LA HEREJIA UNITARIO-SOCINIANA
Una refutación de la teología de Mario Olcese
Parte 2
Continuamos refutando las elucubraciones de la teología Sociniana, particularmente la perspectiva devaluada de Cristo que ésta propone. La creencia Sociniana es un esperpento doctrinal propagado por personas como Mario Olcese, quien desde sus blogs ataca desaforadamente la doctrina de la Trinidad. El Socinianismo afirma que Jesús fue solamente un hombre mortal nacido de una virgen y exaltado entre todos los hombres debido a la santidad de su vida. No era Dios, pero poseía la inspiración de Dios, y su muerte no fue de naturaleza redentora. La misión de Cristo fue profética y ésta consistió en dar un ejemplo con su vida de santidad e ilustrar la doctrina de una vida futura mediante su resurrección. Este es un error gravísimo y sólo puede tener origen en el padre de la mentira. Cristo no sólo fue un profeta. La Biblia enseña que Jesús debe ser confesado y creído como Profeta, Sacerdote y Rey. El Hijo de Dios se encarnó para ofrecerse a sí mismo como sacrificio propiciatorio al Padre. Cristo quita el pecado (Jn. 1:29), llevó nuestros pecados en la cruz (1 P. 2:24), fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21), por su sangre tenemos el perdón de los pecados (Col. 1:14), etc.
Nosotros estamos de acuerdo en que Jesús vivió una vida ejemplar, pero esa vida ejemplar no hubiera sido de ninguna ayuda para nosotros si Cristo no hubiera ido a la cruz a pagar el precio de nuestra redención. Sí, Jesús es nuestro ejemplo, a quien debemos imitar, pero nadie puede ser salvo con sólo seguir su ejemplo. Su justicia es imputada a los creyentes gracias a su muerte en la cruz. Por otra parte, el reclamo sociniano de que Cristo ilustró la doctrina de una futura resurrección con su propia resurrección, tiene muy poco sentido (como toda la doctrina sociniana), porque el Antiguo Testamento ya anunciaba un vida futura en varios pasajes. No había ninguna necesidad de que Cristo resucitara únicamente para enseñarnos esta verdad. La obra de Cristo en la cruz quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio (2 Ti. 1:10), y el evangelio está conectado inseparablemente con su muerte y resurrección, porque si él no resucitó, aun estamos en nuestros pecados y nuestra fe es vana (1 Co. 15:16-20). Cristo resucitó para nuestra justificación (Ro. 4:25), no para enseñarnos una vida futura.
Como hemos visto en la primera parte, los socinianos enseñan que Jesús no fue preexistente, y Mario Olcese ha escrito un extenso ensayo para probar su punto: ¿Preexistió Jesús en el cielo antes de nacer en Belén?
(www.elevangeliodelreino.org/deidad/antesdenacer.doc.)
En este trabajo, Olcese pretende demostrar que Cristo no es Dios y que tampoco vivió con el Padre antes de su nacimiento en el pesebre. Para ello trata con una serie de pasajes que los trinitarios usamos para demostrar su Deidad, y por inclusión, su preexistencia en los cielos. Los argumentos de Olcese son seguidos por nuestras respuestas en azul.
Juan 4:24
Olcese escribe:
También Jesús enseñó que el Dios verdadero es Espíritu (Juan 4:24), y luego dirá que un espíritu no tiene carne y huesos como él tenía (Lucas 24:39). Aquellos que creen que Cristo era el mismo Dios, desconocen Las Escrituras.
Respuesta:
Nuestra última respuesta en Parte # 1 contesta este párrafo de Olcese. Una vez más, Olcese no toma en cuenta la encarnación de Cristo, o sea, la segunda Persona de la Deidad tomando para sí una naturaleza humana adicional. Al decir que “aquellos que creen que Cristo era el mismo Dios, desconocen las Escrituras”, Olcese da a entender que los trinitarios creen que Jesús y el Padre son la misma persona. Este es un lenguaje altamente fraudulento y sólo puede haber tres razones para su uso:
1) Olcese tiene problemas para comunicarse
2) Olcese no conoce la doctrina de la Trinidad
3) Olcese está siendo deshonesto
4) Olcese se confundió y quiso refutar una herejía diferente a la suya, llamada Modalismo, en la cual el Padre y Jesús son técnicamente la misma persona.
