Por Daryl Griffin. Traducido por Dennis A. Swick en “The Discerner”, 9/2000.
Tienes razón en cuanto a mi hijo. Jesús es el Hijo de Dios, el Cristo, plenamente Dios y plenamente humano. Yo era una pobre mujer, y llegué a estar embarazada antes de casarme. ¿Cómo podría explicar este hecho a todo el mundo? La gente de mi generación me rechazaría o incluso me maldeciría. Pero el ángel Gabriel me dio las más gloriosas noticias. Este hijo no era un hijo ordinario. Era el hijo del Dios viviente. El honor era mucho más grande que mis sufrimientos y yo exalté a Dios.
El Evangelio de San Lucas registra: “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre” (Lucas 1:47-49). Adoro a Dios en el cielo ahora, y muchas personas entienden que fui bendecida, porque yo tuve el privilegio de traer al Hijo de Dios al mundo. Las otras cosas que dice la gente sobre mí es lo que me hace daño. Me gustaría tener la oportunidad de aclarar algunos rumores sobre mí.
El primer rumor que me gustaría aclarar es: la gente dice que deseo su adoración y su alabanza. El Nuevo Testamento nunca dice que deben adorarme. Algunos dicen que Gabriel me adoró. Pero todo lo que dijo fue: “¡Salve, muy favorecida!” (Lucas 1:28). Al decir ‘salve’ sólo fue una expresión de saludo. Cuando él dijo que yo era muy favorecida, él hablaba de la bondad de Dios para concederme el privilegio de ser la madre de Jesús. Pero por el mero hecho de que Dios me concedió esta bondad, no quiere decir que merezco las alabanzas.
Algunos dicen que Elizabet me adoró. Pero todo lo que dijo era: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.” Puesto que Dios me bendijo tanto, hay una buena razón para alabar a Dios, y no a mí. Dios también le bendijo a Jesús, el fruto de mi vientre, pero de una forma diferente. Dios le dio a Jesús el Espíritu Santo inconmensurable (Juan 3:34).
Algunos dicen que yo reconocí el derecho humano de adorarme cuando rogué: “Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”. Pero yo no decía que todas las generaciones deben adorarme, rezarme, o incluso venerarme. Yo estaba contenta de que la gente no me mirara como una madre desgraciada que tenía un hijo fuera del matrimonio, sino que esto era una cosa honrosa para Dios. Ninguno de estos ejemplos demuestran que se debe adorarme, sino al contrario, alabamos a Dios por su bondad inmerecida que él mostró en mi vida y al mundo.
Un ángel vino a José, pero no le dijo a José que me adorase. Los ángeles cantaron alabanzas a Dios delante de los pastores, pero no mencionaron mi nombre (Lucas 2:8-10). Los magos vinieron y le adoraron a Jesús y le presentaron regalos, pero ellos no me adoraron (Mateo 2:11). De hecho, una vez una mujer empezó a adorarme y Jesús la corrigió (Lucas 11:27-28): “…una mujer de entre las multitud levantó la voz y dijo: ¡Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste!” Pero él respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.”
No encontrarás a alguien rezándome ni alabándome por cuatro siglos. Jesús dijo: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:10). Algunas personas dicen: “No estoy alabando sino reverenciándola (dando homenaje a ella).” No importa lo que se llame, no me siento bien cuando la gente hace su enfoque sobre mí en vez de Dios. ¡Haz lo que hago yo; alaba a Dios!
Algunas personas dicen: “No estoy rezando a María, sólo estoy pidiéndola que ore por mí.” Si la oración es sólo dirigir los pensamientos y asuntos al cielo, entonces, ¿Cuál es la diferencia entre orar a Dios y rezarme a mí? No dirijas tus oraciones al cielo, sino dirígelas específicamente a Dios en el nombre de Jesús.
Algunas personas dicen que cuando yo decía: “haced todo lo que os dijere (Jesús)” en las bodas de Caná, estaba indicando que yo era una mediadora o “mediatrix”. ¡No! Sólo estaba diciéndoles que era apropiado para el Hijo de Dios darme órdenes, ¡No yo a él! Mira lo que dice Juan 2:1-11. Cuando la gente me reza, no les escucho. Dios no quiere que les escuche porque El quiere escuchar sus oraciones de primera mano.
Me gustaría saber el por qué esa gente no reza a Dios primero. La Biblia dice: “Porque hay solo un Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Algunos dicen que Jesús es un mediador y yo soy la otra mediadora. Pero la Biblia dice que hay solo un mediador. La Biblia también dice que hay acceso directo a Dios a través de Jesús. Mirad estos versículos:
- Efesios 2:8 “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por el mismo Espíritu al Padre.”
- Efesios 3:11-12 “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.”
- Hebreos 4:15-16 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”
Tienes acceso directo por medio de Jesús. Ahora puedes orar a Dios con confianza. Hacer lo contrario es poner en tela de juicio si Jesús es un buen mediador.
