Es muy común hoy en día el escuchar a gente que dice: “No necesito ir a la iglesia para ser cristiano”, “Mi casa es la iglesia”, o “Puedo tener iglesia en una montaña.” Cuando somos confrontados con este tipo de opinión, los cristianos debemos de responder efectivamente.
En primer lugar, la Biblia no enseña en absoluto el concepto del cristiano separado de la iglesia; por el contrario, denuncia el hecho como un desacato a la voluntad de Dios. Hebreos 10:25 dice que no debemos dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre.
El verdadero creyente sabe que hay mandamientos en la Escritura que no pueden ser acatados a menos que seamos parte de una iglesia. Por ejemplo, en Juan 13:35 Jesús dice: “En esto conocerán que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” ¿Cómo podremos mostrar a la gente que somos discípulos de Cristo, o cómo podremos amarnos los unos a los otros, si no nos reunimos con los discípulos? Por lo tanto, al no congregarnos estamos desobedeciendo a Dios.
El apóstol Pablo nos da mandamiento en Gálatas 6:10 para que “hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” ¿Cómo podremos hacer bien a la familia de la fe, si nos nos reunimos con ella? No hay forma de escaparse a este razonamiento.
Una excusa muy popular es: “Yo no voy a la iglesia porque allí hay muchos hipócritas.” La persona que dice esto en realidad se considera a sí misma mejor que los demás, lo que en sí es hipocresía. Recordemos al fariseo de Lucas 18:11 que le daba gracias a Dios por ser mejor que “los otros hombres.” Esta actitud hipócrita es desaprobada por Dios.
Además, Efesios 4: 11-12 dice que Cristo constituyó a pastores y maestros para perfeccionar a los santos, para trabajar en la obra de Dios y para edificar el cuerpo de Cristo. Esta es la razón principal por la cual debemos congregarnos. Por lo tanto, si usted no concurre a una iglesia regularmente, y los días separados para el Señor los dedica a dormir o a jugar al fútbol, o a cualquier otra cosa, es obvio que usted nunca va a ser perfeccionado para la obra de ningún ministerio, ni tampoco será edificado, es decir, nunca crecerá en la fe cristiana.
Por éstas y otras razones, resulta difícil creer que un cristiano verdadero no concurra a una iglesia. Además, es obvio que no pueden ser testigos de Cristo, porque sus vidas no muestran una actitud de fe y obediencia hacia quien dicen que es su Señor.
Yo siempre estimulo a aquellos cristianos genuinos que por una razón u otra no se están congregando, a que busquen una iglesia donde la sana doctrina y el amor de Cristo estén presentes.
El ser parte de una comunidad de creyentes nos dará fortaleza cuando las tentaciones lleguen. Recordemos que Satanás anda como león rugiente buscando a quien destruir (1 P. 5:8). Además, el congregarnos proveerá del amor, la ayuda y el consuelo de nuestros hermanos en Cristo cuando se presenten las inevitables crisis de la vida, esto es, si la iglesia está fundada en la doctrina de Cristo y los apóstoles. <>
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