Los trinitarios, por supuesto, no creemos que Jesús era el Padre.
Jesús, El Enviado de Dios
Olcese escribe:
Jesús fue enviado por Dios al mundo para traer Su mensaje de vida. Dice 1 Juan 4:9: “…Dios envió a su Hijo al mundo para que vivamos por él”. Pues bien, los que creen que Jesús preexistió en el cielo antes de nacer como un humano, suelen usar este pasaje para señalar que Cristo vino al mundo desde el cielo. Sostienen que si Dios envió a Jesús al mundo es porque estaba fuera de él, en el cielo. Además, afirman que ese ser que estuvo en el cielo era Dios Hijo y que tomó la forma de hombre. Pero los Trinitarios se olvidan de algo importantísimo: Y es que Juan el Bautista igualmente fue enviado por Dios al mundo (Juan 1:6). Este texto dice: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan”. ¿Diremos que Juan el Bautista preexistió en el cielo antes de nacer como cualquier humano? ¡Por cierto que no! Sumado a lo anterior, los apóstoles igualmente son enviados al mundo por Jesucristo. Dice Jesús en Juan 17:18: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo”. Pues bien, los apóstoles, como Jesucristo, han sido enviados al mundo—¿Desde dónde? ¿Acaso los apóstoles vinieron del cielo, literalmente hablando, habiendo preexistido como “dioses”? ¡Por cierto que no! Ellos fueron enviados al mundo estando en el mundo. Definitivamente la expresión “enviar al mundo” no implica necesariamente preexistencia o “venir del cielo”.
Respuesta:
Este argumento de Olcese es una falacia de distracción. Consiste en enfocar la atención del lector en el verbo “enviar” y sus variantes. Así mismo, el argumento trinitario que Olcese menciona nunca es usado por teólogos de reputación (que “enviar” significa automáticamente “venir del cielo”). Olcese lo selecciona para refutar porque es un argumento pobre. Algunos sectarios, y parece que Olcese está en ese grupo, piensan que refutando un argumento débil han refutado la doctrina de la Trinidad. De ilusiones también se vive, dice el dicho.
¡Por supuesto que la expresión “enviar al mundo” o “enviar” no implica necesariamente preexistencia o “venir del cielo”! Enviar es una acción, no un lugar. El lugar desde donde vino Cristo no es determinado por el verbo “enviar” sino por el contexto bíblico. El lector inteligente sabe que Cristo vino del cielo por muchas razones. Juan 16:28 es un ejemplo clarísimo en las propias pa
labras de Jesucristo:
“Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre”.
Más claro, imposible. El verso habla de un lugar de procedencia y un lugar de arribo. Los cristianos creemos en la preexistencia de Cristo junto al Padre desde la eternidad. Los herejes sectarios como Olcese se oponen a ello, dicen que Jesucristo no existió antes de su nacimiento en Belén. El autor de Hebreos tiene una perspectiva completamente distinta, ya que describe a Melquisedec como una persona “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”. Melquisedec es presentado aquí como un tipo de Cristo. ¿Por qué singular razón el autor traza un paralelo de tal naturaleza si Cristo no es eterno? El Hijo es tan eterno como el Dios eterno, y ningún argumento sectario puede derribar esa verdad bíblica.
Juan 17:5
Olcese escribe:
Jesús dice en Juan 17:5: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Para los Trinitarios este pasaje “prueba” que Cristo preexistió en el cielo antes de hacerse hombre. Pero algo similar pasa en Génesis 15:18 donde se lee que Dios le prometió a Abraham: “A tu descendencia he dado (tiempo pasado) esta tierra…” (V.B.A), a pesar de que aún no existía su descendencia. Ahora observe lo que dice Jesús en Juan 17:22: “La gloria que me diste yo les he dado (tiempo pasado, a los apóstoles)”. ¿Notó? ¡Jesús y sus apóstoles compartieron la gloria de Dios! Pero: ¿Son del todo literales esas palabras de Jesús?¿Tienen la gloria los apóstoles? En 1 Pedro 5:1 el apóstol Pedro reconocía que “participaba” de la gloria ¡que aún no había sido revelada! Sus palabras son como siguen: “…que soy también participante de la gloria que será revelada”. Pedro “recibió” la gloria como una promesa, pero que tendría que esperar la segunda venida de Cristo para recibirla (1 Pedro 5:4). Concluimos entonces que Cristo “tuvo” su gloria con el Padre, pero que en verdad la recibió en su resurrección (Hechos 3:13-15). Recuerde que Cristo tuvo su gloria con el Padre, del mismo modo que sus discípulos tuvieron su gloria con Jesús. Pero ambas glorias se reciben después de la resurrección o de la transformación de nuestros cuerpos mortales (Colosenses 3:4, Filipenses 3:20,21; 1 Corintios 15:43).
