Como una niña dentro de la Iglesia Católica recuerdo lazos emocionales que tenía con la Iglesia Católica. Amaba la pompa, el esplendor, el olor del incienso, las estatuas y otras cosas. Pero nunca sentí más que esto. No sabía que podría tener una relación personal con mi Creador. Era impertinente para cualquier persona, incluso el Papa, decir que fuera salvado. ¿Y qué quería decir esto al fin y al cabo?
Pusimos los sacerdotes y las monjas en un pedestal. Ellos eran para nosotras como un mediador entre nosotros y Dios. Creíamos y fuimos enseñados de que tuvimos que tener respeto hacia ellos porque eran casi “santos”.
Creíamos que para acercarnos a Dios debíamos tener su vocación. Era importante llegar a ser como un sacerdote o una monja. Una protestante para nosotras era una persona mundana. ¡Y al asistir a una iglesia protestante estaba prohibido!
También estuvimos seducidos por los símbolos de la tradición Católica como los trajes de ceremonia, el oro, las estatuas, y las cosas “sagradas”. La primera vez que entre en una iglesia protestante (que yo no era protestante entonces) sentía que estaba pecando por sólo estar allí. Encima, sentía que no estaba realmente en una iglesia porque no tenía el olor ni el aspecto de ser una iglesia. No existía un crucifijo, sólo tenía una cruz vacía.
Yo siempre sentía que estaba en el camino al cielo los domingos. Pero durante la semana estaba destinado al infierno. Yo nunca podría tener la aseguranza de mi salvación.
Y es verdad que existían grados del pecado. Había pecados veniales y pecados mortales. Yo nunca sabía (según la Biblia) que todos pecados eran mortales. Nosotros tuvimos un cariño místico especial por los sacramentos.
Yo llevaba una escápala alrededor de mi cuello siempre. Había escápalas marrones (sencillas) y escápalas Sabatinas. Nosotras las llevábamos para protección por si acaso muriésemos podríamos recibir los mismos beneficios espirituales del Orden del Monte de Carmel.
Todas las penitencias, los rezos, las misas, las obras benéficas, etc., serían una inversión en mi caso si muriera llevando la escápala. Pero ahora veo que esto era una mentira. Uno no confía en Cristo solamente…hace falta tener estas otras cosas también. La escápalas Sabatinas se llevaban por si acaso murieras durante la semana, de lunes a viernes, entonces en el sábado la Virgen Maria podría rescatarte del Purgatorio.
Cuando me casé, me desvié de la Iglesia Católica. Yo no sentía contenta con ello y empecé a buscar las cosas que me faltaban pero en todos los sitios equivocados. Tuve escarceos con el ocultismo y cosas similares. Tenía el deseo de conocer más de las cosas que no conocía.
El Señor Jesús salvó a mi hermana y ella empezó a decirme cosas en cuanto a su relación con Jesús que yo no tenía pero querría. Yo tenía que creer todo lo que los sacerdotes me decían cuando era niña, pero estaba tan seca y tan vacía en comparación con lo que mi hermana encontraba.
Así que empecé acompañarla a la Capilla Calvario (una iglesia protestante) y fui hacia delante de la iglesia cuando hicieron la invitación de aceptar a Jesús como el Salvador. El pastor era Chuck Smith. Yo deje por detrás todos mis vestigos de mi fondo Católico y abracé a Cristo con todo mí corazón.
Como una católica, la Virgen María era la persona que tuvimos que acudir en momentos de necesidad y problemas. Jesús estaba lejos pero María sabía la manera a llegar a El. Tuvimos estatuas de ella en toda la casa. Mi madre tenía una estatua del Pequeño Infante Jesús de Praga en su cuarto.
Creo que mi infancia estaba llena con experiencias místicas pero no tenía una verdad objetiva. Tuvimos procesiones anuales dedicadas a la Virgen María en el mes de mayo y pondría sobre su estatua una corona de flores que fue sobre su cabeza. La rendimos adoración con música y rezos. Y por supuesto, hicimos el Rosario cada día.
Pero mi madre sufrió más que yo cuando dejamos la Iglesia Católica. Pero doy gracias a Dios que ella lo hizo dos años antes de morir. Existían tantas distracciones como estas que contribuyeron en no tratarnos con la verdad y con nuestro Señor.
Tuvimos un montón de experiencias, sentimientos, lazos emocionales que nos ataron a la Iglesia Católica, que desde luego, no tenía la verdad. Y era difícil ser una buena persona y tener la esperanza de que un día fueras al cielo pero nunca podrías estar seguro de que esto te pasaría. Y, por supuesto, con la doctrina del Purgatorio, la muerte de Cristo no era suficiente tampoco. Además, ¡Encima tendrías que pagar el precio por tus pecados después de morir!
(Traducido por Dennis Swick)
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