La Iglesia Como Comunidad Sanadora
por Gary R. Collins, Ph.D.
Jesús frecuentemente habló con individuos acerca de sus necesidades personales y se reunía frecuentemente con grupos pequeños. La principal de éstas era la pequeña banda de discípulos a quiénes El preparó para “tomar el puesto” después de su ascensión al cielo. Fue en uno de esos tiempos cuando Jesús mencionó la iglesia por primera vez. En los años que siguieron fue ésta iglesia de Jesucristo que continuó su ministerio de enseñanza, evangelización, ministración, y consejería. Estas actividades no se veían como la responsabilidad especial de líderes “superestrellas” de la iglesia; se hacían por creyentes comunes trabajando, compartiendo, y cuidando tanto entre sí como por los no-creyentes fuera del cuerpo. Si leemos Hechos y las Epístolas se hace claro que la iglesia no solo era una comunidad evangelizadora, enseñadora, y discipuladora – también era una comunidad sanadora. Las comunidades sanadoras son grupos de personas “caracterizadas por un intenso compromiso con el grupo y por un interés común en sanidad… de malestares psicológicos, de comportamiento, o espirituales”. En años recientes, los profesionales de salud mental han llegado a ver el valor de grupos terapéuticos donde los miembros del grupo se ayudan entre sí dando apoyo, reto, guianza, y ánimo, que de otra forma tal vez no sea posible. Por supuesto que tales grupos pueden resultar dañinos, especialmente cuando vienen a ser encuentros incontrolados que buscan criticar y apenar a los participantes en lugar de edificarlos o animarlos a abrirse y a un comportamiento más efectivo. Si se conduce por un líder sensible, sin embargo, las sesiones grupales pueden ser experiencias terapéuticas muy efectivas para toda la gente involucrada. Algunos grupos terapéuticos no necesitan limitarse a aconsejados reuniéndose el uno con el otro y con un consejero entrenado. Las familias, grupos de estudio, amigos de confianza, colegas profesionales, grupos de empleados, y otras pequeñas bandas de personas frecuentemente proveen la ayuda que se necesita tanto en tiempos de crisis y como individuos que enfrentan los retos diarios de la vida. En toda la sociedad, sin embargo, la iglesia tiene la mayor potencial de ser una comunidad terapéutica-sanadora. Los cuerpos locales de creyentes pueden traer un sentimiento de pertenencia a los miembros, apoyo a los que se sienten débiles, sanidad a los individuos afligidos, y guianza mientras la gente hace decisiones y se mueve hacia la madurez. Es triste que muchas iglesias contemporáneas parecen ser poco más que grupos indiferentes de personas rígidas que nunca admiten tener necesidades o problemas, que asisten a servicios desinspirantes por hábito, y que dejan la mayoría del trabajo a un pastor sobrecargado. Tal imagen puede estar exagerada, pero para muchas personas la iglesia local es grandemente sin significado, no muy de ayuda, y lejos de la comunión producente de crecimiento que Cristo quiso que fuera. ¿Porqué empezó la iglesia? Seguramente la respuesta queda en las palabras finales a sus seguidores antes de que regresara al cielo: “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todo lo que os he mandado. Y he aquí ciertamente estaré con ustedes siempre, hasta el mero fin del siglo”. La iglesia fue creada para cumplir la gran comisión de hacer discípulos (esto incluye evangelismo) y enseñanza. Los primeros creyentes se reunían en una comunión o koinonía que involucraba una relación de comunidad entre sí, un compañerismo que promovía el evangelio activamente y edificaba a los creyentes, y un compartir mutuo de perspectivas, experiencias, adoración, necesidades, y posesiones materiales. La verdadera iglesia siempre ha sido encabezada por Jesucristo quien nos enseñó a evangelizar y enseñar, quien por su vida e instrucción nos guió hacia los aspectos tanto prácticos como teóricos del cristianismo, y quien resumió su enseñanza en dos leyes, amar a Dios y amar a otros. Todo esto debe suceder entre los confines de un grupo de creyentes, a cada cual se le han concedido los dones y habilidades necesarias para edificar a la iglesia. Como un grupo, guiados por un pastor y otros líderes escogidos, los creyentes dirigen su atención y actividades hacia arriba a través de adorar a Dios, hacia afuera a través del evangelismo, y hacia adentro a través de enseñanza, convivencia, y cargando cargas. Cuando uno de éstos hace falta el grupo está desbalanceado y los creyentes están incompletos.
Tomado de: Christian Counseling: A Comprehensive Guide (Consejería cristiana: una guía comprensiva), por Gary R. Collins, Ph.D., Word Publishing, 1988. pp. 20-21.
PARA MÁS:
1. http://new.institutointerglobal.org/2014/09/08/la-iglesia-y-la-consejeria1/
2. http://new.institutointerglobal.org/2014/09/08/la-iglesia-com…nidad-sanadora2/
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