Respuesta:
Yo nunca había visto tanta gimnasia semántica para eludir una verdad bíblica. Olcese se ve forzado a hacer piruetas a los efectos de minimizar el daño que este pasaje le hace a su deforme teología. En realidad, es inverosímil que todo el pasaje de Juan 17:1-5 sea usado para negar la Deidad de Cristo. Juan 17:5 dice “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Una lectura normal de este verso indica que Jesucristo está pidiendo al Padre que luego de su resurrección lo restituya al rango de majestad y esplendor que Cristo poseía en la eternidad junto con el Padre, rango que se vio disminuído durante su estadía terrenal (Jn. 1:14; Fil. 2:5-11). Claramente se sobreentiende que Cristo compartió los atributos de Deidad junto con el Padre desde la eternidad. Es por ello que los cristianos podemos hablar del Hijo Eterno. El verso revela que hay un algo en Jesucristo que existió en la eternidad (“antes que el mundo fuese”). Ese algo sólo puede estar directamente relacionado con la naturaleza ontológica de Jesucristo, y es el elemento de Deidad existente en su persona. Este elemento o propiedad es intrínseco o inherente a su persona. Esta naturaleza o esencia es la misma del Padre, lo que es corroborado por las palabras “aquella gloria que tuve contigo”. El contexto revela claramente dos personalidades involucradas que existieron juntas en la eternidad en una misma gloria. Esto es coincidente con la doctrina de la Trinidad, la cual describe tres centros cognitivos en una misma esencia o Deidad.
En Juan 17:5 Jesús ora porque el Padre le restaure al estado de gloria que él poseía en la eternidad junto al Padre. Si el Hijo no hubiera existido antes de su aparición en el mundo, el lenguaje usado por Jesús en este verso sería más que engañoso, sería una aberración salida de los labios de nuestro Señor. Esta fue una clara declaración de su preexistencia, reiterada más adelante en su oración sacerdotal, cuando dice; “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Jn. 17:24). La verdad que es muy difícil tener una gloria y ser amado cuando uno no es una persona.
Anthony Buzzard, un unitario sociniano a quien Olcese rinde tributo frecuentemente, en el libro de su co-autoría The Doctrine of the Trinity: Christianity’s Self-Inflicted Wound, argumenta que la declaración de Jesús es comparable a lo dicho por Pablo en 2 Corintios 5:1: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”. En vista de lo dicho aquí (y en Marcos 10:21), se aduce que al decir “tenemos” en el presente en referencia a algo que vendrá en el futuro, Jesús en Juan 17:5 está meramente pidiendo por la gloria que él supo que estaba preparada por Dios desde el principio. Esa gloria existió en el plan de Dios, y es en ese sentido que Jesucristo ya la “tuvo”, y agrega: “Nosotros notamos que Jesús no dijo: ‘Devuélveme’ o ‘restáurame la gloria que yo tenía cuando yo estaba viviendo contigo antes de mi nacimiento'” (traducción libre). Como vemos, los ejercicios gimnásticos son asombrosos. El problema es que el colchón protector no está en el piso y el gimnasta se rompe todos los huesos.
La similitud con el planteo de Olcese es impactante. Por más aeróbicos que intente hacer con las conjugaciones de los verbos, su artimaña queda al descubierto cuando analizamos la construcción gramatical y el griego de Juan 17:5 a continuación:
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo (para seauto), con aquella gloria que tuve (eichon) contigo (para soi) antes que el mundo fuese” (resaltado nuestro).
A riesgo de ser redundante, digamos que Jesucristo aquí dice que él tuvo o compartió (eichon) una gloria con (para) el Padre antes de que el mundo fuese (pro ton kosmon einai). Gramaticalmente, cuando la preposición para (con) es seguida por el caso dativo (como en este verso: para seauto, para soi) y especialmente en el caso de personas, indica “cerca”, “al lado”, o “en la presencia de”.
