Uno de las cosas más importantes que determinan nuestro entendimiento acerca de lo que la Biblia enseña sobre la muerte y la vida más allá de la muerte, es la interpretación apropiada de términos claves como Seol, Hades y Gehenna (Infierno).
SEOL — En el Antiguo Testamento esta palabra hebrea es usada para definir el mundo de los espíritus, la morada de los muertos, el lugar donde van los espíritus de los que han partido.
La palabra es el equivalente al Hades del Nuevo Testamento (pasando del hebreo al griego).
Teniendo en cuenta el principio de revelación progresiva, no nos debe sorprender que la descripción que el Antiguo Testamento nos da acerca del Seol y la situación de aquellos que lo habitan, sea un tanto escueta, aunque no imprecisa.
Los profetas del AT no se expandieron profundamente en el tema, probablemente porque era universalmente aceptada, aun en civilizaciones paganas, la existencia de un lugar donde se reunían las almas de los que partían.
Es perfectamente lógico que el NT comience progresivamente a desarrollar el concepto de lo que sucede con las almas después de la muerte. La revelación de Jesucristo y de los apóstoles clarifica lo que en el AT eran interrogantes (He. 1:1-3).
HADES – La palabra constituye un puente lingüístico que nos lleva del AT hasta la posición del NT en el tema de la muerte. La Septuaginta la usa en 71 ocasiones, 64 de ellas para referirse al Seol.
Es aceptado por la erudición moderna en general que el Hades es un lugar habitado por almas que han dejado el cuerpo.
A los efectos de limitarnos a nuestra discusión, es necesario aclarar que el Hades NO es el infierno, o sea el lugar final de tormento para el impío. La palabra griega para ese lugar de castigo eterno es Gehenna.
El Hades tampoco era el cielo, o sea el lugar donde hoy las almas de los justos (salvos) van a esperar allí hasta la resurrección.
Una vez aclarado esto, debo señalar que según las fuentes que he consultado, el concepto judío del Seol había progresado durante el período intertestamental al punto de que ya se creía que existían en él dos compartimientos o secciones.
Un compartimiento era el lugar de tormento al que el impío iba, y el otro un lugar de bendición, a menudo llamado el “seno de Abraham” o “paraíso”, donde el alma del justo era llevada por los ángeles.
Este concepto del Hades es ratificado por Jesús en Lucas 16, donde el Señor usa una parábola rabínica para expresar que no hay escape posible del tormento, ni tampoco una segunda oportunidad, y que debemos creer a las Escrituras en esta vida para poder ser salvos.
Otro paso que es naturalmente previsible es que las epístolas desarrollen el tema más allá del material contenido en los evangelios.
Los apóstoles eran conscientes de que su entendimiento no fue total durante su tiempo con Cristo (Juan 12:16). Fue sólo después de Pentecostés y la revelación final dada a los apóstoles que finalmente pudieron hablar con claridad acerca del más allá. En otras palabras, el cuadro total sólo se pudo apreciar luego de que las últimas piezas del rompecabezas cósmico les fueron reveladas.
Antes de la ascención de Cristo, los creyentes y los no creyentes iban al Seol o Hades. Luego de la resurrección de Cristo, el NT presenta a los creyentes entrando en el cielo para estar con Cristo (Fil. 1:23), lo que es superior a estar en el Hades.
Los creyentes están hoy presentes al Señor (2 Co. 5:6-8), adorándole con el ejército de ángeles en el cielo (He. 12:22-23) y junto al altar de Dios (Ap. 6:9-11).
Por lo tanto, los creyentes, luego de la asunción de Cristo, no vamos al Hades sino que ascendemos inmediatamente a la presencia del trono de Dios.
Este es el desarrollo progresivo que tomó lugar: Antes que Cristo fuera levantado de la muerte, los apóstoles suponían que todos los que morían físicamente iban a parar (por decirlo así) al Seol o Hades. Este Hades tenía dos secciones, una para los justos y otra para los injustos.
Pero la resurrección del Señor cambió este cuadro. Por lo tanto, Pablo usa el lenguaje de transición cuando habla de Cristo transportando a los justos fuera de Hades en dirección al cielo (Ef. 4:8,9).
El hecho de que Cristo fue al Hades está establecido claramente en Hechos 2:31.
¿Qué hizo Cristo mientras estuvo en el Hades? Según Pedro, proclamó o anunció a los “espíritus encarcelados” el completamiento de Su misión en la cruz, o sea, proclamó su victoria (1 P. 3:18-22). Esta anunciación no debe ser entendida como que Cristo fue a predicar el evangelio al compartimiento de los injustos en el Hades (la palabra “predicó” es “kerusso” y se traduce mejor como “proclamó”)
Ahora, si bien la palabra “paraíso” en Lucas 23:43 (en el caso del ladrón en la cruz) se refiere a la sección del Hades donde estaban los justos (seno de Abraham), cuando llegamos a los tiempos en que Pablo escribe 2 Corintios 12:2-4, ya se suponía que el paraíso había sido quitado del Hades para ser establecido ahora en el tercer cielo. Esto es lo que hizo Cristo en su ascención.
En mi opinión, de acuerdo con la enseñanza post-resurrección del NT, el alma del creyente ahora sube al cielo y espera la resurrección venidera y el estado eterno predecido en la Biblia.
¿Qué pasa con el injusto, pecador o inconverso cuando muere hoy en día? Aun desciende al Hades, y allí aguarda su futura resurrección y sentencia eterna.
GEHENNA – Ultimo término crucial. Palabra encontrada 12 o 13 veces en el NT, y es traducida correctamente “INFIERNO”.
Este lugar describe la morada final de los injustos luego de la resurrección y el juicio.
Los injustos hoy en día no descienden al “infierno” (gehenna) después de la muerte, sino a la sección que permanece aun en el Hades.
El Hades (o sea su población) será recién lanzado al lago de fuego en el final de los tiempos (Ap. 5:14)
De ahí es que digo que el infierno aun permanece desocupado hasta su inauguración, cuando la bestia y el falso profeta sean encarcelados allí. La segunda remesa de inquilinos permanentes, mucho más numerosa, llegará al infierno antes del comienzo de la eternidad (Ap. 21)
Brevemente anoto que cuando la palabra gehenna es usada, siempre es en referencia al final de los siglos o el mundo, luego de la resurrección (Mt. 5:22; 23:33). Esto es expandido por Juan en Apocalipsis 20:1-15. También ésta era la posición rabínica.
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