La Amargura
Por: Paco Borrego Flores
Recuerdo cuando era niño, una ocasión que veía la televisión, vi una caricatura que era la historia de un perro que cuando era un cachorrito tuvo un accidente.
Un día en el parque, un niño pasaba en una bicicleta y no lo vio al pasar por un lado de él, la rueda delantera de la bicicleta alcanzo a pisarle la cola. Fue tanto su dolor que le guardó un resentimiento a todas las ruedas de bicicleta siempre que veía ruedas de bicicleta las perseguía hasta tirarlas y morder las llantas hasta destruirlas. Creció su resentimiento que se convirtió en odio a todo lo que fueran ruedas.
Comenzó a perseguir las ruedas de carretones, automóviles, camiones urbanos, y era tanto su odio que no importaba el tamaño del vehículo. ¡No le tenía temor!
Un día sus dueños lo llevaron a pasear para distraerlo al campo. Pues ahí casi no hay ruedas, pero se topo con las ruedas de tractor y las trilladoras, así que el pobre perro vivía muy amargado pues su odio hacia las ruedas seguía creciendo, en otra ocasión en una de sus persecuciones.
Fue a dar al aeropuerto de la ciudad que estaba cerca de dónde vivían sus amos y vio un avión que comenzaba su carrera de despegue y el perro corrió con tanta fuerza que se aferro a el neumático de el avión y este comenzó a volar con el perro pegado al tren de aterrizaje, el cual a cierta altura se cerró y el perro quedó adentro del avión. Después de muchas horas, el avión llegó a su destino y bajó el tren de aterrizaje.
Para esto el perro ya había soltado la llanta y estaba muy confundido. Al bajar de un brinco al suelo, se encontró en una tierra extraña donde los medios de transporte eran caballos, camellos y elefantes. No había ruedas más que de algunos carretones y estas eran de madera y fiero. Le lastimaban los dientes.
Además el lenguaje de los nativos del lugar era muy extraño. No les entendía. Vestían muy raros con unos trapos raros en la cabeza. Comenzó por dejar de perseguirlas al verse lejos de sus amos.
Comenzó a extrañarlos y el deseaba regresar a casa. Pero no sabía como y se dio cuenta de que su afán y su odio por todas las ruedas lo habían alejado de sus seres queridos.
Un día pensó que si iba al punto donde había llegado, había la posibilidad de regresar. En eso vio un avión que despegaba y corrió con más fuerza que antes. La alcanzó y se aferró con sus garras y sus dientes. Pero con la intención de regresar como había llegado, así fue al llegar a tierra firme.
Si no hubiera sido por esa rueda del avión, él no estaría de regreso en casa. El corrió a su casa con amos, que lo habían dado por perdido. Al verlo, les dio mucho gusto tanto al perro como sus amos. Y el perro perdonó a las ruedas. Desde entonces, él vivió feliz y podía pasear por el parque sin perseguir ruedas.
Claro en ese tiempo era muy pequeño y no podía entender la profundidad de ese mensaje. Pero por algo, Dios permitió que se quedara grabada en mi mente como si la hubiera visto hace unos cuantos días.
Hoy, después de 40 años…gracias a la palabra de Dios, puedo discernir que el autor de esa caricatura quería mostrarnos que no era buena la amargura. Una herida crea en nosotros un resentimiento que después se convierte en odio. Esto provoca que vivamos llenos de amargura a lo largo de nuestros días en este mundo terrenal. Y que tenemos que reflexionar, ir al punto de partida, y perdonar. Tenemos que hacer nuestra parte y Dios hará la suya sanando nuestro corazón.
La amargura no sólo contamina nuestras vidas sino también contamina a los que nos rodean. Los lastima y por eso es importante que perdonemos para que no dejemos de alcanzar la gracia y la misericordia de Dios. Además, es un mandamiento de Dios.
Hebreos 12:15. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
Marcos 11:25. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
Lucas 6:37. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Mateo 18:35. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Esto es palabra de Dios y para mí es INCUESTIONABLE. Pues yo la creo. Es difícil pero no es imposible practicarla. Los invito a que no sólo nos quedemos con el mensaje y la reflexión sino que lo llevemos a la practica en muestras vidas. Mi padre celestial y yo te garantizamos que es para tu bien para que puedas llevar una vida feliz, llena de bendiciones y libre de enfermedades, físicas, mentales y espirituales.
Que Dios los llene de bendiciones con amor en Cristo Jesús
Por Paco Borrego Flores