El famoso erudito en idioma griego, Daniel Wallace, provee el significado exacto de la preposición “para” cuando es seguida por el dativo:
Por lo general, el uso del dativo sugiere proximidad o cercanía.
a. Espacio: cerca, al lado.
b. Esfera: a la vista de, delante (de alguien).
c. Asociación: con (algo/alguien).
(Daniel B. Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics: An Exegetical Syntax of the New Testament, with Scripture, Subject, and Greek Word Indexes (Grand Rapids: Zondervan, 1996), 378.)
En el exhaustivo BDGA Greek Lexicon, la preposición para seguida por el dativo es definida de la siguiente forma:
[para] con el dativo, el caso que muestra asociación cercana … marca cercanía en espacio, al lado de, cerca, con, acción desde el ángulo desde donde la relación es vista.
Las definiciones dadas son autoritativas y finales debido a su procedencia académica superior. Ambas apoyan la noción de que Jesús poseía o compartía una gloria antes de los tiempos.
La gloria que el Hijo poseía o compartía (eichon) fue antes de los tiempos – esta gloria la tuvo junto al Padre. Exegéticamente, esto no puede referirse al Padre pensando acerca del Hijo o con el Hijo en mente en relación al futuro, puesto que Jesús usa el tiempo imperfecto (tuve, eichon). Jesús habla de la gloria que él tuvo y compartió junto al Padre. Jesús no está hablando de un plan que el Padre tuvo en mente.
Por otra parte, la intentona de Olcese de equiparar la gloria por la cual Cristo ora con la gloria dada a los discípulos, no pasa de ser una maniobra desesperada que queda al descubierto en el verso 24, “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo (Jn. 17:22). Esto explica que la gloria de Cristo y la de los discípulos es diferente en cuanto a que Cristo es el unigénito Hijo de Dios, co-igual en su majestad y esencia con el Padre. En un sentido, la gloria de los discípulos es también igual a la de Cristo en que serán uno con Dios (unión en Cristo) y estarán en el mismo lugar con Dios como coherederos con Cristo. Olcese parece no conocer que hay diferentes glorias, como lo deja establecido 1 Corintios 15:40-41.
Emmanuel: “Dios con Nosotros”
Olcese escribe:
Los que creen que Cristo es la Segunda Persona de la Trinidad, suelen señalar el texto de Mateo 1:23 para demostrar que Cristo es Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Pero: ¿Es Cristo mismo Dios hecho carne por ser Emmanuel? Pero aquí viene algo interesante. En Job 32 encontramos a un personaje llamado “ELIHU”, hijo de Baraquel buzita, de la familia de Ram (verso 1). Y, ¿Qué significa “ELIHU”? Sorpréndase! Significa: “Dios es él”. ¿Podemos pensar que ELIHU porque su nombre significa “Dios es él”? Pero regresemos por un instante al nombre Emmanuel. Si Cristo es “Dios con nosotros”: ¿Cómo es que él mismo dice: “Subo a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17)? ¿Tiene Jesús Dios, su Dios? ¿Cómo puede Dios subir a Su Dios? ¿Tiene el supuesto Dios el Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, su Dios personal?
Respuesta:
Si el lector se sorprende ante el significado del nombre Elihu (Eliú) dado por Olcese, más se sorprenderá al saber que Olcese está mintiendo. Eliú no significa “Dios es él”. Mario Olcese usa aquí sus tijeras prodigiosas para engañar al lector. Eliú significa “él es mi Dios”. Algunos lo traducen “Dios es él”, lo que es aceptable, siempre teniendo en cuenta que “él” NO es una referencia al portador del nombre, Eliú, sino a Dios.
Quizé sirva para orientar al lector, recordar que Eliú no era judío (ninguno de los cuatro personajes del libro de Job era judío). El nombre es de origen arameo y fue luego adoptado por los judíos (1 S. 1:1; 1 Cr. 12:20; 26:7; 27:18). Dicho sea de paso, Eliú fue el único nombre de los cuatro en Job que fue adoptado por los judíos. Teniendo esto presente, es obvio que la definición del nombre dada por Olcese sería un blasfemia capital en la cultura hebrea. Pero lo importante de ver aquí es cómo Olcese puede llegar a estos extremos de deshonestidad intelectual para negar la Deidad de Jesucristo.
