¿Son Compatibles la Democracia y el Islam?
Existe en los EEUU la idea de que promoviendo la formación de gobiernos democráticos en los países islámicos, los pueblos harán una transición de la opresión religiosa centenaria hacia una nueva aurora de libertad, prosperidad e integración a la comunidad internacional. Esta fue la posición sostenida por el presidente Bush y su administración en un principio, referente a los conflictos en Afganistán e Iraq. Las elecciones llevadas a cabo en Afganistán e Irak dieron impulso y esperanza a la idea de que la democracia es la cura efectiva para los serios problemas y peligros existentes en las naciones donde impera indesafiada la religión del Islam.
El problema es que al parecer, nadie recuerda que la democracia tiene sus raíces en la filosofía cristiana. La idea de que la democracia tiene su origen en las repúblicas griegas es un mito que merece un tratamiento aparte. Las repúblicas griegas fueron, en realidad, aristocracias u oligarquías consistentes de una minoría ejerciendo autoridad sobre una gran masa de esclavos de cuyo esfuerzo vivían los “ciudadanos”. La democracia tampoco surgió de la tradición imperial de Roma, y mucho menos pudo haber surgido de la sangrienta revolución francesa, que al carecer de una base cristiana, terminó en una masacre seguida por la dictadura de Napoleón.
“El gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, fue una frase acuñada por John Wycliffe, el monje católico del siglo 14, cuya teología echó el fundamento para la reforma protestante. Más adelante, fueron filósofos con raíces en el cristianismo como Hus, Calvino y Locke, los que continuaron abriendo el paso con sus ideas para que los pueblos alcanzaran la libertad. Fue la filosofía combinada de estos grandes pensadores la que formó las bases para la democracia en América.
El éxodo masivo de puritanos desde Inglaterra en el siglo 17 llevó a la creación de las primeras colonias permanentes en el Nuevo Mundo. Fue allí donde surgió el primer gobierno democrático de la historia. Desde ahí en adelante, la democracia ha existido, y sólo puede existir, donde los hombres creen en un sólo Dios (el Dios de la Biblia), en la igualdad entre los hombres y la fraternidad humana.
Claro que alguien puede argumentar que los musulmanes creen en un solo Dios y la igualdad entre los hombres, por lo tanto la democracia no es incompatible con el Islam. A eso yo respondo que ambas proposiciones son falsas. En primer lugar, el Corán dice que los musulmanes son superiores al resto de la humanidad (Sura 3:110), que las mujeres son inferiores (Sura 4:34), y que los que no aceptan la religión del Islam no son aceptados por Alá (Sura 3:85). Y como supuestamente el Corán fue escrito por Alá, se deduce que el Dios del Corán y la religión del Islam jamás pueden formar la base de una democracia. No puede existir igualdad en territorios donde la religión enseña que existen tres clases de seres humanos, los musulmanes, las mujeres y los infieles. El tercer postulado, la fraternidad entre los seres humanos, es aniquilado por los versos coránicos que promueven el asesinato, el subyugamiento y la ocupación de los territorios donde los seres humanos no aceptan el Islam como su religión.
Solamente el Dios revelado en la Biblia provee suficiente base para el concepto que se conoce con el nombre de “derechos humanos”, porque éstos sólo pueden derivar de un Dios que creó al hombre a su imagen y semejanza. Los derechos humanos, los valores morales, la igualdad entre los hombres, el respeto por la vida, la libertad de expresión, la tolerancia religiosa y otros ideales encuentran su justificación y su validez únicamente dentro de una cosmovisión cristiana. Ninguna otra filosofía, religión o ideología, puede proveer suficiente base para esos ideales, y por ende, para el nacimiento y desarrollo de un sistema democrático firme.
Es aquí donde cabe clarificar que cuando hablo de una base cristiana no me estoy refiriendo al cristianismo representado por la iglesia católica, sino al cristianismo bíblico que encuentra su expresión a partir de la Reforma Protestante.
Anotamos anteriormente que fue en Norteamérica donde peregrinos que huyeron de un sistema de opresión y de intolerancia política y religiosa, establecieron una nueva sociedad basada en el respeto y la libertad humana. Fue una democracia ligada directamente a los principios cristianos. Tal fue así, que los edificios desde donde se gestaron las ideas que dieron nacimiento al sistema democrático fueron iglesias — la relación entre la fe profesada por estos hombres y sus ideas sociales y políticas fue más que obvia. Los primeros actos de gobierno y las reuniones de los diferentes organismos democráticos se llevaron a cabo en locales donde se adoraba al Dios bíblico. En la América anglosajona se cristalizaron, en un principio, los valores de la Reforma Protestante.
Pero fue otro tipo de cristianismo el que alcanzó las costas de Latinoamérica. Esta fue la otra cara de la moneda. El catolicismo ha sido siempre incompatible con la democracia. Durante los tiempos de la conquista y la colonia, la religión oficial sirvió para debilitar la conciencia de los pueblos con la finalidad de que aceptaran el despotismo y la opresión resignadamente. La España religiosa y absolutista usó la fuerza física de sus soldados y la influencia moral de sus curas para encadenar sus colonias y explotarlas con mayor facilidad. Las democracias que surgen posteriormente en América Latina se caracterizaron por su fragilidad. Fueron una mutación cuántica sin cordón umbilical, una implantación artificial carente de la base que justifica su existencia. No surgieron a partir de la religión, sino a pesar de la religión (católica en este caso).
