proyectos son patentemente provisorios y a corto plazo. En la modernidad se buscaba la construcción y la conservación del orden. En la modernidad se propuso la eliminación de lo accidental y lo contingente.
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Salomón: Entiendo que te preocupes por lo que hoy pasa, lo mismo me pasó a mi en su momento. A lo que yo voy, es que más allá de la realidad social contemporánea, el hombre vive una vida vana y no es un problema de hoy, fue un problema de siempre.
Si hizo un silencio de unos segundos, mientras Salomón tomaba su café y Bauman miraba atentamente a Salomón.
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Salomón: Te confieso lo que yo he hecho. Me rendí a todos los placeres, me entregué al vino, realice grandes obras, me hice de esclavos, amontoné oro, me hice de cantores, formé mi propio harén, no le negué a mis ojos ningún deseo, ni a mi corazón de placer alguno. Consideré todas mis obras y el trabajo que me costaron hacerlas y vi que todo era vano y que ningún provecho de ello saqué para mi vida. Con esto te quiero decir que el absurdo que vive el mundo de hoy, es tan absurdo como fue la vida de la humanidad en todo los tiempos. Pero no quiero interrumpirte más, contame un poco más de como ves el mundo de hoy.
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Bauman: Me da la sensación de que estamos viajando todos juntos a bordo del mismo avión Jumbo, lo que no sabemos es quién maneja esa nave. La cabina podría estar vacía. Tampoco sabemos cuál es el aeropuerto hacia el que nos dirigimos, y menos aún de cuál será aquel en el que eventualmente aterricemos. No tenemos ni idea de que se puede hacer, individual o colectivamente, cualquiera de nosotros para cambiar o mejorar la situación. En la actualidad las condiciones cambian abruptamente y desafían toda predicción razonable, ya que siguen ninguna lógica o patrón discernible. Los actores que participan en el juego de la vida vienen y se van, y están destinados a desaparecer y ser reemplazados muchas veces a medida que el juego avanza. No resulta extraño que abunde la ambigüedad y la incertidumbre. Esta incertidumbre ha generado violencia familiar, laboral y vecinal. Los refugios de solidaridad y cooperación se han convertido en ámbitos de competencia, indiferencia y soledad. No hay matrimonios estables, sólo convivencias temporales que responden abiertamente a la conveniencia. Los objetos son usados mientras su capacidad de satisfacción esté aún sin consumir, o aún no se haya consumido por completo. Cada objeto lleva consigo desde el inicio una fecha de vencimiento. De este modo, se elimina la posibilidad de establecer un vínculo permanente entre el objeto y su usuario.
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Salomón: Entiendo, la sociedad ha cambiado un poco y no es poca cosa. Continúa.
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Bauman: En la antigua fábrica fordista, el trabajador era siempre un trabajador, siguiera la trayectoria que siguiera. En el mundo que vemos despegarse hoy, se corre permanentemente el riesgo de “perderlo todo”. En la modernidad sólida se construían marcos y cercos resistentes hechos para durar. Los productos que buscan llamar nuestra atención se encuentran en constante cambio e idealmente infinitos.
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Salomón: Ahora me entiendes cuando digo que la vida es pura vanidad.
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Bauman: Sí, hoy más que nunca la vida es vanidad.
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Salomón: El entender que la vida es un absurdo, me hizo buscar en la sabiduría y me di cuenta que había mucho provecho en ella. El problema es que a pesar de ser sabio iba a terminar como el necio. ¿De qué me sirve ser sabio? Me pregunte. Esto me hizo reflexionar y darme cuenta que la sabiduría también es vanidad. El problema fue que esto me hizo hacer aborrecer a la vida misma, ya que todo lo que en ella se hacía era totalmente vano. Te confieso que lamente el haberme afanado tanto en la vida. La verdad es que la vida está plagada de sufrimientos y frustraciones, y cuando llegaba la noche muchas veces no podía ni dormir. Esto me confirmó más fuertemente que la vida era un absurdo. Por eso pienso, que no hay nada mejor que llegar a casa después de un día de trabajo y comer y tomar junto a mis seres amados.