Jesús dijo (Juan 14:13): “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” El Apóstol Pablo decía (Colosenses 3:17): “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” Yo no quiero ser el recipiente de tus oraciones ni de tus alabanzas; sólo Dios se merece esto.
El próximo rumor que me gustaría despejar es en cuanto a que yo no soy una pecadora. Si yo no soy una pecadora como algunos dicen, entonces ¿Por qué ni Jesús ni los Apóstoles mencionaron esto? De hecho, Jesús me corrigió u
n par de veces.
En la boda de Caná, yo empecé a decirle a Jesús lo que debía hacer. Yo estaba equivocada. El me contestó (Juan 2:4): “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.” Mi mensaje para ti es el mismo que yo dije a los que estuvieron en la boda: “Haced todo lo que os dijere.” Examina Lucas 2:49 y Mateo 12:46-49.
La primera cita de que yo no tenía pecado se da 300 años después de terminar de escribir la Biblia. Luego, algunos teólogos dijeron que yo no solo estaba sin pecado sino que yo nací sin el pecado de Adán. El Papa Pius IX estaba de acuerdo con ellos e hizo esto un Dogma de la Iglesia Católica Romana en 1854.
Ellos creyeron que la única forma para que Jesús fuese libre de una naturaleza pecaminosa sería teniendo una madre sin pecado. Pero Dios no necesitó un proceso de dos escalas. Las Escrituras no enseñan que yo fuera “nacida inmaculada.” Dios justifica a todos sus hijos a través de la sangre de Jesús. No soy una excepción.
Jesús era sin pecado porque Dios el padre moraba en él (Juan 14:10) y porque él fue obediente a Dios. Pablo dijo (Filipenses 2:8): “(Jesús) estando en la condición de hombre, se humilló a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte de la cruz.” Esto no tenía nada que ver conmigo. Yo necesitaba a Jesús como cualquiera que le necesitaba. No fue mi nacimiento “sin pecado” lo que hizo a Jesús sin pecado, más bien su sacrificio que llevó el perdón por los pecados, ¡Incluso los míos! Cuando vi a Jesús en la cruz, no era sólo una madre viendo a su hijo siendo abusado, sino una pecadora como todos los demás mirando al Hijo de Dios muriendo para salvarme a mí.
Después, cuando Jesús ascendió al cielo, yo y otras mujeres con los Apóstoles oramos juntos, (fíjate que no me oraron a mí – Hechos 1:13-14). Pedro dio el primer mensaje evangelístico (Hechos 2:14-20) para decir a los oyentes como podrían ser salvos (fíjate que el no me menciono). Pedro nos dijo como debemos arrepentirnos (Hechos 2:38). Yo tenía que arrepentirme de mis pecados para recibir a Jesús. Así que, no me pidas que ruegue por tu perdón. Ve a Jesús.
Otro rumor en cuanto a mi decía que nunca se consumó mi matrimonio con José, y que nunca tuvimos hijos juntos. Supongo que la gente pensaba que si consumáramos nuestro matrimonio esto comprometería la importancia teológica de mi virginidad. ¡No te creas que este equivocada!
Yo era una virgen antes de que Jesús naciera, pero después de esto, no era necesario que permaneciera separada de mi marido. No solo estuvimos casados, sino que tuvimos por lo menos seis hijos. Cuéntalos (Marcos 6:3): “¿No es este el carpintero, hijo de Maria, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?” Jesús tuvo cuatro hermanos y por los menos dos hermanas.
Algunos consideraban que era inconsistente teológicamente que yo tuviera hijos con José. Uno de estos escribió un libro (después de que la Biblia fuera terminada) con el titulo Pro evangelismo de Santiago. Este autor escribió que Jesús no tuvo hermanos ni hermanas, sino primos (Jerome, DC 383).
Cuatrocientos años después de que la Biblia fuera terminada otro rumor sobre mí salio y este rumor nunca murió. Decía que Jesús se llevo mi alma y cuerpo al cielo. El Papa Pius XII hizo de esto un Dogma Católico Romano en 1950. Pero la Biblia nunca dice nada ni siquiera de esto. ¡Qué presuntuosos han sido los teólogos a lo largo de los siglos!
Es importante leer la Palabra inspirada de Dios, y no salirse de lo que dice. En los últimos versículos de la Biblia Jesús nos advierte: “Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitara su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amen; si, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:19-20).
La Biblia también nos dice la esencia del evangelio expresamente:
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras…” (1 Corintios 15:1-3).
El Evangelio que salva esta centrado en Jesús: Su muerte por nosotros, Su entierro, y Su resurrección. Nunca encontrarás un pasaje bíblico donde yo soy la parte salvadora de Dios para todos. Soy una pecadora como todos los cristianos. Si no fuera así, la Biblia nos dice en cuanto a los que hablan de otro modo (Gálatas 1:8-9): “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.”
Dios quiere que le alabemos sólo a El. Y la única forma para alabarle es a través de Su Hijo, el único mediador entre Dios y los hombres. Háblale directamente a El sin intercesores humanos por medio.
Por Daryl Griffin. Traducido por Dennis A. Swick en “The Discerner”, 9/2000.
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