Desde que el nacimiento de la democracia en nuestros pueblos latinoamericanos fue un nacimiento forzado, es lógico que la vida de nuestras naciones haya sido marcada por la inestabilidad y fragilidad política, social y económica, aun en el presente. Al no existir una base protestante en nuestros países, el caos ha prevalecido a través de la historia. Nuestras naciones han sucumbido ante las dictaduras mayormente de derecha pero también de izquierda, en forma casi habitual. La libertad sin caos no es una fórmula mágica que puede ser implantada desde afuera y en cualquier lugar. La ceguera, tanto ayer como hoy, tiene su causa en la ignorancia de que la libertad que no conduce al caos, únicamente puede emanar de un contexto cristiano. Es imposible separar la libertad democrática de sus raíces.
Es por demás significativo que la nación que promueve la propagación de la democracia en el mundo en el presente, viene desconectándose aceleradamente de sus bases cristiano-protestantes y está a punto de convertirse en una nación secular por excelencia. Los EEUU viven hoy su era postcristiana. Esto hace aun más complicado el esfuerzo de implantar democracias en el medio oriente y otros lugares.
Volviendo a las naciones donde el Islam campea, ¿es posible transplantar en Irak, por ejemplo, una democracia legítima cuando la religión estatal, de acuerdo a la constitución trazada, es el Islam? El artículo 7 de la constitución expresa: “El Islam es la religión oficial del Estado y debe ser considerada una fuente de legislación. Ninguna ley que contradiga los preceptos del Islam, los principios de democracia…….. puede ser promulgada. Esta ley respeta la identidad islámica de la mayoría del pueblo de Irak y garantiza todos los derechos religiosos de todos los individuos a creer y practicar sus creencias religiosas.”
http://www.cpa-iraq.org/government/TAL.html
Este artículo de la constitución iraquí es un buen ejemplo para ser usado como examen de primer año de lógica. Contiene en sí mismo varias falacias lógicas, comenzando con la violación de la ley de no contradicción, la cual dice que “A” no puede ser “non A” al mismo tiempo.
¿No dice el llamado de los almuédanos desde los alminares que nadie tiene el derecho de adorar a ningún dios que no sea Alá, o seguir las enseñanzas de otro profeta que no sea Mahoma? Este es el precepto más importante del Islam. Otro precepto fundamental es “jihad”. Es la obligación de todo musulmán combatir por Alá hasta que todo el mundo se convierta al Islam, no a través de la persuasión o la educación, sino por la fuerza. El Islam es una religión combativa, dominante, intolerante y sin respeto ninguno por la vida humana ni los derechos del individuo.
¿No son las mezquitas los lugares donde se predica odio y violencia contra la civilización occidental y sus pilares, incluida la democracia? ¿No es de esos lugares “sagrados” que salen turbas de centenares de jóvenes a la calle luego de la predicación de turno, con los dientes apretados, los puños en alto y maldiciendo todo lo que no sea Islam? ¿No es en esos lugares donde se lava el cerebro de la próxima generación mientras el gobierno del Irak pretende ser una democracia? ¿No es la mentira un arma preferencial en boca de los clérigos y líderes políticos del Islam? ¿No leemos en los periódicos de las naciones islámicas la propaganda mentirosa con títulos como “Soldados americanos masacran civiles inocentes”? ¿O “Americanos violan a mujeres musulmanas”? ¿O no sabemos que la propensidad a mentir en el Islam es modus operandis de los medios de comunicación, los clérigos y los hombres de estado en las naciones musulmanas?
El libro “El Espíritu del Islam”, del erudito musulmán Afif A Tabbarah, expresa en la página 247: “Mentir no siempre es malo …. hay veces que decir una mentira es más beneficioso para el bienestar general que decir la verdad. A estos efectos, el profeta dijo: ‘No es una falsa persona la que (por medio de mentiras) logra conciliación entre los pueblos, apoya el bien o dice lo que es bueno.’” Conviene aclarar que este libro fue escrito con el propósito de promover el Islam.
Con este tipo de ética y valores morales campeando por generaciones en los territorios musulmanes, ¿es posible implantar un sistema democrático en esos lugares? ¿Son compatibles la democracia y el Islam? La respuesta se la dejamos al lector.
El principio de Mateo 9:16-17 aplica perfectamente para el intento de edificar una democracia en el contexto de la religión del Islam: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden…”
Hay quien podría preguntar: ¿Cuál es, entonces, la solución? Me temo que la respuesta puede ser muy fuerte para los oídos delicados del hombre moderno. Pero les doy una pista: El hacha debe ser asestada a la raíz del problema, la religión del Islam.<>
Obras de consulta:
- Roman Catholicism, Lorraine Boettner, Presbyterian and Reformed Publishing Company. Phillipsburg, New Jersey.
- How Should We Then Live?, Francis A. Shaeffer, Crossway Books, Wheaton, Illinois.
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