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Bauman: Es difícil hoy encontrar gente que diga: “Tengo todo lo que necesito, basta de tanto escándalo, me quedo tranquilo”. Estos terminan siendo el enemigo público número uno del mercado de consumo. Hoy el hombre es un ser dedicado a la adquisición, a la acumulación de posesiones, no sería más que otro ejemplo de la perversa tendencia de los medios a convertirse en fines.
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Salomón: Siempre digo esto: Todo tiene su tiempo, hay tiempo para todo. Tiempo para nace y tiempo para morir. Tiempo para plantar y tiempo para cosechar. Tiempo para llorar y tiempo para reír. Tiempo para esparcir piedras y tiempo para recogerlas. Tiempo para abrazar y tiempo para despedirse. Tiempo para guardar y tiempo para desechar. Tiempo para intentar y tiempo para desistir. Tiempo para callar y tiempo para hablar. Es decir, todo tiene un tiempo.
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Bauman: Hoy se entiende muy poco esto que dices. En la sociedad de hoy se surfea. Esta es una palabra muy popular y que captura de manera cabal la nueva mentalidad del nuevo mundo de la incertidumbre. Se surfea más rápido de lo que se nada, y además no es necesario sumergirse en la sustancia fluida por la cual uno se mueve. Cuando se surfea el contacto con la sustancia nunca va más allá del nivel de la piel. A pasado algo en nuestra tolerancia que nos hace temer ser chupados por algo viscoso y que nos hace preferir surfear que nadar. Ni tener, ni ser, tienen demasiado peso en los modelos actuales de lo que sería una vida feliz. Lo que importa es el uso. El uso instantáneo, “en el momento”, que no dura más allá del placer que proporciona.
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Salomón: Que tremendo, ¿no? Si surfeamos no alcanzamos a detenernos a pensar, no tenemos tiempo de saber que estamos de paso por este mundo. Es triste vivir la vida de esta manera.
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Bauman: Sí, es así. La perspectiva de una sucesión cada vez más rápida de placeres es, literalmente enloquecedora. Ayuda a sacarse de la cabeza la preocupación por la felicidad. Como tu dices: “De darnos cuenta que estamos de paso”. Además, ayuda a que se olvide que esa preocupación estuvo alguna vez allí. En la lengua vernácula del mundo líquido-moderno, esta amnesia es el significado de la felicidad. El mundo que se ve es el mundo como se lo ve en TV. No tiene mucho sentido preguntarse si lo que uno ve en televisión es la verdad o sólo una mentira. El mundo se hace presente a la vista como una sucesión de imágenes a grabar, y lo que no puede grabarse en imágenes no pertenece al mundo. La vida hoy es como jugar en el casino. No se juega a largo plazo. Uno tiene que tomar cada partida como viene. Cada partida es un episodio cerrado en sí mismo: ganar o perder una partida no influye sobre el resultado de las partidas siguientes. El tiempo que se pasa en el casino es una serie de nuevos comienzos, cada uno de los cuales lleva rápidamente a un fin. Así, la vida que se lee como una recopilación de relatos breves, y no como una novela.
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Salomón: Todos deberían tener presente que la muerte es el fin de todo ser humano. El sabio sabe que morirá, el necio vive de diversión en diversión. El ser humano debe aprovechar cuando vienen los buenos tiempos, no debe vivir todo el tiempo afanado por las cosas de la vida. Veo que la vida parece una contradicción, los animales y los hombres terminan igual. El aliento de vida es igual para todos. Es por eso que cuando veo el sufrimiento, me doy cuenta que están mejor los muertos que los vivos. O los que todavía no han nacido ni visto la maldad de los hombres.
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Bauman: Algo que sucede en estos tiempos, es que la gente busca ídolos. Esa es su política de vida. Estos ídolos están hechos a la medida de la nueva demanda. Lo que esta idolatría pierde en durabilidad lo gana en intensidad. Los ídolos de hoy simbolizan la futilidad de los esfuerzos humanos y la certeza de que nos extinguiremos sin dejar rastro.
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Salomón: Es así, nadie se acordará de los que murieron, ni se acordarán de los que morirán luego.