El segundo punto de Olcese, o sea, la referencia a Juan 20:17, “subo a mi Dios”, ya ha sido refutado anteriormente en este trabajo. Sólo reiteremos que:
1). Olcese comete otra vez la falacia de categoría, ignora intencionalmente la enseñanza trinitaria de que Cristo se hizo humano, y como tal puede perfectamente decir “mi Dios” y “mi Padre”.
2). En el griego las palabras “mi Dios” son las mismas en Juan 20:17 y 20:28. Es obvio que el Padre es para Jesús lo mismo que Jesús es para Tomás y para todos nosotros, i.e., Dios.
“Yo y el Padre Uno Somos”
Olcese escribe:
Nuestro Señor dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Los Trinitarios sostienen que el Padre y el Hijo son iguales, de la misma naturaleza y sustancia. Pero es sorprendente que nuestro Señor no incluya a la llamada “Tercera Persona de la Trinidad” dentro de esa Unidad. Y además, ¡nunca lo hizo!. Él sólo dijo que él y Su Padre eran UNO en propósito y voluntad. Es interesante observar igualmente que en Juan 17:11 los creyentes y Cristo mantienen esa misma unidad. El texto dice: “…Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”. Como vemos, la unidad entre Cristo y su iglesia es la misma unidad entre Dios y Su Hijo. Ahora bien, a pesar de que los creyentes son uno con Cristo, la cabeza es siempre Cristo (Efesios 5:23). De igual modo, aunque Dios y Su Hijo son uno, el Padre siempre es cabeza de Jesucristo (1 Corintios 11:3). Y, ¿Qué diremos de los esposos? ¡Ellos también son uno! (Efesios 5:31). Y pese a esta unidad, ¡el marido es cabeza de la mujer! (Colosenses 3:18). Entonces esta unidad no significa igualdad de rango o autoridad. Otro ejemplo. Un entrenador de fútbol puede decirles a sus jugadores: “Tenemos que ser uno en la cancha”. Con esto el entrenador está diciéndoles a sus pupilos que todos deben trabajar en unidad, armonía y cooperación mutuas.
Respuesta:
Estos errores de Olcese son fácil de refutar.
1). La explicación de Olcese queriendo reducir las palabras de Jesús a una unidad similar a la de los discípulos con Cristo, o Dios con su iglesia, es destruida por el contexto inmediato. Si la unidad de la que Cristo habla se hubiera tratado de una unidad de equipo de fútbol, o sea, en “armonía y cooperación mutua, propósito y voluntad”, los judíos no hubieran intentado apedrearlo (v.31). ¿La razón para apedrearlo? Los judíos mismos dijeron que lo querían apedrear “por la blasfemia; porque tú siendo hombre, te haces Dios” (v. 33). Aquí está el verdadero significado de la expresión “Yo y el Padre uno somos”. Claramente, Jesús está diciendo: “Yo y el Padre compartimos la misma esencia, naturaleza y sustancia, somos ontológicamente iguales”.
2) La referencia de Olcese a que Jesucristo no incluye al Espíritu Santo en su declaración es un argumento desde el silencio. Se trata del gastado y pueril intento que a veces es expresado con la pregunta: ¿Por qué los apóstoles en las salutaciones de las epístolas no mencionan al Espíritu Santo? ¿Por qué Jesucristo en Juan 17:3 no menciona al Espíritu Santo? etc, etc.. Olcese pretende demostrar que porque el Espíritu Santo no es mencionado, se debe concluir que éste no es parte de la Deidad. Pero tomemos el ejemplo de Juan 6:47, donde Jesucristo dice: “El que cree en mí tiene vida eterna”. Jesús aquí no menciona al Padre. Siguiendo el brillante razonamiento de Olcese, ¿debemos suponer que el Padre no es Dios porque Jesús no lo menciona? ¡De ninguna manera! De la misma forma no podemos suponer que el Espíritu no es parte de la Deidad porque Jesús no lo menciona en varios pasajes que incluyen al Padre.
El argumento desde el silencio sigue siendo un argumento inválido, pero les cuesta aprenderlo y más reconocerlo, ya que siguen cometiendo la falacia una y otra vez. <>
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