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Bauman: Lo que la gente cree es que aquello que desean es la tranquilidad, pero se engañan: lo que están buscando, en realidad, es agitación. Lo que verdaderamente ansían es perseguir la liebre, no atraparla. El placer está en la cacería, no en la presa. El único consuelo disponible es una empresa que nos subyugue, que distraiga nuestra atención y evite que pensemos en la muerte y en la brevedad de la vida, la verdadera razón de nuestra desdicha. La sociedad de consumo proclama abiertamente la imposibilidad de la satisfacción, y mide su progreso en términos de una demanda que crece exponencialmente.
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Salomón: Yo he buscado la felicidad en todo tipo de placeres, te lo comenté anteriormente, pero terminé dándome cuenta que todo eso era vano. La realidad es que el corazón de los seres humanos esta lleno de maldad. La locura está en el corazón toda su vida. Su fin está entre los muertos. Sus amores, odios y pasiones llegan a su fin, y nunca más volverán a tener parte en nada de lo que se hace en esta vida. Lo mejor que puede hacer el ser humano es comer su pan con alegría. Vestirse y perfumarse para agradar como persona. Y si se está casado, gozarse con la mujer o el hombre amado cada día de la fugaz existencia que Dios le ha dado en este mundo. Todo lo que tiene en sus manos debe hacerlo con empeño, ya que al sepulcro donde se dirige no hay trabajo, ni planes, ni conocimiento, ni sabiduría.
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Bauman: En el mundo de hoy poner todos los huevos en la misma canasta ya no es la mayor imprudencia. Ahora, son las canastas como tales, las que sean, las que están bajo sospecha: nadie en su sano juicio les confiaría un solo huevo. En este sentido, surfear es la opción más segura. No hay nada que puedan hacer los actores individuales para evitar las jugadas sorpresivas. Lo único que se puede hacer es agudizar el ingenio, esforzarse por ganarle de mano a quién trata de engañarlos, mantenerse alertas y estar listos para cambiar de táctica todo el tiempo.
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Salomón: Esto nos dice que la gente vive su vida como una carrera sin fin, sin metas. Eso me preocupa.
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Bauman: Eso es preocupante!!!
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Salomón: Algo que también hice durante mi vida fue poner mi atención al conocimiento, para investigar e indagar acercada de la sabiduría y la razón de las cosas, pero me di cuenta que todo eso era también vanidad. Sabes algo, Dios ha hecho perfecto al ser humano, pero este se ha buscado demasiadas complicaciones. Por eso creo que hay que disfrutar lo que uno tiene, sea mucho o sea poco. Todas las obras de los seres humanos están en las manos de Dios. Por eso mi consejo a los jóvenes es que se acuerden del Creador en los días de la juventud, no sea cosa que cuando lleguen los días malos, terminen diciendo que no tienen en ellos ningún tipo de contento.
Se hizo una breve pausa, Salomón se inclina hacia adelante y le dice firmemente a Bauman estas palabras.
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Salomón: Lo más sabio que puede hacer el ser humano es temer a Dios y cumplir sus mandatos. Esto es en definitiva el fin último que debemos seguir. Dios es quién, en definitiva, juzgará nuestras obras. Y para calmar tu ansiedad, conozco al que maneja el avión Jumbo. Es Dios quién está allí, no se si lo puedes ver. Dios hizo todo hermoso. Dios puso en el corazón del hombre el sentido de tiempo, aunque el hombre no lo alcance a comprender. Para mi no hay nada mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva. Todo lo que ha hecho Dios permanece para siempre. Dios lo hizo así para que seamos reverentes a El.
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Bauman: Lo meditaré. Gracias por ayudarme a pensar.
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Salomón: Fue un gusto.
Rápidamente miré mi reloj y vi que el tiempo había pasado volando. Sabía que debía retirarme. Lo bueno fue que la conversación había llegado a su fin, así que salude a ambos y me dirigí hacia la salida. Cuando iba a dar mi última mirada hacia ellos, ya no estaban más.
Fuentes utilizadas:
– Bauman Zygmunt, “La sociedad Sitiada”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina.
– Rey Salomón, Libros de Eclesiastes, La Biblia.
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